sábado, noviembre 09, 2013

LA VACA ILUMINADA POR LA LUNA.

 

 

 

 

 

 

 

 

viernes, noviembre 08, 2013

DEBERIA SER UN JUEGO.

 

La vida y la muerte me
están desgastando     MO YAN  281

Como estaba subido al montículo de grava, podía mirar a través de un agujero que se había
abierto en la pared, donde se suponía que debería haber una ventana, y veía todo lo que estaba sucediendo en su interior. La linterna de gas iluminaba el lugar como si fuera de día, mientras que el cielo del exterior era completamente negro. Aquello me hizo recordar las consignas que se imparten en las clases de guerra: el enemigo está a la luz y nosotros estamos en la oscuridad.
Vemos lo que queremos ver; podemos vigilarle, pero él no puede vernos a nosotros. Así que
observé cómo Jinlong pasaba las páginas del manual mugriento y escribía cosas entre las líneas de un periódico. Hong Taiyue sacó un cigarrillo, lo encendió y dio una fuerte bocanada y, a continuación, lo introdujo en la boca de Jinlong. Hong Taiyue, que era un hombre que apreciaba mucho el talento y la inteligencia, era uno de los pocos líderes iluminados que había en aquellos tiempos. También estaban las gemelas Huang, que le secaban la frente a Jinlong con sus pañuelos.
Vi que te habías quedado inmóvil cuando Huang Hezuo secaba su frente sudorosa, pero me di cuenta de la expresión de celos que se dibujó en tu rostro cuando Huang Huzhu hizo lo mismo.
Sobrevalorabas tu propio atractivo y los acontecimientos que tuvieron lugar más adelante
demostraron que la marca de nacimiento azul que había en tu rostro no sólo no te impedía seducir a las mujeres atractivas, sino que en realidad las atraía fuertemente.
No te comento esto con la intención de burlarme de ti. Te respeto demasiado para semejante
actitud. Debes ser el único jefe adjunto del condado que está dispuesto a abandonar a su amante sin decir siquiera adiós y de ganarte la vida con el sudor de tu frente.
Pero ya basta de charla. Después de que se encendiera el motor, lo probaron y descubrieron
que efectivamente era capaz de producir energía eléctrica.

STEPHEN R. LAWHEAD

TALIESIN  281

Me voy a casa durante un tiempo, a curarme. Pero cuando me haya recuperado regresaré. —Se detuvo, recli­nándose de nuevo en los almohadones—. Idos ahora, hay sueños que proyectar y planes que elaborar.Joet y Peronn levantaron el sillón sin el menor esfuer­zo y lo llevaron junto a la cama. Marophon se levantó del rincón donde había permanecido sentado y se acercó a ella, se arrodilló y colocó su cabeza entre las rodillas de Charis. Ella extendió una mano y acarició la oscura me­lena del joven.—Lo siento —empezó éste, con voz ahogada—. Quería salir al ruedo para ocupar tu lugar. Estaba dispuesto a morir por ti. Pensé...—Chissst —lo tranquilizó Charis—. Ya ha pasado.—No. Hice mal—¿Te has de culpar tú, porque el Señor de los Toros en­vió el toro equivocado?—Ya sabes a lo que me refiero.—Sí, lo sé, y no importa.—Pero...—No importa, Maro.Se inclino sobre ella, con lágrimas brillándole en los ojos, y le dio un leve beso en la mejilla.—Gracias por mi vida.—Ve a buscar a tu bailarina —le susurró—. Llévatela con­tigo. Empezad los dos una vida juntos.

Miguel de Cervantes  DON QUIJOTE   281

Yo no sé, mi señor, cómo dar orden que nos vamos a España, ni Lela
Marién me lo ha dicho, aunque yo se lo he preguntado; lo que se podrá
hacer es que yo os daré por esta ventana muchísimos dineros de oro: rescataos
vos con ellos, y vuestros amigos, y vaya uno en tierra de cristianos,
y compre allá una barca, y vuelva por los demás, y a mí me hallarán en el
jardín de mi padre, que está a la puerta de Babazón, junto a la marina.

