sábado, febrero 02, 2013

MI 666 FAVORITO O CABALLO LOCO HAZME SONREIR

 

2012-12-19 17.22.40              

 

Sábado      Ian McEwan      117

— ¿Te está tratando alguien?
— ¿De qué va esto, Baxter?
Baxter deposita el espejo retrovisor roto en las manos de Nark.
—Esperadme en el coche.
—Estás de coña.
—Hablo en serio. Esperadme en el puto coche.
Es de una evidencia lastimera, el desespero con que Baxter quiere separar a sus
amigos del hombre que conoce su secreto. Los dos jóvenes intercambian una mirada
y se encogen de hombros. Luego, sin mirar a Perowne, se alejan calle abajo. Cuesta
pensar que no creen que Baxter tiene algún problema. Pero son las fases tempranas
de la enfermedad, y su progreso es lento. Quizás no conozcan a Baxter desde hace
mucho. Y el andar espasmódico, un temblor interesante, el ocasional arranque altivo
de cólera o el cambio de humor podrían ser en su ambiente el sello de un hombre de
carácter. Cuando llegan al BMW, Nark abre la puerta trasera y arroja dentro el
retrovisor. Uno junto al otro, se recuestan en el capó del automóvil para observar a
Baxter y a Perowne, con los brazos cruzados como matones de película. Perowne
porfía, con suavidad:
— ¿Cuándo murió tu padre?
—Ya vale.
Baxter no le está mirando. Se mueve inquieto, con el hombro escorado, como un
niño enfurruñado que aguarda a que le camelen, incapaz de dar el primer paso. He
ahí la rúbrica de tantas enfermedades neurodegenerativas: la veloz transición de un
talante a otro, sin percatarse ni recordar ni comprender cómo lo ven los demás.
— ¿Tu madre vive todavía?

La vida y la muerte me
están desgastando       MO YAN     117

Lan Lian, ¿estás haciendo una demostración para la Comuna del Pueblo?
—No me atrevería —replicó mi amo—. La Comuna del Pueblo y yo somos como agua del
pozo y agua del río. Jamás se mezclan.
—Sí, pero estás caminando por la calle de la Comuna del Pueblo —dijo Hong señalando
primero a la calle y luego al cielo que se extendía sobre nuestras cabezas—. Y estás respirando el
aire que envuelve la Comuna del Pueblo y te estás empapando de los rayos de sol que caen sobre
la Comuna del Pueblo.
—Esta calle ya estaba aquí antes de que se creara la Comuna del Pueblo, lo mismo que el
aire y el sol. Todo ello le fue entregado a todo el pueblo y a los animales por los poderes del
Cielo, y tú y tu Comuna del Pueblo no tenéis ningún derecho a monopolizarlos.
Inspiró con fuerza, golpeó con el pie en el suelo y levantó el rostro hacia el sol.
—¡Maravilloso aire y extraordinaria luz del sol!
A continuación me dio un golpecito en el hombro y dijo:
—Negrito, respira profundamente, patea el suelo y deja que los rayos de sol te calienten.

JAMES JOYCE
ULISES                  117

Introducción de Germán García

La literatura moderna ha buscado en el
sueño, en la vida inconsciente y nocturna,
nuevos recursos que ha querido hacer fecundos.
Pero se ha encontrado frente a una alternativa:
o bien esta investigación del dominio de lo
inconsciente se hace desde el punto de vista de
la vigilia, descubriendo en las profundidades de
la vida psicológica elementos de conocimiento y
no extrayendo sino aquello que puede aclarar la
vida del individuo, los móviles ocultos de sus
actos, en suma, lo que puede utilizar. No de otra
manera procede la ciencia de los sueños en
Freud y sus discípulos: no se ve en la noche y en
el sueño sino un plano posterior más confuso,
más vasto, incontrolado, de la vida consciente y de la vigilia. O bien se busca en el sueño una
liberación frente a la lógica, a la razón, una
justificación del capricho, una nueva inspiración
más libre para el arte, un dominio todavía no
explotado que permite cualquier arbitrariedad y
cualquier facilidad.Rimbaud se
ha mofado de nosotros como de sí mismo: no ha
trazado un camino para que lo sigan; en
resumen, él tampoco ha regresado. Con Joyce es
otra cuestión: la potente y lógica construcción
del universo del sueño, una elaboración paciente
y racional del mundo nocturno donde toda
realidad conocida encuentra su lugar, donde
toda vida sufre su metamorfosis, donde todo
objeto, todo pensamiento, toda figura gana su
verdadero simbolismo, donde nuestra vida
entera se descubre. Es con otros ojos, con otros sentidos y otros pensamientos con los que
necesitamos sin duda rehacerlo; las leyes del
universo visible no rigen ese nuevo mundo. Pero
quedan intactas, sin embargo, las leyes
fundamentales, aquellas que el artista restaura
y de las que hace el designio general de su obra.

