viernes, febrero 01, 2008

NO ME PISES

EL LIBRO DEL CORDERO

CAPITULO IX-------------------¿COMO ERA ELLA?---------------------------------------pag.055


 

(1)Los dioses,que te privaron de los dos ojos y de los treinta y dos dientes,te dieron en cambio una esplendida voz y una memoria inagotable.Pero confiésalo:¿es ésa toda la verdad?No me resulta fácil creer que la huida del cuadragésimo octavo hijo de Priamo con una reina espartana haya provocado la guerra de Troya, que abarcó a casi todas las ciudades de Grecia y Asia Menor,y que debe haber causado por lo menos cien mil bajas.Y ni siquiera puede decirse que Paris haya tratado de apoderarse del trono de Esparta..Dime:¿Qué valor en ganado o en metal asignarías a una esposa que después de nueve años de matrimonio no había dado un hijo a Menelao,y que pertenece a una familia reconocidamente adultera?La pérdida de los derechos conyugales de Menelao habría podido solucionarse con diez o veinte libras de oro,cuanto mucho.No puedo creer que los pretendientes de Helena se hayan comprometido a hacer una guerra al otro lado del mar,a favor de Menelao,cuya elección como esposo parecía una conclusión inevitable,o que el padre y los hermanos de Paris aceptaran defender Troya contra ellos,durante diez años,antes que devolverle a Helena.Todas las guerras civiles son guerras dinásticas,rey y señor.

(2) Un sitio verdaderamente solitario aquél.Los pinos oscilaban suavemente;había nieve por los alrededores,viéndose entre ella motas de suelo negro.¡Qué tontería!¿Cómo iba a haber nieve allí en Junio?Deberia haber borradoeso..Sin embargo,el autor real de la cosa no soy yo,sino mi impaciente memoria.Y el poste amarillo tenía un casquete de nieve también.Asi es como el futuro se filtra a través del pasado.En fin,basta,enfoquemos de nuevo aquel dia de verano:un lugar inundado por la luz delsol;sombras de ramas que se proyectan sobre la pintura azul del coche.

(3) En cuanto me entrega el paquete y me dice que lo trae de parte de su mamá, escapa.

Bajo algunos escalones, me inclino sobre la barandilla y veo que el sombrerito de plumas da vueltas por la espiral de la escalera, como una pluma lanzada al viento. ¡Adiós, hijo mío! Mucho me hubiera gustado hablarle, pero ¿qué le habría preguntado? No es prudente interrogar a los niños; y el paquete puede acaso instruirme bastante mejor que el mensajero.

Es un paquete grande y de muy escaso peso. En mi biblioteca desato las cintas, quito el papel que lo envuelve, y veo... ¿qué? Un leño, un leño enorme, un verdadero tronco de Navidad; como pesa muy poco lo supongo hueco, y efectivamente, averiguo que se compone de dos partes unidas por dos aldabillas, que se abre sobre unas charnelas. Descorro las aldabillas y me cubre una lluvia de violetas que invaden mi mesa, mi pecho y mi alfombra; entran en mi chaleco, en mis mangas; me ponen perfumadísimo.

—¡Teresa! ¡Teresa! Traiga floreros con agua. Aquí hay unas violetas que no sé de dónde vienen ni quién las envía; pero deben proceder de un país encantador y de una mano preciosa. Vieja lechuza, ¿me oye usted?

He puesto las violetas sobre la mesa, que recubren por entero con su abundancia perfumada. Pero aun queda algo dentro del leño: un libro, un manuscrito. Es... no puedo creerlo y, sin embargo, es imposible dudarlo... Es La leyenda dorada, es el manuscrito del clérigo Juan Toutmouillé. Aquí están las Purificación de la Virgen y La Coronación de Proserpina; he aquí la leyenda de San Droctoveo. Contemplo la reliquia perfumada de

violetas. Vuelvo las páginas, entre las cuales han resbalado algunas florecillas pálidas, y encuentro junto a la leyenda de Santa Cecilia una tarjeta que dice: PRINCESA TREPOF.

¡Princesa Trepof! Usted, que reía y lloraba alternativamente, con tanta gracia, bajo el hermoso cielo de Agrigente, y a la que un viejo taciturno juzgó locuela, hoy me parece loca del todo con espléndida y bella locura; y la buena persona a quien colma de alegría irá con el tiempo a besar su mano y a devolverla este precioso manuscrito, cuya publicación exacta le deberemos la ciencia y yo.

(4) ¡Venga,entrégueme los tesoros!-La vieja chilló:¡Son míos!.Con gesto grandilocuente sacó un revólver de su bolsillo y disparó a la joven.La sangre manó a borbotones de los oídos de la v´ctima..Lentamente,fue desmoronándose; con la boca abierta,fijó la mirada en el cielo y suspiró:¡Tan pronto!¡Tan pronto!-y murió.Esto es un asesinato-dijo sin pestañear el gordo.Asi es-respondió la vieja,impávida.De súbito,el viejo comenzó a reírse fingidamente y entono una alegre cancioncilla:


Nada es verdad,todo es mentira

Pura burla,mi querida,

Todo transtornado,falseado,Lisa,

Nada meree una sonrisa.

