viernes, noviembre 30, 2012

SUSURRO DE ARBOL

 

        48

VLADIMIR NABOKOV
Cuentos completos   563

su marido se le acerca y le dice en una voz que ningún aplauso humano puede
ahogar: «¡Masha mañana van a talar el árbol!».
Aquel detalle acerca del árbol fue el único placer dramático que Golubkov se
permitió durante su carrera gris. Pero perdonaremos su arrebato si recordamos que
éste era el último general que se interponía en su camino y que el acontecimiento
del día siguiente le brindaría automáticamente su elección. En los últimos tiempos
sus amigos habían hecho chanzas (el humor ruso es un pajarillo que se contenta con
una migaja de pan) acerca de la peleílla divertida que mantenían aquellos dos
chicos grandes, ella pidiéndole petulantemente que talara el inmenso álamo viejo,que oscurecía la ventana de su estudio en su casa de verano en las afueras de la
ciudad, y él argumentando que el robusto y viejo amigo era el admirador más verde
(y al decirlo se partía de risa) y por lo tanto debían conmutarle la pena.

Graves, Robert El Vellocino de Oro    563-363=200

Había manadas de búfalos que se revolcaban en los campos mojados, con un pajarito posado sobre
cada una de sus cabezas, que picoteaba los parásitos.
-También veneran a estos pájaros de los búfalos -dijo Argo, hijo de Frixo.
Hacia el mediodía las riberas del río empezaron a ser más firmes, y la corriente más fuerte; pero un
fuerte viento del sudoeste los impulsó y no tuvieron necesidad de remar. Aparecieron más poblados,
cada uno con su muelle y una hilera de canoas, hechas de troncos huecos, amarradas a la orilla.
Volvieron a ver caballos y vacas y campos de lino azul en flor y campos de mijo, casi a punto para
la hoz; y mujeres que lavaban junto a la orilla y chiquillos desnudos que jugaban a las tabas, tan
absortos en su juego que no levantaban la vista cuando pasaba el navío. Las mujeres se pintaban el
borde de los párpados como las egipcias. Aquí y allá había apestosos cementerios de árbol: sauces
de los que pendían envolturas informes, algunas de ellas con buitres y grifos que las iban
desgarrando. Los argonautas, al pasar, se tapaban la nariz con hojas de
olor acre.

La vida y la muerte me
están desgastando   MO YAN   563

Se produjo una explosión apagada que provocó una cortina de humo e hizo que un hedor a
sangre volara por los aires.
Después de que pasaran unos segundos, que parecieron una eternidad, la sorprendida
multitud rápidamente se congregó y separó los dos cuerpos mutilados. Jinlong había fallecido de
forma instantánea, pero Hong Taiyue todavía respiraba y nadie sabía qué hacer con aquel hombre
que había quedado mortalmente herido. Se limitaron a quedarse en el sitio, mirándole con la boca
abierta. Su rostro estaba amarillento.
—Esta es —tartamudeó con una voz tenue y apenas perceptible mientras la sangre brotaba
de su boca— la última batalla..., la unidad para el futuro...,la Internacional..., tiene que...
La sangre salía a borbotones de su boca, formaba un surtidor de un metro de altura y salpicaba el
suelo que se extendía a su aire dedor. Sus ojos se iluminaron, como plumas de pollo ardiendo, una
vez, dos veces, y luego se oscurecieron, extinguiendo el fuego para siempre

Mientras la muerte se acerca
La caridad y la discordia se desvanece.
Un perro muere, pero la. rueda de la vida sigue su curso

JAMES JOYCE
ULISES     563

No se podía oír lo que
tocaba la banda. Por lo que ya hemos recibido
quiera el Señor tenernos en cuenta. Milly era
una chiquilla entonces. Maruja tenía ese vestido
griselefante con alamares. Estilo sastre con
botones forrados. A ella no le gustaba porque me torcí el tobillo el primer día que lo llevó al picnic
del coro en el Pan de Azúcar. Como si eso. El
sombrero alto del viejo Goodwin arruinado con
algo pegajoso. Picnic de las moscas también.
Nunca se puso encima un vestido como ése. Le
quedaba como un guante, hombro y caderas.
Recién empezaba a rellenarlo bien. Ese día
tuvimos pastel de conejo. La gente se daba
vuelta para mirarla

 

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miércoles, noviembre 28, 2012

SONIDOS DEL MUNDO

 

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             http://www.budismodrba.org/dharma/guan_yin.htm

       

