martes, junio 30, 2009

CUAL ES LA PREGUNTA----519

Estiró un brazo y la tocó; el bronce estaba muy
frío, así que apartó rápidamente los dedos. Respiró
hondo e inició su excursión. En lo único que Bruno
intentaba no pensar era que tanto Madre como Padre
le habían advertido en innumerables ocasiones
que estaba prohibido pasear en aquella dirección, que
estaba prohibido acercarse a la alambrada del campo,
y sobre todo que en Aunchis estaba prohibido
explorar.
Sin Excepciones.
John Boyen-El niño con el pijama de rayas(206 pags.) 206*3=618-519=99

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Huiriche Bol-Billar a las nueve y media (142) 142*4=568-519=49

Una
noche se hizo amigo de uno de los barman de la discoteca y
cuando éste salió de trabajar Harry Magaña lo estaba esperando
afuera, sentado en su coche. Al día siguiente el barman no
pudo ir a trabajar, dizque porque había tenido un accidente.
Cuando al cabo de cuatro días volvió al Dominós con la cara
llena de morados y cicatrices fue el asombro de todos, le faltaban
tres dientes, y si se levantaba la camisa para que lo vieran uno
podía apreciar un sinfín de cardenales de los colores más vivos
tanto en la espalda como en el pecho. Los testículos no los enseñó,
pero en el izquierdo aún le quedaba la marca de un cigarrillo.
Por supuesto, le preguntaron qué clase de accidente había tenido
y su respuesta fue que la noche de autos había bebido hasta
tarde, en compañía de Harry Magaña, precisamente, y que al
separarse del gringo y dirigirse rumbo a su domicilio en la calle
Tres Vírgenes un grupo de unos cinco gandayas lo había asaltado
y propinado tan descomunal madriza. El fin de semana siguiente
a Harry Magaña no se le vio por el Dominós ni por El
Pelícano, sino que visitó un local de putas llamado Asuntos Internos,
en la avenida Madero Norte, en donde se estuvo un
rato bebiendo jaiboles y luego se aposentó en una mesa de billar
en donde estuvo jugando

Roberto Bolaño-2666 pag.519

Una explosión de luz me cegó al salir a la calle: era el mediodía.

Más confuso que abatido, de forma automática eché a andar hacia Belle Avene. Tenía la mente en blanco, y lo único que recuerdo haber pensado, equivocándome, es que aquél sí era el final del viaje, y también, sin equivocarme o equivocándome menos, que era verdad que Rodney había encontrado la salida del túnel, sólo que era una salida distinta de la que yo había imaginado. Al llegar frente a la casa de Rodney estaba empapado en sudor y ya había decidido que lo mejor era volver inmediatamente a Urbana, entre otras cosas porque mi presencia allí sólo podía importunar a la familia de Rodney. Entré en el Chrysler, lo arranqué, y a punto estaba de girar en Belle Avenue para tomar el camino de vuelta a Urbana cuando me dije que no podía marcharme de aquella manera, con todos los interrogantes abiertos ante mí como una cerca de alambre de espino y sin siquiera haber visto a la mujer y al hijo de Rodney. Aún no había terminado de pensar lo anterior cuando los vi.

Acababan de doblar la esquina y caminaban bajo la sombra verde de los arces, cogidos de la mano por el sendero de cemento que discurría entre la calzada y los jardines delanteros de las casas, y mientras avanzaban hacia mí, huérfanos y sin prisa por la calle vacía, de repente v¡ a Gabriel y a Paula caminando por otras calles vacías, y luego a Gabriel soltando la mano de su madre y echando a correr con su paso oscilante, riendo y ansioso de echarme los brazos al cuello. Sentí que los ojos estaban a punto de llenárseme de lágrimas. Conteniéndolas, paré el motor, aspiré hondo, salí otra vez a la calle y los esperé apoyado en el coche, fumando; el cigarrillo me temblaba un poco en la mano. No tardaron en pararse frente a mí. Mirándome con una mezcla de ansiedad y recelo, la mujer me preguntó si era periodista, pero no me dejó contestar.

–Si es periodista ya puede darse la vuelta y volver por donde ha venido –me conminó, pálida y tensa–. No tengo nada que hablar con usted y...

–No soy periodista –la interrumpí.

Se quedó mirándome. Le expliqué que era amigo de Rodney, le dije mi nombre. La mujer parpadeó y me pidió que se lo repitiera; se lo repetí.

