viernes, septiembre 21, 2012

CON FUSION

 

 

             

¿No te diste cuenta de que era todo muy raro?.En aquellos momentos no.Empecé a darle vueltas cuando escuche en la televisión casos muy parecidos al que nos paso a nosotros. Pero,       no tener partida de nacimiento,ni de defunción,ningún papel que demuestre que la habías enterrado.En aquellos años(1952-1953),te daban dos hostias por menos que canta un duro.La vi nacer y me fui a trabajar,se la veía sana.Me dijo el medico que al mamar, se la había ido la leche por otro conducto y había muerto.No me dejaron verla.En un carro de un caballo,me dieron una caja que apenas pesaba.A doscientos metros del cementerio,tuve que llevarla a hombros hasta la entrada,los del carro no podían pasar de allí.La  estaban esperando.No me dieron el pésame ni nada.Lo vi todo normal,¿quien  iba a pensar?.La imagen de la niña  no la tengo porque no la vi,pero cada vez que le doy vueltas,no se me va de la cabeza el carro con la caja y,me acuerdo en la guerra ,cuando tuve que recoger en la fuente del Viso(Albacete),a mis hermanos que venían,uno del  frente de Teruel y el otro de un campo de concentración,con los pies llenos de sangre y piojos para hacer una torrá.Son muchos años, pero lo voy a intentar,quizá este viva y nos este buscando.Existen las mismas posibilidades de encontrarla que de recuperar los 21.000 euros que te robaron con las participaciones preferentes.

NIÑA- FINALES 1952, PRINCIPIO 1953-CLINICA 18 DE JULIO-VALENCIA.

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Lolita
Vladimir Nabokov 184 *4=736-592=143

El viaje nos había llevado casi todo junio, pues apenas habíamos andado
más de ciento cincuenta millas por día. Pasábamos el resto del tiempo –hasta
cinco días, en un caso– en diversos paraderos, todos ellos también dispuestos de
antemano, sin duda. Ése, pues, era el trecho por el cual debía buscar el rastro
del demonio; ésa fue la tarea a la cual me consagré después de varios días
indescriptibles, durante los cuales fui y vine por los caminos infinitamente
reiterados en la vecindad de Elphinstone.
Imagíname, lector, con mi timidez, mi repudio de toda ostentación, mi
sentido inherente del comme il faut; imagíname disfrazando el frenesí de mi
dolor con una trémula sonrisa propiciatoria mientras urdía algún pretexto para
echar una ojeada al registro del hotel. «Ah, es casi seguro que pasé por aquí una
vez –decía–. Permítame usted ver los asientos de mediados de junio... no, creo
que después de todo me equivoco... Qué hermoso nombre para una ciudad,
Kawtagain. Muchas gracias». O: «Hay un cliente mío aquí... He perdido su
dirección... ¿Puedo?...» De cuando en cuando, sobre todo si el encargado del
lugar pertenecía a cierto sombrío tipo masculino, la inspección personal de los
libros me era negada.
Tengo aquí un memorándum: entre el 5 de julio y el 18 de noviembre,
cuando volví a Beardsley por unos pocos días, registré, si no permanecí en ellos,
trescientos cuarenta y dos hoteles, alojamientos y casas para turistas. Esa cifra
incluye unos cuantos registros entre Chestnut y Beardsley, en uno de los cuales
encontré una sombra del demonio («N. Petit Larousse, III»). Debía espaciar mis
investigaciones con toda cautela para no atraer una atención indebida. Y por lo
menos en cincuenta lugares me limité a preguntar en la administración... Pero
ésas eran preguntas fútiles, y prefería echar una cierta base de verosimilitud y
buena voluntad pagando un cuarto innecesario. Mi investigación demostró que
de los trescientos o más libros revisados, veinte por lo menos me suministraron
una clave: el demonio errabundo se había detenido con más frecuencia que
nosotros o bien –era muy capaz de eso– había inventado registros adicionales
para abastecerme bien de datos falsos.

Edgar Allan Poe
Obras en español 542 593-542=51

»Los tres – mis dos hermanos y yo - cruzamos hacia las islas a las dos de la tarde
y no tardamos en llenar el queche con una excelente pesca que, como pudimos observar, era
más abundante ese día que en ninguna ocasión anterior. A las siete - por mi reloj - levamos
anclas y zarpamos, a fin de atravesar lo peor del Ström en el momento de la calma, que
según sabíamos iba a producirse a las ocho.
»Partimos con una buena brisa de estribor y al principio navegamos velozmente y
sin pensar en el peligro, pues no teníamos el menor motivo para sospechar que existiera.
Pero, de pronto, sentimos que se nos oponía un viento procedente de Helseggen. Esto era
muy insólito; jamás nos había ocurrido antes, y yo empecé a sentirme intranquilo, sin saber
exactamente por qué. Enfilamos la barca contra el viento, pero los remansos no nos dejaban
avanzar, e iba a proponer que volviéramos al punto donde habíamos estado anclados cuando,
al mirar hacia popa vimos que todo el horizonte estaba cubierto por una extraña nube del
color del cobre que se levantaba con la más asombrosa rapidez.

