martes, octubre 14, 2014

¿COMO SALIR DE AQUI?






                       



Hacen una resonancia magnética y se olvidan al paciente dentro


“Métase dentro y cuente hasta cien”, le dijeron antes de entrar en la máquina. Y así hizo. Pero nadie acudió a por él. Ni siquiera cuando la cuenta alcanzó varias veces la centena convenida.
RESCATADO POR LOS BOMBEROS Y LA POLICÍA
Asustado, el paciente salió de la máquina y, para su sopresa, no solo le habían olvidado dentro de la máquina sino que el centro había cerrado sus puertas. Tuvo que llamar a los bomberos y la policía para que le sacasen del centro médico.  
                                       

El primer escaneo de Tutankamón

“La muerte tocará con sus veloces alas al que moleste al Faraón muerto”. Una frase supuestamente inscrita en la tumba de Tutankamón, que nunca se encontró y que echó a rodar la leyenda…
Sí, el misterioso fallecimiento de varias decenas de personas unidas o no al hallazgo de la catacumba del joven Tut, a su desenterramiento y a otras acciones vinculadas dio a la luz la tan citada Maldición de Tutankamón, uno de los grandes enigmas de la egiptología vinculado con el niño que ascendió al trono en 1333 a.C a la edad de 9 años y que reinó hasta poco antes de su muerte ocurrida entre 1325 y 1322 a.C.
Múltiples investigaciones han sido realizadas en torno al joven rey.
En el 2005, conocido por algunos como el “año de Tutankamón” se inició el proyecto que permitiría estudiar su momia por primera vez con la Tomografía Axial Computarizada. Esta moderna técnica biomédica permite obtener y disponer de cientos de imágenes multifocales, es decir de radiografías de corte transversal que al ser procesadas por computación ofrecen una imagen tridimensional del objeto en estudio. Es como si cortásemos un cuerpo en finísimas láminas con una enorme ventaja: la información que aporta.
En el contexto del “Proyecto de las Momias Egipcias”, que se inició con la ejecución de expertos locales y posteriormente con la participación de investigadores foráneos, se realizó la tomografía en el Valle de los Reyes, en Luxor, y una vez más la momia de Tutankamón se extrajo de su tumba, se colocó en un equipo portátil y se sometió a un exhaustivo escaneo.






                                                          
                   



EN LAS NUBES NO HAY CHATARRA.





Tot

Dyehuthy (en egipcio ḏḥwty, en griego Tot [Θωθ ]) es el dios de la sabiduría, la escritura, la música, los conjuros, hechizos mágicos y símbolo de la Luna en la mitología egipcia. También se puede ver escrito como ThotToth o Thoth.Hombre con cabeza de ibis, una pluma y la tablilla de escriba celestial para anotar los pensamientos, palabras y actos de los hombres y pesarlos en su balanza. También fue representado como babuino. Llevaba el Ank en una de sus manos.Tot está considerado dios de la sabiduría y tenía autoridad sobre todos los dioses. También fue el inventor de la escritura, patrón de los escribas, de las artes y las ciencias. Como dios de la escritura, era el inventor de todas las palabras, del lenguaje articulado.
Era un dios lunar medidor del tiempo, y el que estableció el primer calendario y por eso el primer mes llevaba su nombre. Creó los cinco días Heru Renpet(epagómenos), quitándolos de la luminosidad de Jonsu, que simbolizaba la Luna. Estos nuevos días permitieron a Nut parir cinco hijos, los cuales fueron: Osiris,HorusSethIsis y Neftis. Pues Ra le había impedido tenerlos en cualquier día del año.
Tot desempeña el oficio de escribano sagrado, ya que documenta los hechos en la sala de las Dos Verdades. Es el registrador y el juez. En el panteón egipcio asistía al pesaje de las «almas» en una balanza, el juicio de Osiris.
También fue considerado el arquitecto que conocía los trazados y trayectorias de todas las cosas, el señor de los inventores y de la sabiduría. Estaba relacionado con la música como inventor de la lira.Su nombre "El de Dyehut", refería al XV nomo del Bajo Egipto. Recibió el epíteto de "Regulador de las crecidas de las aguas", el de "Toro de las estrellas" por representar los poderes mentales de Ra; también fue llamado "Atón de plata" en el periodo Tardío, el sol de la noche.