El Vellocino De Oro
Robert Graves                117

he de imponerte una condición: habrá dos islas, una en el mar del Occidente y otra en el mar de Oriente, que yo conservaré para mi culto
antiguo. Allí ni tú, ni ninguna otra deidad en la que puedas dividirte tendrá jurisdicción alguna;
solamente yo y mi serpiente Muerte, cuando se me antoje mandarla venir. La del Occidente será la
isla de la inocencia, y la de Oriente será la de la iluminación; en ninguna de ellas se llevará cuenta
del tiempo sino que cada día será como mil años, y viceversa.
Inmediatamente hizo surgir de las aguas la isla occidental, como un
jardín, a un día de navegación de España; y también cubrió con una nube el órgano seccionado de
Cronos, que los Dáctilos se llevaron cuidadosamente a la isla oriental, que ya existía, donde se
convirtió en su compañero, el alegre dios de cabeza de pez, Priapo.
Entonces Zeus dijo:
-Esposa, acepto tus condiciones si tú consientes que tu otro yo Anfitrite ceda el dominio de los
mares a mi oscuro hermano Poseidón.
Rea contestó:
-Consiento, esposo, pero reservando para mi propio uso las aguas que se extienden a cinco millas
alrededor de mis dos islas; también puedes gobernar el cielo en lugar de Eurínome, y poseer todas
las estrellas y planetas y el propio sol; pero yo me reservo la luna para mí.

Miguel de Cervantes
DON QUIJOTE DE LA MANCHA          117

¿qué podían ser sino fantasmas y gente del otro mundo? Y confirmo
esto por haber visto que, cuando estaba por las bardas del corral mirando
los actos de tu triste tragedia, no me fue posible subir por ellas, ni menos pude
apearme de Rocinante, porque me debían de tener encantado; que te juro por
la fe de quien soy que, si pudiera subir o apearme, que yo te hiciera vengado
de manera que aquellos follones y malandrines se acordaran de la burla para
siempre, aunque en ello supiera contravenir a las leyes de la caballería, que,
como ya muchas veces te he dicho, no consienten que caballero ponga mano
contra quien no lo sea, si no fuere en defensa de su propia vida y persona, en
caso de urgente y gran necesidad.

 

miércoles, enero 30, 2013

LADRONES DE ALMAS

 

         Megan Fox se quema la lengua

 

MUCHAS VIDAS,
MUCHOS MAESTROS
BRIAN WEISS                  151

Aproveché ese momento para interpretar parte del sueño.
—Sí, es un viejo patrón de conducta en él, y tú haces cosas que corresponderían
a tu padre, como ir en busca de la caja. Espero que él sepa aprender de ti. Tengo
la sensación de que ese incendio representa el tiempo que se acaba; tú
comprendes el peligro, pero él no. Mientras él holgazanea y te envía a ti en busca
de objetos materiales, tú sabes mucho más... y tienes mucho que enseñarle, pero
tu padre no parece dispuesto a aprender.
—No —asintió ella —, en efecto.
—Así entiendo yo el sueño. Pero tú no puedes obligarlo. Sólo él puede
comprender eso.
—Sí —asintió otra vez. Su voz se hizo grave y ronca—. No importa que nuestro
cuerpo arda en el fuego si no lo necesitamos...Un Espíritu Maestro acababa de presentar un enfoque del sueño completamente
distinto. Me sorprendió esa entrada brusca; no pude hacer otra cosa que repetir el
pensamiento como un loro:
—¿No necesitamos el cuerpo?
—No. Mientras estamos aquí pasamos por muchas etapas. Nos deshacemos de
un cuerpo de bebé para adoptar el de un niño; descartamos el de niño para ser
adultos, y el de adultos por el de ancianos. ¿Por qué no dar un paso más y
descartar el cuerpo adulto para ir a un plano espiritual? Eso es lo que hacemos.
No dejamos de crecer: continuamos creciendo. Cuando llegamos al plano
espiritual, continuamos creciendo también allí. Pasamos por diferentes etapas de
desarrollo. Cuando llegamos, estamos consumidos. Es preciso pasar por una
etapa de renovación, una etapa de aprendizaje y una etapa de decisión. Nosotros
decidimos cuándo queremos regresar, adonde y por qué motivos. Algunos
prefieren no volver. Prefieren pasar a otra etapa de desarrollo. Y mantienen la
forma espiritual... algunos por más tiempo que otros, antes de volver. Todo es
crecimiento y aprendizaje... crecimiento continuo., Nuestro cuerpo es sólo un
vehículo para que utilicemos mientras estamos aquí. Son nuestra alma y nuestro
espíritu los que perduran por siempre.