 

MONJAS

James Joyce
Ulises                 437    593-437=156

Con la tibia brisa del oeste y la del este los encumbrados
árboles ondean en diferentes direcciones su inestimable follaje, el oloroso sicómoro, el cedro del Líbano,
el cimero plátano, el eugenésico eucalipto y otros ornamentos del mundo arbóreo con los que aquella
comarca está tan copiosamente bien suplida. Encantadoras doncellas se sientan en vecina proximidad a las
raíces de los encantadores árboles cantando las más encantadoras canciones mientras juguetean con toda
clase de encantadores objetos como por ejemplo lingotes de oro, pececillos argénteos, cestas de arenques,
contingentes de anguilas, bacalaos pequeños, nasas de salmoncillos, purpúreas gemas marinas e insectos
retozones. Y los héroes se aventuran desde muy lejos para seducirlas, desde Eblana a Slievemargy, los
príncipes sin par de la indómita Munster y de Connacht los intachables y de la sedosa aterciopelada Leinster
y de la tierra de Cruachan y de la espléndida Armagh y del noble distrito de Boyle, príncipes, los hijos
de reyes.
Y allí se levanta un radiante palacio cuyo tejado de cristal o rutilante es contemplado por los hombres de
mar que surcan el ancho océano en naves construidas expresamente con esa intención, y hasta allá llegan
los rebaños y cebones y los primeros frutos de aquella tierra porque O'Connell Fitzsimon recibe tributos de
ellas, caudillo descendiente de caudillos. Hasta allá los inmensos colosales carromatos transportan la abundancia
de los campos, seras de coliflores, carradas de espinacas, rodajas de piñas, alubias de Rangún, carretadas
de tomates, bateas de higos, hileras de nabos, patatas esféricas y lotes de bretón irisado, de York y de
Saboya, y cajas de cebollas, perlas de la tierra, y canastillas de champiñones y cremosos calabacines y gordas
arvejas y cebada y colza y rojas verdes amarillas marrones rojizas dulces gruesas agrias maduras manzanas
a pintas y canastitos de fresas y cestadas de uvaespina, pulposas y vellosas, y fresas dignas de príncipes
y frambuesas en sus ramas.
Que me planto, como dice él, y me replanto. ¡Vamos, anda, Geraghty, conocido bandido maricón y bribón!

JORGE LUIS BORGES
OBRAS COMPLETAS 593

En Buenos Aires el Zahir es una moneda común, de veinte centavos;
marcas de navaja o de cortaplumas rayan las letras N T
y el número dos; 1929 es la fecha grabada en el anverso. (En
Guzerat, a fines del siglo xvm, un tigre fue Zahir; en Java, un
ciego de la mezquita de Surakarta, a quien lapidaron los fieles;
en Persia, un astrolabio que Nadir Shah hizo arrojar al fondo
del mar; en las prisiones de Mahdí, hacia 1892, una pequeña
brújula que Rudolf Cari von Slatin tocó, envuelta en un jirón
de turbante; en la aljama de Córdoba, según Zotenberg, una veta
en el mármol de- uno de los mil doscientos pilares; en la judería
de Tetuán, el fondo de un pozo.)

 

Captura

KIOTO – YASUNARI KAWABATA  593

Es una antigua y célebre tragedia china en la que
intervienen el héroe Hang Yu y la princesa Yu. La princesa se clava una
espada en el pecho y muere en brazos de Hang Yu, mientras suenan
nostálgicas canciones. Después, Hang Yu cae en la lucha. El cuadro
siguiente se desarrollaba en el Japón y era la historia de Kumagai
Naozane, Taira Atsumori y la princesa Tamaori. Kumagai, que ha dado
muerte a Atsumori, se siente consternado por la fugacidad de las cosas
terrenas y se hace monje. Cuando vuelve a la escena del combate, con
el propósito de recitar una oración fúnebre, ve unas flores de
adormidera esparcidas sobre la tumba de Atsumori. Suena la flauta que
solía tocar Atsumori y aparece el espíritu de Atsumori, que le pide que
haga ofrenda de su flauta en el templo de Kurotani. Entonces aparece
también el espíritu de la princesa Tamaori, quien expresa el deseo de
que las rojas flores de adormidera esparcidas sobre la tumba sean
ofrecidas a Buda.

jueves, septiembre 20, 2012

TRAFICO

 

   

 

     GAGA  

 

JORGE LUIS BORGES
OBRAS COMPLETAS            732

Para los europeos y americanos,
hay un orden —un solo orden— posible: el que antes llevó el
nombre de Roma y que ahora es la cultura del Occidente. Ser
nazi (jugar a la barbarie enérgica, jugar a ser un viking, un tártaro,
un conquistador del siglo xvi, un gaucho, un piel roja)
es, a la larga, una imposibilidad mental y moral. El nazismo
adolece de irrealidad, como los infiernos de Erígena. Es inhabitable;
los hombres sólo pueden morir por él, mentir por él, matar
y ensangrentar por él. Nadie, en la soledad central de su yo, puede
anhelar que triunfe. Arriesgo ésta conjetura: Hitler quiere ser
derrotado. Hitler de un modo ciego, colabora con los inevitables
ejércitos que lo aniquilarán, como los buitres de metal y el
dragón (que no debieron de ignorar que eran monstruos) colaboraban,
misteriosamente, con Hércules.

VLADIMIR NABOKOV
Cuentos completos             732

Su excesiva familiaridad con la cocaína le había destrozado la mente; las pequeñas llagas del
interior de su nariz le empezaban a comer el tabique nasal.
Cuando reía, sus dientes relampagueaban en un estallido blanco, y gracias a esta
sonrisa de marfil ruso se había granjeado las simpatías de los otros dos camareros,
Hugo, un berlinés rubio y fuerte, encargado de cobrar las comidas, y el pelirrojo
Max, de nariz afilada y aspecto de zorro, cuyo cometido era llevar el café y la
cerveza a los distintos compartimientos. En los últimos tiempos, sin embargo, Luzhin
sonreía menos.
En las horas de recreo cuando las olas cristalinas de la droga estallaban contra él,
penetrando sus pensamientos con su resplandor y transformando la menudencia
más mínima en un milagro etéreo, anotaba con esfuerzo en una hoja de papel las
distintas medidas que pensaba tomar para averiguar el paradero de su mujer.
Mientras emborronaba las cuartillas con todas esas sensaciones todavía felizmente
vivas, sus anotaciones le parecían sobremanera importantes y también correctas.

