sábado, octubre 20, 2012

RADIO A LA ESPALDA

 

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JAMES JOYCE
ULISES              221

Estoy tratando de conseguir influencias en el Ministerio. Ahora voy a probar con la
publicidad. Estoy rodeado de obstáculos, de...
intrigas... de... maniobras subterráneas, de...
Irguió su dedo índice y con un gesto de
viejo marcó el compás antes de que hablara su voz.

  

Javier Cercas
Anatomía de un instante   221

¿Son los vicios privados de un político virtudes públicas? ¿Es posible llegar
al bien a través del mal? ¿Es insuficiente o mezquino juzgar éticamente a un
político y sólo hay que juzgarlo políticamente? ¿Son la ética y la política
incompatibles y es un oxímoron la expresión ética política? Al menos desde
Platón la filosofía ha discutido el problema de la tensión entre medios y fines, y no
hay ninguna ética seria que no se haya preguntado si es lícito usar medios
dudosos, o peligrosos, o simplemente malos, para conseguir fines buenos.
Maquiavelo no tenía ninguna duda de que era posible llegar al bien a través del
mal, pero un casi contemporáneo suyo, Michel de Montaigne, fue todavía más
explícito: «El bien público requiere que se traicione y que se mienta, y que se
asesine»; por eso ambos consideraban que la política debía dejarse en manos de
«los ciudadanos más vigorosos y menos timoratos, que sacrifican el honor y la
conciencia por la salvación de su país».

 

la  m u e r t e  d e  V i r g i l i o
Hermann Broch                       221

  Su ojo humano no había perdido nada de
discernimiento y él sabía del rostro de las estrellas tras la nube. La mancha solar, oscurecida de
noche, un resplandor rojo grisáceo, alcanzó entonces el límite inferior del día, y las estrellas,
encendiéndose con su vigor nocturno, lograron atravesar con su centelleo la cubierta de niebla,vacilantes al comienzo, luego cada vez más claras; lentamente volvieron a estar todas y en todo su
brillo, ciertamente no sólo arriba, sino también abajo, convirtiéndose aquí en un segundo cielo
estelar, el del reflejo, que titilaba tanto en la negra .profundidad de las aguas, cuanto en la húmeda y
negra cubierta de lo vegetal, y hacía de ellas un solo espejo negro, una sola cúpula, tachonada de
estrellas; nada distinguía ya el oleaje vegetal de las aguas, los mares habían inundado lo vegetal
saltando sus orillas, lo vegetal en cambio los mares, y entre las estrellas de arriba y las de abajo se
cernían yertos los animales del aire y del agua. Eco de estrellas era la cúpula inferior... ¿No era
también la superior eco de plantas? Unidad arriba como abajo, una y otra sostenida por el doble
cielo, por el doble mar, se unían en una sola totalidad concrecida de plantas y de estrellas,
abarcando el mundo y tan cerrada en sí misma, que en su espacio no podía existir ya la menor
individualidad, que ninguna estaba permitida, que todas se disolvían: águila o garza o ave dragón,
ballena o tiburón o reptil nadador, eran ya sólo un todo, no eran más que una sola cubierta de lo
animal, una sola esencia que llenaba el espacio, y se tomó cada vez más transparente, una niebla
animal, que al fin se disipó en lo invisible, en lo más invisible, disuelta en lo sidéreo, absorbida por
lo vegetal. La totalidad animal había penetrado en la noche, se había extinguido el aliento animal
del mundo, ningún corazón latía ya; y la serpiente helada estalló, la serpiente del tiempo estalló. De
repente, no retenida por ningún tiempo, la noche pasó al pleno día; de repente y liberado de los
tiempos, el sol se hallaba en el mediodía, rodeado por una multitud opalina de estrellas, en la que no
faltaba estrella alguna, ni siquiera la blanquecina luna, y así también en multiplicada claridad
resplandecía detenido el astro del Oriente.

