El obispo de Palencia cree que los simios tienen más posibilidades de “escapar de la eutanasia” que los seres humanos
Fecha de publicación: 03/07/2008
Lugar: Palencia
(VERITAS) El obispo de Palencia, monseñor José Ignacio Munilla, afirma en su última carta dominical, que sólo la “lógica de la irracionalidad” y un “materialismo craso”, pueden justificar la adhesión del Parlamento español al Proyecto Gran Simio, cuyo ideólogo, el filósofo australiano Peter Singer, afirma entre otras cosas que “si un animal tiene más perspectivas de futuro que una criatura humana enferma, entonces ha de tener también más derechos”. “Es decir, una vez negado el concepto de persona humana, la “ética práctica” termina afirmando que los derechos no dependen de la especie, sino de la salud biológica”, subraya el obispo, para quien “quedan pocas dudas de que el próximo paso será la eutanasia, la eugenesia y la limpieza étnica”. “¡Es la lógica del materialismo! Con cierta sorna hacía este comentario un amigo: “mi esperanza para escapar de la eutanasia, es que me asimilen a los simios”, añade el obispo de Palencia.“En esta lógica de la irracionalidad, en España se sacrifican cien mil niños anualmente en su período de gestación, mientras que todo un Congreso de los Diputados, se ha movilizado en defensa de los monos. Congelamos embriones humanos, como si fuesen cobayas de laboratorio, al mismo tiempo que instamos a la prohibición de la experimentación con los simios”, subraya el prelado.
VERITAS AV08070306
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oe,oe,oe----oe,oe,oe.
Una reflexión: La Eurocopa y el Viva España El auge del fervor deportivo motivado por la Eurocopa de fútbol ha generado un brote de ultra-españolismo realmente preocupante. Javi Martorell (Para Kaos en la Red) [30.06.2008 19:57] -
Pues si, me parece bien que la selección española halla ganado la Eurocopa, los futbolistas ciertamente lo han trabajado y sin duda han merecido la victoria; ahora bien, ese brote de españolismo nacionalista que se ha desatado no tiene justificación alguna, me explico:El ejemplo lo tengo aquí mismo, yo vivo en un barrio obrero con un alto porcentaje de inmigración y con los problemas y dificultades que genera la propia idiosincrasia del lugar y del entorno, curiosamente buena parte de los balcones y ventanas se han decorado en estos días con la bandera rojigualda en sus múltiples variantes: la constitucional, la del jodido torito de osborne o lo que es peor, la del repugnante escudo franquista, tiñendo el barrio de un aspecto propio de la película “bienvenido Mr. Marsall”. Esto denota que buena parte de la población autóctona no solo asume la insignia nacional si no que se enorgullece de exhibirla, lo cual no sería para tanto si tan solo se tratase de una cuestión de colores, la gravedad reside en que en la mayoría de los casos supone una clara demostración de fuerza españolista frente al colectivo inmigrante, contra otros territorios del estado y ante todo aquel que consideren diferente, acentuado por desvaríos etílicos como el de un vecino que, disfrazado con un tricornio y una banderita a modo de capa, pedía los papeles a quien pasaba por su lado, intentando el muy ignorante hacer la gracia ejerciendo sus particulares controles sobre todo aquel que no pareciese especialmente entretenido por la payasada, poniendo especial énfasis si a su entender los rasgos del aludido no eran suficientemente ibéricos.Hoy al levantarme, tras una larga noche de bocinas, petardos y gritos, pensé que todo habría acabado pero no fué así, las banderas seguían colgadas, los coches continuaban pitando y de vez en cuando algún fascista en potencia aprovechaba la coyuntura para colar un “arriba España” entre los repetidos cánticos resacosos del “a por ellos” y el “podemos”. El problema radica en que estos hechos no provienen simplemente de la ansiedad generada por la consecución de un título deportivo, es el claro ejemplo del enaltecimiento de ideas y valores que ya deberían estar extintos, es sacar a relucir una imagen que huele a naftalina, a viejo y a rancio.Mal camino es el que está tomando nuestra sociedad, lamentablemente se demuestra que ni hemos sido capaces de asumir la integración de los inmigrantes ni tampoco hemos aprendido de algunos de los capítulos más negros de nuestra historia reciente, tristemente Madrid y sus alrededores están claramente absorbidos por la derecha más recalcitrante, la de la clase trabajadora convencida de que su vida es radicalmente mejor gracias a la victoria de la selección de fútbol sin ver como su futuro se degrada a pasos de gigante. Lamentablemente hemos recuperado el Madrid de los años sesenta, el de las señoronas con permanente exibiendo sus falsos visones y sus perlas por la Gran Vía, el de las chachas subiendo por la escalera de servicio de un edificio del barrio de Salamanca para no manchar el ascensor de sus señores, el Madrid que cree que todo lo que hay más allá de la Casa de Campo o del Paseo de la Castellana son provincias llenas de paletos dispuestos a servir a los de la Capital, el Madrid del NO-DO y de las banderitas colgando al fin y al cabo. Yo sinceramnte no estoy muy seguro de que esto tenga remedio, al menos a corto y medio plazo. Si alguien lo conoce por favor que me lo cuente, que es triste pensar en la revolución sin saber si quiera como cambiar el barrio.
