viernes, octubre 02, 2009

ESCRITORES MUERTOS

Adiós, ahora, adiós. Escriban todo lo que
he dicho
y digan a Tom, Dick y Harry que me
levanté de entre los muertos.
Lo que está en la sangre no puede
fallarme para volar...
Adiós... sopla fuerte en el Monte de los
Olivos.

JAMES JOYCE  ULISESE    pag.47

Cuanto más conocía a Nagasawa,más extraño me parecía.Leía muchísimo más que yo,pero tenia por principio no adentrarse en una obra hasta que hubieran transcurrido treinta años de la muerte del autor.Solo me fio de estos libros,decía-

HARUKI MURAKAMI   TOKIO BLUES   pag.47

Francesillo había llegado con cierta ilusión a su nuevo destino «literario». (Víctor
seguía en su papel de protector/espía.) Va a cambiar la cuenta de las alubias y el
pimentón por la literatura. Giménez Caballero nunca le había fascinado como escritor.
Pero ahora se encuentra con que viene a sustituir a un rojo, a un fusilado, a un viejo
republicano o comunista o socialista, o sencillamente a un hombre que no iba a misa
todos los domingos, sino uno sí y otro no. «Por la mañana la silla de un asesinado y
por la noche a fusilar gente, aunque sea de mentira. Víctor me está protegiendo de
una manera muy rara, ese maricón.» Pero Francesillo no puede exponerle este
escrúpulo al fundador del fascismo español, de modo que acepta y calla:
-Veo que eres un chico serio, Francesillo, y eso me gusta. También me gusta tu
nombre, que sin duda viene de Francesillo de Zúñiga, ¿conoces a los clásicos?, ésa es
tu silla y aquí tienes unas galeradas, ya puedes empezar.
Y la mañana zumba azul y tipográfica, inmensa, a la sombra gótica y mellada de la
catedral, sobre el pequeño escribiente florentino (de pronto se ha visto a sí mismo
como un personaje de Amicis).
Querida madre:
Por fin me han puesto a fusilar, pero no te asustes. Creo que nunca le he
acertado a nadie. De todos modos, no lo soportaba y Víctor me ha dado balas de
fogueo (no lo sabe nadie) para dejarme tranquilo

FRANCISCO UMBRAL   LEYENDA DEL CESAR VISIONARIO   pag.47

.

En su Historia, Rasidüddini Kazvini escribe complacido que hace doscientos cincuenta años
las artes más estimadas y reverenciadas en Kazvin eran la ornamentación de libros, la caligrafía y
la ilustración. El sha que por entonces ocupaba el trono de Kazvin, que gobernaba sobre multitud
de países, desde Bizancio hasta China (y quizá su amor a las ilustraciones fuera el secreto de su
fuerza), por desgracia no tenía hijos varones. Para que los países que había conquistado no se
dividieran tras su muerte, decidió encontrar como marido para su bonita hija a un ilustrador
inteligente, para lo cual organizó un concurso entre tres grandes maestros de sus talleres, los tres
solteros. Según

la Historia de Rasidüddini el concurso tenía un tema muy sencillo: ¡ver quién
hacía la pintura más hermosa! Como, al igual que Rasidüddini, los tres jóvenes ilustradores sabían
que aquello significaba pintar como los maestros antiguos, cada uno de ellos recreó una escena de
las que más gustaban: una joven hermosa con la mirada en el suelo, ahogada por penas de amor, en
un jardín paradisíaco entre cedros y cipreses, tímidos conejos e inquietas golondrinas. Uno de los
ilustradores, que quería distinguirse de los otros, aunque sin saberlo los tres habían pintado la
misma escena exactamente igual que los maestros antiguos, ocultó su firma en el lugar más
recóndito del jardín, entre unos narcisos, con la intención de hacer suya la belleza de la pintura.
Pero a causa de aquella insolencia, que tanto le alejaba de la humildad de los maestros de antaño,
fue desterrado de Kazvin a China. Así pues, se convocó otro concurso entre los dos restantes. En
esta ocasión ambos pintaron a una bella joven montada a caballo en un jardín maravilloso, una
escena tan hermosa como una poesía. Uno de ellos, bien porque se le desviara el pincel o bien a
propósito, es imposible saberlo, pintó de manera un tanto extraña la nariz del caballo blanco de
aquella joven de ojos rasgados y pómulos salientes como las chinas; aquello fue considerado de
inmediato como un defecto tanto por el padre como por la hija. Cieno, el ilustrador no había
firmado su pintura, pero había introducido en aquella prodigiosa escena una imperfección
magistral en la nariz del caballo de manera que se notara. «La imperfección es la madre del estilo»,
dijo el sha y desterró al artista a Bizancio. Pero según la gruesa Historia de Rasidüddini Kazvini
mientras se realizaban los preparativos de la boda entre la hija del sha y el hábil ilustrador, que
pintaba sin ninguna firma y sin ninguna imperfección, exactamente igual que los maestros
antiguos, ocurrió algo más: un día antes de la boda, la hija del sha se pasó el día mirando
melancólicamente la pintura que había hecho aquel que al día siguiente sería su marido. Por la
tarde, cuando caía la oscuridad subió a ver a su padre: «Los maestros antiguos siempre pintaban a
las jóvenes hermosas de sus prodigiosas obras como si fueran chinas y ésa es una norma
inalterable que nos vino de Oriente, es cierto —le dijo—. Pero cuando amaban a alguien siempre
ponían algo de su amada, cualquier huella, en las cejas, en los ojos, en los labios, en el pelo, en la
sonrisa o incluso en las pestañas de la bella que pintaban. Esa imperfección secreta que introducían
en su pintura se convertía en una señal de amor que sólo los propios amantes podían reconocer. He
estado todo el día observando la pintura de la hermosa joven montada a caballo, padre mío, ¡y no
tiene el menor rastro de mí! Este ilustrador quizá sea un gran maestro, y joven y guapo, pero no me
ama». Y así el sha anuló de inmediato la boda y padre e hija vivieron juntos hasta el final de sus
vidas.
ORHAN PAMUK   ME LLAMO ROJO   pag.47

Fue al escritorio y empezó a buscar desordenadamente. El tipo le esperaba en la puerta. Kern comprobó sus bolsillos y miró debajo del sillón.

—Puede irse. Se la daré al conserje más tarde.

La raya del pelo se inclinó y la puerta se cerró con suavidad.

Kern estaba disgustado por haber perdido la carta. Aquella carta precisamente. Lo había formulado tan bien, tan sencilla y llanamente, todo lo que necesitaba ser dicho. Y ahora no podía recordar las palabras. Sólo le venían frases sin sentido. Sí, aquella carta había sido una obra maestra.

Empezó a escribir de nuevo, pero resultó fría y retórica. Selló la carta y copió la dirección con esmero.

Se sintió ligero, como aliviado. Se mataría de un tiro a las doce; después de todo, un hombre que ha decidido matarse es un dios.

VLADIMIR NABOKOV    CUENTOS COMPLETOS     pag.47

Compadezco, hijo mío, a los hombres ignorantes, a quienes la
ociosidad conduce al libertinaje. Arrastran una vida miserable. ¿Qué es una
mujer al lado de un papiro alejandrino? Comparad, si gustáis, esta grandiosa
biblioteca con la taberna de El Joven Baco, y la conservación de este
precioso manuscrito con las caricias de las mozas que se cobijan bajo aquel
techo, y decidme, hijo mío, dónde se halla la verdadera satisfacción

ANATOLE  FRANCE   EL FIGON DE LA REINA PATOJA    pag.47