miércoles, agosto 22, 2012

PAJARO CON ALAS DE MARIPOSA

 

 

      

VLADIMIR NABOKOV
Cuentos completos                    255

Pilgram no lograba
recordar cuándo exactamente las mariposas habían comenzado a expulsar a las aves
del paraíso disecadas, a los talismanes rancios, a los abanicos con dragones, y
demás: pero ya de niño había intercambiado con pasión ejemplares raros con otros
coleccionistas y cuando murieron sus padres, las mariposas reinaron con todos sus
derechos en aquella tienducha oscura. Hasta 1914 había suficientes aficionados y
profesionales para que la tienda marchase más o menos bien; pero más tarde, sin
embargo, no le quedó otro remedio que hacer concesiones, y así, la vitrina que
contenía la biografía de un gusano de seda fue la transición hasta el material
escolar, de la misma forma que en los viejos tiempos los dibujos y pinturas
ignominiosamente compuestos de alas relucientes habían constituido el primer
paso hacia la lepidopterología.

 

     

      

 

 

James Joyce
Ulises                    225

BLOOM
(desconsoladamente) Jamás he amado a una tierna gacela pero estaba seguro de que ....
(Gacelas dando saltos, paciendo en las montañas. Cerca hay lagos. En sus orillas negras sombras de arboledas
de cedros en fila. Se eleva un aroma, un fuerte grumo de pelusa de resina. Se quema, por el oriente,
un firmamento de zafiro, hendido por el vuelo broncíneo de águilas. Bajo éste yace la ciudad-mujer, desnuda,
blanca, quieta, fresca, rodeada de lujo. Una fuente murmura entre rosas de damasco. Rosas colosales
murmuran de uvas escarlata. Un vino de vergüenza, de lujuria, de sangre rezuma, extrañamente murmurando

                   

  

 

SCOTT FITZGERALD

Cuentos completos         255

El asunto acabó en tres minutos.

—Y, en cuanto a usted —grito la señora de Clifton Garneau con una voz que daba miedo—, ¡se le ha ocurrido montar un bar y un fumadero de opio infantil! Es usted maligno, horrible, incalificable. ¡Puedo oler los vapores de la morfina! Y no me diga que no huelo los vapores de la morfina. ¡Huelo los vapores de la morfina!

 

Truman Capote

Cuentos completos  255

Tiembla la pantalla; redoblar de tambores, irrupción de trompetas: R.K.O. PRESENTA...

Un vestíbulo sin salida, un túnel sin final; en lo alto, el brillo de unos candelabros: velas inclinadas flotan en medio de corrientes de aire. Frente a él está un anciano, meciéndose en una mecedora, con el pelo teñido de rubio, mejillas empolvadas, labios de muñeca: Vincent reconoce a Vincent. ¡Lárgate!, grita Vincent, joven y guapo, pero Vincent, viejo y horrendo, se arrastra a cuatro patas y trepa como una araña por su espalda. Nada, ni las amenazas ni las súplicas ni los golpes logran que se baje. Corre con su sombra, con su jinete que se balancea de arriba abajo. Estalla un relámpago de luz, y de repente el túnel hormiguea de hombres con frac y corbata blanca y mujeres con trajes de brocado. Siente una enorme vergüenza, deben tomarlo por un palurdo al presentarse a tan elegante reunión llevando a su espalda un sórdido anciano, igual que Simbad. Los invitados lo rodean por parejas, petrificados, sin decir palabra. Entonces se da cuenta de que muchos están montados por los malignos semblantes de sí mismos, manifestaciones corporales de su corrupción interior. Justo a su lado un hombre con apariencia de lagartija monta a un negro de ojos albinos. En eso se le acerca un individuo, es el anfitrión, un hombre de baja estatura, exuberante, calvo; camina ligero con sus zapatos satinados; sobre un brazo doblado e inmóvil sostiene un inmenso halcón decapitado, la sangre mana de las garras encajadas en la muñeca.

Las alas del halcón se despliegan mientras el amo recorre el recinto. En un pedestal hay un fonógrafo antiguo. El anfitrión hace girar la manivela y pone un disco: un vals marchito y tenue vibra en la bocina que tiene forma de dondiegos. Luego el anfitrión alza un brazo y anuncia con voz de soprano: «¡Atención! El baile va a comenzar.»

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