sábado, julio 18, 2009

LIBROS RARAMENTE ENCUADERNADOS

20080625145505-poder-de-los-libros-6

LIBROS ENCUADERNADOS
EN PIEL HUMANA
HOLBROOK J A C K S ON
Traducción de NvRiA VILLAGRASA VALDIVIESO
MUCHOS amantes del arte ligatorio son tan perversos que sólo les complace
lo que normalmente es inaccesible para los demás. Si está de
moda la piel de becerro o la de marroquín, todos quieren la de foca o la de
tiburón; prefieren las pieles de pitones y cobras frente a la popularidad de las
de cordero o cerdo; y la belleza marfil de la vitela pierde su simplicidad
rnediante extraños tintes. Algunos intentan poseer al menos un libro encuadernado
en piel humana, que exaltan desmedidamente por encima del resto.
Este gusto no es apto para estómagos delicados, pero proporciona un placer
extraño —y, para algunos, impuro— a aquellos a los que satisfacen las
•deas atípicas y las experiencias curiosas y exóticas. Recientes estudios de
psicología sitúan este gusto entre las aberraciones de la mente, y algunos,
como Bloch, lo consideran fetichismo sexual. Por ejemplo, el pecho femenino
es «un fetiche psicológico natural para el sexo masculino», pero aparte
de esta atracción normal «existe una singular variedad de fetichistas del
pecho que emplean el pecho separado del cuerpo para la encuademación de
libros»'; y cita a Witkowski: «Existen algunos bibliomaniacos y erotómanos
•íue poseen libros encuadernados en piel de mujer que toman de la zona del
pecho de modo que el pezón forma una hinchazón característica en la
cubierta»^. Hay quien duda de la existencia de estas encuademaciones y les

resta importancia a estas leyendas, igual que a las anécdotas de pescadores,
las historias de marineros o los cuentos de las ancianas. Confieso que estas
historias no parecen creíbles, pero varios observadores de confianza han
documentado bien la existencia de libros encuadernados en piel humana.
Pero antes de exponer mis datos, permitan que me ocupe de la leyenda:
oscurezcamos la verdad.
En todas las épocas de intensa agitación, como guerras, revoluciones,
hambrunas y epidemias, los rumores desempeñan un papel fundamental en
la distribución de noticias, como bien sabemos los que vivimos los peligros
y ansiedades de la Primera Guerra Mundial. En aquellos días fireron muchos
los que creyeron que durante el trágico otoño de 1914 se transportaron
grandes ejércitos de rusos desde el puerto de Arcángel en Rusia hasta el
norte de Escocia, y desde allí por tren hasta el sur de Inglaterra para embarcarse
hacia Francia, con el fin de ayudar a nuestras apuradas tropas, que por
entonces caían ante los alemanes en lo que parecía una retirada irrecuperable.
Posteriormente se documentó que cuando nuestras tropas se encontraban
en Mons recibieron la protección especial de huestes de ángeles que
fiíeron vistas por muchos de nuestros soldados; y más tarde aún —lo que se
aproxima más a nuestro tema— apareció en los periódicos la noticia de que,
debido a la escasez de grasas y aceites, los alemanes habían organizado una
gran fábrica en la que transformaban los cuerpos de los alemanes y enemigos
muertos en esos materiales esenciales para la vida. Estas leyendas suelen circular
en tiempos de tribulación y están tan cuidadosamente tejidas en la tela
de todos los documentos que resulta imposible dilucidar dónde empieza la
Historia y termina la leyenda. Algunas autoridades en la materia sostendrán
que hay poca diferencia entre una y otra.
El hecho de que la piel humana se haya curtido en épocas modernas y
remotas está bien documentado en la actualidad. Esta piel resulta dócil para
el proceso de curtido igual que el cuero de cualquier otro animal, pero presenta
claras diferencias de calidad entre una piel y otra, siendo algunas
burdas y ásperas al tacto y otras suaves y lustrosas; y algunos de mis atentos
lectores se sorprenderán al saber que los cueros difieren en grosor entre 4,2 y
3,5 milímetros'. El curtido aumenta el grosor y transforma una piel dura en
un cuero suave y de grano fino. Aparentemente, expone Davenport^, parece
de becerro, pero resulta difícil desprender el pelo completamente. Otra auto-