 

VLADIMIR NABOKOV
Cuentos completos  281

Hace varios años, un amigo mío de París —una persona con alguna rareza, por
decirlo suavemente—, al saber que yo iba a pasar unos días en Montisert, me pidió
que me pasara por el museo local donde, según le habían dicho, se mostraba un
retrato de su abuelo pintado por Leroy. Sin dejar de sonreír y con ademanes
exagerados, me contó una historia bastante vaga a la que debo confesar que presté
poca atención, en parte porque no me gustan los asuntos complicados de otra
gente, pero sobre todo porque siempre había albergado mis dudas acerca de la
capacidad de mi amigo para no dejarse llevar por la fantasía. La historia era más o
menos así: después de que su abuelo hubiera muerto en su casa de San Petersburgo
en tiempos de la guerra ruso-japonesa, los muebles de su casa fueron vendidos en
subasta pública. El retrato, tras una serie de oscuras peregrinaciones, fue adquirido
por el museo de la ciudad natal de Leroy. Mi amigo quería saber si el retrato estaba
realmente allí; en el caso de que se encontrara en el citado museo, cuáles eran las
posibilidades de rescatarlo; y si el rescate fuera posible, cuál sería el precio del
mismo
.

JAMES JOYCE
ULISES                 281

Vagar a través de calles entoldadas. Rostros con
turbantes pasando. Oscuras cuevas donde
venden alfombras, hombre grande, Turco el
terrible, sentado con las piernas cruzadas
fumando una pipa en espiral. Gritos de
vendedores en las calles. Beber agua perfumada
con hinojo, sorbetes. Vagar a la ventura todo el
día. Encontrarse a lo mejor con uno o dos ladrones. Bueno, enfréntalo. Aproximándose al
crepúsculo. Las sombras de las mezquitas a lo
largo de los pilares; sacerdotes con su pliego de
pergamino arrollado. Un temblor de los árboles,
señal, el viento del crepúsculo. Sigo. Cielo de oro
esfumándose. Una madre observa desde su
puerta. Ella llama a casa a sus hijos en su
lenguaje oscuro. Alta pared: más allá puntear de
cuerdas. Noche cielo luna, violeta, color de las
ligas nuevas de Maruja. Cuerdas. Escucha. Una
joven tocando uno de estos instrumentos ¿cómo
se llaman?: dulcémeles. Paso.
Probablemente ni una pizca así en la
realidad. Clase de cosas que uno lee: en la senda
del sol. Explosión de sol en la portada. Sonrió,
satisfecho de sí mismo.

2013-11-08 18.05.48

jueves, noviembre 07, 2013

LOS GATOS NO TIENEN CUCHILLO.

 

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Un gato acuchillando a una serpiente

 

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una de las escenas del libro de las puertas

El Libro de las Puertas: un pasaje al inframundo.
El Libro de las Puertas es el
libro sagrado del Antiguo Egipto, fechado en algún momento del Imperio Nuevo.
Allí se relata el viaje nocturno de los difuntos hacia el inframundo: el
Duat.
Todos los espíritus deben atravesar una serie de puertas en distintos momentos del viaje. Cada puerta está regida por una diosa diferente, y para atravesarla el difunto deberá reconocerla en su esencia íntima. Los que logren el conocimiento durante sus vidas pasarán por todas las puertas sin problemas, pero los ignorantes, los necios y los que se han reído de la verdad sagrada, vagarán eternamente por los umbrales sin tiempo del submundo.
H.P. Lovecraft menciona a El Libro de las Puertas en un pasaje del terrible Necronomicón, señalando que cada diosa regente de los portales revelará sus secretos al sabio, más nunca al audaz o al temerario, y que quien conozca los arcanos antiquísimos tallados en piedra y mármol tendrá acceso a un saber total, absoluto, volviéndose él mismo una parte intrínseca de Osiris.

STEPHEN R. LAWHEAD

TALIESIN

Por fin llegaron a un lugar donde se alzaba desde el suelo una enorme piedra negra. En algún momento de un re­moto pasado, otras dos piedras habían sido apoyadas con­tra ella en ángulo y la parte superior de las tres coronada por una gran losa de piedra. La piedra se hallaba en el centro del bosque; sus esquinas aparecían cubiertas de líque­nes grises y amarillos y le otorgaban un aspecto más ve­getal que mineral: como un hongo gigantesco que domi­nara el bosque con su siniestra presencia melancólica.

