miércoles, diciembre 12, 2007

LA NOVELA COMO ANTICIPACION

Pensando en Lorca y en Gibson,consulto mi baraja atomica,sale el numero 211
Vladimir Nabokov Desesperacion pag.211.
Yo suelo decir que de guerras tenemos ya el cupo completo...Usted tiene sus defectos y yo los mios.Igual ocurre con nuestras respectivas patrias.Hay que defenderse de la politica.Sucedió que usted no comprendio de que hablabamos.Me habia limitado a preguntarle qué opina de ese crimen...-¿De que crimen?-inquirí entre sollozo y sollozo.Un asunto repugnante:uno que cambió sus ropas con otro hombre y le mató.
Anatole France El figon de la reina Patoja pag.211.
Esas nubes,esos blancos vapores,esas ráfagas,esas ondas azules,esas islas movibles de púrpura y de oro que se ciernen sobre nuestras cabezas,son la morada de pueblos adorables.Se les llama silfosy salamandras.Son criaturas infinitamente amables y hermosas
James Joyce Ulises pag.211
Cuentan la historia,de que dos borrachos vinieron aquí un atardecer con niebla buscando la tumba de un amigo de ellos.Después de andar tropezando por ahí en la niebla encontraron la tumba,claro que si.Uno de los borrachos fué leyendo el nombre.El otro boracho estaba mirando una estatua del Salvador que habia hecho poner la viuda.Despues de mucho mirar a la figura sagrada dice:No se parece a él ni pizca,Ese no es Mulcahy,dice,lo haya hecho quien lo haya hecho.
André Malraux La condición humana pag.211.
La confidencia no era sorprendente:no era una confidencia ,era una venganza.Seguramente,relataba aquella historia-o se la relataba-cada vez que podia matar,como si aquel relato hubiera podido arañar,hasta hacer sangre,en la humillación sin limites que le torturaba.
Antonio Gala El manuscrito carmesi pag.211
—Buscas una salida que no existe, Boabdil. Te conozco. Intentas salir por una puerta
que está sólo pintada en la pared. —Ante sus ojos, me sentí transparente.Recapacita. ¿A
quién nos encomiendas a nosotras, a tus hijos, a esta ciudad, a este pueblo? A mal recaudo
nos dejas: si tu desapareces, el que no muera será esclavo. Para las grandes ocasiones son
los grandes consejos.
—No te comprendo.
—Sí me comprendes —sus ojos chispeaban.
—Mejor es morir de una vez que, vivo, morir muchas.
—Siempre que murieras tú sólo y se salvasen los demás. ¿Hasta para morir vas a ser
egoísta? Despierta. ¿De qué va a servirnos tu muerte, Boabdil?
Su barbilla, no del todo desprovista de vello, temblaba no sé si de dolor o de ira. Una
vez más comprobé que mi madre nunca estaría de acuerdo con nada que yo hiciese.
—Déjame —dije librándome de ella—. Los soldados me esperan.
Jhon Kennedy Toole La conjura de los necios pag.211

—Eres un animal.

—Sin embargo, para ahorrarte la angustia de esperar a que esta falange de luminarias legales llegue a esa telaraña de apartamento en que vives, aceptaré un arreglo ahora mismo, si quieres. Cinco o seis dólares serían suficiente.

—Este jersey cuesta cuarenta dólares —dijo el joven; examinó la parte rota que había desgarrado el sable—. ¿Estás dispuesto a pagarlos?

—Desde luego que no. Nunca tengas altercados con indigentes.

—Puedo demandarte.

—Quizá debiéramos abandonar ambos la idea de recurrir a la ley. Para un acontecimiento tan poco auspicioso como un juicio, probablemente te dejarías arrastrar por el entusiasmo y aparecerías con tiara y traje de noche. Un juez viejo podría sentirse muy desconcertado. Probablemente nos considerasen a los dos culpables de algún delito inventado.

—Bestia repugnante.

—¿Por qué no te largas y te entregas a alguna diversión dudosa que te atraiga? —Ignatius eructó—. Mira, fíjate en ese marinero que va por la Calle Chartres. Parece muy solo.

El joven miró hacia el extremo de la calleja que daba a la Calle Chartres.

—Oh, ése —dijo—. Pero si ése es Timmy.

—¿Timmy? —preguntó furioso Ignatiut—. ¿Le conoces?

—Pues claro —dijo el joven con voz hastiada—. Es uno de mis amigos más queridos y de los más antiguos. Pero no es marinero.