Por la mañana, sin embargo, cuando la cabeza le estallaba y la camisa se le ceñía
pegajosa al cuerpo, miraba con expresión de asco y aburrimiento sus notas confusas
y su letra irregular. Recientemente, sin embargo, una nueva idea había venido a
ocupar sus pensamientos. Empezó a elaborar con diligencia un plan para su muerte;
dibujaba una especie de gráfico en el que indicaba los altos y bajos de su sentido
del miedo; y por fin, como para simplificar las cosas, se ponía una fecha fija, la
noche entre el primer y el segundo día de agosto. Lo que le interesaba no era tanto
la muerte misma sino todos los detalles que la precedían, y se metía tanto en los
detalles que la muerte misma se le olvidaba.

OBRAS COMPLETAS – FRANZ KAFKA   732

No vive por su existencia personal, no piensa en razón de su propio pensamiento. Es como si viviera y pensara bajo la presión de una familia para la cual, a pesar de ser enormemente rica en energías vitales y de pensamiento, él constituye una necesidad, en virtud de una ley desconocida. Por esta familia y por estas leyes desconocidas es imposible despedirlo.

El pecado original, la vieja culpa del hombre, consiste en el reproche que formula y en que reincide, de haber sido él la víctima de la culpa y del pecado original.

Frente a las vitrinas de Cassinelli dos niños bien vestidos (un niño de unos seis años y una niña de siete), hablaban de Dios y del pecado. Me detuve tras ellos. La niña, tal vez católica, sólo consideraba pecado mentir a Dios. El niño, quizá protestante, preguntaba empecinado qué era entonces mentir a los hombres o robar.

–También un enorme pecado –dijo la niña–, pero no el más grande. Sólo los pecados contra Dios son los verdaderamente grandes; para los pecados contra los hombres tenemos la confesión. Si me confieso, aparece el ángel a mis espaldas; pero si peco aparece el diablo, aunque no se lo vea.–Entonces la niña, como cansada de tanta seriedad, se volvió y dijo en broma: –¿Ves? No hay nadie detrás de mí.

El niño, a su vez, se volvió y me vio.

–¿Ves? –dijo sin tener en cuenta que yo lo oía–, detrás de mí está el diablo.

 

James Joyce
Ulises                 437    732-437=295

BELLO
(satírico) Por el día pondrás a remojo y restregarás nuestra ropa interior maloliente también cuando nosotras
las señoras nos sintamos indispuestas, y fregarás nuestros retretes con el vestido remangado y un paño
de cocina atado a la cola. ¿Verdad que estará muy bien? (le coloca un anillo de rubí en el dedo) ¡Vamos,
aquí tienes! Con este anillo me convierto en tu dueño. Di, gracias, ama.
BLOOM
Gracias, ama.
BELLO
Harás las camas, me prepararás la tina, vaciarás los orinales de todas las habitaciones, incluyendo el de la
vieja Mrs. Keogh la cocinera, uno de color rojizo. Ah, y enjuágalos bien los siete, oye, o te los vas a relamer
como si fuera champán. Calentitos. ¡Venga! Estarás a lo que te manden o te sermonearé por tus fechorías,
Miss Ruby, y te daré una buena zurra en el pompi, señorita, con el cepillo del pelo. Se te enseñará lo
equivocado de tus modales. Por la noche tus bien hidratadas manos empulseradas llevarán guantes de cuarentaitrés
botones recién empolvados de talco y con las puntas de los dedos delicadamente perfumadas. Por
tales favores caballeros de tiempos atrás dieron sus vidas. (ríe entre dientes) Mis chicos estarán tremendamente
encantados de verte hecha toda una dama, el coronel, sobre todo, cuando vengan aquí la noche antes
de la boda para hacerle mimitos a mi nueva atracción de tacones dorados. Primero te probaré yo mismo. Un
hombre que conozco del oficio que se llama Charles Alberta Marsh (estaba con él en la cama hace un momento
y con otro señor de la secretaría del Ministerio de justicia) está buscando muchacha para todo a precio
de ganga. Saca el pecho. Sonríe. Deja caer los hombros. ¿Qué ofertan? (señala) Por este lote. Entrenada
por el dueño para atraer y gozar, banasto en la boca. (se desnuda el brazo y lo hunde hasta el codo en la
vulva de Bloom) ¡Aquí no hacéis pie! ¿Qué me decís, chicos? ¿Os la pone eso tiesa? (le mete el brazo en la
cara a un postor) ¡Venga, mojad la cubierta y limpiadla bien!

Haruki Murakami 1Q84   683    732-683=49

El cuerpo de Miyama se quedó yerto y, poco a poco, fue perdiendo fuerza. Como
cuando una pelota de baloncesto se desinfla. Manteniendo la presión del dedo índice
sobre el punto en la nuca del hombre, lo tendió boca abajo sobre el escritorio. Tenía la
cara apoyada sobre los documentos, a modo de almohada, y el resto del cuerpo
tendido de costado en el escritorio. Los ojos estaban abiertos, aún con expresión de
sorpresa. Parecía que había sido testigo en el último momento de algo enigmático e
inaudito. No se percibía miedo, ni dolor. Tan sólo puro asombro. Algo anormal había
sucedido en su cuerpo. Pero no podía comprender de qué se trataba. Desconocía si era dolor, picazón, placer o algún tipo de revelación. En el mundo existen diversas
maneras de morir, pero probablemente no existiese ninguna tan placentera.
«Tal vez sea una muerte demasiado placentera para alguien como tú», pensó
Aomame frunciendo el ceño. «Ha sido demasiado sencillo. Quizá debería haberte
partido dos o tres costillas con un hierro cinco, infligirte bastante dolor y después
darte el golpe de gracia. Ésa es la muerte de perro idónea para un hijo de puta. Eso
fue lo que le hiciste a tu mujer. Desgraciadamente, yo no tenía otra elección. La
misión que me habían encomendado era enviarte al infierno en secreto, de manera
rápida, pero certera. Y ahora he ejecutado mi misión. Hace un minuto este hombre
estaba vivito y coleando. Ahora está muerto. Sin haberse dado cuenta siquiera, ha
franqueado el umbral que separa la vida de la muerte.»

