viernes, enero 11, 2008

LAS RATAS




Ratas de Nueva York
Tanto varones como hembras tienen relaciones sexuales 20 veces al día. Una pareja de ratas puede dar lugar a una familia de 50 en tan sólo seis meses

Alfons Luna
NUEVA YORK/AFP


Foto

Las ratas de Nueva York se mueven entre los bajos fondos y los fastos de Manhattan y se alimentan de restos de hamburguesas y patatas fritas cuando no están fornicando, explica Robert Sullivan en su libro "Ratas", resultado de un año de observación del mundo roedor.

"Las ratas han conquistado todo continente conquistado por los hombres, principalmente con la ayuda de los hombres", afirma este periodista neoyorquino en la introducción de su tercer libro "Rats: observations on the history & habitat of the city most unwanted inhabitants", pendiente de traducción al español.

Fue de la mano del hombre que la rata común o "rattus norvegicus", la especie predominante en la ciudad, desembarcó en Estados Unidos en plena guerra de la independencia (1776-1782).

"Mi teoría es que llegaron en los barcos de los mercenarios alemanes contratados por los ingleses", explicó Sullivan a la AFP.

La rata noruega --"el tipo que la bautizó tenía algún problema con Noruega", porque es una especie danesa, reveló el autor-- se asentó en Nueva York cuando los ingleses quemaron la ciudad antes de batirse en retirada.

Tras descubrir un callejón por el que merodeaban libremente, muy cerca de Wall Street, Sullivan empezó a apostarse cada noche en un rincón para seguir sus movimientos.

Sus observaciones, sumadas a la rica historia de la relación entre la Gran Manzana y las ratas, son la base de este ensayo.

El primer exterminador profesional de ratas de Nueva York y Estados Unidos fue Walter "tiro seguro" Isaacsen, que abrió un comercio en el barrio de Brooklyn en 1857.

El tamaño medio de un ejemplar adulto en la ciudad es de unos 40 centímetros de la cola a la cabeza y su peso es de 400 gramos, si bien los exterminadores municipales se topan a menudo con individuos de medio metro y 800 gramos.

Las ratas son noctámbulas y aunque la "norvegicus" no tiene una vista sobresaliente, sustituye esta carencia con un olfato prodigioso.

Un ejemplo de ello es que suele atacar a los niños en la cara porque es capaz de oler los restos de comida que suelen adornar sus comisuras.

Se estima que el 26% de todas las rupturas de cables eléctricos y el 18% de las averías en cables telefónicos son causados por mordeduras de los roedores.

Según un estudio citado por Sullivan, el 25% de los incendios de origen desconocido son causados por ratas.

Las ratas suelen merodear por estaciones de metro próximas a hamburgueserías y otros restaurantes de comida rápida a la caza de patatas fritas y otros restos que la gente deja tras de sí o tira al suelo.

Morir como rata en la gran ciudad

Al igual que a los humanos, Nueva York ofrece a las ratas un amplio repertorio de formas de morir: desde el atropello a los disparos --Sullivan descubrió que son muchos los que se dedican a cazar ratas a tiros--, pasando por el más convencional bastonazo en la cabeza cuando asoman por el inodoro.

La primera causa de muerte entre los bichos es la ingestión de veneno y la más sobredimensionada es la del gato cazador. Los gatos, afirma Sullivan en el libro, comen ratones, pero "difícilmente atacarán a ratas adultas, una rata adulta repelería fácilmente el ataque de un gato".

Sin embargo, Sullivan es pesimista sobre la suerte de la batalla contra las ratas. Para él no se trata de una cuestión de veneno, sino de "no generar basura, y eso es algo que nos cuesta a los humanos".

Eso sin contar con la capacidad extrema de resistencia del enemigo, ese animal "asqueroso" y que "casi todo el mundo odia", "porque se alimenta de nuestra basura, asoma furtivamente desde nuestros sótanos y vive en lugares que nos parecerían chocantes".

"Las ratas de Nueva York", continuó en la entrevista, "son como las de las grandes ciudades, sobreviven contra todo pronóstico" y en ello juegan un papel esencial sus enormes dotes reproductivas.

"Si las ratas no están comiendo, entonces están normalmente practicando el sexo", dice el libro.

En definitiva, afirmó Sullivan, "pensamos en las ratas como intrusos, cuando en realidad son nuestros vecinos más próximos".

Las ratas son "como el sumum de los inmigrantes", comparó el escritor, "no importan a nadie, tienen que vivir en los peores sitios, apañárselas para comer, y son tratadas sin respeto".


EL LIBRO DEL CORDERO


CAPITULO V------------------------LA RATA----------------------------pag.221

(1) ¡Trscrsrr! Un ruido de pedregullo. Espera.

Párate.

Miró abajo atentamente dentro de una

cripta de piedra. Algún animal. Espera. Ahí va.

Un obeso ratón gris salió gateando a lo

largo de la cripta removiendo el pedregullo. Un

veterano: bisabuelo: conoce las vueltas. El gris

viviente se aplastó bajo el plinto, retorciéndose.

Buen escondite para un tesoro.

