lunes, febrero 04, 2008

EL LIBRO DEL CORDERO

CAPITULO X------------El terrorista---------------------pag.354

(1)Varias veces tras el tic-tic-tic telegráfico de su párpado,quedó su ojo izquierdo vuelto hacia donde Carne Cruda se hamacaba colgado de la nuca.¡Perdón!¡Carne Cruda….por salvarme yo!Te traicione,te traicione,pero no ignoras que ya la traición es como nuestra propia vida,nuestra manera de ser,y lo traicionamos todo,todo,nos traicionamos a nosotros mismos,la tierra donde nacimos,lo que somos,lo que aprendimos y hasta lo que defendemos,ja,ja,ja…

Vengo con una gran imprudencia,necesito una recomendación de su merced para que me den o me vendan….¡Huy!'Huy!,ésa es palabra mayor…..-respingo Tamagas después de oir a Benujon acercársele a la oreja a soplarle la palabra " dinamita".Tengo a uno de mis hijos,con el trabajo parado,pues con esto de las fiestas no ha podido conseguir.Es ése mi muchacho que se dedica a sacar piedra en San Buenaventura.

(2) El pórtico.

Aquí observé los pájaros buscando el

augurio Ængus de los pájaros. Van, vienen.

Anoche volé. Volé fácilmente. Los hombres se

maravillaban. Después la calle de las rameras.

Me alargó un melón cremoso.

Entra. Verás.

—El judío errante —susurró Buck

Mulligan con pavor de payaso—. ¿Viste sus ojos?


 

Te miró con apetito. Te amo, viejo marinero.

¡Oh!, Kinch, estás en peligro. Consíguete un

protector de bragueta.

Manera de Bueyesford.

Día. La carretilla del Sol sobre el arco del

puente.

Una espalda oscura pasó delante de ellos.

Paso de un leopardo que desciende, que sale por

el portón bajo púas de rastillo.

Ellos siguieron.

Oféndeme todavía. Sigue hablando.

Los ángulos de las casas se definían en el

aire amable de Kildare Street. Nada de pájaros.

De los tejados ascendían dos penachos de humo

desplumándose en el soplo suave de una ráfaga.

Deja de pelear. Paz de los sacerdotes

druidas de Cymbeline, hierofántico; de la

amplia tierra un altar.

Loemos a los dioses


 

Y que las retorcidas volutas de nuestro

incienso trepen a sus narices Desde nuestros

benditos altares

(3) Dígame, ha tenido problemas con la policía, ¿verdad? Tiene antecedentes...

—A su mamá venía a verla un policía. Un policía secreta normal. Pero a Ignatius no. La verdad es que a su madre le gusta algo el pimple. Últimamente no la veo mucho borracha, pero hace un tiempo, empinaba el codo de lo lindo. Un día salí al patio de atrás y se había enredado en una sábana húmeda que estaba colgando del tendal. Señor, vivir al lado de esta gente, me ha acortado la vida por lo menos diez años. ¡Los ruidos! Banjos y trompetas y gritos y chillidos y la televisión. Los Reilly deberían trasladarse al campo, vivir en una granja. Tengo que tomar seis, siete aspirinas, todos los días.

La señorita Annie metió la mano en el cuello de su bata de casa, buscando algún tirante que se le había deslizado del hombro.

—Pero voy a decirle una cosa —prosiguió—. Quiero ser justa. Ese Ignatius era un buen chico hasta que se le murió aquel perro grande que tenía. Tenía un perro muy grande que venía siempre a ladrar debajo de mi ventana. Así empecé yo a enfermar de los nervios. Luego, el perro murió. Bueno, pensé yo, puede que ahora tenga un poco de paz y tranquilidad. Pero no. Ignatius colocó el perro en el salón de su mamá con unas flores en la pata. Entonces fue cuando él y su mamá empezaron a pelearse por primera vez. La verdad es que creo que fue entonces cuando ella empezó a beber. En fin, Ignatius fue a ver al sacerdote y le pidió que viniese a decirle las oraciones al perro. Ignatius quería hacer una especie de funeral. Bueno, el sacerdote dijo que no, claro, y creo que fue entonces cuando Ignatius dejó la Iglesia. Y, en fin, se montó su propio funeral. Un chico tan grande, que ya estaba estudiando bachiller,' no debería haber hecho una cosa así. ¿Ve usted aquella cruz?

(4)
Se les prohibirá tener esclavos en cautiverio.

-No deberán usar sus túnicas moriscas. En su lugar, deberán adaptar su vestimenta

y su comportamiento a las costumbres de Castilla.

-Sus mujeres no se cubrirán la cara bajo ninguna circunstancia.

-Se les prohibirá cerrar las puertas de sus hogares.

-Sus baños serán destruidos.