Entonces, sin dejar de mirarme, soltó la mano del niño, lo tomó del hombro, lo apretó contra su cadera y, después de apartar la vista por un segundo, como si algo la hubiera distraído, sentí que todo su cuerpo se distendía. Antes de que hablara comprendí que sabía quién era yo, que Rodney le había hablado de mí. Dijo:

–Llegas tarde.

–Ya lo sé –dije, y quise añadir algo, pero no supe qué añadir.

–Me llamo Jenny –dijo al cabo de un momento, y sin bajar la vista hacia su hijo añadió–: Él es Dan.

Le alargué la mano al niño, y tras un instante de vacilación me la estrechó: un suave manojo de huesitos envuelto en carne sonrosada; al soltársela él también me miró: escuálido y muy serio, sólo sus grandes ojos marrones recordaban los grandes ojos marrones de su padre. Tenía el pelo claro y vestía unos pantalones de pana fina y una camiseta azul.

–¿Cuántos años tienes? –le pregunté.

–Seis –contestó.

Javier Cercas- La velocidad de la luz.(98) 98*6=588-519=79

Concentrando los rayos, los espejos curvos pueden

captar una imagen del todo. «Dios mismo, que no puede ser visto ni por el cuerpo ni por el alma —escribe Porfirio —se deja contemplar en un espejo.» Junto con la irradiación centrífuga que proyecta mi imagen a lo largo de todas las dimensiones del espacio, quisiera que estas páginas expresaran también el movimiento opuesto con que de los espejos me llegan las imágenes que la visión directa no puede abarcar. De espejo en espejo —eso es lo que a veces sueño—la totalidad de las cosas, el universo entero, la sabiduría divina podrían concentrar sus rayos luminosos en un único espejo. O quizá el conocimiento del todo esté sepultado en el alma y un sistema de espejos que multiplicase mi imagen al infinito y restituyese su esencia en una única imagen, me revelaría el alma del todo que se esconde en la mía.

Esta y no otra sería la potencia de los espejos mágicos de los que tanto se habla en los tratados de ciencias ocultas y en los anatemas de los inquisidores: obligar al dios de las tinieblas a manifestarse y a conjugar su imagen con la que el espejo refleja. Debía ampliar mi colección a un nuevo sector: los anticuarios y las casas de subastas de todo el mundo han sido avisados de que tengan a mi disposición los rarísimos ejemplares de espejos del Renacimiento que por su forma o por tradición escrita puedan ser clasificados como mágicos.

Era una partida difícil, en la cual todo error podía pagarse muy caro. El primer movimiento errado fue convencer a mis rivales de que se asociaran conmigo para fundar una compañía de seguros contra los secuestros. Seguro de mi red de informaciones entre el hampa, creía tener controlada cualquier eventualidad. No tardé en enterarme de que mis socios mantenían con las bandas de secuestradores relaciones más estrechas que las mías. El rescate que se pediría por el próximo secuestro sería el capital íntegro de la compañía de seguros: éste se repartiría luego entre la organización de los fuera de la ley y los accionistas de la compañía, cómplices suyos, todo esto naturalmente en perjuicio del secuestrado. Sobre quién sería esta víctima no cabían dudas: era yo.

Italo Calvino-Si una noche de invierno un viajero(119) 119*5=595-519=76

Me habia venido,sin advertirlo,con aquel Dupont del emblema del carnero grabado que el hombre me enseño.Aquel encendedor de plata se me adaptaba a la mano como un guante,como si lo tuviera alli de nacimiento.Tras pensarlo decidí quedármelo.Acto seguido,y a cambio de él, dejé caer mi Bic desechable en el compartimiento interior de la puerta-Me lo dio el jefe hace unos años-dijo de pronto el chofer.¿Que le dio?El numero de teléfono de Dios.Lance un suspiro imperceptible.¿Me había vuelto loco?¿O eran ellos los locos?¿Le gustaría tenerlo?-Si es posible….respondí-Bien pues se lo daré.Es el número de Tokio 945….Muchas gracias-le dije-.Pero¿de que se puede hablar con Dios?Basta con que le diga lo que piensa,lo que le preocupa.Gracias le telefoneare un día de estos.!Estupendo!exclamo el chofer.

Haruki Murakami-La caza del carnero salvaje(329) 329*2=658-519=139

lunes, junio 29, 2009

EL GRITO

domingo, junio 28, 2009

EL CANTO DE MAHAMUDRA

 

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