¿DONDE SE FUE LA VACA?

                                                           

               

           

 

                                                           

JORGE LUIS BORGES
OBRAS COMPLETAS   175

Saltarín como era el azuleño, resultaba inalcanzable para el
facón de su rival, prolongándose la lucha en perjuicio de Wenceslao.
Desde arriba de la parva un peón de Doña Hipólita, eme
había cerrado la puerta de su pulpería en vista del cariz de la
cuestión, presenciaba atemorizado las alternativas de la pelea.
Resuelto Wenceslao a obtener una decisión, descubrió su guardia
ofreciendo su brazo izquierdo protegido por el poncho que tenía
arrollado. Cayó como el rayo el del Azul con un terrible hachazo
descargado sobre la muñeca de su contrincante al tiempo que la
punta aguzada del facón de Wenceslao lo alcanzaba en un ojo.
Un alarido salvaje rasgó el silencio de la pampa, y el azuleño puesto
en fuga se refugió tras la sólida puerta de la pulpería mientras
Wenceslao pisaba su mano izquierda sostenida por una tira
de piel y de un tajo- la separaba del brazo, metía el muñón en
la pechera de su blusa y corría tras del fugitivo, rugiendo como
un león y reclamando su presencia para continuar la lucha

VLADIMIR NABOKOV
Cuentos completos      175

Erwin se inclinó, besó su gran guante negro, que cubría cinco dedos extendidos y
con una tosecita se metió en la oscuridad. Caminó con esfuerzo, le dolían las piernas
y le agobiaba pensar que al día siguiente era lunes y que le costaría mucho
levantarse de la cama.

Sura 5 Al-Ma’ida (El Ágape)              175

(11) ¡Oh vosotros que habéis llegado a creer! Recordad las bendiciones que Dios os dispensó
cuando una gente [enemiga] estaba a punto de poneros las manos encima20 y Él contuvo
sus manos. Manteneos, pues, conscientes de Dios: y que en Dios pongan los creyentes su
confianza.

RUIZ ZAFON CARLOS-EL PRISIONERO DEL CIELO  175

Me comentaba Oswaldo que el otro día atendió usted a un caballero mayor, cojo y bastante cascado al que le faltaba una mano y algunos dedos de la otra...

—Lo recuerdo. A los mancos siempre los recuerdo. Por lo cervantino, ¿sabe?

—Claro. ¿Y podría decirme cuál fue el asunto que le trajo aquí?

Luisito se agitó en su silla, incómodo con el giro que había tomado la conversación.

—Mire, esto es casi como un confesionario. La confidencialidad profesional prima ante todo.

 

2012-08-30 11.33.02                       

miércoles, septiembre 19, 2012

MINUTO DE GLORIA

 

    

Robert Graves
La Diosa Blanca  206   212-206=6

El fantasma o rival aparece con frecuencia en las pesadillas junto al lecho como el espectro alto, delgado y
de aspecto siniestro, o Príncipe del Aire, que trata de arrojar al durmiente por la ventana,
de modo que mira hacia atrás y ve que su cuerpo yace todavía rígido en la cama; pero él
adopta otras innumerables formas malévolas, diabólicas o de serpiente.La Diosa es una mujer bella y esbelta con nariz ganchuda, rostro cadavérico,
labios rojos como bayas de fresno, ojos pasmosamente azules y larga cabellera rubia; se
transforma súbitamente en cerda, yegua, perra, zorra, burra, comadreja, serpiente,
lechuza, loba, tigresa, sirena o bruja repugnante. Sus nombres y títulos son
innumerables. En los relatos de fantasmas aparece con frecuencia con el nombre de «La
Dama Blanca», y en las antiguas religiones, desde las Islas Británicas hasta el Cáucaso,
como la «Diosa Blanca». No recuerdo poeta auténtico alguno, desde Homero en
adelante, que no haya registrado independientemente su experiencia de ella. Se podría
decir que la prueba de la visión de un poeta es la exactitud de su descripción de la Diosa
Blanca y de la isla en la que gobierna. El motivo de que los pelos se ericen, los ojos se
humedezcan, la garganta se contraiga, la piel hormiguee y la espina dorsal se
estremezca- cuando se escribe o se lee un verdadero poema, es que un verdadero poema
es necesariamente una invocación de la Diosa Blanca, o Musa, la Madre de Toda Vida,
el antiguo poder del terror y la lujuria, la araña o la abeja reina cuyo abrazo significa la
muerte.

  

JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAS     218

la tiniebla y la luz habían coexistido siempre, ignorándose, y cuando se vieron al
fin, la luz apenas miró y se dio vuelta, pero la enamorada oscuridad se apoderó de su reflejo o recuerdo, y ese fue el principio
del hombre.