 

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Danza de espejos
Lois McMaster Bujold  221

Flotaba en un estado confuso, medio despierto, entre fragmentos de sueño y
dolor, cuando llegó la mujer.
Se inclinó sobre su visión borrosa.
—Ahora vamos a sacarle el marcapasos. — La voz era clara y baja. Los
tubos ya no estaban en sus oídos, o tal vez los había soñado —. Su nuevo corazón
va a funcionar solo y los pulmones también.
Se inclinó sobre su pecho dolorido. Bonita mujer, elegante, intelectual.
Lamentó estar vestido sólo con esa sustancia pegajosa, aunque tenía la sensación
de que aún había llevado menos encima. No recordaba dónde ni cómo. La mujer
hizo algo con el bulto del cuerpo de la araña; vio cómo se le partía la piel en un hilo
rojo y delgado y luego vio cómo se sellaba de nuevo. Parecía que le estaba
cortando el corazón como una antigua sacerdotisa de sacrificio, pero no, no era eso: él seguía respirando laboriosamente. Ella había sacado algo, de eso no había
duda, porque lo dejó en una bandeja sostenida por un compañero, un varón.
—Ahí está. — Ella lo miró de cerca.

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PAUL AUSTER
La trilogía
de Nueva York              221-180=41

Este dibujo le hizo pensar en un pájaro, un ave de presa quizá, con las alas
extendidas, cerniéndose en el aire. Un momento más tarde esta lectura le pareció
demasiado rebuscada. El pájaro se desvaneció y en su fugar vio únicamente dos formas
abstractas unidas por el diminuto puente que Stillman había formado al ir hacia el oeste
por la calle Ochenta y tres. Quinn se detuvo un momento para reflexionar sobre lo que
estaba haciendo. ¿Estaba garabateando bobadas? ¿Estaba desperdiciando la tarde
estúpidamente o estaba intentando descubrir algo? Se dio cuenta de que cualquiera de
las dos respuestas era inaceptable. Si estaba simplemente matando el tiempo, ¿por qué
había elegido una forma tan trabajosa de hacerlo? ¿Estaba tan confuso que ya no tenía el
valor de pensar? Por otra parte, si no estaba únicamente entreteniéndose, ¿qué pretendía
realmente? Le pareció que estaba buscando una señal. Estaba escudriñando el caos de
los movimientos de Stillman en busca de un destello de intencionalidad. Eso implicaba
una sola cosa: que continuaba sin creer en la arbitrariedad de los actos de Stillman.
Quería que tuvieran un sentido, por muy oscuro que fuese. Esto, en sí mismo, era
inaceptable. Porque significaba que Quinn se estaba permitiendo negar los hechos, cosa
que, como bien sabía, era lo peor que podía hacer un detective.

 

Captura

FUEGO BLANCO

                                                               

 

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JAMES JOYCE
ULISES                       197

Las palabras turbaron sus miradas.
—¿Cómo, señor? —preguntó Comyn—.
Un puente cruza un río.
Para el libro de dichos de Haines. Nadie
está aquí para escuchar. Esta noche,
hábilmente, entre bebida salvaje y charla, para
perforar la lustrada cota de malla de su mente.
¿Después, qué? Un bufón en la corte de su
señor, tratado con indulgencia y sin estima,
obteniendo la alabanza de un señor clemente.
¿Por qué habían elegido todos ellos ese papel?
No enteramente por la dulzona caricia. Para
ellos la historia era también un cuento como
cualquier otro, oído con demasiada fecuencia; su
patria, una casa de empeño.Si Pirro no hubiera caído a manos de una
bruja en Argos, o si Julio César no hubiera sido acuchillado a muerte. No se podrán borrar del
pensamiento. El tiempo los ha marcado y,
sujetos con grillos, se aposentan en la sala de
las infinitas posibilidades que han desalojado.
Pero ¿podría haber sido que ellos estuvieran
viendo que nunca habían sido? ¿O era solamente
posible lo que pasaba? Teje, tejedor del viento.
—Cuéntenos un cuento, señor.
—¡Oh, cuente, señor! Un cuento de
aparecidos.
—¿Dónde estamos en éste? —preguntó
Esteban, abriendo otro libro.
—"No llores más"—dijo Comyn.

