miércoles, noviembre 28, 2007

TODOS LOS CORDEROS SON ANARQUISTAS- 887.





JAMES JOYCE ULISES 569PAGS. 887-569=318

Tenemos el Rey Lear: y es inmortal.La cara del señor Best,apelada,asintió.


Fluye sobre ellos con tus olas y tus aguas

Mananaan,Mananaan Maclir…………..

Pardiez,mozo,¿y esa libra que os prestó cuando teniais hambre?A fe mía,la había menester.

Tomad vos este doblón.Gastasteis la mayor parte de ella en el lecho de Gerogina Johnson,hija de un clérigo. Agenbite of inwit,remordimiento de conciencia.

¿Os proponeis devolverla? Oh,si.¿Cuando?¿Ahora? Pues…no.He pagado siempre.Pasito.El es la otra orilla del Boyne.El rincón delnordeste.Lo tienes a deber.

Espera cinco meses.Todas las moléculas cambian.Soy otro ahora.Otro recibió la libra.Zumba.Zumba.

Pero yo,enteliquia,forma de formas,soy yo por la memoria porque bajo formas siempre cambiantes.Yo que pequé y recé y ayuné.Un niño que salvó Conmee de los correazos.Yo,yo y yo.Yo.

A.E.I.O.U. I owe you.le debo.- ¿Pretenden enfrentarse con la tradición de tres siglos?—preguntó la voz capciosa de John Eglinton--.Por lo menos el fantasma de ella reposa en paz para siempre. Ella murió, al menos para la literatura, antes de haber nacido.

EDGAR ALLAN POE LAS AVENTURAS DE ARTHUR GORDON PYM 504pags. 887-504=383

El oso cayó al agua,inanimado.Regresamos triunfantes a la goleta con nuestro trofeo,que media más de quince pies de largo.Tenia la piel de un blanco inmaculado.Sus ojos,de color rojo sanguinolento y su hocico,redondeado,recordaba a los perros de presa.

La carne era tierna,aunque muy rancia y con sabor a pescado;pero los marineros no le hicieron ascos,comiéndola con avidez y encontrándola exquisita.

ROBERT GRAVES LA DIOSA BLANCA 208pags. 208*4=832 887-832=55

Habiendo hecho mis rogativas y compuesto mis lloros, tornó otra vez el

sueño a oprimir mi corazón soñoliento en aquel mismo lugar donde me había

echado, y no había casi cerrado bien los ojos, he aquí que aquella divina cara,

alzando su gesto honrado, salió de enmedio de la mar, y en saliendo, poco a

poco su luciente figura, ya que toda estaba fuera del agua, pareció que se puso

delante de mí: de la cual su maravillosa imagen yo me esforzaré de contar; si el

defecto de la habla humana me diere para ello facultad o si su divinidad me

administrare abundantemente copia de facundia para poderlo decir.



Primeramente ella tenía los cabellos muy largos, derramados por el divino

cuello y que le cubrían las espaldas; tenía en su cabeza una corona adornada de

diversas flores, en medio de la cual estaba una redondez llana a manera de

espejo, que resplandecía la lumbre de él para demostración de la Luna de la

una parte, y de la otra había muchos surcos de arados torcidos como culebras y

con muchas espigas de trigo por allí nacidas; traía una vestidura de lino, tejida

de muy muchos colores: ahora era blanca y muy luciente, ahora amarilla como

flor de azafrán, ahora inflamada con un color rosado, que, aunque estaba yo

lejos, me quitaba la vista de los ojos; traía encima otra ropa negra, que

resplandecía la obscuridad de ella, la cual traía cubierta y echada por debajo

del brazo diestro, al hombro izquierdo, como un escudo pendiendo con muchos

pliegues y dobleces.

Era esta ropa bordada alrededor con sus trenzas de oro, y sembrada

toda de unas estrellas muy resplandecientes, en medio de las cuales la Luna de

quince días lanzaba de sí rayos inflamados; y es así que esta ropa la cercaba

pendiendo de toda parte y tenía la corona ligada con ella, adornada de muchas

flores, manzanas y otras frutas, pero en la mano tenía otra cosa muy diversa de

lo que habemos dicho; porque ella tenía en la mano derecha un pandero con

sonajas de alambre, atravesadas por medio con sus vírgulas, y con un palillo

dábale muchos golpes, que lo hacía sonar muy sabrosamente; en la mano

izquierda traía un jarro de oro, y del asa del jarro, que era muy linda, salía una

serpiente, que se llamaba Aspis, alzando la cabeza y con el cuello muy alto; en

los pies divinos traía unos alpargates, hechos de hojas de palma. Tal y tan

grande me apareció aquella diosa, echando de sí un olor divino, como los olores

que se crían en Arabia, y tuvo por bien de hablarme en esta manera:

-Heme aquí do vengo conmovida por tus ruegos, ¡oh Lucio! Sepas que yo

soy madre y natura de todas las cosas, señora de todos los elementos, principio

y generación de los siglos, la mayor de los dioses y reina de todos los difuntos,

primera y única sola de todos los dioses y diosas del cielo, que dispenso con mi

poder y mando las alturas resplandecientes del cielo, y las aguas saludables de

la mar, y los secretos lloros del infierno. A mí, sola y una diosa, honra y

sacrifica todo el mundo en muchas maneras de nombres. De aquí los troyanos,

que fueron los primeros que nacieron en el mundo, me llaman Pesinuntica,

madre de los dioses. De aquí asimismo los atenienses, naturales y allí nacidos,

me llaman Minerva cecrópea, y también los de Chipre, que moran cerca de la

mar, me nombran Venus Pafia. Los arqueros y sagitarios de Creta, Diana. Los

sicilianos de tres lenguas me llaman Proserpina. Los eleusinos, la diosa Ceres

antigua Otros me llaman Juno, otros Bellona, otros Hecates, otros Ranusia. Los

etíopes, ilustrados de los hirvientes rayos del sol, cuando nace, y los atrios y

egipcios, poderosos y sabios, donde nació toda la doctrina, cuando me honran y

sacrifican con mis propios ritos y ceremonias, me llaman mi verdadero nombre,

que es la reina Isis. Habiendo merced de tu desastrado caso y desdicha, vengo

en persona a favorecerte y ayudarte; por eso deja ya estos lloros y

lamentaciones; aparta de ti toda tristeza y fatiga, que ya por mi providencia es

llegado el día saludable para ti.

































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