ridad en la materia sostiene que se parece más a la de oveja con una textura
firme y cerrada, suave al tacto y susceptible de un lustre fino. Otro afirma
que es porosa como la de un cerdo. Puedo apoyar esta opinión a partir de mi
propia observación de un trozo de cuero humano curtido en Londres hace
unos treinta años y que actualmente se encuentra en posesión del señor
Zaehnsdorf. Esta muestra recuerda a una suave piel de cerdo. Tiene casi
3,2 milímetros de grosor, pero Edwin Zaehnsdorf sostiene que el grano se
asemeja más a la piel de marroquín que a la de cerdo. Para obtener un cuero
utilizable, la piel humana «debe saturarse varios días en una solución ftierte
de alumbre, vitriolo romano y sal común, secarse a la sombra y curtirse
siguiendo el procedimiento habitual»'.
La primera referencia que he encontrado sobre el curtido de piel
humana es una leyenda de Marsias, quien imprudentemente retó a Apolo en
un concurso musical y, al perder, pagó la pena acordada de sufrir que le
desollaran vivo. Algunos dicen que su piel se guardó en forma de vejiga o
pelota, o como otros creen, de botella: «Me pueden despellejar vivo», dijo
Ctesipo, «pero sólo si mi piel no acaba, como la de Marsias, en una botella
de cuero, sino en un trozo de virtud» . Una diligente leyenda de la época de
la Revolución Francesa cuenta cómo se enviaban los cadáveres de los aristócratas
a una curtiduría de Meudon, donde sus pieles se convertían en cuero
y se utilizaban para encuadernar libros, además de para otros fines. Uno de
los relatos más memorables trata de unos pantalones que se hicieron para un
francés cuya criada había sido ejecutada por robo. Este ingenioso moralista
nunca se cansó de denunciar a la chica y, después de cada diatriba, se golpeaba
el trasero con gran satisfacción murmurando: «Pero aquí está la muy
picara, ¡aquí está!».
En 1684 Sir Robert Viner, el leal concejal de Londres, donó a la biblioteca
Bodley «una piel humana curtida, junto con un esqueleto humano y el
cuerpo disecado de un negro»^. William Harvey se presentó en el Colegio de
Médicos con una piel humana curtida y también hay muestras en la Universidad
de Basilea y en el Museo Fisiológico del Liceo de Versalles. En la
Exposición del Centenario de América se exhibió una baraja de cartas de piel
humana. Villon, en su obra sobre la industria de la piel, recoge que en el
siglo XVIII se usaban pieles de indigentes para fabricar zapatos de niños en
Tewkesbury, Massachusetts; pero que se abandonó esta costumbre por una

ley que penaba con cinco años de prisión el comercio de piel humana. Pero
la historia de la piel más romántica corresponde al general Jan Ziska de
Bohemia, que «quiso que se hiciera un tambor con su piel cuando muriera,
porque creía que el mero sonido de éste haría huir a sus enemigos»^, tal y
como conseguía su fama mientras vivía.
Así pues, una vez comprobado que las pieles humanas se han curtido y
que pueden ser utilizadas, no resulta difícil ampliar su uso a otros fines
y, teniendo en cuenta, como dicen los abogados, la estrecha relación que se
da entre libros y hombres, el comportamiento humano, etcétera, me parece
lógica —aunque macabra— la aplicación de este tipo de cuero en los libros.
El desarrollo de esta práctica se vio impulsado en Francia por circunstancias
económicas, así como de temperamento. El arte de encuadernar «desapareció
durante la tempestad revolucionaria», dijo uno', «y los libros se encuadernaban
en piel humana»; y otra autoridad'" apunta que «un resultado de
los horrores de la Revolución Francesa fue este macabro humor de encuadernar
libros con la piel de seres humanos»; y todo el mundo recuerda el
comentario de Carlyle que se cita en Dr. Claudius: «Los nobles franceses se
reían de las teorías de Rousseau, pero sus pieles sirvieron para encuadernar la
segunda edición de su libro»". Podría enumerar muchas más citas de este
tipo, pero son suficientes, ya que no pueden contrastarse con pruebas y
muchas autoridades de fiar —entre las que se incluye Sansón, el verdugo del
Estado, en su Diario—, lo han desmentido. Por lo tanto, si la historia perdura,
debemos llegar a la conclusión de que la mayoría de la gente prefiere la
leyenda a la Historia: creen lo que prefieren creer.
De libros encuadernados en piel humana podemos encontrar muchos
ejemplos en colecciones tanto públicas como privadas. En el Museo Carnavalet
de París, Cyril Davenport'^ vio un ejemplar de la Constitución de 1793
encuadernado en la piel de un revolucionario; Dibdin menciona un ejemplar
de la biblioteca del famoso coleccionista Dr. Askew, pero se olvida de
nombrar el libro; otro historiador afirma que en Marlborough House hay un
libro encuadernado en la piel de Mary Putnam, una bruja de Yorkshire''.
Percy Fitzgerald tiene varios ejemplos: el del acta del juicio y ejecución de