 

 

      

JAMES JOYCE
ULISES                 218

Otra vez: un gol. Estoy entre ellos, entre
el encarnizamiento de sus cuerpos trabados en
lucha entremezclada, el torneo de la vida.
¿Quieres decir aquel patizambo nene de su
mamá que parece estar ligeramente
descompuesto? Torneos. Los rebotes sacudidos
del tiempo: sacudida por sacudida. Torneos,
fango y fragor de batallas, los vómitos helados
de los degollados, un grito de alcayatas de
lanzas cebándose en los intestinos
ensangrentados de los hombres

UN RESPETO

Sura 6. Al-Anaam (El Ganado)    218

(108) Pero no insultéis a aquellos [seres] a los que invocan en lugar de Dios,92 no sea que
por despecho insulten ellos a Dios, sin tener conocimiento: pues hemos hecho aparecer gratas
a cada comunidad sus propias obras.93 En su momento, [sin embargo,] habrán de regresar a su
Sustentador: y entonces Él les hará entender [realmente] todo lo que hacían.

92 Esta prohibición de insultar a aquello que otros consideran sagrado --aún en contravención del principio
de la unidad de Dios-- está expresado en plural y va dirigido, por tanto, a todos los creyentes. Así pues,
aunque los musulmanes tienen la obligación de argumentar en contra de las falsas creencias de otros, les
está prohibido insultar a los objetos de tales creencias, porque ofenderían con ello los sentimientos de sus
semejantes que están en el error.

93 Lit., “así hemos hecho aparecer excelentes...”, etc., dando a entender que es connatural al hombre considerar
aquellas creencias que le han sido inculcadas desde la infancia como las únicas verdaderas y posibles
--por ello, cualquier argumentación contraria a tales creencias a menudo provoca en él una reacción
psicológica hostil.

 

VLADIMIR NABOKOV
Cuentos completos   218

Una extraña parálisis se apoderó de Anton Petrovich. Totalmente inconsciente de
lo que hacía, se subió al vagón, se sentó junto a la ventana, se quitó el sombrero
para después volvérselo a poner. Tuvo que ponerse en marcha el tren y empezar a
moverse para que su cerebro volviera a funcionar de nuevo, y en aquel instante le
embargó esa desagradable sensación que se tiene en los sueños, cuando dentro de
un tren sin lugar de procedencia ni destino, nos damos cuenta de pronto de que
vamos viajando prácticamente sin ropa, sólo con los calzoncillos puestos.
—Están en el vagón de al lado —dijo Mityushin, sacando una pitillera—. ¿Por qué
tienes que estar bostezando todo el tiempo, Anton Petrovich? Me pone la carne de
gallina.
—Siempre bostezo por la mañana —contestó melancólico Anton Petrovich.
Pinos, pinos, pinos. Una pendiente de arena. Más pinos. Una mañana tan hermosa...
—Esa levita, Henry, no es lo más apropiado —dijo Mityushin—. Para decirlo
brutalmente, es un horror.
—Eso es asunto mío —dijo Gnushke.
Qué bonitos, esos pinos. Y ahora un destello de agua. De nuevo bosques. Qué
enternecedor, el mundo, qué frágil... Si consiguieras dejar de bostezar... me duele la
mandíbula. Si evitas el bostezo, los ojos se te llenan de lágrimas. Estaba sentado con
el rostro mirando a la ventana, escuchando las ruedas que batían al ritmo de
matadero... matadero... matadero...

La condición humana:  André Malraux    218

–Provisional –dijo el guardia.
Kyo comprendió que se le encarcelaría en la prisión de derecho común.
Desde que entró en la cárcel, aun antes de poder ver, quedó aturdido por el espantoso olor:
matadero, exposición canina, excrementos. La puerta que acababa de franquear, se abría hacia un
corredor, semejante al que abandonaba; a derecha e izquierda, hasta todo lo alto, enormes barrotes
de madera. En las jaulas de madera, hombres. En el centro, el guardián, sentado ante una mesita,
sobre la cual había un látigo: mango corto y correa de la anchura de la mano, de un dedo de gruesa
–un arma.
–Quédate ahí, hijo de chancho –dijo.
El hombre, habituado a la sombra, escribía su filiación. A Kyo le dolía aún la cabeza, y la
inmovilidad le produjo la sensación de que iba a desmayarse. Se adosó a los barrotes.
–¿Cómo, cómo, cómo le va? –gritaron, detrás de él.
Voz inquietadora, como la de un papagayo, pero voz de hombre. El lugar estaba demasiado
sombrío para que Kyo distinguiese un rostro; no veía más que unos dedos enormes crispados
alrededor de los barrotes –no muy lejos de su cuello–. Detrás, acostados en unos compartimientos o
de pie, se agitaban unas sombras, demasiado largas: unos hombres, como gusanos.
–Podría irme mejor –respondió, apartándose.
–Cierra el pico, hijo de tortuga, si no quieres que te dé con la mano en la jeta –dijo el guardián.
Kyo había oído varias veces la palabra «provisional»; sabía, pues, que no permanecería allí
durante mucho tiempo. Estaba decidido a no oír los insultos, a soportar todo lo que pudiera ser
soportado; lo importante era salir de allí y reanudar la lucha. Sin embargo, experimentaba, hasta
producirle náuseas, la humillación que siente todo hombre ante un hombre del cual depende: era
impotente contra aquella inmunda sombra de látigo –despojado de sí mismo.

martes, septiembre 18, 2012

PALABROTAS

 

GALGOS-PODENCOS-QUIMERAS-CUNETAS-P.PREFERENTES-NIÑOS ROBADOS-RESCATE-OLVIDO.