 Yasunari Kawabata
El rumor de la montaña   723
 A propósito, la mujer vino a verme —dijo Suzumoto, con aire de entrar en el meollo del asunto—, y me preguntó por esto —colocó un paquete envuelto en tela sobre la mesa—: máscaras. Máscaras de Noh[11]. Me pidió que las vendiera. Se me ocurrió venir a verte para que les echaras un vistazo.
—No soy un experto en máscaras. Para mí son como las tres grandes vistas. Sé que existen y que están en Japón, pero no he estado allí para verlas.
Eran dos cajas. Suzumoto sacó las máscaras de sus fundas.
—Esta es la máscara jido, según me dijeron, y esta es la máscara kasshiki. Ambas representan a niños.
—¿Esto es un niño?
Shingo cogió la máscara kasshiki por la cuerda de papel que iba de oreja a oreja.
—Tiene el cabello pintado. ¿Lo ves? Con la forma de una hoja de ginkgo. Es la marca de un joven que no ha alcanzado aún la mayoría de edad. Aquí están los hoyuelos.
—¿Sí? —Shingo la sostuvo a la distancia de su brazo extendido—. Tanizaki, mis gafas, por favor.
—No es necesario, está bien así. Dicen que hay que sostenerlas un poco más arriba del nivel de los ojos con el brazo extendido. Y que para hombres viejos como nosotros es mejor inclinarlas un poco hacia abajo y verlas difusamente.
—Se parece mucho a alguien que conozco. Es muy realista.
—Inclinar ligeramente hacia abajo una máscara de Noh se denomina «nublarla» —explicaba Suzumoto—, pues la máscara adquiere un aspecto melancólico; volverla hacia arriba es «iluminarla», pues su expresión se vuelve brillante y feliz. Dirigirla hacia la izquierda o hacia la derecha se designa como «usar» o «cortar» o algo por el estilo.
—Se parece a alguien que conozco —repitió Shingo—. Me resulta difícil ver que representa a un niño. Me parece más bien un joven.
—Los niños eran precoces en esa época. Y el rostro realista de un niño no sería adecuado para el Noh. Pero obsérvala con más atención, es un niño. Me dijeron que el jido es una aparición. Algo así como el símbolo de la eterna juventud.
Shingo fue inclinando la máscara según le indicaba Suzumoto. Esta llevaba el característico flequillo infantil.
—¿Por qué no te la quedas? —sugirió Suzumoto.
Shingo depositó la máscara sobre la mesa.
—Tú las compraste. Ella quería que las tuvieras tú.
—En verdad tiene cinco. Yo compré dos máscaras de mujer e hice que Unno se quedase con otra. Pensé que te gustaría conservar las demás.
—¿De modo que me tocan las sobras? Tú saliste ganando al comprar las máscaras de mujer primero.
—¿Las preferirías?
—¿Qué importa, si ya no están disponibles?
—Te las puedo traer si quieres. Me ahorro el dinero si te las quedas. Lo que sucedió es que sentí pena por ella por el modo en que Mizuta murió. No pude negarme. Aunque me dijo que estas eran mejores que las de mujer. ¿Acaso no te atrae la idea de la eterna juventud?
—Mizuta está muerto; y también Toriyama, que las observaba con tanto detenimiento en la casa de Mizuta. Tus máscaras provocan malestar.
—Pero la máscara jido es un símbolo de eterna juventud. ¿La idea no te impresiona?

OJOS.







VLADIMIR NABOKOV  LA DEFENSA  

Lo que con mayor claridad tenía ante sus ojos era el siguiente recuerdo (un tanto retocado por su imaginación de escritor): una sala brillantemente iluminada, dos hileras de mesas, tableros de ajedrez sobre las mesas, una persona sentada ante cada mesa y, a sus espaldas, los espectadores que se agolpan y estiran el cuello. Después entrar de prisa, sin mirar a nadie, un muchachito vestido como el zarevitz, con un elegante traje blanco de marinero. Se detiene ante cada tablero y hace una rápida jugada, o bien medita un instante inclinada la cabeza de rizada melena de color castaño dorado. Un observador que no supiera nada sobre el ajedrez simultáneo se sentiría de lo más perplejo al ver a aquellos hombres maduros, vestidos de negro, sentados gravemente ante tableros cubiertos por numerosas figuritas mientras un ágil chico vestido con elegancia, cuya presencia en aquel lugar es inexplicable, camina veloz de mesa en mesa en medio de un extraño y tenso silencio; es el único ser viviente que se mueve entre aquella gente petrificada.
El escritor Luzhin no advirtió el carácter estilizado de su recuerdo. Tampoco cayó en la cuenta de que había dotado a su hijo de rasgos más propios de un prodigio de la música que del ajedrez, y el resultado era a la vez morboso y angelical: ojos misteriosamente velados, cabello rizado y transparente palidez. Pero se encontraba ante ciertas dificultades: aquella imagen de su hijo, despojada de toda materia extraña y llevada hasta los límites de la ternura, tenía que redondearse con alguna clase de hábitos. De algo estaba seguro: no dejaría que el chico creciera, no le transformaría en la persona taciturna que algunas veces le visitaba en Berlín, respondía a sus preguntas con monosílabos, permanecía sentada con los ojos entrecerrados y después se marchaba tras dejar un sobre con dinero en el alféizar de la ventana.
Morirá joven —dijo en voz alta, paseándose intranquilo por la habitación alrededor de la máquina de escribir, cuyas teclas le observaban con pupilas de luz reflejada—. Sí, morirá joven; su muerte será lógica y muy conmovedora. Morirá en la cama, mientras juega su última partida.
Tanto le impresionó aquella visión, que lamentó la imposibilidad de comenzar a escribir el libro por el final. Pero ¿por qué tenía que ser imposible? Podría intentar... Comenzó a ordenar su pensamiento desde atrás, desde la tan conmovedora muerte hasta el vago origen de su héroe, pero luego lo pensó mejor y se sentó ante su escritorio para reflexionar de nuevo.