viernes, agosto 24, 2012

CARTA BLANCA

                  

 

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SALMAN
RUSHDIE
LOS VERSOS
SATÁNICOS                         172

 

Cuando estuvo a solas con las figuras de
cera, Chamcha pudo concentrar sus pensamientos una vez más en el rostro que por fin se había
perfilado ante los ojos de su mente, luminoso, irradiando luz desde un punto situado detrás de
su cabeza, Mister Perfecto, encarnación de dioses, el que siempre caía de pie, aquel al que se
perdonaban todos los pecados, el amado, ensalzado, adorado..., la cara que él había tratado de
identificar en sus sueños, Mr. Gibreel Farishta, transformado en simulacro de ángel tan cierto
como que él era la imagen del demonio.
¿A quién había de echar la culpa el diablo sino a Gibreel, el arcángel?
La criatura acostada en los sacos de dormir abrió los ojos; empezó a salirle humo por los
poros. Ahora la efigie de todos y cada uno de los muñecos de cera era la misma, la de Gibreel,
con el pico en la frente y su cara taciturna y bien parecida. La criatura enseñó los dientes y
exhaló un largo y fétido resoplido, y los muñecos de cera se disolvieron dejando tras sí
únicamente charcos y vestidos vacíos, todos, hasta el último. La criatura echó el cuerpo atrás,
satisfecha. Y concentró sus pensamientos en su enemigo.
Entonces sintió dentro de sí las más inexplicables sensaciones de compresión, succión y
disipación; dolorosas contracciones le recorrían el cuerpo mientras emitía gritos desgarradores
que nadie, ni siquiera Mishal, que estaba con Hanif en el apartamento de Pinkwalla, situado
encima del club, se atrevió a investigar. Los dolores iban en aumento y la criatura se agitaba y
convulsionaba por la pista de baile, gimiendo lastimosamente; hasta que, por fin, aliviada, se
quedó dormida.
Horas después, cuando Mishal, Hanif y Pinkwalla se asomaron al local, contemplaron
una escena de terrible devastación, mesas que habían volado por los aires, sillas partidas por la
mitad y, naturalmente, todas las figuras de cera —las buenas y las malas, Topsy y Legree—,
derretidas como la mantequilla; y, en el centro de la carnicería, durmiendo como un recién

nacido, ni criatura mitológica ni trasgo infernal con cornamenta y aliento diabólico, sino Mr.
Saladin Chamcha en persona, aparentemente retornado a su antigua forma, desnudo como vino
al mundo, pero de aspecto y proporciones humanos, humanizado —¿acaso puede dudarse? —
por la pavorosa concentración de su odio.
Abrió los ojos, que aún tenían un pálido fulgor rojizo.

 

GRAVES, ROBERT LA DIOSA BLANCA 172


En Slieve Mis hay una hilera regular de dólmenes.Se alzan entre dos betilos con marcas de Ogham consagrados tradicionalmente a la
diosa milesia Escota, de la que se dice que está enterrada allí; alternativamente, en el
relato conservado por Borlase en su Dolmens of Ireland, «a Bera, una reina que vino de
España». Pero Bera y Escota parecen ser la misma persona, pues los milesios provenían
de España. A Bera se la llama también la Bruja de Beara.

                                                                       

BIBLIA

ANTIGUO TESTAMENTO  172
“Si un hombre se acuesta con una mujer menstruosa y descubre su desnudez, descubre
la fuente de ella, y ella pone al descubierto la fuente de su sangre. Ambos serán
excluidos de entre su pueblo.

                                                                        

 

jueves, agosto 23, 2012

TOCAN PALMAS CON LOS DIENTES O LA FUENTE DEL LADRON

La otra chica, muerta de risa, trataba en vano de arrastrarle por las piernas. En aquel
preciso momento, la puerta se abrió de golpe y el socio francés de las dos acróbatas
entró en la habitación con unas mallas ceñidas color mármol. Sin decir palabra, pero
también sin manifestar rencor alguno, agarró al enano por la nuca (sólo se oyó el
chasquido del cuello de Fred al soltarse de la botonadura) lo levantó en el aire y lo
echó de allí como si fuera un mono. La puerta se cerró de golpe. Shock, que pasaba
en aquel momento por allí, vio de refilón el brazo de mármol y una pequeña figura
negra con los pies retraídos que volaba por los aires.
Fred se hizo daño al caer y ahora yacía inmóvil en el pasillo. No es que estuviera
aturdido, pero se había quedado fláccido todo él, con los ojos fijos en un punto
perdido y los dientes castañeteando.

 

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JORGE LUIS BORGES
OBRAS COMPLETAS   234

Determinar que su agua era colorada o azul, hubiera sido
recusar demasiado toda, posibilidad de blancura. Poe resuelve
ese problema así, enriqueciéndonos: Primero nos negamos a probarla,
suponiéndola corrompida. Ignoro cómo dar una idea justa
de su naturaleza, y no lo conseguiré sin muchas palabras. A pesar
de correr con rapidez por cualquier desnivel, nunca parecía límpida,
salvo al despeñarse en un salto. En casos a\e poco declive,
era tan consistente como una infusión espesa de goma arábiga,
hecha en agua común. Éste, sin embargo, era el menos singular
de sus caracteres. No era incolora ni era de un color invariable,
ya que su fluencia proponía a los ojos todos los matices del púrpura,
como los tonos de una seda cambiante. Dejamos que se
asentara en una vasija y comprobamos que la entera masa del
liquido estaba separada en vetas distintas, cada una de tono individual,
y que esas vetas no se mezclaban. Si se pasaba la hoja
de un cuchillo a lo ancho de las vetas, el agua se cerraba inmediatamente,
y al retirar la hoja desaparecería el rastro. En cambio,
cuando la hoja era insertada con precisión entre dos de las vetas,
ocurría una perfecta separación, que no se rectificaba en seguida.