La vida y la muerte me
están desgastando        MO YAN   151

Había regresado de la capital provincial con un cuadro agudo de
insomnio y muchas veces, en mitad de la noche, me despertaba de un
profundo sueño y lo encontraba sentado completamente vestido en el borde
del kang, apoyado contra la pared y fumando su pipa. Para mí, el espeso humo
del tabaco resultaba ligeramente nauseabundo.
—¿Por qué no estás durmiendo, papá? —le preguntaba.
—Lo haré —dijo—, dentro de un rato. Vuelve a dormir. Voy a dar al
buey un poco más de heno.
Me solía levantar a orinar, aunque ya deberías saber todo lo que guarda
relación con mojar la cama. Cuando eras un burro y salías a pastar, estoy
seguro de que advertías que la ropa de mi cama se estaba secando al sol. Cada
vez que Wu Qiuxiang veía a mi madre saliendo a hacer la colada, llamaba a
gritos a sus hijas:
—Eh, Huzhu, Hezuo, salid aquí y mirad el mapa del mundo que ha
pintado Jiefang en sus sábanas.

GAO XINGJIAN
LA MONTAÑA DEL ALMA          151

—Se expone a coger frío quedándose así fuera —dice adelantándose—. Le ayudaré a volver a
entrar en casa.
El anciano, con la moquita en la nariz, no le presta atención, sigue cantando, con los ojos
cerrados y una ronca voz que le tiembla en la garganta, ininteligible.
Las puertas de las otras casas se abren unas tras otras. Ancianas, ancianos seguidos de sus hijos,
por fin el pueblo entero se reúne en la orilla. Algunos regresan a sus casas en busca de un cuenco de
albóndigas de arroz glutinoso, otros traen un pato, otros también un cuenco de vino, así como un
poco de carne de búfalo. Por último, depositan delante de él media cabeza de cerdo.
—Es un crimen olvidar a los antepasados —farfulla sin cesar el anciano.
Emocionada, una muchacha corre a su casa para coger la manta que guardaba para su boda.
Recubre con ella al anciano y le seca la nariz con un pañuelo bordado.
—Entre en casa, padre —le recomienda ella.
—¡Pobre hombre! —exclaman los jóvenes.
-—¡La madre del arce, el padre del roble, si habéis olvidado a vuestros antepasados, algún día tendréis que pagarlo!
Sus palabras remolinean en su garganta. Llora.
—Se va a quedar pronto afónico, padre.
—Entre en casa.
Los jóvenes quieren sostenerlo.
—Moriré aquí...
El viejo forcejea. Termina por gritar como un niño caprichoso.
—Dejad que cante —dice una anciana—. Es su último invierno.


JAMES JOYCE
ULISES                151

El aire fresco ayuda a la memoria. O una cancioncilla.
Abeecee deefeeegee kaelemene opeecu
ereeeteuve dobleevee. ¿Varones? Sí, Inishturk,
Inishark, Inishboffin. En su juergafía. La mía
Monte Bloom.