I v o A n d r i c  U n p u e n t e  s o b r e  e l  D r i n a    197

Pavlé daba vueltas en la cabeza a lo que le había sucedido a él, a su casa y a todos sus bienes. Y,
cuanto más pensaba, más le parecía que todo aquello era una pesadilla. Pues, ¿cómo se podría explicar
de otro modo la desgracia que había caído sobre él y sobre su familia durante aquellos últimos días?
Dos de sus hijos, estudiantes, habían sido detenidos el primer día. Su mujer estaba en la casa con sus hijas. El gran taller de Osoinitsa, en el que se construían las cubas, ardió ante sus propios ojos. Aquellos
de sus siervos que vivían en los pueblos de los alrededores, probablemente habrían perecido o se
habrían dispersado. Todo el dinero que había prestado en la ciudad, se había perdido. Su tienda, la más
hermosa de todas, permanecía cerrada y, con toda seguridad, sería saqueada o incendiada por alguna
bomba. Y él estaba sentado en aquella barraca, siendo rehén, respondiendo con su cabeza de lo que, en
modo alguno, dependía de él: de la suerte del puente.
Los pensamientos brotaban en su cabeza como una ola tumultuosa y desordenada, y se
entrecruzaban, para desvanecerse después. ¿Qué relación tenía él con el puente, él, precisamente, que
no se había ocupado en su vida más que de sus asuntos y de su casa?

 

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VLADIMIR NABOKOV             197
Cuentos completos

—¿No hay luz por ningún sitio? —preguntó Nikolai con alegría.
Ella abrió una puerta y dijo toda excitada:—Sí, ven. He encendido unas velas aquí.
—Primero, déjame que te vea —dijo él, entrando en el aura titubeante de la luz de
las velas y observando a su madre con avidez. Su pelo negro estaba teñido en un
tono de paja clara.
—Bueno ¿es que no me reconoces? —le preguntó su madre, respirando
nerviosamente y luego se apresuró a añadir—: No te me quedes mirando de esa
manera. ¡Vamos, cuéntamelo todo! Qué moreno estás, Dios mío! Sí, ¡cuéntamelo
todo!

La vida y la muerte me   MO YAN  197
están desgastando
                    

Las fúerzas de los Guardianes Rojos aparecieron ruidosamente por la calle. Mi hermano
avanzaba con valentía, mientras sus «cuatro sirvientes guerreros» formaron animados a su
alrededor. Llevaba un arma metida en la funda de su cinturón, una pistola que le había quitado al
profesor de educación física de la escuela elemental. La luz se reflejaba en su tambor de cromo,
que tenía la forma de la polla de un perro. Los «cuatro sirvientes guerreros» también llevaban
cinturones, hechos con el pellejo de una vaca de la Brigada de Producción que había muerto de
hambre hacía poco tiempo. Los cinturones, que no estaban bien secos ni del todo curtidos,
apestaban un poco. Cada uno de ellos llevaba un revólver metido en el cinturón. Eran los que uti -
lizaba la compañía de ópera de la aldea y todos ellos estaban tallados hermosamente en olmo por
el hábil carpintero Du Luban, y luego pintados de negro. Presentaban un aspecto tan real que si
cayeran en manos de bandidos se podrían utilizar para cometer un atraco. La parte trasera del
cinturón de Dragón Sun se había vaciado para dejar sitio a un resorte, a un gatillo y a un
detonador de fulminantes. Cuando se disparaba, producía un sonido más estridente que el de las
pistolas reales. La pistola de mi hermano utilizaba fulminantes y cuando apretaba el gatillo,
sonaba dos veces.

 

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PAUL AUSTER
La trilogía
de Nueva York               197

 

Quinn intuyó que ella estaba al
borde de un ataque de nervios y que una palabra más podría hacerle traspasar ese límite.
Ahora tenía que hablar él, de lo contrario la conversación se le escaparía de las manos.
-¿Cómo descubrieron a Peter finalmente? -preguntó.
Parte de la tensión abandonó a la mujer. Exhaló audiblemente y miró a Quinn a
los ojos.
-Hubo un incendio -contestó.
-¿Un incendio accidental o un incendio provocado?
-Nadie lo sabe.
-¿Qué opina usted?
-Yo creo que Stillman estaba en su despacho. Allí era donde guardaba los
apuntes de su experimento y creo que finalmente se dio cuenta de que su trabajo había
sido un fracaso. No digo que se arrepintiera de nada de lo que había hecho. Pero incluso
considerado en sus propios términos, comprendió que había fracasado. Creo que esa
noche llegó a un punto de máximo disgusto consigo mismo y decidió quemar sus
papeles. Pero el fuego se extendió y quemó gran parte del piso. Afortunadamente, la
habitación de Peter estaba al otro extremo de un largo pasillo y los bomberos llegaron
hasta él a tiempo.
-¿Y luego?
-Tardaron varios meses en aclararlo todo. Los papeles de Stillman habían
quedado destruidos, lo cual significaba que no había pruebas concretas. Por otra parte,
estaba el estado de Peter, la habitación en la que había estado encerrado, aquellas
horribles tablas que tapaban las ventanas, y finalmente la policía reconstruyó el caso.
Stillman fue llevado a juicio.
-¿Qué sucedió en el juicio?
-Juzgaron que Stillman estaba loco y le recluyeron.

