sábado, octubre 13, 2012

EL TIEMPO VUELA

 

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James Joyce
Ulises 233

BLOOM
(con agria sonrisa enternecedora) ¿Algo frívolo, quiere, si le apetece? ¿Le gustaría quizás que le diera un
achuchón sólo durante una milésima de segundo?
MRS. BREEN
(chilla alegremente) ¡Ay, qué bobo que es usted! ¡Debería mirarse al espejo!
BLOOM
Por consideración a los viejos tiempos. Sólo quería decir un partido a cuatro, un revoltijo mixto matrimonial
con nuestros respectivos esposados. Usted sabe que yo le tenía aprecio. (sombríamente) Fui yo quien le
envió aquella misiva amorosa con lo de querida gacela por San Valentín.
MRS. BREEN
¡Gloria bendita, menudo fantoche está usted hecho! Sencillamente tronchante. (extiende la mano con curiosidad)
¿Qué esconde detrás de la espalda? Ande, dígamelo, sea bueno.
BLOOM
(la coge de la muñeca con su mano libre) Josie Powell, ésa sí que fue la debutante más bonita de Dublín.
¡Cómo vuela el tiempo! ¿Se acuerda, volviendo atrás en orden retrospectivo, la Nochebuena, la inauguración
de la casa de Georgina Simpson mientras jugaban al juego de Irving Bishop, lo de encontrar el alfiler
con los ojos tapados y leer el pensamiento? Motivo ¿qué hay en esta caja de rapé?

VLADIMIR NABOKOV
Cuentos completos      233

al final de cada actuación, siempre acababa en el gallinero con una exclamación de
alegría contenida, a pesar de que todo el mundo había sido testigo de cómo, un
minuto antes, Shock lo había encerrado en una caja negra en mitad del escenario.
Todo esto ocurría en uno de esos teatros de Londres donde hay acróbatas que se
elevan por los aires entre el temblor y el fulos trapecios y donde un tenor extranjero (un fracasado en su país) canta barcarolas, y donde hay un ventrílocuo con uniforme
de marino, y ciclistas, y un inevitable payaso excéntrico que camina arrastrando los
pies por la escena con un minúsculo sombrero y un chaleco que le llega hasta las
rodillas

JORGE LUIS BORGES
OBRAS COMPLETAS    233

Jasón,_ desesperado hasta la irá
por las sirenas1, las apoda brujas del mar y hace que cante Orfeo,el dulcísimo. Viene la tensión, y Morris tiene el maravilloso escrúpulo
de advertirnos que las canciones atribuidas por él a la
boca imbesada de las sirenas y a la de Orfeo no encierran más
que un transfigurado recuerdo de lo cantado entonces. La misma
precisión insistente de sus colores —los bordes amarillos de la
playa, la dorada espuma, la rosa gris— nos puede enternecer, porque
parecen frágilmente salvados de ese antiguo crepúsculo.
Cantan las sirenas para aducir una felicidad que es vaga como
el agua

 

 

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Sura 7. Al-Aaraf (La Facultad de Discernimiento)  233

(11) Y, ciertamente, os hemos creado y luego os dimos forma;9 y luego dijimos a los
ángeles: “¡ Postraos ante Adán!” --y se postraron [todos] excepto Iblis, que no fue de los
que se postraron.10
(12) [Y Dios] dijo: “¿Qué te impidió postrarte cuando te lo ordené?”
[Iblis) respondió: “Yo soy mejor que él: a mí me creaste de fuego, mientras que a él lo
creaste de barro.”
(13) [Dios] dijo: “¡Desciende de este [estado] --que no es propio que te muestres arrogante
aquí! ¡ Sal, pues: en verdad, estarás entre los humillados!”
(14) [Iblis] dijo: “Concédeme una prórroga hasta el Día en que sean todos resucitados.”
(15) [Y Dios] respondió: “En verdad, serás de aquellos a quienes ha sido concedida una
prórroga.”
(16) [Y entonces Iblis] dijo: “Ya que me has frustrado,11 ciertamente he de acecharles en
Tu camino recto, (17) y ciertamente he de atacarles abiertamente y en formas que no sospechan,
12 por su derecha y por su izquierda: y verás que la mayoría no son agradecidos.”

