sábado, diciembre 27, 2008

LA LOTERIA

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Bartell d'Arcy era el tenor que surgía
entonces. Acompañándola a casa después de los
ensayos. Tipo engreído con su bigote lleno de
cosmético. Le dio esa canción. Vientos que
soplan desde el sur.
Noche borrascosa en la que la fui a buscar
había una reunión de la logia acerca de esos
billetes de lotería después del concierto de
Goodwin en el salón de banquetes o sala de
fiestas del hotel de la villa.

JAMES JOYCE     ULISES     pag.431

Y eso que no lo he felicitado por sus millonarios...

—¡Cállese, qué trote! Por fortuna se fueron, y voy a tocar madera, no sea que regresen. ¡Vaina más grande, mi Dios! Las que más los perseguían eran las mujeres. Como ver chapulín les caían las putas, pero no porque fueran mujeres malas, no, mujeres honradas que querían putear por los pesos. Pero mejor hablemos de otra cosa que me corta el cuerpo. Pensar en esos infelices que se volvieron más infelices siendo ricos. El susto de lo de las tierras los espantó; si no, aquí estuvieran jodiendo la pita.

MIGUEL ANGEL ASTURIAS    EL PAPA VERDE PAGS.191     191*3=573-431=142

Con tal de no pensar mucho en los viejos tiempos, podía engañarme y creer que tenía un futuro Mirar atrás dolía demasiado, así que mantenía los ojos fijos ante mí, y cada vez que daba otro paso adelante me alejaba aun mas de la persona que había sido con el maestro Yehudi. La mejor parte de mí yacía bajo tierra con él en el desierto de California. Le había enterrado allí junto con su Spinoza, su álbum de recortes de prensa sobre Walt el Niño Prodigio y el collar con la falange de mi dedo cortado, pero aunque volvía allí todas las noches en mis sueños, me enloquecía pensar en eso durante el día. Se suponía que matar a Slim había saldado las cuentas, pero a la larga no me sirvió de nada. No lamentaba lo que había hecho, pero el maestro Yehudi seguía muerto, y todos los Bingos del mundo no podían compensarme de su pérdida. Me pavoneaba en Chicago como si fuese a algún sitio, como si fuera un verdadero señor Alguien, pero en el fondo no era nadie. Sin el maestro yo no era nadie y no iba a ninguna parte

PAUL AUSTER     Mr.VERTIGO 136      136*4=544-431=113  

–¿Qué te parece, Eva? ¿Debo avergonzarme?

Eva negó con la cabeza, pero la mera idea, las primeras confusas y centelleantes imágenes que surgían en su interior al pensar en Maja y su actividad o en ella misma en semejante situación, le revolvían las tripas.

–No, Dios mío, no sé. Ha sido tan... tan inesperado. No comprendo que estés obligada a hacerlo.

–No estoy obligada. Lo he elegido.

–¿Pero cómo puedes haber elegido algo así?

–Muy sencillo: mucho dinero en poco tiempo, y sin tener que pagar impuestos.

–Pero... ¡y tu salud! Quiero decir, ¿qué haces con tu autoestima cuando te entregas a todo dios?

–No entrego nada en absoluto, lo vendo. Además, hay que separar el trabajo de la vida privada; a mí no me cuesta ningún esfuerzo.

Maja sonrió y Eva se dio cuenta de que sus hoyuelos se habían profundizado con los años.

–Pero, y si tuvieras un marido, ¿qué diría él?

–Tendría que aceptarlo o dejarlo –contestó secamente

KARIM FOSSUM EL OJO DE EVA  169pags.    169*3=507-431=76