¿Quién vive allí'? Yacen los restos de

Roberto Emery. Roberto Emery fue enterrado

aquí a la luz de las antorchas, no fue así? Lo

hizo a su modo. Ya desapareció la cola.

Uno de estos tíos terminaría pronto con

un tipo. Roería hasta dejar los huesos limpios

quienquiera que fuese. Carne corriente para

ellos. Un cadáver es carne echada a perder.

Bueno, ¿y qué es el queso? Cadáver de la leche.

Leí en esos Viajes en la China que los chinos

dicen que un hombre blanco huele como un

cadáver. Mejor la cremación. Los sacerdotes


están completamente en contra. Trabajan para

otra firma. Quemadores al por mayor y

negociantes de hornos holandeses. Tiempos de

peste. Las fosas de fiebre de cal viva para

devorarlos. Cámara letal. Cenizas a las cenizas.

O enterrado en el mar. ¿Dónde está esa torre del

silencio de los guebros? Comido por los pájaros.

Tierra, fuego, agua. Dicen que lo más agradable

es ahogarse. Se ve toda la vida en un relámpago.

Pero ser devuelto a la vida ya es otra cosa. No

puede enterrárselos en el aire, sin embargo.

Desde una máquina voladora. ¿Se corre la voz

cuando cae uno nuevo? Comunicación

subterránea. Aprendimos eso de ellos. No me

sorprendería. Un verdadero banquete para ellos.

Las moscas vienen antes de que esté muerto del

todo. Les llegó la brisa de Dignam. No les

importaría el olor. Papilla blanca como sal,

desmoronándose, de cadáver; huele, tiene gusto

a nabos blancos crudos.

(2) Yo estaba terriblemente cansado; pero, sin darme cuenta de lo que había alterado el curso de mis pensamientos, dejé de sentir aversión por la labor que me imponían. Inexplicablemente me sentía lleno de interés... de excitación. Quizá hubiera algo en la extravagante conducta de Legrand, algo de premonición o de seguridad, que me impresionaba. Cavé tesoneramente y más de una vez me sorprendí pensando —con algo que tenía mucho de esperanza— en el tesoro imaginario cuya visión había enloquecido a mi infortunado compañero. En el momento en que esas fantasías me dominaban con mayor violencia, y cuando llevábamos más de una hora trabajando, los violentos ladridos del perro volvieron a interrumpirnos. La primera vez su conducta había nacido de un caprichoso deseo de jugar, pero ahora advertimos en sus ladridos un tono de profunda inquietud. Cuando Júpiter trató de embozalarlo nuevamente opuso una furiosa resistencia y, saltando al agujero, cavó frenéticamente la tierra con sus patas. Segundos más tarde ponía en descubierto una masa de huesos humanos que formaban dos esqueletos completos, entre los cuales se advertían varios botones metálicos y aparentes restos de lana podrida. Uno o dos golpes de pala sacaron a la superficie un ancho cuchillo español; seguimos cavando y descubrimos tres o cuatro monedas de oro y de plata.

(3) —Esto no es más que el canto introductorio, ¿qué es la Crónica de las tinieblas? —le pregunto

dejando de deambular por la habitación.

Me explica que esta obra es una recopilación de cantos funerarios que eran cantados en los

entierros, durante tres días y tres noches, antes de enterrar el féretro. Pero no se podían cantar a la

ligera en otras circunstancias. Una vez cantados, se volvía tabú seguir cantándolos más. No había

tomado nota más que de una pequeña parte de ellos, sin imaginar que el viejo maestro de canto

caería enfermo y desaparecería.

—¿Por qué no tomó nota de todos en su momento?

—El anciano se encontraba muy enfermo. Estaba postrado en una pequeña cama cubierto de

mantas —explica como si hubiera cometido un error. Ha recobrado su aire de gran humildad.

—¿No existe nadie más que pueda cantar estos cantos en las montañas?

—Queda aún gente que conoce el comienzo, pero nadie ya que los cante por entero.

También conoce a un viejo maestro que posee un arca metálica llena de colecciones de cantos,

entre los que figura la Crónica de las tinieblas. En la época en que se inventariaban los libros

antiguos, esta Crónica de las tinieblas fue considerada como un ejemplo típico de superstición

reaccionaria. El anciano había enterrado el arca. Al desenterrarla varios meses después, vio que los

libros se habían enmohecido. Los puso a secar en su patio, pero alguien le denunció. Enviaron a un

agente de policía para obligarle a entregárselo todo a los oficiales. Y poco después, falleció.

—¿Dónde se venera aún a las almas? ¿Dónde pueden encontrarse aún cantos que la gente

escuche con extrema atención, sentada en calma e incluso prosternada hacia el sol? ¡Ya no se

venera lo que es debido, ya no se veneran más que cosas extrañas! ¡Qué nación sin alma! ¡Una

nación que ha perdido su alma!

