Lolita
Vladimir Nabokov 142
A veinte pasos, Frank parecía una montaña de salud. A cinco, como ahora,
era un mosaico rubicundo de cicatrices; había sido despedido a través de una
pared; pero a pesar de sus muchas heridas, era capaz de manejar un camión
tremendo, de pescar, cazar, beber y retozar alegremente con las damas que
encontraba junto al camino. Ese día, ya porque fuera una gran festividad o
porque deseara entretener a un hombre enfermo, se quitó el guante que solía
usar en la mano izquierda (la que tenía apoyada en el marco de la puerta) y
reveló al fascinado doliente no sólo la falta completa del cuarto y quinto dedos,
sino también una muchacha desnuda, con pechos cinabrios y triángulo de tinta
china, pulcramente tatuada en el dorso de su mano mutilada; el índice y el dedo
medio eran tas piernas, mientras el puño llevaba su cabeza coronada de flores.Oh, delicioso... reclinada contra el marco, como un hada traviesa...
Le pedí que dijera a Mary Lore que me quedaría la tarde entera en la cama
y en algún momento del día siguiente me pondría en contacto con ella, si me
sentía bastante polinesio.
Advirtió la dirección de mi mirada e hizo que la cadera derecha de la
mujercita se meneara amorosamente.
—Formidable –asintió el grandote Frank.
Palmeó el marco de la puerta y se llevó silbando mi mensaje
GRAVES, ROBERT LA DIOSA BLANCA, 142
Jano nunca volverá a tener sacerdotes. Su puerta será
cerrada y permanecerá oculta en las grietas de Ariadna.
En otros términos, la antigua religión druídica basada en el culto del roble será
desalojada por el cristianismo, y la puerta -el dios Llyr- languidecerá olvidada en el
Castillo de Arianrhod, la Corona Borealis.
Esto nos ayuda a comprender la relación que existía en Roma entre Jano y la
Diosa Blanca Cardea, mencionada al final del capítulo IV como la diosa de los Goznes que fue a Roma desde Alba Longa. Ella era el gozne sobre el que giraba el año -el año latino antiguo, no el etrusco- y su importancia como tal consta en el adjetivo latino
cardinalis -se dice que algo tiene una «importancia cardinal»- que se aplicaba también a
los cuatro vientos principales; pues hasta la época clásica se consideraba que los vientos
se hallaban bajo la dirección única de la Gran Diosa. Como Cardea gobernaba el Gozne
Celestial detrás del Viento Norte, alrededor del cual, como explica Varrón en su De Re
Rustica, gira la piedra molar del Universo. Esta concepción aparece más claramente en
los Eddas escandinavos, donde las gigantas Fenja y Menja, que hacen girar la
monstruosa piedra molar Grotte en la fría noche polar, representan a la Diosa Blanca en
sus estados de ánimo complementarios de creación y destrucción
VLADIMIR NABOKOV
Cuentos completos 142
Mientras paseo por alguna calle silenciosa y oscura, me gusta oír cómo algún
hombre regresa a casa. El hombre no resulta visible en la oscuridad, y nunca sabes de antemano qué puerta se abrirá a la vida y condescenderá a dejarse penetrar por
el chirrido de una llave, para después girar, y detenerse luego, retenida por el
contrapeso, para acabar cerrándose de golpe; la llave chirriará de nuevo desde
dentro, y, en las profundidades al otro lado del cristal de la puerta, un débil
resplandor se rezagará durante un minuto maravilloso.
Pasa un coche sobre columnas de luz húmeda. Es negro, con una raya amarilla bajo
las ventanillas. Irrumpe ronco con su bocina en los oídos de la noche y su sombra
cruza bajo mis pies.
La condición humana: André Malraux 142
¿Qué ha ocurrido? –preguntó Suen.