                                                           

    

 

JAMES JOYCE
ULISES                     712

Él reposa, libre de
paternidad, habiendo legado ese patrimonio
místico a su hijo. Calandrino de Boccaccio fue el
primero y último hombre que se sintió preñado.
La paternidad, es el sentido del engendramiento
consciente, es desconocida para el hombre. Es
un patrimonio místico, una sucesión apostólica,
del único engendrador al único engendrado.
Sobre ese misterio, y no sobre la madona que el

astuto intelecto italiano arrojó al populacho de
Europa, está fundada la iglesia y fundada
inmutablemente, porque fundada, como el
mundo, macro y microcosmo, sobre el vacío.
Sobre la incertidumbre, sobre la improbabilidad.
Amor matris genitivo subjetivo y objetivo, puede
ser lo único cierto de esta vida. La paternidad
puede ser una ficción legal. ¿Quién es el padre
de hijo alguno que hijo alguno deba amarlo o él
a hijo alguno?
¿Adónde demonios quieres ir a parar?
Yo sé. Cállate. ¡Maldito seas! Tengo mis
razones.
Amplius. Adhuc. Iterum. Postea.
¿Estás condenado a hacer esto?
—Están separados por una vergüenza
carnal tan categórica que los anales criminales
del mundo, manchados con todos los incestos y
bestialidades, apenas registran su brecha. Hijos
con madres, padres con hijas, hermanas
lesbianas, amores que no se atreven a decir su

nombre, sobrinos con abuelas, presidiarios con
ojos de cerraduras, reinas con toros premiados.
El hijo no nacido aún daña la belleza: nacido
trae dolor, divide el afecto, aumenta la zozobra.
Es un varón: su crecimiento es la declinación de
su padre, su juventud la envidia de su padre, su
amigo el enemigo de su padre.
En la rue Monsieur—le—Prince lo pensé.
—¿Qué los une en la naturaleza? Un
instante de ciego celo.
¿Soy padre yo? ¿Si lo fuera?
Encogida mano incierta.
Saberio el Africano, el más sutil
heresiarca de todas las bestias del campo,
afirmaba que el Padre era Él mismo. Su Propio
Hijo. El bulldog de Aquino, para quien palabra
alguna será imposible, lo refuta. Bueno: si el
padre que no tiene un hijo no es el padre,
¿puede el hijo que no tiene un padre ser un hijo?
Cuando Rutlandbaconsouthamptonshakespeare
u otro poeta del mismo nombre en la comedia de errores escribió Hamlet él no era simplemente el
padre de su propio hijo, sino que, no siendo más
un hijo, era y se sentía el padre de toda su raza,
el padre de su propio abuelo, el padre de su
nieto no nacido aún, quien por la misma razón
nunca nació porque la naturaleza, como el señor
Magee la entiende, detesta la perfección.
Los Eglintonojos, vivos de placer miraron
hacia arriba tímidamente brillantes. Mirando
alegremente, un regocijado puritano, a través de
la torcida eglantina.
Adula. Sutilmente. Pero adula.
—Él mismo su propio padre —Mulligan
hijo se dijo—. Espera. Estoy preñado. Tengo un
feto en el cerebro. ¡Palas Atenea! ¡Un drama! ¡El
drama es lo que importa! ¡Déjenme parir!
Ciñó su panzuda frente con ambas manos
para ayudar al parto.

 

                                                            

VLADIMIR NABOKOV
Cuentos completos       675   712-675=37

—No puedo seguir así —murmuró a la almohada, doblando las piernas desolado.
Se quedó quieto, tumbado de espaldas y mirando al techo, a los pálidos destellos
que habían penetrado en la habitación, tan cortantes como sus costillas.
Cuando cerró los ojos de nuevo, unas chispas silenciosas comenzaron a deslizarse
delante de él, y luego dieron paso a espirales transparentes que se iban
desenrollando sin cesar. Los ojos de nieve de Isabel y también su ardiente boca
destellaron a su paso, y luego, de nuevo volvieron las chispas y las espirales. Por un
momento su corazón se contrajo en un nudo lacerante. Luego, se relajó y dio un
fuerte latido.
No puedo seguir así, me voy a volver loco. Sin futuro, nada más que un muro negro.
No queda nada.
Tenía la impresión de que las serpentinas de colores se iban deslizando por su
rostro, crujiendo y rasgándose en jirones estrechos. De que las linternas japonesas
circulaban en ondas de colores por el parquet. Y él mismo estaba bailando,
avanzando un poco más.
Si tan sólo pudiera aflojarla, abrirla... Luego...
Y la muerte le pareció un sueño que planeaba, una caída complaciente. Sin
pensamientos, sin palpitaciones, sin dolor.
Los rayos de luna que formaban vigas en el techo se habían desplazado
imperceptiblemente. Unos pasos cruzaron silenciosos el pasillo, en algún lugar

chirrió una cerradura, se oyó un débil zumbido; y de nuevo, pasos, el murmullo y el
susurro de los pasos.
Eso quiere decir que el baile ha terminado, pensó Kern. Le dio la vuelta a su
almohada para ventilarla.
Ahora, todo era un inmenso silencio que gradualmente iba adquiriendo tonos
gélidos. Sólo se movía su corazón, tenso y pesado. Kern tanteó la mesilla, localizó la
jarra de agua, y bebió un trago directamente del pico de la jarra. Un chorro helado
le escaldó el cuello y la clavícula.
Empezó a pensar en métodos para conciliar el sueño. Se imaginó unas olas que se
montaban rítmicamente hacia la orilla de la costa. Y luego unas ovejas grises y
gordas que muy despacio iban saltando y cayendo por una cerca. Una oveja, dos,
tres...
Isabel está durmiendo en la puerta de al lado, pensó Kern. Isabel está despierta, y
lleva probablemente un pijama amarillo. El amarillo le sienta bien. Un color español.
Si rascara con las uñas la pared me oiría. Malditas palpitaciones...