Corder, que había asesinado a María Martín en el Red Barn, encuadernado
en la piel del asesino, curtida con ese propósito por un cirujano de Bury St.
Edmunds. También cuenta la historia de los sonetos de un poeta ruso encuadernados
en la piel de su propia pierna, que había sido amputada tras un
accidente de caza, «para su presentación ante la dama de su corazón»; y
finalmente comenta cómo un librero de St. Michael's HíU, Bristol, le enseñó
a un coleccionista varios volúmenes que la Biblioteca de Derecho de Bristol
le había enviado para arreglar. «Todos estaban encuadernados en piel
humana, especialmente curtida para la ocasión, procedente de inculpados
locales, desollados tras la ejecución»"'*. En los diarios de los hermanos Goncourt
se hace referencia a «un virtuoso inglés que encuadernaba sus libros
con piel humana»'^
Pero no sólo a nuestros compatriotas les gusta. El astrónomo ñ^ancés
Camille Flammarion felicitó en una ocasión a una bella condesa por el
encanto de la piel de sus hermosos hombros. Cuando ella falleció, dispuso
que curtieran la piel de sus hombros y espalda y se la enviaran a Flammarion
en recuerdo de la admiración que sintió por su dueña. El astrónomo empleó
una parte para encuadernar uno de sus libros más famosos, Cielo y tierra.
Otro relato afirma que hace unos años un funcionario de la Escuela de
Medicina de París hizo curtir la piel de Campi, un asesino ejecutado, y la usó
para encuadernar los documentos de su autopsia' . André Leroy protegió
unos pequeños trozos de la piel del poeta Delille con los que hizo unas
incrustaciones en la suntuosa encuademación de un ejemplar de las Geórgicas.
Otros autores franceses, como Alfred de Musset, han manifestado su
preferencia por este tipo de cuero, y no dudo de que en muchos países pueda
rastrearse el gusto por las encuademaciones en piel humana; pero como no
estoy escribiendo un tratado sobre este tema, terminaré con el último ejemplo
que he podido hallar. En 1891 un doctor encargó a Zaehnsdorf encuadernar
un ejemplar de Dance ofDeath de Holbein en la piel de una mujer. La piel
que he mencionado se curtió en Sv^^eeting, en la avenida Shaftesbury, y los
artífices que encuadernaron y doraron las letras en el volumen siguen vivos'^.
El pelo humano se usó apropiadamente para la cabezada del libro, en lugar
de la seda. No se sabe dónde se encuentra actualmente ese volumen, pero se
cree que en América.

viernes, julio 17, 2009

EL SORTEO DE UNA VIVIENDA-469

El I.V.V.SA (Instituto vivienda Valencia),pone a la venta unas viviendas de protección oficial,de creación propia,mediante un sorteo ante notario.Tengo el numero  469 y espero tener suerte,casi como si acertase la Bonoloto.Nunca he tenido una vivienda de mi propiedad(siempre de alquiler),y realmente me hace falta.

MIGUEL ANGEL ASTURIAS   EL PAPA VERDE 191 PAGS.   191*3=573-469=104

Los favorecidos eran los llamados, pero no se animaban a abandonar el resguardo que para ellos significaba la Comandancia. ¿Quién los ampararía de la turba alebrestada, si ya allí, con ser el jefe militar hom­bre peligroso por sus reacciones violentas, sin

respetar nada ya los tenían cercados, acuñados a la pared?.

HARUKI MURAKAMI  KAFKA EN LA ORILLA    pag.469

Hemos venido cruzando un puente.Un puente muy grande y bonito.Nakata nunca había visto un puente tan grande.-En construir el puente-explicó Oshima-se invirtieron grandes cantidades de tiempo y dinero.Según el periódico,el organismo semigubernamental encargado de la construcción del puente y de la autopista arrojó unas perdidas anuales por valor de cien mil  millones de yenes.Y la mayor parte se cubrió con nuestros impuestos.Cuando una cosa se trate de lo que se trate,sobrepasa una cantidad,deja de parecer real.En resumen es muchísimo dinero.Esten aquí a las dos.Y la directora de la biblioteca les mostrará el edificio.