(4) Durante los meses siguientes, el personal de La Cortina se entregó a su nueva tarea con

creciente fervor. «Ayesha», la prostituta de quince años, era la favorita del público de pago,

como su homónima lo era de Mahound, y, al igual que la Ayesha que vivía recatadamente

recluida en el harén de la gran mezquita de Yathrib, esta Ayesha jahiliana empezó a

envanecerse de su condición de Preferida. Le molestaba que alguna de sus «hermanas» tuviera

más clientes o recibieran propinas generosas. La más vieja y más gorda de las prostitutas, que

había adoptado el nombre de «Sawdah», relataba a sus visitantes —y los tenía en abundancia,

porque muchos de los hombres de Jahilia la elegían por su aire maternal y agradecido— cómo

Mahound se había casado con ella y con Ayesha el mismo día, cuando Ayesha era todavía una

niña. «En nosotras dos encontró las dos mitades de su primera esposa difunta: la niña y también

la madre», les decía. La prostituta «Hafsah» se volvió tan irascible como su tocaya, y cuando

las doce se impusieron de sus papeles, las alianzas que se formaban dentro del burdel reflejaban

las banderías políticas de la mezquita de Yathrib: «Ayesha» y «Hafsah», por ejemplo,

mantenían pequeñas y constantes rivalidades con las dos prostitutas más presumidas, a las que

sus compañeras siempre consideraron un poco relamidas, y que eligieron para sí las identidades

más aristocráticas, convirtiéndose en «Umm Salamah la makhzumita» y, la más repelente de

todas, «Ramlah», cuya homónima, la undécima esposa de Mahound, era hija de Abu Simbel y

Hind. Y había también una «Zainab bint Jahsh», y una «Juwairiyah», que llevaba el nombre de

la esposa capturada en una expedición militar, y una «Rehana la Judía», una «Safia» y una

«Maimunah», y la más erótica de todas las prostitutas, que sabía trucos que no quería enseñar a

la rival «Ayesha»: la hechicera egipcia «Mary la Copta». La más extraña de todas era la

prostituta que adoptó el nombre de «Zainab bint Khuzaimah» sabiendo que esta esposa de

Mahound había muerto recientemente. La necrofilia de sus amantes, que le prohibían hacer

cualquier movimiento, era uno de los más malsanos aspectos del nuevo régimen de La Cortina.

Pero el negocio es el negocio, y éste era también un poderoso imperativo para las cortesanas.

(5)
Después de ponderar la belleza y fertilidad de Cólquide, donde crecía todo lo bueno sin necesidad de siembra ni arado, y de felicitar a Eetes por la armonía que reinaba entre sus súbditos, que eran tan diversos, Jasón de pronto descubrió el esqueleto de Frixo que Autólico había sacado del cuero de caballo dentro del cual colgaba del álamo; estaba tan deteriorado que se deshacía. Eetes reconoció el esqueleto por la dentadura (porque Frixo tenía los dientes separados) y lloró por él. Los huesos presentaban un aspecto miserable, pues estaban cubiertos de un moho verde y blanco. ntonces Jasón, asegurándose de que lo oyera Eetes, le ordenó a Autólico que lo transportase con

prudencia al Argo y los escondiese en la arqueta que había debajo del asiento del timonel, que tenía un doble fondo. Autólico se los llevó, aunque no al Argo; primero fue a las habitaciones de Neera, donde ella y sus hermanos los rascaron y pulieron con devoción; él mismo se ocupó de articularlos, perforando cada uno de los huesos con un punzón y uniéndolo al hueso correspondiente mediante una tira de cuero. Después de engastar las cuencas de los ojos con turquesas, Autólico se los llevó a las habitaciones de Ideesas, que, tal como esperaba, estaban vacías. Pues se había organizado una distracción parecida a la del palacio del rey Fineo: toda la servidumbre del palacio y del séquito de Ideesas se encontraba en el patio delantero escuchando a Orfeo que tocaba una alegre giga. Allí estaban ahora, galvanizados, rodeando con deleite y asombro la caseta de colores chillones en la que Periclimeno hacía unas demostraciones de magia. Además de todas las hazañas que había realizado en presencia de los argonautas cuando acababan de entrar en el mar Negro, realizó otras todavía más extraordinarias. Se tragó una espada de dos mangas, y por si fuera poco, una jabalina larga con dos cabezas, con la punta hacia abajo, y al poco rato las evacuó por detrás. También puso un pato de madera en una vasija llena de agua pura, luego le dirigió unas palabras al agua y ésta empezó a agitarse de tal modo que arrojó al pato fuera de la vasija; y al querer coger el pato, a éste le salieron plumas y echo a volar lanzando graznidos.

(6) "El dinero me persigue hasta en la mazmorra"-pensó Kyo.Conforme a las leyendas,la abyección del guardian no le parecía plenamente real;y,al mismo tiempo,le parecía una inmunda fatalidad,como si el poder hubiese bastado para cambiar a todo un hombre en una bestia.Aquellos seres obscuros que bullían detrás de los barrotes,inquietantes,como los crustáceos y los insectos colosales de los sueños de su infancia,no eran más hombres que los otros.Soledad y humillación totales."cuidado"-pensó,porque ya se sentía más débil.Le pareció que,si no hubiese sido dueño de su muerte,habría vuelto a encontrar allí el espanto.Abrió la hebilla de su cinturón y trasladó el cianuro a su bolsillo.

