CAPITULO III----------------LA ALMOHADA-----------------------135
(1)Había ensayado cuidadosamente ante un espejo el ademán de llevarme la mano abierta a la boca y el gesto de tragar(fingidamente)una píldora. Como espereba,Lo dio una zarpada al frasco con sus atiborradas cápsulas hermosamente coloreadas,cargadas con el Sueño de la Bella.-¡Azul!-exclamó-.Azul violeta. ¿De qué son esas píldoras?-De Cielos estivales-dije-, plumas e higos, y la uva de sangre de emperadores.No,en serio….por favor…..-Oh sólo son vitaminas X.Dan la fuerza de un buey ¿Quieres probar una? Lolita extendió la mano, asintiendo vigorosamente. Yo esperaba que la droga obrara rápidamente.
(2) Blancas tus patas, roja tu jeta,
Y tus magras son bien duras.
Ven al catre conmigo.
Agárrate y besa a oscuras.
Delectación morosa llama a eso Panzo Tomás de Aquino,frate porcospino.Adán antes de la caída montaba y no se ponía cachondo.
Una marea occidentalizante,tirada por la luna,sigue su estela.Mareas,de miríadas de islas, dentro de ella,sangre no mia,oinopa pontón,un mar vinoso oscuro.He aquí la esclava de la luna. En sueño,el signo húmedo marca su hora, la manda levantarse.Cama de esposa, cama de parto, cama de muerte, con velas espectrales.Omnis caro
ad te veniet.Viene él,palido vampiro,a través de la tempestad sus ojos,sus alas de murciélago ensanguinolando el mar,boca al beso de la boca de ella.
(3)Pero ¿Qué ha hecho usted?,Dios mio,qué ha hecho usted?-me dijo-corrupción de una menor,rapto,fuga.¡Buena le aguarda!Está usted expuesto a que le metan en la cárcel durante cinco años.-Misericordia!-exclame-¡Cinco años de cárcel por salvar a una niña inocente!-¡Es la ley!
De un armario, donde guarda collares de pero,fustas,estribos,espuelas,cajas de cigarros y algunos libros usuales,sacó el Código y se puso a ojearlo.
"Articulo 306-Si el raptor no tuviese aún veintiún años, solo será castigado…"-"Articulo 357.-En el caso en que el raptor se hubiese casado con la muchacha a quien raptó, solo será perseguido a petición de las personas que, según el Código civil, tienen derecho para exigir la anulación del matrimonio. ¿De qué modo un hombre como usted llegó a creer posible raptar impunemente a una muchacha en Paris y en pleno siglo diecinueve?
(4) Ahora le parecía a Martha que su vida siempre había sido así,que le había odiado sin esperanza desde los primeros días,y las primeras noches,cuando Dreyer no hacia otra cosa que magrearla y lamerla como un animal,en una habitación del hotel cerrada con llave,en la blanca Salzburgo.
(5) Aunque hubiese pasado aquella primavera y aquel verano en el Recodo del Frances,no habría podido saber más:una pequeña aldea aislada sin nombre ni gracia,abandonada,que sin embargo,había acogido un dia,por casualidad y por suerte,una ciega semilla de la pródiga eyaculación olímpica y que ni siquiera lo sabía.
(6) Bertolucci, al igual que hacia Cortázar en Rayuela, convertía en juego la narración.Y yo me preguntaba qué día me atrevería a comenzar una novela con ese espíritu de juego que había encontrado en Bertolucci y Córtazar,saltando de casilla en casilla con la libertad primitiva que tuvo en sus inicios el arte de contar.
(7) ¡Ah, sobrinito! Creo que voy a hallar la manera de haceros obispo, pues no puedo comenzar tranquilamente por el arzobispado de Parma como lo quiere,con toda razón, la señora duquesa aquí presente. En ese obispado, lejos de nuestros pruedentes consejos,¿quereis decirnos cuál será vuestra política?-Matar al diablo antes de que me mate,como dicen muy bien mis amigos franceses-repuso Fabricio con ojos ardientes-;conservar por todos los medios posibles, incluido el pistoletazo, la posición que me hayáis labrado.
(8) Su cueva fue cercada. El atolondrado joven dio muerte primero a su prometida con un hacha
robada y, acto seguido, se quitó la vida con ella.