ISABEL ALLENDE   LA CASA DE LOS ESPIRITUS pags.261   261*2=522-469=53

Clara pasó la infancia y entró en la juventud dentro de las paredes de su casa, en un
mundo de historias asombrosas, de silencios tranquilos, donde el tiempo no se
marcaba con relojes ni calendarios y donde los objetos tenían vida propia, los
aparecidos se sentaban en la mesa y hablaban con los humanos, el pasado y el futuro
eran parte de la misma cosa y la realidad del presente era un caleidoscopio de espejos
desordenados donde todo podía ocurrir. Es una delicia, para mi, leer los cuadernos de
esa época, donde se describe un mundo mágico que se acabó. Clara habitaba un
universo inventado para ella, protegida de las inclemencias de la vida, donde se
confundían la verdad prosaica de las cosas materiales con la verdad tumultosa de los
sueños, donde no siempre funcionaban las leyes de la física o la lógica. Clara vivió ese
período ocupada en sus fantasías, acompañada por los espíritus del aire, del agua y de
la tierra, tan feliz, que no sintió la necesidad de hablar en nueve años.

MIGUEL ANGEL ASTURIAS EL SEÑOR PRESIDENTE pags.173   173+3=519-469=50

¡Pobre! ¡Pobre! —murmuraba sin cesar.

Al pie de una ventana encontró la carta escrita por el general para su hermano Juan. Le recomendaba que mirara por Camila... Pero no la leyó toda Niña Fedina, parte porque la atormentaban los gritos de la Chabelona, que parecían salir de los espejos rotos, de los cristales hechos trizas, de las sillas maltrechas, de las cómodas forzadas, de los retratos caídos, y parte porque precisaba poner pies en polvorosa. Se enjugó el sudor de la cara con el pañuelo que, doblado en cuatro, apretaba nerviosamente en la mano repujada de sortijas baratas, y guardándose el papel en el cotón, se encaminó a la calle a toda prisa.

Demasiado tarde. Un oficial de gesto duro la apresó en la puerta. La casa estaba rodeada de soldados. Del patio subía el grito de la sirvienta atormentada por las moscas.

JOHN BOYNE  EL NIÑO CON EL PIJAMA A RAYAS  pags.206   206*3=618-469=149

—Si haces eso te arrepentirás —replicó Gretel, y
Bruno comprendió que lo decía en serio—. Cuéntame,
¿qué hacéis tu amigo imaginario y tú?
Bruno pensó un momento. Le apetecía hablar
un poco de Shmuel y le pareció que aquélla podía ser
una buena manera de hacerlo sin tener que revelar la
verdad.
—Hablamos de muchas cosas —contestó—. Yo
le cuento cómo era nuestra casa de Berlín, y las otras
casas y las calles y los puestos de fruta y verdura y las
cafeterías, y que no podías ir al centro los sábados por
la tarde porque la gente te empujaba; y de Karl y Daniel
y Martin, que eran mis tres mejores amigos para
toda la vida.

martes, julio 14, 2009

Conversacion entre J.Joyce y Cervantes

 

Ulises    pagina-1

IMPONENTE, el rollizo Buck Mulligan
apareció en lo alto de la escalera, con una bacía
desbordante de espuma, sobre la cual traía,
cruzados, un espejo y una navaja. La suave
brisa de la mañana hacía flotar con gracia la
bata amarilla desprendida. Levantó el tazón y
entonó:
—"Introibo ad altare Dei".
Se detuvo, miró de soslayo la oscura
escalera de caracol y llamó groseramente:
—Acércate, Kinch. Acércate, jesuita
miedoso.
Se adelantó con solemnidad y subió a la
plataforma de tiro. Dio media vuelta y bendijo
tres veces, gravemente, la torre, el campo
circundante y las montañas que despertaban

 

El quijote   pagina-1

En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha
mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua,
rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón
las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los viernes, algún
palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda.
El resto de ella concluían sayo de velarte, calzas de velludo para las fiestas,
con sus pantuflos de lo mismo, y los días de entre semana se honraba con su
vellorí de lo más fino.
Tenía en su casa una ama que pasaba de los cuarenta, y una sobrina que
no llegaba a los veinte, y un mozo de campo y plaza, que así ensillaba el rocín
como tomaba la podadera. Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta
años. Era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran
madrugador y amigo de la caza. Quieren decir que tenía el sobrenombre de
Quijada, o Quesada, que en esto hay alguna diferencia en los autores que de
este caso escriben, aunque por conjeturas verosímiles se deja entender que se
llamaba Quejana. Pero esto importa poco a nuestro cuento; basta que en la
narración de él no se salga un punto de la verdad.