(7) Aparte de la pérdida del alma y la condenación eterna,nadie podría ver desorden,ni crimen,ni mal alguno en este mundo perecedero,donde todo debe arreglarse y ajustarse aspirando al mundo divino.Reconoced pues Dalevuelta,hijo mio,que los actos más reprensibles en opinión de los hombres pueden conducir a buen fin,y no tratéis de conciliar la justicia humana con la de Dios,la única verdadera ,no en nuestro sentir,sino por principio.

(1) James Joyce Ulises Pag.221

(2)E.A.Poe Cuentos

(3) Gao Xingjian La montaña del alma

(4) Salman Rushdie Versos Satánicos

(5) R.Graves El vellocino de oro

(6)A.Malraux La condición humana

(7) A.France El figón de la reina patoja


miércoles, enero 09, 2008

EL LIBRO DEL CORDERO


CAPITULO IV------------LA VACA---------------------pag.032.

(1)
Esteban se estiró hacia atrás y alcanzó la

jarra de la alacena.

—Los isleños —dijo Mulligan a Haines,

con displicencia—se refieren frecuentemente al

Coleccionista de prepucios.

—¿Cuánto, señor? —preguntó la vieja.

—Un litro —dijo Esteban.

La observó mientras vertía en la medida

y luego en la jarra la rica leche blanca, no la de

ella. Viejas tetas arrugadas. Vertió otra vez una

medida entera y una yapa. Vieja y misteriosa,

venía de un mundo matutino, tal vez como un

mensajero. Alabó la excelencia de la leche,

mientras la vertía. De cuclillas, al lado de una

paciente vaca, en el campo lozano, al amanecer,

una bruja sobre su taburete, los dedos rápidos

en las ubres chorreantes. Conociéndola, las

vacas mugían a su alrededor: ganado sedoso de

rocío. Seda de las vacas y pobre vieja.

(2) El espejo. Heredado de mi madre, hace tanto tiempo ya

perdida, y cuyo retrato debe de ser el que pende en la pared

del comedor, entre la cabeza silenciosa de mi padre y mi

propia cabeza silenciosa, aunque me pregunto por qué será

que cuando conjuro esa pared me encuentro bajo la cornisa,

donde debiera estar el cuadro, un manchurrón grisáceo, una

franja gris, si tal cosa puede imaginarse, trazada por el

recorrido de mi ojo sobre la pared... Heredado de mi madre,

hace tanto tiempo ya perdida, a la cual, sin embargo, un día

he de encontrar, el espejo colilla por completo la puerta del

dormitorio, frente a mi cama. No me produce ningún placer

estudiar con detenimiento el reflejo de mi cuerpo, pero una

vez me he envuelto en mi camisón, un camisón blanco de

noche, un vestido negro de día, pues es así como me visto,

una vez me he embutido los calcetines para protegerme del

frío del invierno y el gorro de dormir para protegerme de la

corriente, a veces dejo prendida la luz y, reclinada en cama,

apoyada sobre un codo, sonrío a la imagen que aparece

reclinada en la cama, frente a mí, apoyada en un codo, a

veces incluso hablo con ella. Es en tales ocasiones cuando

noto (qué artilugio más útil es el espejo para que las cosas

surjan a la luz, si es que puede llamársele artilugio, de

sencillo que es, tan desprovisto de mecanismos) con qué

espesura me crece el pelo entre las cejas, y me pregunto si

mi furiosa mirada, mi mirada furiosa y corrosiva, por no

hablar con palabras amaneradas, pues carezco de motivos

que me lleven a amar ese rostro, no podría atemperarse un

tanto a base de cosméticos si me arrancara esos pelos con

las pinzas o incluso todos ellos en un manojo, como si

fueran zanahorias, con unos alicates, separándome de ese

modo los ojos y generando una ilusión de gracia, de temperancia.

(3) El ojo es el más autónomo de nuestros órganos. Ello es debido a que los objetos de su atención están inevitablemente situados en el exterior. Salvo en un espejo, el ojo nunca se ve a sí mismo. Es el último en cerrarse cuando el cuerpo se duerme. Permanece abierto cuando el cuerpo es golpeado por la parálisis o la muerte. El ojo sigue registrando la realidad aun cuando no hay razón aparente para hacerlo, y en cualquier circunstancia. La pregunta es: ¿por qué? Y la respuesta es: porque el medio es hostil. La vista es el instrumento de adaptación a un medio que sigue siendo hostil a pesar de todos los esfuerzos por adaptarse a él. La hostilidad del medio aumenta en proporción directa al tiempo que se pase en él, y no me refiero solamente a la vejez. En pocas palabras: el ojo busca seguridad. Esto explica la predilección del ojo por el arte en general, y por el arte veneciano en particular. Explica el apetito de belleza del ojo, así como la existencia misma de la belleza. Puesto que la belleza consuela desde el momento en que es segura. No nos amenaza con la muerte, ni nos enferma. Una estatua de Apolo no muerde, ni tampoco el perro de lanas de Carpaccio. Cuando el ojo no logra encontrar belleza -consuelo-, ordena al cuerpo crearla o, si no le es posible, adaptarse para percibir virtud en la fealdad. En primera instancia, confía en el genio humano; en segunda, se vale de nuestras reservas de humildad. Esta última abunda más y, como toda mayoría, tiende a legislar.