El Vellocino De Oro
Robert Graves             151
-El viento nos empuja cada vez más lejos -dijo-. Vamos, Jasón, danos la orden antes de que sea
demasiado tarde.
Idas se burló con su voz estridente:
-Admeto, Admeto, llevas tu gorra de piel de cordero torcida y la nariz sucia de alquitrán. ¡Siéntate,
hombre, siéntate!
Calais le dijo con más suavidad:
-Admeto, olvídate de Hércules. Algún dios debió meterle en la cabeza a Tifis que nos despertara a
todos de aquel modo, y hasta ahora nos ha mantenido ciegos ante la pérdida de Hércules.
-Y como su dedo invisible aún sella los labios de Jasón, nuestro capitán -añadió Zetes-, sigamos
navegando, olvidémonos del loco de Tirinto, y pensemos únicamente en el vellocino

 

Edgar Allan Poe
Obras en español 151
La circunstancia de que el Autómata juegue con la mano izquierda no puede tener
conexión con las operaciones de la máquina, considerada meramente como tal. Cualquier
dispositivo mecánico que hiciera que la figura se moviese, de cualquier forma que fuera, la
mano derecha podría causar el mismo movimiento que la izquierda. Pero estos principios no
pueden extenderse a la organización humana, dado que hay una marcada y radical diferencia en la constitución y, en todo caso, en las capacidades de los brazos derecho e
izquierdo. Reflexionando sobre este último hecho, relacionamos naturalmente esta
incongruencia que se advierte en el Jugador de Ajedrez a esta peculiaridad en la
constitución humana. Si ello es así, debemos imaginarnos alguna reversión, porque el
Jugador de Ajedrez juega precisamente como un hombre no lo haría. Estas ideas, cuando
se las considera, bastan por sí mismas para sugerir la noción de un hombre en el interior.
Unos pocos pasos más, imperceptibles en sí mismos, nos conducen, finalmente, al resultado.
El Autómata juega con su mano izquierda porque en ninguna otra circunstancia, el hombre
que está adentro podría jugar con el derecho, un desideratum, por supuesto.

 

 

martes, enero 29, 2013

TUMBAS EN EL MAR

 

    

                                                                           

TALIESIN  STEPHEN R.LAWHEAD   451

Todo era silencio.Por fin,ya no pudo soportarlo por más tiempo y se deslizó furtivamente hasta la sala para acechar detrás de la puerta.Estaba abierta y, mientras se acercaba en silencio por entre las sombras,oyó las claras y sonoras notas de un arpa y,al cabo de un instante,la voz cálida y melodiosa de un cantor.Los cymry,algunos de los cuales se sentaban en bancos y otros en el suelo,con las piernas cruzadas,estaban reunidos alrededor de uno de los suyos,que aparecía iluminado por la vacilante luz de las antorchas:el joven de cabellos rubios.Aunque muchas de las palabras le resultaban desconocidas ,Charis dedujo que cantaba sobre un hermoso valle y todos los arboles,flores y animales que allí se encontraban.Era una sencilla melodía,de gran poder evocativo,y se sintió atraída por ella.Atravesó el umbral y penetro en el salón,aunque quedaba medio oculta por una  de las columnas.El joven,alto y delgado,estaba en pie,con la cabeza levantada y los ojos cerrados;apoyaba el arpa en un hombro y sus manos se movían hábiles sobre sus cuerdas,arrancando del corazón del instrumento aquellas notas argentinas.Las palabras se formaban en su boca,pero la música surgía de un lugar remoto;él no resultaba más que un conducto por el que esta pasaba para llegar al mundo de los hombres,brotando con más y más fuerza ,como una fuente,desde las ocultas profundidades de su espíritu para esparcirse en relucientes anillos a su alrededor.Charis lo escuchaba,sin apenas atreverse  a respirar por temor a estropear  la singular belleza del momento.Era una canción triste y desgarradora,salvaje y orgullosa ;un recuerdo sobre un valle perdido y una tierra abandonada,sobre todas aquella cosas perdidas que el corazón humano ama y rememora.Charis se entregó por completo al hechizo de la canción a medida que esta avanzaba,dejando que el dolor de su propia perdida  la embargara como una dulce y oscura riada.Cuando las ultimas notas se desvanecieron,vio unas gotas relucientes sobre las mejillas del joven.”Tú y yo somos iguales”,pensó,”caminantes sin hogar en un mundo que no es el nuestro