Chen se lo explicó. Pei también se había aturdido cuando había visto que Chen no abandonaba
solo el almacén del anticuario. Se había dirigido hacia su puesto de lanzamiento, a algunos metros
de la esquina. En Shanghai hay la costumbre de conducir por la izquierda; de ordinario, el auto daba
la vuelta acortando, y Pei se había situado en la acera de la izquierda para arrojar su bomba desde
cerca. Ahora bien, el auto iba de prisa; no había coches en aquel momento en la avenida de las Dos
Repúblicas. El chófer había dado la vuelta por el camino más largo; se había aproximado, pues, a la
otra acera, y Pei se había encontrado separado de él por un pousse.
–Tanto peor para el pousse –dijo Chen–. Hay otros millares de coolies que no pueden vivir más
que de la muerte de Chiang Kaishek.
–Habría errado el golpe.
Suen no había arrojado sus granadas porque la abstención de sus camaradas le había hecho
suponer que el general no iba en el coche.
Avanzaban en silencio entre los muros, que el cielo amarillento y cargado de bruma tomaba
pálidos, en una soledad miserable, acribillada de detritus y de hilos telegráficos
JAMES JOYCE
ULISES 142
Detrás. Tal vez hay alguien.
Volvió la cara por encima del hombro,
retro regardant. Moviendo en el aire sus tres
altos mástiles, las velas recogidas sobre las
crucetas, arribaba, aguas arriba, moviéndose
silenciosamente, un navío silencioso
VLADIMIR NABOKOV
Cuentos completos 675 830-675=155
Una farola centelleaba delante; sobre el cristal se
derramaba una rama, y las hojas que caían sobre el extremo del cristal, saturadas de
luz, eran casi una pura transparencia. Se acercó. La sombra de la puerta de entrada,
con su trabajo de celosía distorsionado por completo, le alcanzaba desde la acera
enmarañándole los pies. Más allá de la verja y más allá también del oscuro camino
de grava, se erguía amenazante la fachada de la casa familiar, toda oscura salvo por
una sola luz en una ventana abierta. Dentro de aquella sima color ámbar, la doncella
se disponía a extender con un amplio movimiento de sus brazos una sábana blanca
como la nieve sobre una cama. Chorb la llamó con un grito seco y potente. Tenía
una mano todavía agarrada a la puerta y el tacto del hierro bañado de rocío contra
la palma de la mano le hirió con el más afilado de los recuerdos.
La doncella ya corría a su encuentro. Como le diría a Frau Keller más tarde, primero
lo que le chocó fue que Chorb se quedara de pie en silencio en la acera junto a la
puerta, aunque ella la abrió de inmediato. «No llevaba sombrero —contó— y la luz
de la farola le daba en la frente, una frente toda sudorosa, y el pelo todo pegado a
causa del sudor.
JAMES JOYCE
ULISES 830
—¿Es ése? —preguntó Haines,
torciéndose en su asiento.
—Sí —dijo Mulligan—. Ése es Juan
Howard, su hermano, nuestro concejal.
Juan Howard Parnell movió un alfil
blanco tranquilamente y su garra gris subió de
nuevo a la frente, donde descansó.
Un instante después, bajo la pantalla, sus
ojos miraron vivamente, con brillo espectral, a
su enemigo, y cayeron otra vez sobre un sector
activo del tablero.
—Tomaré un mélange —dijo Haines a la
camarera.
—Dos mélanges —agregó Buck
Mulligan—. Y tráiganos unos escones y manteca y algunos pastelitos también
Cuando ella se hubo retirado exclamó
riendo:
—Lo llamamos P. D. I. porque tiene
pasteles del infierno. ¡Oh, pero usted se perdió a
Dedalus en su Hamlet!