(4)
El rabino Zwi Chaim Yisroel, erudito ortodoxo del Torah y que hizo de la lamentación un arte hasta entonces desconocido en Occidente, fue unánimemente considerado como el hombre más sabio del Renacimiento por sus hermanos hebreos, quienes constituían la decimosexta parte del uno por ciento de la población. En cierta ocasión, cuando se encaminaba hacia la sinagoga para celebrar la fiesta sagrada judía, que conmemora la renuncia de Dios a toda promesa, una mujer le detuvo y le hizo la siguiente pregunta:

—Rabino, ¿por qué no podemos comer cerdo?

—¿No podemos? —Preguntó incrédulo el rabino—. ¡Ah, eso sí tiene gracia!

Esta es una de las pocas leyendas de toda la literatura hasídica que trata la ley hebrea. El rabino sabe que no debería comer cerdo; pero a él no le importa porque le gusta el cerdo. No sólo le gusta
el cerdo, sino que se harta de huevos de Pascua. En suma, a él le tiene muy sin cuidado la ortodoxia tradicional, y considera la alianza de Dios con Abraham como «un disparate más». Por qué la ley hebraica proscribió el cerdo es algo que aún no se ha aclarado, y algunos estudiosos creen que el Torah simplemente sugiere que no se debe comer cerdo en ciertos restaurantes

(5) —¿Dónde lo capturaron y cómo supieron que decía esas cosas?

—En un caserío que hay al borde del río. Buscando algo de comer nos metimos por entre unos chilares hasta allegarnos al rancho. Acercamos el ojo pa ver adentro, y pelamos la oreja, y lo dicho, jefe. El hombre éste en lo de los sahumerios y las invocaciones. «¡Te la damos para que no haya sangre!», así decía. «¡Nuestros pechos quedarán en quietud bajo las aguas, bajo los soles, bajo las semillas, hasta que llegue el día de la venganza, en que verán los ojos de los enterrados!»

—¿Y usted, sargento, dice que desapareció misteriosamente la hija de doña Flora, esa que se está por maridar con el gringo?

—Sí, mi capitán...

—¿Y la mamá?

—Se fue con el novio para el puerto en la creencia de que la muchacha haiga agarrado para por ái con unos sus padrinos.

—Pues hicieron bien en acarrear con éstos, porque si no aparece la joven esa en el puerto... Póngalos separados, uno en cada una de las piezas que arreglamos para calabozos, con centinela de vista y prohibición de que se hablen entre ellos. Si a la muchacha esa la agarraron los brujos...

El calor sofocante, calor y fiebre, lo amargo de la boca, el invencible sueño de momia viva. Telarañas color de orines de quinina y cada palúdico convertido en un gran anofeles. Si todos los males se curaran con caracoles y tortugas. La impotencia ante la vida en que lo mantiene a uno la costa. Hecho un molote de tendones fláccidos, más hueso que carne, se enroscó el capitán en la hamaca, los ojos de vidrio, los clientes amarillos. El tufo de fríjol sancochado le trastornó el estómago. Se levantó antes de vomitar lo que no tenía y alejóse con las manos sepultadas en los bolsillos. Al final de la planicie iba saliendo la luna, redonda, inmensa, no como un satélite, sino como dueña y señora de la tierra.

(6) Veamos lo que quiere hacer, señorita –dijo–. ¡Ea! Dígalo de una vez.

–Quiero seguir bajando el río – contestó Rosa. Una vez más cruzaron por la imaginación de Allnutt aterradoras visiones de ametralladoras y rocas y remolinos de muerte, arrastrado por las olas, perseguido y capturado por los alemanes, y de su fin en la selva, por enfermedad e inanición. Aunque estaba realmente asustado, sentía, sin embargo, la imposibilidad de quedarse un minuto más en ese remanso del gran río. El terror pánico llenaba esa soledad y le invitaba a huir, para lanzarse en el vórtice de otro pánico. –Muy bien, señorita. Sigamos.

Rato más tarde, la Reina Africana salía a todo vapor del brazo de río y desembocaba en el curso principal. El Ulanga formaba en ese punto un inmenso espejo de agua. El viento soplaba con más violencia que los días pasados, y a todo su largo visible, el río se encrespaba en olas de más de medio metro de altura, que la Reina Africana salvaba con gracia, sufriendo alguna rociada de la proa que alcanzaba la caldera.

(7) Nuestros ojos presentan idéntica disposición:son alargados,con pestañas claras,pero el color de su pupila es más claro que el de la mía.Esto era cuanto había en lo tocante a las señales distintivas que yo observe en aquel primer encuentro.En ej transcurso de la siguiente noche,mi memoria racional no cesó de examinar tan insignificantes fallos,en tanto que la memoria irracional de mis sentidos siguió viendo,a despecho de todo,de mi mismo,mi propia persona,en el lamentable disfraz de un vagabundo,con su rostro inmóvil,con el mentón y las mejillas sombreadas por una barba que apunta,tal como sucede al hombre muerto,de la noche a la mañana.