Ella dice que quiere ver también sangre. Quiere pincharse el dedo del corazón con una aguja, y
de paso causar daño a su propio corazón. Quiere ver chorrear sangre, verla hincharse y desbordarse,
teñir de rojo todos sus dedos hasta su misma raíz, chorrear entre sus grietas, a lo largo de las líneas
de la mano, hasta el centro de ésta, para luego gotear desde su palma...
Le preguntas por qué.
Ella dice que es debido a la presión que tú ejerces sobre ella.
Tú dices que esta presión no proviene sino de su corazón.
Pero es debido a ti.
Tú dices que te limitas a contar las cosas, que no has hecho nada más.
Ella dice que lo que tú cuentas la pone triste, le impide respirar.
Tú le preguntas si se siente enferma.
¡Este estado enfermizo eres tú quien lo ha provocado!
Tú dices que no comprendes lo que has podido hacer.
¡Qué hipócrita!, dice ella. Luego le da un ataque de risa.
No puedes evitar tener un poco de miedo al mirarla, reconoces que querías estimular un poco su
deseo, pero la sangre de una mujer no puede sino desagradarte.
Ella dice que precisamente quiere hacerte ver sangre, hacer chorrear sangre por su muñeca, luego
por sus brazos, bajo sus axilas, por su pecho, quiere que su sangre fresca chorree de través por su
blanco pecho, una sangre oscura de reflejos violáceos y negros, ella se hunde en esta negra sangre
violácea. Estarás obligado a verla...
¿Totalmente desnuda?
¡Totalmente desnuda, ella estará sentada en un mar de sangre, la parte interior de su cuerpo, entre
sus muslos, sus mismos muslos, estarán cubiertos de sangre, de sangre, de sangre! Afirma que
quiere ahogarse, hundirse hasta lo más profundo, no sabe por qué siente un deseo tan fuerte, las olas
la sumergen, se ve tendida en una playa, con las olas cubriéndola, la playa de arena no consigue
absorberla aún por completo, una nueva ola irresistible la cubre, ella quiere que tú penetres en su
cuerpo, que la magulles y la desgarres, sin piedad, dice que no tiene ningún pudor, ni tampoco
miedo ya, lo tenía, pero en realidad lo que pretendía era tenerlo, aunque en verdad no lo tenía, pero
teme también caer en ese negro abismo, flotar en él permanentemente, quiere hundirse, dice que ve
ascender despacio la marea negra desde simas insondables, la espuma oscura la engulle por entero,
dice que viene especialmente lenta, pero que una vez que lo ha hecho, es ya imparable, no sabe
cómo ha podido volverse tan insaciable.
(9) A principios de marzo acostumbro visitar el cementerio de Vysehrad. Tengo allí a unos cuantos amigos y a veces me parece que estoy allí también, completamente solo. Este año era un día frío de principios de primavera y el cementerio estaba casi vacío. Ante todo me dirigí al poeta Hrubín. Su tumba es la más reciente. Murió exactamente el 1 de marzo.
Desde lejos pude ver ante su bajo sepulcro a una chica desconocida. Tenía en la mano un ramillete de campanillas de nieve y un librito de oraciones. Me detuve al lado de la cercana tumba del poeta Macha esperando que la muchacha se marchase. La tumba es estrecha y delante de ella sólo puede estar un visitante. Y además, quería estar solo.
Desde mi juventud tengo una cierta predilección por estos jardines de los muertos. Me gusta visitar los cementerios. He pasado mi infancia y adolescencia en una proximidad casi íntima con el cementerio Olsansky No estaba lejos de casa y teníamos allí un sepulcro infantil. Además, debajo de las ventanas nos tocaban a diario marchas fúnebres y se oía el rechinar de los carros que llevaban los féretros. Pero en mi predilección no había nada morboso. Iba allí a plantar flores y a regarlas. En el cementerio de Olsansky pasaba unas primaveras llenas de júbilo y unos otoños nostálgicos, pero no pensaba nunca en la muerte.
¡Hoy sí!
Todavía más frecuentemente vagaba por la parte antigua del cementerio, allí donde éste se une a las calles de Zizkov. Y una y otra vez volvía a buscar inscripciones en las tumbas. Cuando le conté a Nezval que me interesaban las inscripciones, me confesó que escribiría un libro titulado Inscripciones para las tumbas.
