lunes, julio 21, 2014

EL MILAGRO DE LA VIDA.






VLADIMIR NABOKOV  CUENTOS   150

Recordé que me había dejado el sombrero en la mesa y volví a la taberna. Dentro,
todo estaba extrañamente quieto y tranquilo. Emma estaba sentada en una mesa de
un rincón con la cabeza apoyada en un brazo extendido. Alzó su rostro cubierto de lágrimas y al momento volvió a dejar caer la cabeza. Con cuidado le di un beso en
aquel pelo que olía a cocina, fui a por mi sombrero y me marché.
En la calle todavía quedaba un grupo de gente. Krause, jadeante, como cuando
salía del agua en el lago, le estaba dando explicaciones a un policía.
Yo no sé, ni tampoco quiero saber, quién tenía razón o quién la dejaba de tener.
Quizá la historia pudiera presentarse bajo una perspectiva ligeramente diferente,
quizá pudiera contarse bajo una óptica de cierta compasión en la que se viera cómo
la felicidad de un joven se había visto comprometida por mor de una moneda de
cobre, cómo Emma pasó toda la noche llorando y cómo, tras quedarse dormida al
amanecer, volvió a ver, en sus sueños, la cara enloquecida de su padre mientras
golpeaba a su amante. O quizá lo que importe no sea tanto el dolor o el gozo
humanos de todo el asunto, sino más bien el juego de las sombras y las luces en un
cuerpo animado de vida, la armonía de todas las menudencias y miserias que
vinieron a sumarse en aquel día preciso, en aquel momento preciso, de una forma
única e inimitable.




ANATOLE FRANCE EL CRIMEN DE UN ACADEMICO  150

las visitas de los insectos son de gran importancia para los vegetales;
tienen la misión de transportar al pistilo el polen de los estambres. Diríase que la flor, ya
dispuesta y engalanada, espera esa visita nupcial. Creo haber demostrado que el néctar
de la flor destila un jugo dulce que atrae al insecto, y le obliga a operar inconscientemente
la fecundación directa o cruzada. Este último sistema es el más frecuente. He demostrado
también que las flores están coloreadas y perfumadas de un modo propio para atraer a los
insectos, y construidas interiormente de manera que ofrezcan a esos visitadores una estancia
tal, que si penetran en la corola depositen sobre el estigma el polen de que van
cargados. Sprengel, mi maestro venerable, decía a propósito del polvillo que cubre la
corola del geranio silvestre: El sabio autor de la naturaleza no ha querido crear ni un solo
pelo inútil. Yo digo a mi vez: La azucena de los valles citada en el Evangelio está más
ricamente revestida que Salomón, porque tu manto de púrpura es un manto nupcial, y ese

adorno perpetúa su existencia.












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