Miguel de Cervantes
DON QUIJOTE DE LA MANCHA  451

Si vuestra merced tuviera buena memoria —replicó Sancho—, debiérase
acordar de los capítulos de nuestro concierto antes que esta última vez saliésemos de casa; uno dellos fue que me había de dejar hablar todo aquello
que quisiese, con que no fuese contra el prójimo, ni contra la autoridad de
vuesa merced, y hasta agora me parece que no he contravenido contra el tal
capítulo.
—Yo no me acuerdo, Sancho —respondió don Quijote—, del tal capítulo,
y puesto que sea así, quiero que calles y vengas; que ya los instrumentos que
anoche oímos vuelven a alegrar los valles, y sin duda los desposorios se celebrarán
en el frescor de la mañana y no en el calor de la tarde.

JAMES JOYCE
ULISES                   451

Siguieron caminando hacia los portones.
El señor Bloom, cariacontecido retrocedió unos
pocos pasos para no oír lo que iban hablando.
Martín dictando la ley. Martín podría envolver una cabeza de tonto como ésa alrededor de su
dedo meñique sin que él se diera cuenta.
Ojos de ostra. No importa. Tal vez se
arrepienta después cuando se dé cuenta. Se lo
atrae en esa forma.
Gracias. Qué magnánimos estamos esta
mañana.

lunes, enero 28, 2013

LA LUCHA POR LA VIDA

 

 

               

    La esvástica budista Foto de archivo - 13221412    

Michel Houellebecq

Las partículas elementales    124

 

La mañana del 15 de julio, encontró en la basura de la entrada un folleto cristiano. Diversas historias convergían hacia un final idéntico y dichoso: el encuentro con Cristo resucitado. Se distrajo un rato con la historia de una chica («Isabelle estaba en estado de shock, porque estaba en juego su curso universitario»), tuvo que reconocer que se sentía más cerca de la historia de Pavel («Para Pavel, oficial del ejército checo, dirigir una estación antimisiles era el apogeo de su carrera militar»). Michel podía trasladar literalmente a su propio caso la siguiente observación: «Como técnico especializado, formado en una prestigiosa academia, Pavel habría tenido que apreciar la existencia. Pero era desgraciado, y no dejaba de buscar una razón para vivir.»Por su parte, el catálogo de Las Tres Suizas parecía hacer una lectura más histórica del malestar europeo. Implícita desde las primeras páginas, la conciencia de un cambio próximo en la civilización encontraba su formulación definitiva en la página 17; Michel meditó durante muchas horas sobre el mensaje contenido en las dos frases que definían el tema de la colección: «El optimismo, la generosidad, la complicidad y la armonía hacen que el mundo avance. EL FUTURO SERÁ FEMENINO.»En las noticias de las ocho, Bruno Masure anunció que una sonda norteamericana acababa de detectar huellas de vida fósil en Marte. Se trataba de formas bacterianas, seguramente de arqueobacterias metánicas. Así que en un planeta cercano a la Tierra unas macromoléculas biológicas habían sido capaces de organizarse, de elaborar vagas estructuras autorreproductoras compuestas de un núcleo primitivo y de una membrana poco conocida; después todo se había detenido por culpa, sin duda, de un cambio climático: la reproducción se había vuelto cada vez más difícil y al final se había interrumpido del todo. La historia de la vida en Marte era modesta. Sin embargo (y Bruno Masure no parecía darse cuenta en absoluto), este brevísimo relato sobre un fracaso más bien soso contradecía violentamente todas las construcciones míticas o religiosas con las que suele deleitarse la humanidad. No había un acto único, grandioso y creador; no había pueblo elegido, ni siquiera especie o planeta elegidos. En el universo había, un poco por todas partes, tentativas inciertas y en general poco convincentes. Además, todo era de una irritante monotonía. El ADN de las bacterias marcianas parecía ser idéntico al ADN de las bacterias terrestres.

https://docs.google.com/document/d/1khAmFLOdVunoUT-OIrYYVXp4YEdm-6WfYLB4uZHafZo/edit