Ulises  pagina126

Se detuvo, olfateó,
anduvo a su alrededor, a hurtadillas, un
hermano, husmeando más cerca dio otra vuelta
alrededor, olfateando rápidamente como
conocedor todo el pellejo revolcado del perro
muerto. Cráneo de perro, olfateo de perro, ojos
sobre el suelo, se mueve hacia un gran objetivo.
¡Ah, pobre cuerpo de perro! Aquí yace el cuerpo
del pobre cuerpo de perro.
—¡Pingajos! Fuera de ahí, mestizo

El grito lo llevó de vuelta, remoloneando,
hacia su amo, y un brusco puntapié descalzo lo
arrojó ileso, encogido en el vuelo, a través de un
banco de arena. Se escabulló de vuelta
describiendo una curva. No me ve. Se deslizó a
lo largo del borde del muelle, holgazaneando,
olió una roca, y por debajo de una pata trasera,
levantada, orinó contra ella. Siguió trotando y,
levantando de nuevo una pata trasera, orinó
rápido y corto sobre una roca no olida. Los
placeres simples del pobre. Sus patas traseras
dispersaron entonces arena: luego sus patas
delanteras chapotearon y cavaron. Algo escondió
allí: su abuela. Hociqueó en la arena, chapoteó y
cayó, y se detuvo a escuchar el viento, hizo volar
de nuevo la arena con sus uñas furiosas,
deteniéndose de pronto, un leopardo, una
pantera, sorprendido en adulterio buitreando el
muerto.

Quijote pagina 126

Vengamos a lo de perder el juicio,
que es cierto que le perdió por las señales que halló en la fontana, y por
las nuevas que le dio el pastor de que Angélica había dormido más de dos siestas
con Medoro, un morillo de cabellos enrizados y paje de Agramante. Y si él
entendió que esto era verdad y que su dama le había cometido desaguisado,
no hizo mucho en volverse loco. Pero yo, ¿cómo puedo imitalle en las locuras,
si no le imito en la ocasión dellas?, porque mi Dulcinea del Toboso osaré yo
jurar que no ha visto en todos los días de su vida moro alguno, ansí como él
es, en su mismo traje, y que se está hoy como la madre que la parió; y haríale
agravio manifiesto si, imaginando otra cosa della, me volviese loco de aquel
género de locura de Roldán el furioso. Por otra parte, veo que Amadís de
Gaula, sin perder el juicio y sin hacer locuras, alcanzó tanta fama de enamorado
como el que más, porque lo que hizo, según su historia, no fue más de que,
por verse desdeñado de su señora Oriana, que le había mandado que no pareciese
ante su presencia hasta que fuese su voluntad, de que se retiró a la Peña
Pobre en compañía de un ermitaño, y allí se hartó de llorar y de encomendarse
a Dios, hasta que el cielo le acorrió en medio de su mayor cuita y necesidad.
Y si esto es verdad, como lo es, ¿para qué quiero yo tomar trabajo agora de
desnudarme del todo, ni dar pesadumbre a estos árboles, que no me han
hecho mal alguno, ni tengo para qué enturbiar el agua clara destos arroyos, los
cuales me han de dar de beber cuando tenga gana? Viva la memoria de
Amadís, y sea imitado de don Quijote de la Mancha en todo lo que pudiere;
del cual se dirá lo que del otro se dijo, que si no acabó grandes cosas, murió
por acometellas; y si yo no soy desechado ni desdeñado de Dulcinea del
Toboso, bástame, como ya he dicho, estar ausente della.