—¿Qué? —atronó Ignatius—. ¿Quieres decir que está fingiéndose miembro de las fuerzas armadas del país?

—Uy, se finge muchas cosas más, si vieras.

—Pero esto es gravísimo —Ignatius frunció el ceño y se le desprendió la gorra de cazador y el pañuelo rojo de satén—. Todos los soldados y marineros que vemos podrían ser simplemente locos decadentes disfrazados.
Mujica Lainez El unicornio pag.211.
—¿Para qué irnos, sire Aiol? ¿Para qué dejar el Paraíso? Aquí concluye el camino del
Unicornio. Tenemos cuanto necesitamos.
Y hundía las manos en los tesoros esparcidos, en los collares, en las ajorcas. Con los
pies, en cada uno de cuyos dedos pintados titilaba una sortija, empujaba los terciopelos
crujientes, como si los hundiera en el agua multicolor.
—En cambio yo —agregó— he encontrado algo para ti.
Se incorporó, como una serpiente, como una cobra, y su cabeza osciló sobre la confusión
que saliera de las arcas. Con ambas manos, cogió un trozo de hierro, terminado en un
rejón, del cual colgaba un rugoso pergamino, y leyó:
—Santa Lanza de Nuestro Señor, desenterrada por el desdichado Barthélemy en San
Pedro de Antioquia. Proviene de la capilla de Raimundo de Tolosa.
Oberón había cumplido por tercera vez. «Me tapé la cara con la diestra y, a través de las
falanges, vi cómo estiraba Aiol las manos, cómo las crispaba su súplica.
—Se ha realizado el milagro —dijo—, que me anunció Ahasvérus. Gracias, Dios mío.
De hinojos recibió la moharra oxidada. Oraba silenciosamente. Pascua se había puesto de
pie, y con ello se advirtió que había ajustado a su cintura, por detrás, una larga pieza de
damasco azul, verde y áurea, de modo que parecía un fabuloso pavo real blanco que
prolongaba su cuerpo en la cola policromada de sus hermanos resplandecientes.
—A cambio de mi regalo, me besarás, Aiol.
El muchacho retrocedió, con el hierro asido, hasta la terraza sagrada del Deir. Ella lo
siguió, ondulando. Abría los brazos y sus pechos se erguían como pequeños yelmos.
—Bésame, sire Aiol.
Andaban los murciélagos en la tiniebla, y yo entre ellos, como un murciélago más. Me
latía el corazón en delirio. Aiol vacilaba ahora en el borde de la ancha explanada que
acechaban las fauces de los despeñaderos. Pascua continuó avanzando, imagen postrera
del Amor obstinado, de la Sensualidad vigilante, del Mundo hostigador, cobra y pavo real,
Azelaís, Seramunda, Sibila, Pascua de Riveri, Aymé de Castel-Roussillon, imagen posible
de mí misma, de Melusina-Melusín, del hada-doncel engendrada por Eros.
Aiol hizo la señal de la cruz, se abrazó a la Lanza y saltó al vacío. Sumóse, a los gemidos
frenéticos de la patriarquesa cuya desnudez iluminó como un fanal, el parapeto, el tenue
piar desconsolado del mirlo etíope. Me zambullí en la noche, en las rocas, en el secreto
de la muerte. Aiol yacía, en lo hondo del pedregal, con la Lanza clavada en el costado.

LORCA Y LA MUERTE


Esta noche he soñado que venia un joven que decia que era hijo de Garcia Lorca,el sueño era

muy real y terminaba cuando yo gritaba,como si fuera un gran descubrimiento,que no podia ser hijo de El,porque no tendria ni treinta años.Le he dado vueltas todo el dia sin encontrar ninguna explicación,hasta que he leido en un periodico de Valencia(Provincias),con fama de ser de derechas ,lo siguiente:


ian gibson escritor
"Lorca no fue valiente cuando se enfrentó a la muerte"
El hispanista habla en su último libro del hombre que detuvo al poeta, Ramón Ruiz Alonso, quien estuvo casado con la hija del maestro Penella
11.12.07 - Ian Gibson regresó ayer a Valencia para presentar su último libro, El hombre que detuvo a García Lorca, donde el escritor se acerca a la figura de Ramón Ruiz Alonso, el obrero que arrestó al poeta granadino y lo entregó a las autoridades. Gibson, que próximamente comenzará una obra sobre Luis Buñuel -en la que incluirá datos novedosos sobre sus amigos Salvador Dalí, Federico García Lorca o Max Aub- tiene previsto aprovechar su estancia en la Comunitat para documentarse en Segorbe sobre Aub. El escritor de origen irlandés explica en El hombre que detuvo a García Lorca qué condujo a Ramón Ruiz a arrestar al poeta andaluz y desvela sus vinculaciones familiares con Valencia, en concreto con la familia Penella.-En su novela describe una imagen de Lorca que da, cuanto menos, lástima: mientras los fascistas arrojan granadas por la ciudad, el poeta andaluz lloriquea junto a sus hermanas escondido bajo un piano. -Eso me lo contó Angelina. Lo recuerdo perfectamente (el escritor recrea la voz de la hermana de Lorca durante unos segundos)... En boca de una analfabeta tenía mucho valor. Creo que se trata del documento más escalofriante que tengo sobre la vida de Lorca. El poeta no fue capaz de ser un hombre valiente cuando estaba frente a la muerte. Es cierto que sí fue valiente cuando habló en público sobre su teatro y criticaba a la Guardia Civil, pero cuando tuvo a la muerte física delante se vio a un hombre muy desvalido.-También se cuenta que una vez hecho preso abandonó la casa de los Rosales con mucha gallardía. -Mire, eso de que saliera varonilmente de casa con Ruiz Alonso yo no me lo creo. En una situación así, que sabes que te van a llevar para que acaben contigo, te tiembla todo el cuerpo. Yo tampoco podría. Tengo pesadillas muchas noches de que me ocurre eso con los nazis, de que vienen a por mí...-"Si Lorca se hubiera quedado en la Huerta es posible que lo hubieran matado de todas maneras". Son palabras suyas. -Había contra él tantas cosas en aquellos momentos que de algún modo iban a ir a por él. La persecución arranca incluso antes de la casa de los Rosales. Habrían acabado con Lorca como fuera.-Cuenta usted algo terrible: una hermana que 'vende' a su hermano. Afirma que Concha García Lorca dijo a los falangistas donde se ocultaba el poeta. -Es muy trágico, pero tiene su explicación.-Convénzame. -A ella la amenazaron con llevarse a su padre. Tal fue la protección de los hijos hacia su padre que el propio Federico García Lorca no se fue a la zona republicana por no dejar solo a su padre. Cuando Concha, tras mantener silencio y encubrir a su hermano vio que comenzaban a arrastrar a su padre hacia la calle, sólo entonces dijo: "¡Mi hermano no está huido! Está en casa de un amigo...-Sorprende que Lorca escogiera para ocultarse una casa que se encontraba a apenas 300 metros del Gobierno Civil. Aunque fuera la de un falgangista. Demasiado cerca de la boca del lobo. Muy temerario. -Una temeridad, sí, pero tampoco tenía muchas opciones. Quizá ir a casa de Falla... El caso es que a Lorca siempre le rodeó el temor a la muerte y él no se podía ir porque matarían a su padre. Marchar de noche por los campos, en él era impensable... así que va donde cree que le van a proteger.-Ramón Ruiz Alonso, el hombre que lo detuvo, había contraído matrimonio con una valenciana. Nada más y nada menos que Magdalena Penella, la hija del maestro Penella. ¿Sabe en qué iglesia de Valencia? -Pues mire, no sé dónde ...(Gibson pierde la mirada en su copa de vino tino, luego levanta la vista pero permanece abstraído)... ¡¡pero es una buena línea de investigación!!-¿Qué más me puede decir de la hija del autor de 'El gato montés'? -Si sus hijas son guapas (se refiere a Emma Penella y Terele Pávez) es que Magdalena, la madre, era una belleza. Eso, al margen de que Ramón Ruiz era un hombre muy atractivo. Pero ella procedía de una familia valenciana muy guapa.-En su libro deja claro que ninguna de las dos hijas han accedido a ponerse en contacto con usted. -Entiendo que Emma jamás quisiera hacer declaraciones porque es muy fuerte que su padre fuera el responsable del encarcelamiento de Lorca. Ellas nunca aclararán nada. Es muy grave.-Sin embargo apunta que Terele Pávez habló hace muchos años de su padre en 'El loco de la colina'. -Sí, así fue. Yo les he enviado mails y correos certificados diciéndoles que es horroroso pero que necesito saber si su padre había escrito un libro sobre su versión de lo que ocurrió aquel día._¿Y? -Silencio total de las dos.-Por cierto, sostiene que Lorca ya sabía que moriría asesinado y su cuerpo no sería encontrado. Produce escalofríos. -

Esto se ve en Fábula y rueda de los tres amigos. Léaselo. Está en Poeta en Nueva York.