Michel miró una estatuilla jmer en el centro de la repisa de la chimenea; de líneas muy puras, representaba a Buda en actitud de tomar por testigo a la Tierra.En mitad de la noche volvieron a intrigarle las bacterias marcianas; encontró unas quince entradas en Internet, la mayoría de universidades norteamericanas. Se había encontrado adenina, guanina, timina y citosina en proporciones normales. Un poco por no tener otra cosa que hacer se conectó a la página de Ann Arbor; había una comunicación sobre el envejecimiento. Alicia Marcia–Coelho había subrayado la pérdida de secuencias de código de ADN en la división repetida de los fibroblastos de los músculos lisos; eso tampoco era una sorpresa. Conocía a la tal Alicia: lo había desvirgado diez años antes tras una cena demasiado bien regada durante un congreso de genética en Baltimore. Estaba tan borracha que había sido incapaz de ayudarle a quitarle el sujetador. Había sido un momento laborioso, incluso algo penoso; mientras él luchaba con los corchetes, ella le contó que acababa de separarse de su marido. Después, todo había ido con normalidad; le sorprendió tener una erección y hasta eyacular en la vagina de la investigadora sin sentir el más mínimo placer.

La vida y la muerte me
están desgastando             MO YAN    124

Mi padre sacudió la cabeza y se alejó, con el joven buey avanzando obedientemente tras él.
No opuso la menor resistencia, aunque la madre vaca mugió para mostrar su dolor y aunque su
hijo volvió la cabeza y le respondió. En aquel momento, pensé que probablemente había
alcanzado la edad en la que ya no la necesitaba tanto como antes. Ahora me doy cuenta de que tú,
el buey Ximen, eras el burro Ximen, y antes de eso, un hombre cuyo destino estaba ligado a mi
padre. Por ese motivo se produjo un reconocimiento instantáneo entre ellos y una notable
emoción: la separación no era una opción posible.
Estaba a punto de salir con mi padre cuando el chico del comerciante se acercó corriendo y
me dijo furtivamente:
—Deberías saber que esa hembra es una «tortuga caliente».Se llamaba «tortuga caliente» a los animales que babeaban y comenzaban a jadear en cuanto
se ponían a trabajar en verano. En aquel momento no sabía lo que significaba aquel término, pero
puedo asegurar por el modo en el que el muchacho lo dijo que «tortuga caliente» no equivalía a
buen ganado. Hasta el día de hoy no sé por qué el muchacho pensó que era importante que yo
supiera eso, ni sé qué es lo que me hizo pensar que le conocía de algo.

GAO XINGJIAN
LA MONTAÑA DEL ALMA         124

En sueños, veo el acantilado abrirse detrás de mí crujiendo, entre las piedras se recorta el cielo
gris perla, bajo el cielo, una callejuela, desierta y tranquila, a un lado la puerta de un templo, sé que
por ella se entra al gran templo, no está nunca abierta, en la entrada hay tendida una cuerda de
nailon donde hay puestas a secar unas ropas de niño, reconozco este lugar, he venido ya antes aquí,
es el templo de los Dos Reyes del distrito de Guan, me paseo por el dique que separa las aguas del
río que espumea bajo mis pies, en la orilla opuesta las ruinas de otro templo desacralizado, he
querido entrar en él, pero no he encontrado la puerta, tan sólo he visto las serpientes marinas
reptando por los negros y curvos aleros que sobrepasan con creces los muros del patio, agarrándome
a un cable avanzo un poco, en la margen blanca del río un hombre está pescando, quiero ir hacia él,
el agua sube, no puedo sino retroceder, las aguas me rodean por todas partes, yo, en medio, vuelvo
otra vez a ser un niño, yo, en este instante, de pie delante de esta entrada, me veo a mí mismo de
niño, llevo unos zapatos de tela, no puedo avanzar ni retroceder, sobre el empeine de mis zapatos
hay unos botones de tela, en la escuela primaria mis compañeros decían que llevaba unos zapatos de
chica, me hacían sentirme incómodo, y fue justamente de boca de estos chicos acostumbrados a la
calle que comprendí el sentido de este insulto, decían también que las mujeres eran pura farfolla y
también que la gruesa señora que vendía tortas en la esquina de la calle andaba detrás de los
hombres, yo sabía que eran groserías que tenían que ver con la carne de los hombres y de las
mujeres.