YASUNARI KAWABATA EL CLAMOR DE LA MONTAÑA 830
Como las niñas ya viven en casa,no hay nada que hacer.Me pregunto si vendrá la policía a casa.¿A qué?Alguien tiene que responder por Aihara.No,no.No vendrán.Precisamente para evitar eso,Aihara envió el documento de divorcio.Las puertas correderas se abrieron violentamente y apareció Fusako en camisón.Sin apenas haber leído bien los periódicos,lo rasgó en mil pedazos y lo tiró,pero,por más fuerza que puso,éstos no revolotearon….Fusako,dejándose caer de lado sobre el tatami,rechazaba de si el periódico hecho trizas.Kikuko cierra la puerta¿quieres?.Al otro lado de las puertas abiertas por Fusako,se veían las figuras de dos niñas durmiendo.
JORGE LUIS BORGES
OBRAS COMPLETAS 158
Remotas en el tiempo y en el espacio, las historias que he
congregado son una sola; el protagonista es eterno, y el receloso
peón que pasa tres días ante una puerta que da a un último
patio es, aunque venido a menos, el mismo que, con dos arcos,
un lazo hecho de crin y un alfanje, estuvo a punto de arrasar y
borrar, bajo los cascos del caballo estepario, el reino más antiguo
del mundo. Hay un agrado en percibir, bajo los disfraces del
tiempo, las eternas especies del jinete y d é l a ciudad 1; ese agrado,
en el caso de estas historias, puede dejarnos un sabor melancólico,
ya que los argentinos (por obra del gaucho de Hernández o por
gravitación de nuestro pasado) nos identificamos con el jinete,
que es el que pierde al fin. Los centauros vencidos por los lapitas,
la muerte del pastor de ovejas Abel a manos de Caín, que
era labrador, la derrota de la caballería de Napoleón por la infantería
británica en Waterl'oo, son emblemas y sombras de ese
destino.
EL FIGÓN DE LA REINA PATOJA
de
Anatole France 158
—Miraut, nuestro buen perro, ha dado vueltas al asador durante catorce
años. No tengo ningún reproche que dirigirle. Es un buen servidor que
nunca ha robado el más pequeño trozo de pava o de ganso. Se contenta
como premio de su trabajo con lamer el asador. Pero se hace viejo. Su pata
está ya tiesa, no ve gota, y ya no sirve para dar vueltas a la manivela.
Jacobo, es a ti, hijo mío, a quien corresponde ocupar su puesto. Con la
reflexión y alguna práctica, llegarás, sin duda, a hacerlo tan bien como él...
Miraut, escuchando estas palabras, meneaba la cola en señal de
aprobación. Mi padre prosiguió:
—Sentado, pues, sobre esa banqueta, darás vueltas al asador. Sin
embargo, a fin de fortalecer tu espíritu, repasarás La Cruz de Dios, y
cuando con el tiempo sepas leer todas las letras de molde, estudiarás algún
libro de gramática o de moral, o las hermosas máximas del Antiguo y del
Nuevo Testamento. Porque el conocimiento de Dios y la distinción entre el
bien y el mal son necesarios, aun dentro de un estado mecánico, de poca
importancia, sin duda, pero honrado, como es el mío, como fue el de mi
padre y como será el tuyo, si Dios quiere.
A partir de aquel día, sentado mañana y tarde en un rincón del hogar,
daba vueltas al asador con mi Cruz de Dios abierta sobre mis rodillas. Un
humilde capuchino que iba con sus alforjas mendigando a casa de mi padre
me ayudaba a deletrear. Y lo hacía con tanta mejor voluntad, cuanto que
mi padre, que estimaba el saber, le pagaba sus lecciones con un hermoso
trozo de pava y un gran vaso de vino, y viendo el fraile que yo ligaba
bastante bien las sílabas y las palabras, me llevó una Vida de santa
Margarita, en la cual me enseñó a leer correctamente.
Un día, habiendo colocado, como de costumbre, su alforja sobre el
mostrador, fue a sentarse cerca de mí, y calentando sus desnudos pies en el
rescoldo del hogar, me hizo decir por centésima vez:
Doncella sabia, neta y fina,
protectora de las mujeres paridas;
tened piedad de nos.