 

  VLADIMIR NABOKOV
Cuentos completos             378

Pero cuando
finalmente él y yo nos encontramos en los bosques, resultó que no podía diferenciar
una abeja de una avispa, ni tampoco un castaño de un nogal, y que percibía su
entorno de forma bastante convencional y común: verde, buena temperatura, los
distintos animales con plumas, los insectos. Se ofendía cuando yo, que había crecido
en el campo, observaba, para divertirme, las diferencias entre la flora que nos
rodeaba y la de los bosques de la Rusia Central: él pensaba que no existían
diferencias significativas y que sólo importaban las asociaciones sentimentales.
Le gustaba tenderse en la hierba en un lugar a la sombra, apoyarse en el codo
derecho y discutir con profusión de detalles la situación internacional o contar
historias acerca de su hermano Peter, aparentemente un tipo encantador —un
donjuán, músico, conversador arrogante—, quien, en tiempos prehistóricos, se
ahogó una noche de verano en el Dniéper —un final maravilloso. En el relato de
nuestro querido L. I., sin embargo, todo ello resultaba bastante aburrido, tan
completo, tan sin resquicio alguno para la imaginación, que, cuando nos parábamos
a descansar y me decía de repente: «¿Te he contado alguna vez cuando Peter se
puso a cabalgar en la cabra del cura del pueblo?», yo tenía ganas de contestarle:
«Sí, sí, ya me lo has contado, por favor, ahórrate el cuento».

La vida y la muerte me
están desgastando               MO YAN    378

«El tiempo vuela». Antes de que me diera cuenta, ya estaba entrando en mi
quinto año como rey de los jabalíes en ese desolado y prácticamente
inhabitado banco de arena.
Al principio, había pensado poner en marcha un sistema de relaciones
monógamas, tal y como se practica en la sociedad humana civilizada, y
había asumido que esta reforma sería acogida con gritos de aprobación.
Imagina mi sorpresa cuando, por el contrario, me encontré con una fuerte
oposición, no sólo por parte de las hembras, sino también por parte de los
machos, que expresaron con gruñidos su insatisfacción, aunque habrían
sido los principales beneficiados de mi medida. Como no encontraba la
manera de resolver aquel asunto, le expliqué el problema a Diao Xiaosan,
que estaba repantingado en el cobertizo de paja que habíamos creado para
él con el fin de protegerlo de los elementos.
—Puedes abdicar si quieres —dijo fríamente—. Pero si piensas quedarte
como rey, tendrás que respetar las costumbres locales.
Estaba atado de pezuñas. No tenía más remedio que dejar que siguieran
adelante con esa cruel práctica de la jungla. Así pues, cerré
los ojos y fantaseé con las imágenes de Pequeña Flor, con Amante de la
Mariposa y, de manera menos clara, con una hembra de burro, incluso con la
confusa silueta de algunas mujeres, mientras me apareaba casi
atolondradamente con aquellas hembras de jabalí Lo evitaba cada vez que
era posible y economizaba esfuerzos cuando me resultaba imposible evitarlo,
pero a medida que pasaron los años, la población del banco de arena se vio
incrementada por docenas de pequeños bastardos de vivos colores. Algunos
tenían cerdas de color amarillo dorado, otros las tenían negras y otros eran
moteados como esos perros dálmatas que salen en los anuncios de televisión.
La mayoría de ellos conservaba las características físicas propias de los
jabalíes salvajes, pero eran claramente más inteligentes que sus madres.

  2012-11-26 12.07.33-1

Graves, Robert El Vellocino de Oro  378-363=15

Atamante
dirigió un ataque contra las montañas de los centauros. Estos se resistieron lo mejor que pudieron
con sus lanzas de madera de pino y con grandes rocas que hacían rodar montaña abajo; pero él los
derrotó y los obligó a huir hacia el norte. Para disuadirles de regresar, Atamante sacó la imagen de
la Diosa Blanca con cabeza de yegua instalada en el santuario de la diosa, y después de bajarla a
Yolco, al colegio de los Peces, tuvo la osadía de rededicar el santuario en el monte Pelión a Zeus el
Carnero, o Zeus el dios de las Lluvias. Durante un tiempo logró quebrar al espíritu de los centauros,
pero Ino hizo que una de sus ninfas llevara secretamente la imagen de cabeza de yegua a una cueva
en un valle boscoso a medio camino del monte Osa, y allí los centauros volvieron a congregarse y
rezaron a la diosa pidiéndole venganza.