Pues si, me parece bien que la selección española halla ganado la Eurocopa, los futbolistas ciertamente lo han trabajado y sin duda han merecido la victoria; ahora bien, ese brote de españolismo nacionalista que se ha desatado no tiene justificación alguna, me explico:El ejemplo lo tengo aquí mismo, yo vivo en un barrio obrero con un alto porcentaje de inmigración y con los problemas y dificultades que genera la propia idiosincrasia del lugar y del entorno, curiosamente buena parte de los balcones y ventanas se han decorado en estos días con la bandera rojigualda en sus múltiples variantes: la constitucional, la del jodido torito de osborne o lo que es peor, la del repugnante escudo franquista, tiñendo el barrio de un aspecto propio de la película “bienvenido Mr. Marsall”. Esto denota que buena parte de la población autóctona no solo asume la insignia nacional si no que se enorgullece de exhibirla, lo cual no sería para tanto si tan solo se tratase de una cuestión de colores, la gravedad reside en que en la mayoría de los casos supone una clara demostración de fuerza españolista frente al colectivo inmigrante, contra otros territorios del estado y ante todo aquel que consideren diferente, acentuado por desvaríos etílicos como el de un vecino que, disfrazado con un tricornio y una banderita a modo de capa, pedía los papeles a quien pasaba por su lado, intentando el muy ignorante hacer la gracia ejerciendo sus particulares controles sobre todo aquel que no pareciese especialmente entretenido por la payasada, poniendo especial énfasis si a su entender los rasgos del aludido no eran suficientemente ibéricos.Hoy al levantarme, tras una larga noche de bocinas, petardos y gritos, pensé que todo habría acabado pero no fué así, las banderas seguían colgadas, los coches continuaban pitando y de vez en cuando algún fascista en potencia aprovechaba la coyuntura para colar un “arriba España” entre los repetidos cánticos resacosos del “a por ellos” y el “podemos”. El problema radica en que estos hechos no provienen simplemente de la ansiedad generada por la consecución de un título deportivo, es el claro ejemplo del enaltecimiento de ideas y valores que ya deberían estar extintos, es sacar a relucir una imagen que huele a naftalina, a viejo y a rancio.Mal camino es el que está tomando nuestra sociedad, lamentablemente se demuestra que ni hemos sido capaces de asumir la integración de los inmigrantes ni tampoco hemos aprendido de algunos de los capítulos más negros de nuestra historia reciente, tristemente Madrid y sus alrededores están claramente absorbidos por la derecha más recalcitrante, la de la clase trabajadora convencida de que su vida es radicalmente mejor gracias a la victoria de la selección de fútbol sin ver como su futuro se degrada a pasos de gigante. Lamentablemente hemos recuperado el Madrid de los años sesenta, el de las señoronas con permanente exibiendo sus falsos visones y sus perlas por la Gran Vía, el de las chachas subiendo por la escalera de servicio de un edificio del barrio de Salamanca para no manchar el ascensor de sus señores, el Madrid que cree que todo lo que hay más allá de la Casa de Campo o del Paseo de la Castellana son provincias llenas de paletos dispuestos a servir a los de la Capital, el Madrid del NO-DO y de las banderitas colgando al fin y al cabo. Yo sinceramnte no estoy muy seguro de que esto tenga remedio, al menos a corto y medio plazo. Si alguien lo conoce por favor que me lo cuente, que es triste pensar en la revolución sin saber si quiera como cambiar el barrio.
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