 

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viernes, octubre 19, 2012

EL DOBLE DE SAN JORGE DESPISTADO

 

                                                                Captura

                                                                

     

 

 

YASUNARI KAWABATA-EL CLAMOR DE LA MONTAÑA   666

No hay viento.La luna brillante,casi luna llena.La humedad de la noche.El contorno de los árboles dibujando borrosamente la cumbre del pequeño monte.Inmóviles.No hay viento.Las hojas de los helechos,al pie de la galería donde se encuentra Shingo,tampoco se mueven.Dudó si seria el mar.En el fondo de algunas cañadas entre los montes de Kamakura hay noches en que se oye el rumor de las olas….No,Era el clamor de la montaña.Era como el sonido de un viento lejano,pero con una fuerza profunda,como el temblor de tierra.A la vez,le parecía estar oyéndolo dentro de su cabeza.El sonido cesó.Y,entonces,se vio asaltado por el miedo.Sintió un escalofrió:¿se le anunciaba la muerte?¿El sonido del viento ?¿El rumor del mar?¿Un zumbido en sus oídos?Estaba cierto de que no había oído nada de eso.Lo que había oído era el clamor de la montaña.Era como si un diablo hubiese pasado de pronto haciendo vibrar el monte

JAMES JOYCE
ULISES                        666

Si el terremoto no le
hubiera llevado el compás tendríamos que saber
dónde situar al pobre Wat, sentado en su cama
de liebre, el aullido de los sabuesos, la brida
tachonada y las ventanas azules de ella. Ese
recuerdo, Venus y Adonis, yace en el dormitorio
de Londres. ¿Es Catalina una arpía repulsiva?
Hortensio la llama joven y hermosa. ¿Creen
ustedes que el autor de Antonio y Cleopatra, un
peregrino apasionado, tenía los ojos atrás de la
cabeza para escoger la atorranta mas fea de
todo Warchickshire y acostarse con ella? Bueno,
él la dejó y ganó el mundo de los hombres.

                                                             

MO YAN LAS -BALADAS DEL AJO  666

Deberían haberte
disparado, maldito asesino.
—A mí no —el hombre de mediana
edad dejó escapar una risa
extraña—. Los únicos a los que van a
disparar son a los que están en el
corredor de la muerte.
Después de empujar los dos cuencos  de esmalte hacia el pasillo a
través del agujero que había en la
puerta, el anciano se mojó los labios,
como una lagartija que come bolas
de grasa. Gao Yang se asustó al ver
sus dientes podridos y deformes, así
como sus ojos llorosos e infectados.
La quietud del pasillo se vio
interrumpida por el sonido de un
cacillo golpeando contra un balde de metal.
El ruido todavía se encontraba a
mucha distancia.

 

VLADIMIR NABOKOV
Cuentos completos 666

El título original ruso, «Korioliok» (literalmente, «un reyezuelo»), es, o se supone
que es, un modo de designar a un falsificador en la jerga rusa de los bajos fondos. Le
estoy sumamente agradecido al profesor Stephen Jan Parker que me sugiriera el
título de la versión inglesa («The Leonardo»), el término que correspondería a las
implicaciones semánticas del ruso en el argot americano, un término que brilla
deliciosamente con el majestuoso polvo de oro del nombre del Viejo Maestro. La
sombra grotesca y feroz de Hitler se cernía sobre Alemania en la época en la que
imaginé a esos dos bestias y a mi pobre Romantovski

Javier Cercas
Anatomía de un instante      270*3=810-666=144

Se dice que cuando el presidente del consejo de guerra que
juzgaba a José Sanjurjo por el intento de golpe de estado de agosto de 1932 le
preguntó al general quién respaldaba su intentona la respuesta del militar fue la
siguiente: «Si hubiera triunfado, todo el mundo. Y usted el primero, señoría». Es
mejor no engañarse: lo más probable es que, si hubiera triunfado, el golpe del 23
de febrero hubiese sido aplaudido por una parte apreciable de la ciudadanía,
incluidos políticos, organizaciones y sectores sociales que lo condenaron una vez
que fracasó; años después del 23 de febrero Leopoldo Calvo Sotelo lo dijo así:
«Qué duda cabe que si hubiera triunfado Tejero y hubiera habido un golpe de
Armada, pues a lo mejor la manifestación en su apoyo no hubiera sido de un
millón de personas, como lo fue la del día 27 en Madrid en apoyo de la
democracia, aunque quizá hubiera sido de ochocientas mil gritando: "¡Viva
Armada!"».