(8) Había llegado el momento de convocar a las musas: Rubias o morenas,

Yo amo a todas las nenas.

En seguida me concentré en mi querida Pentesilea: Tan graciosa como una paloma

Empecé,o de esta otra manera:


Un lingote de oro su aroma

Por desgracia,los versos no tenían ni pies ni cabeza.Por eso me atreví a hacer otro efuerzo:


Como la Bella Durmiente,asi eres tú,

Guardando silenciú,

Escaramujo entre las rosas.

Estás tan lejos de mí,

Sin embargo yo te amí.

Era un trabajo excelente.¡Con este poema conquistaría el corazón de Pentesilea!

(9) <Ahora bien,nadie puede llevar una vida cotidiana en el reino de las ideas puras,protegido de toda experiencia sensorial.La cuestión,asi pues,no estriba en cómo podríamos mantener la pureza de la imaginación,cómo protegerla de las agresiones de la realidad.No,la cuestión ha de ser esta:¿podemos hallar una forma de que ambas coexistan?

A medida que los órganos sensoriales llegan al límite de su poder perceptivo,sus luces van apagándose.No obstante,en el momento en que expira,esa luz vuelve a aumentar como aumenta la llama de una vela,y asi nos permite atisbar lo invisible.Sin embargo,Wordsworth parece avanzar a tientas hacia una suerte de equilibrio:ya no se trata de la idea pura,envuelta por las nubes,ni de la imagen visual que arde cuando queda impresa por la retina,que nos abruma y nos decepciiona con una claridad incontestable,sino de la imagen sensorial,tan fugaz como sea posible,como instrumento susceptible de agitar o activar la idea que yace enterrada en un sustrato inferior,en el terreno de la memoria.


 

(1)JAMES JOYCE Ulises pag.032

(2)J.M.Coetzee En medio e ninguna parte "

(3)Joseph Brodsky Marca de agua "

(4)Woody Allen Como acabar de una vez por todas con la cultura "

(5)M.A.Asturias El Papa verde "

(6)C.S.Forester La Reina Africana "

(7)Vladimir Nabokov Desesperación "

(8)Gion Mathias Cavelty Ad absurdum "

(9)J.M.Coetzee Desgracia "


 


 

martes, enero 08, 2008

EL LIBRO DEL CORDERO


 

CAPITULO III----------------LA ALMOHADA-----------------------135

(1)Había ensayado cuidadosamente ante un espejo el ademán de llevarme la mano abierta a la boca y el gesto de tragar(fingidamente)una píldora. Como espereba,Lo dio una zarpada al frasco con sus atiborradas cápsulas hermosamente coloreadas,cargadas con el Sueño de la Bella.-¡Azul!-exclamó-.Azul violeta. ¿De qué son esas píldoras?-De Cielos estivales-dije-, plumas e higos, y la uva de sangre de emperadores.No,en serio….por favor…..-Oh sólo son vitaminas X.Dan la fuerza de un buey ¿Quieres probar una? Lolita extendió la mano, asintiendo vigorosamente. Yo esperaba que la droga obrara rápidamente.

(2) Blancas tus patas, roja tu jeta,

Y tus magras son bien duras.

Ven al catre conmigo.

Agárrate y besa a oscuras.

Delectación morosa llama a eso Panzo Tomás de Aquino,frate porcospino.Adán antes de la caída montaba y no se ponía cachondo.

Una marea occidentalizante,tirada por la luna,sigue su estela.Mareas,de miríadas de islas, dentro de ella,sangre no mia,oinopa pontón,un mar vinoso oscuro.He aquí la esclava de la luna. En sueño,el signo húmedo marca su hora, la manda levantarse.Cama de esposa, cama de parto, cama de muerte, con velas espectrales.Omnis caro
ad te veniet.Viene él,palido vampiro,a través de la tempestad sus ojos,sus alas de murciélago ensanguinolando el mar,boca al beso de la boca de ella.

(3)Pero ¿Qué ha hecho usted?,Dios mio,qué ha hecho usted?-me dijo-corrupción de una menor,rapto,fuga.¡Buena le aguarda!Está usted expuesto a que le metan en la cárcel durante cinco años.-Misericordia!-exclame-¡Cinco años de cárcel por salvar a una niña inocente!-¡Es la ley!

De un armario, donde guarda collares de pero,fustas,estribos,espuelas,cajas de cigarros y algunos libros usuales,sacó el Código y se puso a ojearlo.

"Articulo 306-Si el raptor no tuviese aún veintiún años, solo será castigado…"-"Articulo 357.-En el caso en que el raptor se hubiese casado con la muchacha a quien raptó, solo será perseguido a petición de las personas que, según el Código civil, tienen derecho para exigir la anulación del matrimonio. ¿De qué modo un hombre como usted llegó a creer posible raptar impunemente a una muchacha en Paris y en pleno siglo diecinueve?