ULISES pagina 303

Estamos rezando ahora por el reposo de
su alma. Esperando que estés bueno y no en el
infierno. Lindo cambio de aire. De la sartén de
la vida al fuego del purgatorio

¿Piensa alguna vez en su propio agujero
que lo está esperando? Dicen que uno piensa
cuando se estremece estando al sol. Alguien
caminando encima. Llamado del traspunte.
Cerca de uno. La mía por el lado de Fingles el
lote que compré. Mamá, pobre mamá, y el
pequeño Rudy.
Los sepultureros tomaron sus palas e
hicieron volar pesados terrones de greda hacia
el ataúd. El señor Bloom dio vuelta la cara. ¿Y si
hubiera estado vivo todo el tiempo? ¡Brrr!
¡Caramba! ¡Eso sería espantoso! No, no; está
muerto, naturalmente. Naturalmente que
murió. Murió el lunes. Tendría que haber una
ley para perforar el corazón y asegurarse o un
reloj eléctrico o un teléfono sobre

el ataúd y
alguna especie de rspiradero de lona. Bandera
de peligro. Tres días. Casi demasiado para
conservarlos en verano. Más bien librarse de
ellos tan pronto como se está seguro de que no
hay.

DON QUIJOTE pagina 303

DEL CACHIDIABLO, ACADÉMICO
DE LA ARGAMASILLA, EN LA SEPULTURA
DE DON QUIJOTE
Epitafio
Aquí yace el caballero
bien molido y mal andante,
a quien llevó Rocinante
por uno y otro sendero.
Sancho Panza, el majadero,
yace también junto a él,
escudero el más fiel
que vio el trato de escudero

DEL TIQUITOC, ACADÉMICO
DE LA ARGAMASILLA, EN LA SEPULTURA
DE DULCINEA DEL TOBOSO
Epitafio
Reposa aquí Dulcinea,
y aunque de carnes rolliza,
la volvió en polvo y ceniza
la muerte espantable y fea.
Fue de castiza ralea
y tuvo asomos de dama;
del gran Quijote fue llama,
y fue gloria de su aldea.
Estos fueron los versos que se pudieron leer; los demás, por estar carcomida
la letra, se entregaron a un académico para que por conjeturas los decla

rase. Tiénese noticia que lo ha hecho, a costa de muchas vigilias y mucho trabajo,
y que tiene intención de sacallos a luz con esperanza de la tercera salida
de don Quijote.
Forse altro canterà con miglior plectro.

ULISES    pagina 171

Un humo
acre subía en irritado surtidor de un lado de la
sartén y lo dio vuelta. Solamente un poco
quemado. Lo hizo saltar de la sartén a un plato
y dejo gotear encima la escasa salsa
ennegrecida.
Ahora una taza de té. Se sentó, cortó y
enmantecó una rebanada de pan. Recortó la
carne quemada y la tiró a la gata. Luego se puso
en la boca un bocado, masticando con
discernimiento la sabrosa carne tierna. A punto.
Un trago de té. Luego cortó pedacitos de pan,
empapó uno en la salsa y lo llevó a la boca.

DON QUIJOTE pagina 171

Sacó de su repuesto Sancho un pedazo de pan y otro de queso, y, dándoselo
al mozo, le dijo:
—Toma, hermano Andrés; que a todos nos alcanza parte de vuestra desgracia.
—Pues ¿qué parte os alcanza a vos? —preguntó Andrés.
—Esta parte de queso y pan que os doy —respondió Sancho—; que Dios
sabe si me ha de hacer falta o no, porque os hago saber, amigo, que los escuderos
de los caballeros andantes estamos sujetos a mucha hambre y a mala
ventura, y aun a otras cosas que se sienten mejor que se dicen.
Andrés asió de su pan y queso, y, viendo que nadie le daba otra cosa, abajó
su cabeza y tomó el camino en las manos, como suele decirse. Bien es verdad
que, al partirse, dijo a don Quijote:
—¡Por amor de Dios, señor caballero andante, que, si otra vez me encontrare,
aunque vea que me hacen pedazos, no me socorra ni ayude, sino déje

me con mi desgracia, que no será tanta que no sea mayor la que me vendrá de
su ayuda de vuestra merced, a quien Dios maldiga y a todos cuantos caballeros
andantes han nacido en el mundo!
Íbase a levantar don Quijote para castigalle, mas él se puso a correr de
modo que ninguno se atrevió a seguille. Quedó corridísimo don Quijote del
cuento de Andrés, y fue menester que los demás tuviesen mucha cuenta con
no reírse por no acaballe de correr del todo.