 

Roberto Bolaño
2666                          666

Habrá que investigarlo,
le contestó Juan de Dios antes de marcharse para casa. Al
día siguiente, ya realizadas las pertinentes autopsias, el forense
se reafirmó en sus primeras apreciaciones y añadió que la
muerte de Herminia no se debía al balazo alojado en su nuca
sino a un paro cardiaco. La pobrecita, les dijo el forense a un
grupo de judiciales, no pudo resistir el trance de la tortura y las
vejaciones.

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ESCRITO EN EL AIRE

 

  2012-10-09 09.33.34 

 

JORGE LUIS BORGES
OBRAS COMPLETAS                586

la divinidad sólo conoce las leyes generales
del universo, lo concerniente a las especies, no al individuo.
Escribía con lenta seguridad, de derecha a izquierda; el ejercicio
de formar silogismos y de eslabonar vastos párrafos no le impedía
sentir, como un bienestar, la fresca y honda casa que lo rodeaba.
En el fondo de la siesta se enronquecían amorosas palomas; de
algún patio invisible se elevaba el rumor de una fuente; algo
en la carne de Averroes, cuyos antepasados procedían de los
desiertos árabes, agradecía la constancia del agua. Abajo estaban
los jardines, la huerta; abajo, el atareado Guadalquivir y después
la querida ciudad de Córdoba, no menos clara que Bagdad o que
el Cairo, como un complejo y delicado instrumento, y alrededor
(esto Averroes lo sentía también) se dilataba hacia el confín la
tierra de España, en la que hay pocas cosas, pero donde cada
una parece estar de un modo sustantivo y eterno.

2012-10-19 10.53.20   

VLADIMIR NABOKOV
Cuentos completos    586

Pero mi mejor hallazgo, no obstante, en mi búsqueda por viejos archivos, es una
fotografía toda borrosa del barbado impostor encaramado sobre el mármol del
inacabado monumento a Perov en un parque de árboles desnudos. Se le ve muy
erguido con los brazos cruzados; lleva una gorra de piel redonda y un par de
polainas nuevas, pero va sin abrigo; un pequeño grupo de admiradores está reunido
a sus pies, y sus rostros blancos miran pequeños a la cámara con aquella mirada tan
peculiar de complacencia, de mirarse al ombligo tan típica de los grupos dispuestos
a linchar a alguien.
En este ambiente donde florece el gamberrismo y la complacencia reaccionaria
(tan íntimamente unido en Rusia con los ideales gubernamentales,
independientemente de que el zar se llame Alejandro, Nicolás o Ivan), la
intelligentsia apenas podía visualizar el desastre que suponía el identificar al Perov
puro, ardiente y revolucionario, de sus poemas como un anciano vulgar
revolcándose en una pocilga pintada. Lo trágico era que aunque ni Gromov ni los
hermanos Kherstov creían realmente que aquel histrión fuera el verdadero Perov,
muchos ciudadanos honrados y cultivados habían llegado a obsesionarse con la idea
imposible de que habían expulsado a la Verdad y a la Justicia.

 

   Mo yan  -   Las baladas del ajo   586

Tengo frío... por todo el cuerpo...
Gao Ma la soltó y las rodillas de
Jinju se doblaron. Cogió el abrigo de
donde ella lo había dejado y,mientras lo sacudía, una nube de
destellosverdes salpicó el yute, aumentando y
apagándose, resplandeciendo y
difuminándose.
Gao Ma le cubrió los hombros con el
abrigo. El aire húmedo de la
noche lo había vuelto pesado y
despedía el apestoso hedor de una
repugnante piel de perro.