Se quedó dormido justo en el momento en que había empezado a decidir si valía o
no la pena encender la luz y ponerse a leer un rato. Tengo una novela francesa ahí
encima del sillón. El cuchillo de marfil se desliza cortando las páginas. Una, dos...
Se despertó en mitad de la habitación; le despertó una sensación de terror
insoportable. El terror le había hecho saltar de la cama. Había estado soñando que
la pared contra la que se apoyaba su cama empezaba a derrumbarse despacio sobre
su cuerpo, y había saltado como una exhalación para librarse del desplome.
Kern encontró el cabecero al tacto y habría vuelto a la cama inmediatamente de no
haber sido por el ruido que oyó a través de la pared. De momento no sabía muy bien
de dónde procedía el ruido, y la misma acción de escuchar con atención hizo que su
conciencia, presta a deslizarse por las pendientes del sueño, recobrara
abruptamente la lucidez. El ruido se produjo de nuevo: un tañido vibrante, seguido
por la rica sonoridad de las cuerdas de una guitarra.

OBRAS COMPLETAS – FRANZ KAFKA  712

–¡Cómo, cazador Gracchus! ¿Hace siglos que viajas en esa lancha vieja?

–Hace mil quinientos años.

–¿Y siempre en este barco?

–Siempre en esta barca. Creo que ésta es la forma apropiada de llamarla. No sabes mucho de navegación, ¿no?

–No, nunca me ocupé de eso, hasta que no te conocí, hasta que no subí a tu barco.

–Nada de disculpas. Yo también soy de tierra adentro. No era marino, no quise serlo; mis amigos fueron el bosque y la montaña, y ahora soy el más viejo de los marinos, el cazador Gracchus, genio tutelar de los marineros, al que ora el grumete en las noches borrascosas, retorciendo las manos. No te rías.

–¿Reírme? De veras que no. Con gran agitación me paré ante la puerta de tu camarote, con gran agitación en mi corazón, entré. Tu natural amable me tranquiliza un poco, pero nunca podría olvidar de quién soy huésped.

–De acuerdo. De todas formas, soy el cazador Gracchus. ¿Quieres beber de mi vino? La marca me es desconocida, pero es denso y dulce; el patrón me atiende bien.

–Aún no, por favor. Estoy demasiado nervioso. Tal vez más adelante, si me toleras hasta entonces. Además no me atrevo a beber de tu vaso.- ¿Quién es el patrón?

–El dueño de la barca. Estos patrones son personas excelentes. Sólo que no los entiendo. Y no me refiero a la lengua, aunque a menudo

tampoco la entiendo. Pero eso es secundario. He aprendido tantos idiomas en el correr de los siglos que podría ser intérprete entre los hombres de la antigüedad y los contemporáneos. Sino que lo que no logro comprender son sus razonamientos. Quizá tú me los puedas explicar.

–No tengo muchas esperanzas. ¿Cómo podría yo enseñarte algo, si comparado contigo soy un niño de pecho?

–No; definitivamente no. ¿Me harías el favor de portarte de un modo un poco más seguro, más íntegro? ¿Qué hago con un huésped que es una sombra? Lo soplo por la escotilla, al agua. Necesito explicaciones diferentes. Tú que rondas por ahí, tal vez me las puedas dar.

   

Miguel de Cervantes
DON QUIJOTE DE LA MANCHA  707   712-707=5

 

    A nuestro aventurero todo cuanto pensaba,
veía o imaginaba, le parecía ser hecho y pasar al modo de lo que había leído,
luego que vio la venta se le representó que era un castillo con sus cuatro torres
y chapiteles de luciente plata, sin faltarle su puente levadiza y honda cava, con
todos aquellos adherentes que semejantes castillos se pintan.
Fuese llegando a la venta que a él le parecía castillo, y a poco trecho de ella
detuvo las riendas a Rocinante, esperando que algún enano se pusiese entre las
almenas a dar señal con alguna trompeta de que llegaba caballero al castillo.
Pero, como vio que se tardaban y que Rocinante se daba prisa por llegar a la
caballeriza, se llegó a la puerta de la venta y vio a las dos distraídas mozas que
allí estaban, que a él le parecieron dos hermosas doncellas o dos graciosas
damas que delante de la puerta del castillo se estaban solazando. En esto sucedió
acaso que un porquero, que andaba recogiendo de unos rastrojos una
manada de puercos, que, sin perdón, así se llaman, tocó un cuerno, a cuya
señal ellos se recogen, y al instante se le representó a don Quijote lo que deseaba,
que era que algún enano hacia señal de su venida; y así, con extraño contento,
llegó a la venta y a las damas. Las cuales, como vieron venir un hombre
de aquella suerte armado, y con lanza y adarga, llenas de miedo se iban a
entrar en la venta; pero don Quijote, coligiendo por su huida su miedo, alzándose
la visera de papelón y descubriendo su seco y polvoroso rostro, con gentil
talante y voz reposada les dijo:
—Non fuyan1100 las vuestras mercedes ni teman desaguisado alguno, ca a la
orden de caballería que profeso non toca ni atañe facerle a ninguno, cuanto
más a tan altas doncellas como vuestras presencias demuestran

lunes, septiembre 17, 2012

CANTE

 

 

SURA 39
As-Sumar (Las Multitudes)             727

(3) ¿No es a Dios, solo, a quien es debida la fe sincera?
Y, no obstante, quienes toman a otros por protectores en vez de a Dios [suelen decir]:
“No los adoramos sino para que nos acerquen a Dios.”1
Ciertamente, Dios juzgará entre ellos2 [el Día de la Resurrección] sobre todo aquello en
lo que discrepan [de la verdad]: ¡ pues, realmente, Dios no guía a quien se empeña en mentir[-
se a sí mismo3 ] y es tercamente ingrato!