Charis detuvo su caballo y desmontó de un salto; soltó las riendas, se acercó a la estructura y posó la mano sobre la áspera superficie.

—Me gusta imaginar que esto es un cenotafio —indicó la joven al cabo de un momento—, que en este lugar, hace muchísimo tiempo, tuvo lugar un gran acontecimiento o un suceso trágico. —Sus ojos se movieron hacia donde es­taba Taliesm, que permanecía apoyado en el pomo de su silla y la contemplaba—. No me desengañéis aunque se­páis su verdadero sentido.

—Sin duda —replicó Taliesin, deslizándose al suelo— que el mundo consiste en sucesos magníficos y trágicos. Al­gunos son observados y recordados, pero otros se desa­rrollan fuera de la vista de la humanidad y permanecen ignorados para siempre. Pero, decidme, ¿qué es lo que imagináis que ocurrió aquí? —Avanzó hacia ella.

Charis acercó la oreja a la piedra y cerró los ojos.

—Chisst —susurró—. Escuchad.

Taliesin oyó los sonidos de un bosque en plena activi­dad a su alrededor: el zumbido de insectos, los trinos de los pájaros y el susurro de las hojas agitadas por la brisa. Contempló a la mujer que tenía ante él, fascinado por su imagen. Era rubia

como un soleado día de verano, con unos ojos tan profundos, claros y cambiantes como el mar; delgada y regia, cada uno de sus movimientos estaba lle­no de gracia. Llevaba una sencilla prenda de color blanco con una faja verde y dorada rodeándole la cintura, pero semejaba la vestimenta de una diosa. Jamás había visto a una mujer más hermosa, ni más seductora; el solo hecho de contemplarla se rodeaba de misterio. Advirtió que sería capaz de dar su vida alegremente por seguir ante su presencia y como estaba ahora, aunque supiera que nun­ca desvelaría el misterio.

—¿Qué es lo que oís? —preguntó Taliesin.

Ella abrió los ojos y respondió con franqueza:

—Hubo una mujer —empezó a pasear alrededor de la piedra y continuó— que vino a este lugar desde un reino allende los mares. Su vida resultaba dura, ya que era una tierra cruel, y no podía evitar recordar todo lo que había dejado atrás. Anhelaba regresar a su hogar, al otro lado del mar, pero éste había quedado destruido por un

gran torbellino de fuego y no podía realizar su deseo. Empezó a sentirse sola, y para aliviar su espíritu cabalgaba por las colinas, en busca de algo que no sabía bien en qué consistía.

»Un día encontró a un hombre; lo oyó cantar aquí, en este bosque. Su canción le capturó el corazón con la mis­ma facilidad con que un cazador atrapa un ave con un lazo de seda. Ella lucho por liberarse, pero no pudo, puesto que la atracción era demasiado fuerte.

»Hubiera podido ser feliz con aquel hombre y hubiera dado todo lo que poseía para permanecer junto a él; sin embargo, no era posible.

—¿Por qué no?

—Porque pertenecían a razas diferentes —explicó Charis con tristeza, y Taliesin percibió en su voz la resigna­ción de alguien abandonado a su destino—. Además, la mujer pertenecía a una casa noble cuya dinastía se remon­taba a los mismos dioses.

—¿Y el hombre? ¿Su linaje no era también noble?

—En efecto... —respondió ella y se apartó de él de nue­vo. Se movía despacio alrededor de la estructura, palpan­do la fría superficie de las piedras verticales con las ma­nos, como si resiguiese símbolos grabados allí en épocas lejanas, destruidos ahora por el viento y el tiempo.

—¿Entonces?

—Pero su gente era tosca y salvaje, a semejanza de su tierra. Constituían una raza guerrera entregada a la vio­lencia y las pasiones. Representaban la cara opuesta de la moneda.

 

Foto de Henri Robin y un espectro tomada por Eugène Thiébault en 1863.

EL SONIDO QUE QUEDA EN EL AIRE CUANDO ALGO CAE.