Lolita
Vladimir Nabokov     124

Con gran sorpresa, la encontré vestida. Estaba sentada al borde de la
cama, con pantalones y blusa, y me miró como sin reconocerme. La brevedad de
su blusa parecía destacar, más que disimular, la línea suave y audaz de sus
pechos pequeños, y esa audacia me irritó. No se había lavado, pero tenía los
labios recién pintados, aunque muy al descuido, y sus dientes anchos brillaban
como marfil manchado de vino. Parecía encendido por una llama diabólica que
nada tenía que ver conmigo.
Dejé mi pesado envoltorio y miré los tobillos desnudos de sus pies con
sandalias, después su cara inocente, después otra vez sus pies pecaminosos.
—Has salido –dije.
Había granos de granza en sus sandalias.
—Acabo de levantarme –contestó–. He salido un segundo –agregó,
interceptando mi mirada a sus pies–. Quería verte regresar.
Advirtió las bananas y se dirigió hacia la mesa.
¿Qué sospecha especial se insinuaba en mí? Ninguna, en verdad... Pero
esos ojos melancólicos, cándidos, esa tibieza singular que manaba de ella... No
dije nada. Miré los meandros del camino, tan distintos en el marco de la ventana.
Quien deseara traicionar mi buena fe habría encontrado espléndida esa vista.
Con apetito creciente, Lo se dedicó a las frutas. Súbitamente, recordé la sonrisa
propiciatoria de Johnny, el vecino de la camioneta. Salí precipitadamente. Todos
los automóviles habían desaparecido, salvo su camioneta. Su mujer encinta
subía en ella con su criatura y el otro niño, más o menos inválido.
—¿Qué pasa, a dónde vas? –gritó Lo desde la entrada.
No dije nada. Empujé su blandura dentro del cuarto y la seguí. Le arranqué
la blusa. Desnudé el resto de su persona. Le quité las sandalias. Pero el olor que
busqué en toda ella era tan leve que no podía discernirse del antojo de un
maniático.

 

        
   
 

 

 

domingo, enero 27, 2013

DOCTOR ESPALDA PLATEADA

 

     2012-12-03 13.10.06   2012-12-23 10.48.18  2013-01-26 18.44.53

Edgar Allan Poe
Obras en español  212          
http://www.scribd.com/doc/518271/La-mascara-de-la-muerte-roja

Los ventanales eran escarlata, de un intenso color de sangre. Ahora bien: no
veíase lámpara ni candelabro alguno en estos siete salones, entre los adornos de las
paredes o del techo artesonado. Ni lámparas ni velas; ninguna claridad de esta clase, en
aquella larga hilera de habitaciones. Pero en los corredores que la rodeaban, exactamente
enfrente de cada ventana, levantábase un enorme trípode con un brasero resplandeciente
que proyectaba su claridad a través de los cristales coloreados e iluminaba la sala de un
modo deslumbrante. Producíase así una infinidad de aspectos cambiantes y fantásticos.
Pero en el salón de poniente, en la cámara negra, la claridad del brasero, que se
reflejaba sobre las negras tapicerías a través de los cristales sangrientos, era
terriblemente siniestra y prestaba a las fisonomías de los imprudentes que penetraban en
ella un aspecto tan extraño, que muy pocos bailarines tenían valor para pisar su mágico
recinto.También en este salón erguíase, apoyado contra el muro de poniente, un
gigantesco reloj de ébano. Su péndulo movíase con un tictac sordo, pesado y monótono. Y
cuando el minutero completaba el circuito de la esfera e iba a sonar la hora, salía de los
pulmones de bronce de la máquina un sonido claro, estrepitoso, profundo y
extraordinariamente musical, pero de un timbre tan particular y potente que, de hora en
hora, los músicos de la orquesta veíanse obligados a interrumpir un instante sus acordes
para escuchar el sonido. Los valsistas veíanse forzados a cesar en sus evoluciones.
Una perturbación momentánea recorría toda aquella multitud, y mientras sonaban
las campanas notábase que los más vehementes palidecían y los más sensatos pasábanse las
manos por la frente, pareciendo sumirse en meditación o en un sueño febril. Pero una vez
desaparecía por completo el eco, una ligera hilaridad circulaba por toda la reunión. Los
músicos mirábanse entre sí y reíanse de sus nervios y de su locura, y jurábanse en voz baja
unos a otros que la próxima vez que sonaran las campanadas no sentirían la misma
impresión. Y luego, cuando después de la fuga de los sesenta minutos que comprenden los
tres mil seiscientos segundos de la hora desaparecida, cuando llegaba una nueva campanada del reloj fatal, se producía el mismo estremecimiento, el mismo escalofrío y el mismo sueño
febril
.