(4) Ahora le parecía a Martha que su vida siempre había sido así,que le había odiado sin esperanza desde los primeros días,y las primeras noches,cuando Dreyer no hacia otra cosa que magrearla y lamerla como un animal,en una habitación del hotel cerrada con llave,en la blanca Salzburgo.

(5) Aunque hubiese pasado aquella primavera y aquel verano en el Recodo del Frances,no habría podido saber más:una pequeña aldea aislada sin nombre ni gracia,abandonada,que sin embargo,había acogido un dia,por casualidad y por suerte,una ciega semilla de la pródiga eyaculación olímpica y que ni siquiera lo sabía.

(6) Bertolucci, al igual que hacia Cortázar en Rayuela, convertía en juego la narración.Y yo me preguntaba qué día me atrevería a comenzar una novela con ese espíritu de juego que había encontrado en Bertolucci y Córtazar,saltando de casilla en casilla con la libertad primitiva que tuvo en sus inicios el arte de contar.

(7) ¡Ah, sobrinito! Creo que voy a hallar la manera de haceros obispo, pues no puedo comenzar tranquilamente por el arzobispado de Parma como lo quiere,con toda razón, la señora duquesa aquí presente. En ese obispado, lejos de nuestros pruedentes consejos,¿quereis decirnos cuál será vuestra política?-Matar al diablo antes de que me mate,como dicen muy bien mis amigos franceses-repuso Fabricio con ojos ardientes-;conservar por todos los medios posibles, incluido el pistoletazo, la posición que me hayáis labrado.

(8) Su cueva fue cercada. El atolondrado joven dio muerte primero a su prometida con un hacha

robada y, acto seguido, se quitó la vida con ella.

Ella dice que quiere ver también sangre. Quiere pincharse el dedo del corazón con una aguja, y

de paso causar daño a su propio corazón. Quiere ver chorrear sangre, verla hincharse y desbordarse,

teñir de rojo todos sus dedos hasta su misma raíz, chorrear entre sus grietas, a lo largo de las líneas

de la mano, hasta el centro de ésta, para luego gotear desde su palma...

Le preguntas por qué.

Ella dice que es debido a la presión que tú ejerces sobre ella.

Tú dices que esta presión no proviene sino de su corazón.

Pero es debido a ti.

Tú dices que te limitas a contar las cosas, que no has hecho nada más.

Ella dice que lo que tú cuentas la pone triste, le impide respirar.

Tú le preguntas si se siente enferma.

¡Este estado enfermizo eres tú quien lo ha provocado!

Tú dices que no comprendes lo que has podido hacer.

¡Qué hipócrita!, dice ella. Luego le da un ataque de risa.

No puedes evitar tener un poco de miedo al mirarla, reconoces que querías estimular un poco su

deseo, pero la sangre de una mujer no puede sino desagradarte.

Ella dice que precisamente quiere hacerte ver sangre, hacer chorrear sangre por su muñeca, luego

por sus brazos, bajo sus axilas, por su pecho, quiere que su sangre fresca chorree de través por su

blanco pecho, una sangre oscura de reflejos violáceos y negros, ella se hunde en esta negra sangre

violácea. Estarás obligado a verla...

¿Totalmente desnuda?

¡Totalmente desnuda, ella estará sentada en un mar de sangre, la parte interior de su cuerpo, entre

sus muslos, sus mismos muslos, estarán cubiertos de sangre, de sangre, de sangre! Afirma que

quiere ahogarse, hundirse hasta lo más profundo, no sabe por qué siente un deseo tan fuerte, las olas

la sumergen, se ve tendida en una playa, con las olas cubriéndola, la playa de arena no consigue

absorberla aún por completo, una nueva ola irresistible la cubre, ella quiere que tú penetres en su

cuerpo, que la magulles y la desgarres, sin piedad, dice que no tiene ningún pudor, ni tampoco

miedo ya, lo tenía, pero en realidad lo que pretendía era tenerlo, aunque en verdad no lo tenía, pero

teme también caer en ese negro abismo, flotar en él permanentemente, quiere hundirse, dice que ve

ascender despacio la marea negra desde simas insondables, la espuma oscura la engulle por entero,

dice que viene especialmente lenta, pero que una vez que lo ha hecho, es ya imparable, no sabe

cómo ha podido volverse tan insaciable.

(9) A principios de marzo acostumbro visitar el cementerio de Vysehrad. Tengo allí a unos cuantos amigos y a veces me parece que estoy allí también, completamente solo. Este año era un día frío de principios de primavera y el cementerio estaba casi vacío. Ante todo me dirigí al poeta Hrubín. Su tumba es la más reciente. Murió exactamente el 1 de marzo.

Desde lejos pude ver ante su bajo sepulcro a una chica desconocida. Tenía en la mano un ramillete de campanillas de nieve y un librito de oraciones. Me detuve al lado de la cercana tumba del poeta Macha esperando que la muchacha se marchase. La tumba es estrecha y delante de ella sólo puede estar un visitante. Y además, quería estar solo.