10 Acerca de la orden alegórica de Dios a los ángeles de que “se postraran” ante Adán, véase 2:30-34, y
las notas correspondientes. La referencia a toda la humanidad que precede a la historia de Adán en este
sura deja claro que su nombre simboliza, en este contexto, el conjunto de la raza humana.
Los estudiosos occidentales dan generalmente por descontado que el nombre “Iblis” es una deformación
de la palabra griega diábolos, de la que procede “diablo”. Sin embargo, no existe la más mínima evidencia
de que los árabes pre-islámicos tomaran este, o ningún otro término mitológico, de los griegos --
mientras que si está probado que los griegos tomaron muchos de sus conceptos mitológicos (incluidas
varias deidades y sus funciones) de la civilización del sur de Arabia, mucho más antigua que la suya (cf.
Encyclopedia of Islam I, 379 s.). Se puede deducir, por consiguiente, con casi total certeza que la palabra
griega diábolos es una forma helenizada del nombre árabe del Angel Caído, que a su vez se deriva de la
raíz verbal ablasa, “él se desesperó”, “perdió toda esperanza” o “se quebró en espíritu”

 

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JORGE LUIS BORGES
OBRAS COMPLETAS 636

De La espera diré que le sugirió una crónica policial que Alfredo Doblas me leyó, hará diez años, mientras clasificábamos
libros según el manual del Instituto Bibliográfico de Bruselas, código del
que todo he olvidado, salvo que a Dios le corresponde la cifra 231.

 

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VLADIMIR NABOKOV
Cuentos completos    636

Y ya que hablamos de ancianos, deberíamos añadir que a veces aquellos auspicios e
intervenciones postumas adquirían carácter paródico. Cynthia se había hecho amiga
de un bibliotecario excéntrico llamado Porlock que en los últimos años de su
polvorienta vida se había dedicado a examinar libros antiguos buscando milagrosos
errores tipográficos como la sustitución de la l por la t en la palabra hither.
Contrariamente a Cynthia, no le preocupaba lo más mínimo la excitación producida
por las oscuras predicciones; todo lo que buscaba era la anormalidad misma, el azar
que imita a la elección, el fallo que parece una flor, y Cynthia, una aficionada mucho
más perversa a los términos deformes o ilícitamente conectados, a los logogrifos, a
los retruécanos y demás, había ayudado al pobre chiflado a proseguir una búsqueda
que a la luz del ejemplo que ella citaba me pareció estadísticamente insensata. En
cualquier caso, dijo, al tercer día después de su muerte, ella leía una revista y
acababa de toparse con una cita de un poema imperecedero (que ella, junto con
otros lectores crédulos, creía que realmente había sido compuesto en el transcurso
de un sueño), cuando cayó en la cuenta que «Alph» era la secuencia profética de las
letras iniciales de Anna Livia Plurabelle (otro río sagrado que fluía por o más bien en
torno a, otro sueño falso), mientras que la h adicional equivalía modestamente,
como una señal de tráfico, a la palabra que había hipnotizado de tal manera al
señor Porlock. Y me gustaría poder recordar aquella novela o aquel relato (creo que
de un contemporáneo) en el que, sin saberlo el autor, las primeras letras de las
palabras del último párrafo formaban, tal y como Cynthia las había descifrado, un
mensaje de su madre muerta.

 

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LA DANZARINA DE IZU
Yasunari Kawabata                636

Por la noche, cuando estaba jugando a go con un comerciante en
papeles, oí de pronto sonar el tambor en el jardín del albergue. Fui a
levantarme inmediatamente.
—¡Ah, ahí están!
—¡Bah, qué tontería! Ahora juega usted. Yo acabo de tirar.
El papelero, inclinado sobre el tablero de go, estaba absorto en el
juego. Yo, por el contrario, no conseguía dominar mi impaciencia. Ya
distinguía claramente las voces de los músicos que volvían de dar su
representación. El joven gritó:
—¡Buenas noches!
Yo me precipité al porche y les hice vivos ademanes con la mano. El
grupo se quedó abajo unos momentos, cuchicheando. Luego
subieron.
—¡Buenas noches!
Las muchachas saludaron una tras otra, tendiendo las manos hacia
abajo y haciendo una profunda reverencia, como las geishas.

Cuando observé que a la primera ojeada habían descubierto que yo
estaba perdiendo, dije a mi contrincante:
—Está bien. No puedo hacer ya nada más. Me rindo.
—¿Cómo? ¡No, no! ¡Qué ocurrencia! Me parece que mi situación es
peor que la suya. De todos modos, el juego no está decidido, ni
mucho menos.

Las baladas del ajo -Mo Yan    636

Título original: 7" ien-t ang suan t'
ai chkh ko
                                  

ahí!», ordenó bruscamente,
señalando un catre que había cerca
de la
ventana.
—Éste es el tuyo —dijo—. De ahora
en adelante, eres el Preso
Número Nueve.
Uno de sus compañeros de celda, un
joven, saltó de su catre y
comenzó a aplaudir.

—Bienvenido, compañero de armas.
Bienvenido.
La puerta de metal se cerró de golpe.
El joven lanzó un redoble con la
boca y, en un espacio tan reducido,
comenzó a hacer piruetas y cabriolas.
Gao Yang le observó nerviosamente.
Tenía la cabeza afeitada, pero le
habían quedado tantos huecos que los
mechones de pelo oscuro que no
había rasurado la navaja daban a su

cráneo un aspecto desagradable y
moteado. Mientras el joven hacía
piruetas alrededor de la celda
provisional, la imagen que Gao Yang
tenía de él alternaba entre un rostro
pálido y demacrado y una espalda
salpicada de lunares