-Se prohibirán sus bodas, festividades públicas y canciones licenciosas.

-Se advertirá a las familias que, después del tercer hijo, todos sus descendientes

serán puestos al cuidado de la Iglesia de Castilla y Aragón, para ser educados

como buenos cristianos.

- La sodomía está tan extendida en estas tierras, que para erradicaría debemos

ser extremadamente severos. En circunstancias normales será castigada

con la muerte, y en caso de que este acto se cometa con un animal, se asignará

al culpable una pena de cinco años de galeote.

Aunque estas medidas parezcan contradecir los términos de la Capitulación

acordada por nosotros, son la única solución para la enfermedad que ha carcomido

nuestras almas durante tanto tiempo. Si sus Excelentísimas Majestades están

de acuerdo con mis propuestas, sugeriría que la Sagrada Inquisición abriera un

ministerio en Granada sin dilación, y que los familiares acudieran de inmediato

a esta pecaminosa ciudad para recoger pruebas. Dos, o a lo sumo tres, autos de

fe bastarán para hacer comprender a esta gente que no pueden continuar tomando

a la ligera el poder que Dios ha querido ejercer sobre ellos.

A la espera de vuestra pronta respuesta, el más fiel servidor de Vuestras Majestades,

Francisco Jiménez de Cisneros

(5)Era inútil fustigarse,tratar de darse miedo.Se quedaría allí,quieto,esperando."¿Será que prefiero la muerte?", se dijo con sorpresa.Pero,no,tampoco era eso;era mucho más extraño.Era más bien como una atroz curiosidad de aquel momento que iba a llegar.Levanto la cabeza y contempló a los "Stuka"que seguían evolucionando en el límpido cielo de Junio.

(6) FRANCESILLO

Marcel había llegado a España después de la guerra europea como corresponsal de

varios periódicos de París. En Madrid conoció a Clara, que era maestra nacional.

Fueron a casarse a París, por lo civil, y volvieron a Madrid, a su barrio, Curtidores,

donde nació el pequeño Marcel, un niño rubio, alto y como afrancesado al que todo el

mundo llamaba de apodo Francesillo, hasta que el apodo se convirtió en nombre, como

suele ocurrir, y mucha gente creía que se llamaba Francisco.

Francesillo estudió en el Liceo Francés y pensaba iniciar Letras en la Universitaria.

En aquellos años madrileños y republicanos, el fascismo europeo había tenido su

entoñar en España gracias a la figura de José Antonio Primo de Rivera, hijo del viejo

dictador. Todas las noches y algunas mañanas, los falangistas, que así se hacían

llamar, con resonancia romana, practicaban terrorismo de señoritos en la Gran Vía, en

Cuatro Caminos y otros barrios obreros, en las redacciones de los periódicos de

izquierdas. Marcel procuraba estar presente en estos sucesos (a veces con muertos)

para enviar crónicas a sus periódicos sobre el fascismo español como extensión del

alemán y el italiano. Era conocido ya en Madrid como un corresponsal de izquierdas

que auguraba la guerra civil y condenaba aquella aventura sangrienta y juvenil de los

hijos de la oligarquía. Una noche decidió llevarse también una cámara fotográfica:

-La cámara es más peligrosa -le dijo Clara, su mujer-. Se van a fijar más en ti.

En la glorieta de Cuatro Caminos, unos chicos del barrio vendían Mundo Obrero y

los de José Antonio, que llegaron en un Princess, les atacaron a quemarropa con

pistolas, navajas y porras. Fue un incidente menor y los falangistas ya volvían a su

Princess cuando vieron al hombre de la cámara:

-¡Quietos, un momento, que la foto se la voy a hacer yo a él!

Uno de los falangistas disparó contra Marcel por la ventanilla del coche, al mismo

tiempo que el deslumbramiento de la foto incendiaba la noche. Marcel estaba muerto

en el suelo, con la cámara al lado, y el Princess había desaparecido a gran velocidad,

negro en lo negro de la hora. Cuando la policía reveló las fotos, se veía a Marcel,

reflejado en un escaparate, fotografiando su propia muerte (la figura se doblaba ya por

la mitad). Esta fue la última foto que Clara tuvo de su marido, y tardó algún tiempo en

enseñársela al hijo. Ahora, Marcel/Francesillo llevaba dentro aquella imagen, como

tallada en la retina o viva en el alma.

No le abandonaba ni en sueños.

(1)M.A.Asturias Toritumbo

(2)J.Joyce Ulises

(3)J.Kennedy La conjura de los necios Pags.327*2=654-354=300

(4)A.Tariq A la sombra del granado pags.141*3=423-354=69

(5)R.Merle Week-end en Zuydcoote

(6)F.Umbral Leyenda del Cesar visionario pags.121*3=363-354=9


 


 


 


 

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