La chica que estaba delante del sepulcro de Hrubín, al cabo de un largo rato, puso el ramillete sobre su nombre, grabado en la piedra, junto a la cual habían crecido unos capullos de azafrán de color amarillo yema. Hacían pensar en unas llamitas cuyas velas estuvieran cubiertas de tierra.
Tuve que apartarme un poco para dejar pasar a la chica que volvía. Los caminos entre las tumbas son estrechos. Pero más vale que lo confiese: quería verla. Era muy joven y todo lo bonita que suelen ser las muchachas muy jóvenes. En la mano no tenía oraciones, sino una edición miniatura del Romance para corneta. Cuando se me acercó más y pude ver su rostro, el corazón me empezó a latir. ¡Por suerte estaba muy cerca del sepulcro de Macha!
Algo amoroso y como antiguamente hermoso me sopló alrededor del rostro. ¡Qué lástima!
Pero envidié un poco aquella lectura al compañero difunto.
(10) Si tenemos en cuenta que el filósofo andalusí Ibn Tu-fail escribió ya
en el siglo XI la historia de un niño que llega a una isla desierta en
la que vive solo durante años y que allí descubre, además de una
cierva que le amamanta, la Naturaleza y los objetos, el mar, la
muerte, los cielos y las «realidades divinas» y decidimos que Hayy
Ibni Yaaqzan se adelantó seis siglos a Robinson Crusoe; o si,
atendiendo a que en el segundo caso se describen con más detalle
los utensilios y los medios de que se sirve, afirmamos que Ibn Tufail
está seis siglos atrasado con respecto a Daniel Defoe, ése es un
ejemplo del segundo tipo de estupidez.
Haci Veliyyüddin Efendi, uno de los seyhülislam de la época de
Mustafá III, se dejó llevar por una inspiración repentina una tarde de
un viernes del año 1761 después de que un amigo suyo, algo
indiscreto, acudiera a su casa y viendo un magnífico armario de su
despacho hiciera el irrespetuoso y poco apropiado comentario
siguiente: «Maestro, el armario está tan ordenado como tu cabeza», y
comenzó a escribir un largo tratado en el que comparaba su mente
con el armario de nogal, demostraba que en ambos casos todo
estaba en su sitio. Teniendo en cuenta que en su obra nos explica
que, como ocurría con aquel magnífico armario de dos puertas, cuatro
anaqueles y doce cajones obra de un artesano armenio, nuestra
mente posee también doce apartados en los que guardamos los
tiempos, los espacios, los números, los escritos y todas esas
chucherías a las que hoy llamamos «causalidad», «existencia» o
«determinismo», y que el filósofo alemán Kant enumeró doce
categorías de la razón pura en su famosa obra publicada veinte años
después, concluir que el alemán le imitó es un ejemplo del tercer tipo
de estupidez.
Si el doctor Ferit Kemal, mientras dibujaba un retrato
extraordinariamente vivo del gran Salvador al que todos esperamos,
hubiera sabido que sus compatriotas iban a interesarse por él un
siglo más tarde desplegando ese mismo tipo de estupideces, no se
habría sorprendido en absoluto porque toda su vida estuvo rodeado
por un halo de indiferencia y olvido que le había condenado al
silencio de un sueño. Hoy sólo puedo soñar su cara, que no he
podido ver en ninguna fotografía, como el rostro fantasmal de un
sonámbulo: era un adicto al hachís. Deducimos por la malintencionada
obra de Abdurrahman Seref Los nuevos otomanos y la libertad que
en París además convirtió a muchos de sus enfermos en adictos al
opio,
(1)Vladimir Nabokov Lolita PAG.135
(2)James Joyce Ulises "
(3)Anatole France El crimen de un académico "
(4)Vladimir Nabokov Rey,Dama,Valet "
(5)William Faulkner El villorrio "
(6)E.Vila-Matas Paris no se acaba nunca "
(7)Stendhal La cartuja de Parma "
(8)Xingjian Gao La montaña del alma "
(9)Seifert Jaroslav Toda la belleza del mundo "
(10)Orhan Pamuk El libro negro "