El gordo y la vieja se miraron con rostros inexpresivos.Luego cayeron pesadamente al suelo.Surtidores de sangre manaban de sus cuerpos,coloreando toda la habitación de rojo oscuro..Resono un aplauso atronador.Al minuto siguiente todo estaba en llamas,los cuadros falsos,los baules,los armarios.Me arrojé por la ventana y corri lo más rápido posible.Ya en mi torre,respiré profundamente.Gracias a Dios,nada le había pasado al libro9.Lo puse sobre la mesa y me dormi de inmediato.A la mañana siguiente,no daba crédito a mis ojos.Del susto,se me cayó el alma alos pies.El libro había desaparecido.

(5)
Bozal y velo para la mujer

Claro que, como misionero, Pablo necesitaba a las mujeres; las elogia en las salutaciones de sus cartas como «colaboradoras» y «combatientes». También las equipara con el hombre, pero ante Dios (¡como hace con los esclavos y los señores!): una paridad que, por cierto, ya existía en el culto a Isis y, de modo similar, en los misterios de Eleusis y Andania. Sin embargo, en la práctica. Pablo priva a la mujer de la palabra en el culto, por principio. «Las mujeres en las asambleas de la

comunidad deben callar, pues no les está autorizado hablar, sino que tienen que someterse (...)»: se trata del tristemente famoso «Mulier taceat in ecclesia», algo que ha hecho historia; y no sólo historia de la Iglesia. Ni la misma María le merece a Pablo una sola mención.

La pobre idea que tiene de la mujer queda demostrada por la jerarquía de la primera Carta a los Corintios: Dios-Cristo-Hombre-Mujer. Además le ordena —«en nada menos que dieciséis versículos» (Kari Barth)— el uso del velo durante la oración y el oficio divino: un signo de su inferioridad, pues llevar el velo significa «avergonzarse del pecado traído al mundo por la mujer». Pablo continúa difamando a la mujer, pues el hombre, por el contrario, «es la imagen y el reflejo de Dios. No es el hombre el que procede de la mujer, sino la mujer del hombre; tampoco fue creado el hombre por razón de la mujer, sino la mujer por razón del hombre». Y todavía se saca de la manga la Leyenda de la Caída del Antiguo Testamento en un sentido antifeminista: «Es así que la mujer debe llevar una señal de sujeción sobre la cabeza, por causa de los ángeles»

(6) Podéis estar seguros, señores, de que si el diablo es tal y como se le pinta,

no habita en un elemento tan sutil como el fuego. Es un gran contrasentido

colocar a tan feísima bestia en el sol. Pero, como ya he tenido el honor de

decírselo, señor Dalevuelta, al capuchino de vuestra señora madre, yo

entiendo que los cristianos calumnian a Satanás y a los demonios. Que

pueda haber, en algún mundo desconocido, seres mucho más malvados y

perversos que los hombres, es posible, aun cuando casi es inconcebible.

Pero seguramente, si existen, habitarán regiones privadas de luz y, si arden,

serán en los hielos, que, en efecto, producen dolores de quemadura, y no en

las llamas ilustres, entre las ardientes hijas de los astros. Sufren porque son

malvados, y la maldad es un mal; pero sus padecimientos sólo deben

consistir en sabañones. Por lo que se refiere a vuestro Satán, que es el

horror o el coco de vuestros teólogos, yo no le considero tan despreciable

juzgándole por todo cuanto de él decís, y, si por ventura existiera, yo le

tendría, no por una bestia horrible, sino por un pequeño silfo o, por lo

menos, por un gnomo metalurgista, un poco burlón y muy inteligente.

El abate se tapó los oídos y huyó para no escuchar más.

(1)Robert graves La hija de Homero

(2)Vladimir Nabokov Desesperacion

(3)A.France El crimen de un académico

(4)Gion Mathias Ad Absurdum

(5)Karlheinz Deschner Historia del cristianismo

(6)A.France El Figon de la reina Patoja

miércoles, enero 30, 2008

"El Mundo", o cómo llamarte un día pirata y al otro copiarte, no reconocer tu autoría y cobrar por ello mediante SMS

Asunto

"El Mundo", o cómo llamarte un día pirata y al otro copiarte, no reconocer tu autoría y cobrar por ello mediante SMS

De

deep

Enviado

martes, 29 de enero de 2008 12:38

 
 

¿Recordáis esta reciente noticia de El Mundo (rectificada parcialmente a causa de las protestas de los internautas) y donde se llamaba pirata a media España? Pues atentos a la siguiente historia.

 
 

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