VLADIMIR NABOKOV
Cuentos completos               212

Los otros saludaron con una inclinación de cabeza.
—Todavía tenernos que ir a buscar un médico y también las pistolas —dijo
Gnushke.
En el vestíbulo Anton Petrovich cogió a Mityushin del brazo y musitó:
—Sabes, es estúpido, pero verás, es que no sé disparar, quiero decir, que sé cómo
se hace, pero nunca he practicado...
—Hummm —dijo Mityushin—, qué mala suerte. Hoy es domingo, si no hubieras
podido tomar alguna que otra clase de armas. Realmente, lo tuyo es auténtica mala
suerte.
—El coronel Arkhangelski da clases privadas de tiro —sentenció Gnushke.
—Sí —dijo Mityushin—. Y tú te las das de inteligente, ¿no? Con todo, ¿qué vamos a
hacer, Anton Petrovich? Sabes ur cosa, a veces los principiantes tienen suerte.
Confía en Dios y limítate a apretar el gatillo.
Se fueron. Anochecía. Nadie se había ocupado de echar la persianas. Debía de
haber un poco de queso y de galletas en el aparador. Las habitaciones estaban
desiertas e inmóviles, como si los muebles hubieran estado vivos y llenos de
movimiento en otra vida y ahora hubieran muerto. Un feroz dentista de cartón
inclinado sobre un paciente de cartón muerto de pánico —ésta era una escena que
había visto no hacía mucho, en una noche azul, verde, de rubí, entreverada de
fuegos artificiales, en el Parque de Atracciones.

 

JAMES JOYCE
ULISES                     212

 Buda su dios echado sobre su costado en el museo. Lo sobrellevan con
calma con la mano bajo la mejilla. Pajuelas
perfumadas ardiendo. Nada de Ecce Homo.
Corona de espinas y cruz. Buena idea San
Patricio y el trébol. ¿Palillos para comer?

John Kennedy Toole

La conjura
de los necios             212

 

No le queremos aquí —dijo la portavoz, con acritud y sencillez.

—¡Es natural! —rezongó Ignatius—. Es evidente que temen a alguien con un cierto contacto con la realidad, que puede describirles verazmente los ultrajes que han hecho en esos lienzos.

—Vayase, por favor —ordenó la portavoz

—Lo haré, sí —Ignatius cogió el asa de su carro y se alejó con él—. Deberían estar todas ustedes de rodillas pidiendo perdón por lo que he visto aquí, en esa valla.

—No hay duda de que esta ciudad es cada día peor, con esto por las calles —dijo una mujer, mientras Ignatius se alejaba por el callejón.

Ignatius percibió sorprendido que le rebotaba una piedrecita en la nuca. Furioso, empujó el carro por las losas hasta casi el final de la calleja. Aparcó el carro allí en un pequeño pasaje, de modo que quedase oculto. Le dolían los pies y, mientras desandaba, no quería que le molestase nadie pidiendo un bocadillo. Aunque el negocio no podía ir peor, uno tenía que ser a veces fiel a sí mismo y considerar ante todo su propio bienestar. Si seguía andando mucho más, sus pies se convertirían en ensangrentados muñones.

Se acuclilló incómodo allí, en los escalones laterales de la catedral. El aumento de peso reciente y la hinchazón provocada por el taponamiento de la válvula hacían incómoda cualquier posición que no fuera sentado o tendido. Se quitó las botas e inspeccionó aquellos pies grandes como losas.

—Oh, querido —dijo una voz encima de él—. ¿Pero qué veo? Salí a ver esa exposición pringosa y horrible, ¿y qué me encuentro como obra número uno...? nada menos que el espectro de Lafitte, el pirata. No. Es Fatty Arbuckle. ¿O Marie Dressler? Dime pronto quién eres o me muero.

Ignatius alzó la vista y vio al joven que le había comprado el sombrero a su madre en el Noche de Alegría.

—Déjame en paz, mequetrefe. ¿Dónde está el sombrero de mi madre?