Desde mi juventud tengo una cierta predilección por estos jardines de los muertos. Me gusta visitar los cementerios. He pasado mi infancia y adolescencia en una proximidad casi íntima con el cementerio Olsansky No estaba lejos de casa y teníamos allí un sepulcro infantil. Además, debajo de las ventanas nos tocaban a diario marchas fúnebres y se oía el rechinar de los carros que llevaban los féretros. Pero en mi predilección no había nada morboso. Iba allí a plantar flores y a regarlas. En el cementerio de Olsansky pasaba unas primaveras llenas de júbilo y unos otoños nostálgicos, pero no pensaba nunca en la muerte.

¡Hoy sí!

Todavía más frecuentemente vagaba por la parte antigua del cementerio, allí donde éste se une a las calles de Zizkov. Y una y otra vez volvía a buscar inscripciones en las tumbas. Cuando le conté a Nezval que me interesaban las inscripciones, me confesó que escribiría un libro titulado Inscripciones para las tumbas.

La chica que estaba delante del sepulcro de Hrubín, al cabo de un largo rato, puso el ramillete sobre su nombre, grabado en la piedra, junto a la cual habían crecido unos capullos de azafrán de color amarillo yema. Hacían pensar en unas llamitas cuyas velas estuvieran cubiertas de tierra.

Tuve que apartarme un poco para dejar pasar a la chica que volvía. Los caminos entre las tumbas son estrechos. Pero más vale que lo confiese: quería verla. Era muy joven y todo lo bonita que suelen ser las muchachas muy jóvenes. En la mano no tenía oraciones, sino una edición miniatura del Romance para corneta. Cuando se me acercó más y pude ver su rostro, el corazón me empezó a latir. ¡Por suerte estaba muy cerca del sepulcro de Macha!

Algo amoroso y como antiguamente hermoso me sopló alrededor del rostro. ¡Qué lástima!

Pero envidié un poco aquella lectura al compañero difunto.

(10) Si tenemos en cuenta que el filósofo andalusí Ibn Tu-fail escribió ya

en el siglo XI la historia de un niño que llega a una isla desierta en

la que vive solo durante años y que allí descubre, además de una

cierva que le amamanta, la Naturaleza y los objetos, el mar, la

muerte, los cielos y las «realidades divinas» y decidimos que Hayy

Ibni Yaaqzan se adelantó seis siglos a Robinson Crusoe; o si,

atendiendo a que en el segundo caso se describen con más detalle

los utensilios y los medios de que se sirve, afirmamos que Ibn Tufail

está seis siglos atrasado con respecto a Daniel Defoe, ése es un

ejemplo del segundo tipo de estupidez.

Haci Veliyyüddin Efendi, uno de los seyhülislam de la época de

Mustafá III, se dejó llevar por una inspiración repentina una tarde de

un viernes del año 1761 después de que un amigo suyo, algo

indiscreto, acudiera a su casa y viendo un magnífico armario de su

despacho hiciera el irrespetuoso y poco apropiado comentario

siguiente: «Maestro, el armario está tan ordenado como tu cabeza», y

comenzó a escribir un largo tratado en el que comparaba su mente

con el armario de nogal, demostraba que en ambos casos todo

estaba en su sitio. Teniendo en cuenta que en su obra nos explica

que, como ocurría con aquel magnífico armario de dos puertas, cuatro

anaqueles y doce cajones obra de un artesano armenio, nuestra

mente posee también doce apartados en los que guardamos los

tiempos, los espacios, los números, los escritos y todas esas

chucherías a las que hoy llamamos «causalidad», «existencia» o

«determinismo», y que el filósofo alemán Kant enumeró doce

categorías de la razón pura en su famosa obra publicada veinte años

después, concluir que el alemán le imitó es un ejemplo del tercer tipo

de estupidez.

Si el doctor Ferit Kemal, mientras dibujaba un retrato

extraordinariamente vivo del gran Salvador al que todos esperamos,

hubiera sabido que sus compatriotas iban a interesarse por él un

siglo más tarde desplegando ese mismo tipo de estupideces, no se

habría sorprendido en absoluto porque toda su vida estuvo rodeado

por un halo de indiferencia y olvido que le había condenado al

silencio de un sueño. Hoy sólo puedo soñar su cara, que no he

podido ver en ninguna fotografía, como el rostro fantasmal de un

sonámbulo: era un adicto al hachís. Deducimos por la malintencionada

obra de Abdurrahman Seref Los nuevos otomanos y la libertad que

en París además convirtió a muchos de sus enfermos en adictos al

opio,


 

(1)Vladimir Nabokov Lolita PAG.135

(2)James Joyce Ulises "

(3)Anatole France El crimen de un académico "

(4)Vladimir Nabokov Rey,Dama,Valet "

(5)William Faulkner El villorrio "

(6)E.Vila-Matas Paris no se acaba nunca "

(7)Stendhal La cartuja de Parma "

(8)Xingjian Gao La montaña del alma "

(9)Seifert Jaroslav Toda la belleza del mundo "

(10)Orhan Pamuk El libro negro "