 

 

 

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JAMES JOYCE
ULISES   234

 

Heresiarca malaventurado. Exhaló su último
suspiro en un inodoro griego: eutanasia. Con
mitra enjoyada y báculo, encaramado en su
trono, viudo de una sede viuda, con omophorion
rígido con sus partes traseras coaguladas.

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miércoles, agosto 22, 2012

PAJARO CON ALAS DE MARIPOSA

 

 

      

VLADIMIR NABOKOV
Cuentos completos                    255

Pilgram no lograba
recordar cuándo exactamente las mariposas habían comenzado a expulsar a las aves
del paraíso disecadas, a los talismanes rancios, a los abanicos con dragones, y
demás: pero ya de niño había intercambiado con pasión ejemplares raros con otros
coleccionistas y cuando murieron sus padres, las mariposas reinaron con todos sus
derechos en aquella tienducha oscura. Hasta 1914 había suficientes aficionados y
profesionales para que la tienda marchase más o menos bien; pero más tarde, sin
embargo, no le quedó otro remedio que hacer concesiones, y así, la vitrina que
contenía la biografía de un gusano de seda fue la transición hasta el material
escolar, de la misma forma que en los viejos tiempos los dibujos y pinturas
ignominiosamente compuestos de alas relucientes habían constituido el primer
paso hacia la lepidopterología.

 

     

      

 

 

James Joyce
Ulises                    225

BLOOM
(desconsoladamente) Jamás he amado a una tierna gacela pero estaba seguro de que ....
(Gacelas dando saltos, paciendo en las montañas. Cerca hay lagos. En sus orillas negras sombras de arboledas
de cedros en fila. Se eleva un aroma, un fuerte grumo de pelusa de resina. Se quema, por el oriente,
un firmamento de zafiro, hendido por el vuelo broncíneo de águilas. Bajo éste yace la ciudad-mujer, desnuda,
blanca, quieta, fresca, rodeada de lujo. Una fuente murmura entre rosas de damasco. Rosas colosales
murmuran de uvas escarlata. Un vino de vergüenza, de lujuria, de sangre rezuma, extrañamente murmurando

                   

  

 

SCOTT FITZGERALD

Cuentos completos         255

El asunto acabó en tres minutos.

—Y, en cuanto a usted —grito la señora de Clifton Garneau con una voz que daba miedo—, ¡se le ha ocurrido montar un bar y un fumadero de opio infantil! Es usted maligno, horrible, incalificable. ¡Puedo oler los vapores de la morfina! Y no me diga que no huelo los vapores de la morfina. ¡Huelo los vapores de la morfina!

 

Truman Capote

Cuentos completos  255

Tiembla la pantalla; redoblar de tambores, irrupción de trompetas: R.K.O. PRESENTA...

Un vestíbulo sin salida, un túnel sin final; en lo alto, el brillo de unos candelabros: velas inclinadas flotan en medio de corrientes de aire. Frente a él está un anciano, meciéndose en una mecedora, con el pelo teñido de rubio, mejillas empolvadas, labios de muñeca: Vincent reconoce a Vincent. ¡Lárgate!, grita Vincent, joven y guapo, pero Vincent, viejo y horrendo, se arrastra a cuatro patas y trepa como una araña por su espalda. Nada, ni las amenazas ni las súplicas ni los golpes logran que se baje. Corre con su sombra, con su jinete que se balancea de arriba abajo. Estalla un relámpago de luz, y de repente el túnel hormiguea de hombres con frac y corbata blanca y mujeres con trajes de brocado. Siente una enorme vergüenza, deben tomarlo por un palurdo al presentarse a tan elegante reunión llevando a su espalda un sórdido anciano, igual que Simbad. Los invitados lo rodean por parejas, petrificados, sin decir palabra. Entonces se da cuenta de que muchos están montados por los malignos semblantes de sí mismos, manifestaciones corporales de su corrupción interior. Justo a su lado un hombre con apariencia de lagartija monta a un negro de ojos albinos. En eso se le acerca un individuo, es el anfitrión, un hombre de baja estatura, exuberante, calvo; camina ligero con sus zapatos satinados; sobre un brazo doblado e inmóvil sostiene un inmenso halcón decapitado, la sangre mana de las garras encajadas en la muñeca.

Las alas del halcón se despliegan mientras el amo recorre el recinto. En un pedestal hay un fonógrafo antiguo. El anfitrión hace girar la manivela y pone un disco: un vals marchito y tenue vibra en la bocina que tiene forma de dondiegos. Luego el anfitrión alza un brazo y anuncia con voz de soprano: «¡Atención! El baile va a comenzar.»