 

DON QUIJOTE-586

—¿Qué decís vos a esto?, preguntó Sancho.
Y el otro respondió que era verdad cuanto su contrario decía, y no había
querido darle más de cuatro reales, porque se los daba muchas veces; y los que
esperan barato han de ser comedidos y tomar con rostro alegre lo que les dieren, sin ponerse en cuentas con los gananciosos, si ya no supiesen de cierto que
son fulleros y que lo que ganan es mal ganado; y que para señal que él era
hombre de bien, y no ladrón, como decía, ninguna había mayor que el no
haberle querido dar nada; que siempre los fulleros son tributarios de los mirones,
que los conocen.
—Así es —dijo el mayordomo—; vea vuesa merced, señor gobernador,
qué es lo que se ha de hacer destos hombres.
—Lo que se ha de hacer es esto —respondió Sancho—: vos, ganancioso
bueno o malo o indiferente, dad luego a este vuestro acuchillador cien reales,
y más habéis de desembolsar treinta para los pobres de la cárcel; y vos, que no
tenéis oficio ni beneficio y andáis de nones en esta ínsula, tornad luego esos
cien reales, y mañana en todo el día salid desta ínsula desterrado por diez años,
so pena, si lo quebrantáredes, los cumpláis en la otra vida, colgándoos yo de
una picota o, a lo menos, el verdugo por mi mandado. Y ninguno me replique,
que le asentaré la mano.

jueves, octubre 18, 2012

EL COMETA INMOVIL

 

2012-10-09 08.23.51 

 

VLADIMIR NABOKOV
Cuentos completos 291

Con creciente insistencia. El número treinta y tres —el tema de aquel sueño— se
había enredado en la malla de su inconsciente y con sus garras curvas como las de
un murciélago se había quedado trabado en su alma y sus empeños todos por
devanar aquel misterioso enredo del subconsciente le resultaron vanos. Según la
tradición, Jesucristo había vivido hasta los treinta y tres años y quizá (pensaba Graf,
inmovilizado junto a la cruz del travesano de los postigos de la ventana), quizá fuera
cierto que una voz le había murmurado en aquel sueño: «Tú también morirás a la
edad de Cristo...», y aquellas palabras desplegaron ante sus ojos, como en una
pantalla iluminada, la corona de espinas trenzando un doble tres amenazante.
Abrió la ventana. Había más luz en la calle que dentro de casa porque las farolas ya
estaban encendidas. El cielo aparecía cubierto con una manta de suaves nubes; y
sólo hacia el oeste, entre los tejados ocres de las casas, se vislumbraba una tierna
banda de destellos brillantes.

    

 

Las baladas del ajo   Mo yan   292

Los policías introdujeron a Gao Yang en el recinto del gobierno
municipal, donde Bigotes Zhu, un
miembro de la subestación de
policía,
se precipitó a felicitar a Cabeza de
Tambor y a su tartamudo compañero
por el magnífico trabajo que habían
hecho.
El corazón de Gao Yang se llenó de
esperanza al ver un rostro
familiar.Viejo Zhu —dijo—, ¿a dónde me
llevan?
—A un lugar donde no se necesitan
cartillas de racionamiento para
comer.
—Por favor, diles que me dejen
marchar. Mi esposa acaba de tener
un bebé.
—¿Y qué? Todos somos iguales ante la ley.

JAMES JOYCE
ULISES                 291

Recorriendo todo ese camino: España,
Gibraltar, Mediterráneo, el Levante. Canastos
alineados a lo largo del muelle de Jaffa, el sujeto
controlándolos en su libro, los peones vestidos
con ropas ordinarias de fajina manejándolos.

Allí salió elquecomolollamas. ¿Cómo está usted?
No ve. El sujeto que se conoce solamente como
para saludar es un poco aburrido. Su espalda es
como la de ese capitán noruego. ¿Lo encontraré
hoy? Carro de riego. Para provocar la lluvia.
Sobre la tierra como en el cielo.
Una nube comenzó a cubrir el sol
enteramente, lentamente, enteramente. Gris.
Lejos.
No, así no. Una tierra árida, desnudo
desierto. Lago volcánico, el mar muerto: sin
peces ni plantas acuáticas, hundido en la tierra.
Ningún viento movería esas olas, gris metal,
aguas cargadas de vapores ponzoñosos. La
lluvía de azufre le llamaban; las ciudades del
llano: Sodoma, Gomorra, Edom. Todos nombres
muertos

2012-10-10 11.50.33