1 Esto se refiere no sólo al culto a los santos, ángeles y personas “deificadas”, propiamente dicho, sino
también al de sus representaciones simbólicas (estatuas, cuadros, reliquias, etc.) y, en el caso de personalidades
ya fallecidas, de sus tumbas, reales o supuestas. Dado que todas estas prácticas están basadas en la
esperanza del devoto de obtener una “mediación” entre él y Dios, chocan claramente con el concepto de
Su omnipotencia y justicia, y son, por tanto –aunque se encuentren muy extendidas—rechazadas por
completo en el Qur’án
.

          

VLADIMIR NABOKOV
Cuentos completos    675  727-675=52

Hoy tengo el alma llena de gladiadores, de sol, del ruido del mundo...
Bajamos por una amplia escalera y llegamos a una cámara bajo tierra, alargada,
oscura. Las baldosas resuenan vibrantes bajo nuestras pisadas. Las figuras de unos
pecadores ardiendo adornan las paredes grises. En la distancia, los truenos negros
se hinchan en pliegues de terciopelo. Todo estalla a nuestro alrededor. Corremos,
como si esperáramos a un dios. Estamos encerrados dentro de un brillo de cristal.
Adquirimos velocidad. Nos precipitamos a una sima negra y corremos en un
estruendo seco hasta las profundidades bajo tierra, colgados de cinchas de cuero.
Con una detonación las lámparas ámbar se extinguen por un segundo durante el

cual unos glóbulos frágiles se queman en luz cálida en la oscuridad —los ojos
saltones de los demonios o quizás los puros de nuestros compañeros de viaje.
Vuelven las luces. Mira, mira allí, el hombre alto del abrigo negro junto a la puerta
de cristal del coche. Apenas reconozco aquel rostro estrecho, amarillento, el grueso
puente de su nariz. Labios finos apretados, el surco atento entre las tupidas cejas,
escucha una explicación que está dando otro hombre, pálido como una máscara de
escayola, con una pequeña barba esculpida, circular. Estoy seguro de que están
hablando en terza rima. Y tu vecina, aquella señora con aquel abrigo pálido sentada
con los ojos bajos: ¿podría ser la Beatriz de Dante? Emergemos del malsano y
húmedo infierno de nuevo a la luz del sol. El cementerio está lejos, en las afueras.
Los edificios son cada vez más escasos. Hay vacíos entre los mismos, de un verde
apagado. Me acuerdo del aspecto de esta ciudad en los grabados antiguos.

 

       0000411000

James Joyce
Ulises                437*2=874-727=147

-Siete días en la cárcel, dijo Ben Dollard, a pan y agua. Entonces cantarías, Simon, como un tordo de jardín.
Lionel Simon, cantante, reía. El Padre Bob Cowley tocaba. Mina Kennedy servía. Segundo caballero pagaba.
Tom Keman entraba contoneándose. Lydia, admirada, admiraba. Pero Bloom mudo cantaba.
Admirando.
Richie, admirando, peroraba sobre la gloriosa voz de aquel hombre. Recordaba una noche hace mucho.
Jamás olvidaría aquella noche. Si cantó Fue rangoyfama: en casa de Ned Lambert fue. Dios Santo jamás él
oyó nada parecido en toda su vida una nota como ésa jamás él entonces infiel habremos de separarnos tan
clara tan oh Dios jamás él oyó ya que amor no hay en ti una voz tan fastuosa no hay en ti pregúntele a
Lambert él se lo podrá contar también.
Goulding, un sonrojo forcejeando en su pálido, contaba a Mr. Bloom, rostro de la noche, Si en casa de
Ned Lamben, casa Dedalus, cantó Fue rango y fama.
Él, Mr. Bloom, escuchaba mientras él, Richie Goulding, le contaba, a Mr. Bloom, de la noche que él,
Richie, le oyó a él, Si Dedalus, cantar Fue rangoyfama, en la de él, en la casa de Ned Lambert.
Cuñados: parientes. Jamás nos hablamos cuando nos cruzamos. La grieta que hunde el barco creo. Lo
menosprecia. ¿Ves? Lo admira aún más. La noche que Si cantó. La voz humana, dos minúsculas cuerdas
sedosas, maravillosas, más que todo lo demás.
Esa voz era un lamento. Más reposada ahora. Es en el silencio cuando sientes que oyes. Vibraciones.
Ahora aire silencioso.

Enrique Vila-Matas
Dublinesca                   328*3=984-727=257

Al abrirse la puerta del local, llega a sus oídos Walk
on the wild side, la canción que siempre le evoca Nueva
York. Sus amigos están ya saliendo del pub y parece que
trasladan su jarana a la calle. Pronto notan todos que ha
bajado la temperatura y que será cuestión de buscar
taxis y regresar al centro. La niebla oculta ya las verjas
del cementerio, del que aún salen visitantes.
La mirada de Riba revolotea entre los presentes y se
detiene en un grupo que no es del pub sino del camposanto.
Cerca de esa gente, como surgiendo de la nada,
aparece un tipo alto y desgarbado, solitario. No va con
nadie. ¿De dónde diablos ha salido? Es el mismo tipo que
vio esta mañana en la Meeting House. Se parece a Samuel
Beckett cuando era joven. Gafas redondas de concha.
Cara huesuda y enjuta. Ojos de águila, de pájaro que vuela
alto, que lo ve todo, incluso de noche. Se cubre con una
desastrada gabardina beige y mira a Riba con atención
intensa, como si estuviera sintiendo que vuela su espíritu,
y también como si no quisiera contagiar cierta oscura infelicidad
que se desprende de su cara de pájaro.