Miguel de Cervantes
DON QUIJOTE DE LA MANCHA 738- 707=31
Tomases y otros doctores de la Iglesia, guardando en esto un decoro tan ingenioso
que en un renglón han pintado un enamorado distraído y en otro hacen
un sermoncico cristiano que es un contento y un regalo oírle o leerle! De todo
esto ha de carecer mi libro, porque ni tengo qué acotar en el margen ni qué
anotar en el fin ni menos sé qué autores sigo en él, para ponerlos al principio,
como hacen todos, por las letras del A B C, comenzando en Aristóteles y acabando
en Xenofonte y en Zoilo o Zeuxis, aunque fue maldiciente el uno y pintor
el otro. También ha de carecer mi libro de sonetos al principio, a lo menos
de sonetos cuyos autores sean duques, marqueses, condes, obispos, damas o
poetas celebérrimos. Aunque si yo los pidiese a dos o tres oficiales amigos, yo
sé que me los darían, y tales que no les igualasen los de aquellos que tienen
más nombre en nuestra España. En fin, señor y amigo mío —proseguí—, yo
determino que el señor don Quijote se quede sepultado en sus archivos en la
Mancha hasta que el cielo depare quien le adorne de tantas cosas como le faltan,
porque yo me hallo incapaz de remediarlas por mi insuficiencia y pocas
letras, y porque naturalmente soy poltrón y perezoso de andarme buscando
autores que digan lo que yo me sé decir sin ellos. De aquí nace la suspensión
y elevamiento, amigo, en que me hallastes, bastante causa para ponerme en
ella la que de mi habéis oído.
Edgar Allan Poe
Obras en español 738- 542=196
Usted se da cuenta de la gran barrera en el camino de un escritor
norteamericano. Es leído, si lo es, prefiriéndolo al ingenio combinado y establecido del
mundo. Digo establecido, porque con la literatura sucede como con la ley o el imperio, un
nombre establecido es como un bien poseído, o un trono adquirido. Además, se podría
suponer que los libros, como sus autores, mejoran con los viajes, para nosotros, haber
atravesado el mar es una distinción muy grande. Nuestros anticuarios prefieren la distancia
al tiempo; hasta nuestros petimetres miran desde la encuadernación hasta las páginas
preliminares, donde los místicos caracteres que dicen Londres, París o Ginebra son
precisamente otras tantas cartas de recomendación.
PAUL AUSTER-TRILOGIA DE NEW YORK 180 *5=900-738=162
Hablé con los Dedmon, hablé con los editores de libros de arte para los que
trabajó Fanshawe, hablé con la mujer que se llamaba Anne (resultó que había sido su
novia), hablé con el productor de cine.
-Trabajos esporádicos -me dijo en un inglés con acento ruso-, eso es lo que
hacía. Traducciones, sinopsis de guiones, un poco de negro literario para mi mujer. Era
un chico listo, pero demasiado rígido. Muy literario, no sé si me entiende. Yo quise
darle una oportunidad de trabajar como actor, incluso le ofrecí darle clases de esgrima y
de equitación para una película que íbamos a hacer. Me gustaba su físico, pensé que
podríamos sacar partido de él. Pero no le interesó. Tengo otros huevos que freír, me dijo. Algo así. Da igual. La película produjo millones y ¿qué me importa a mí que el
chico no quisiera ser actor?
Allí había algo que valía la pena investigar, pero mientras estaba sentado con
aquel hombre en su monumental piso de la Avenue Henri Martin, esperando cada frase
de su historia entre llamadas telefónicas, de repente comprendí que no necesitaba oír
nada más. Había una sola pregunta importante, y aquel hombre no podía contestarla. Si
me quedaba y le escuchaba, me daría más detalles, más irrelevancias, otro montón de
notas inútiles. Llevaba demasiado tiempo fingiendo que iba a escribir un libro y poco a
poco había olvidado mi propósito. Basta, me dije, repitiendo conscientemente las
palabras de Sophie, basta de esto, y entonces me levanté y me fui.
JAMES JOYCE
ULISES 738
El libro más hermoso que ha salido de
mi país en mis tiempos. Uno piensa en Homero.
Se detuvo al pie de la escalera.
—He concebido un drama para las
máscaras —dijo solemnemente.
El vestíbulo de columnas moriscas,
sombras entrelazadas. Terminada la danza
morisca de los nueve hombres con bonetes de
índices.
Con una voz dulcemente modulante Buck
Mulligan leyó su tablilla:
Todo hombre su propia espos o
Una luna de miel en la mano
(una inmoralidad nacional en tres
orgasmos) por
Huevoso Mulligan
Roberto Bolaño
2666 738
Él estaba allí, recordó,
en la carretera, con el sheriff y un compañero del FBI, y
el coche se detuvo un momento, tal vez porque uno de los tres
tenía que bajarse a orinar, y entonces lo vio. Colores vivos en el
oeste, colores como mariposas gigantescas danzando mientras
la noche avanzaba como un cojo por el este. Vámonos, jefe,
dijo el taxista, no abusemos de la suerte.
¿Y tú qué pruebas tienes, Klaus, para afirmar que los Uribe
son los asesinos en serie?, dijo la periodista de El Independiente de Phoenix. En la cárcel todo se sabe, dijo Haas. Algunos periodistas
hicieron gestos afirmativos con la cabeza. La periodista
de Phoenix dijo que eso era imposible. Sólo es una leyenda,
Klaus. Una leyenda inventada por los reclusos. Un sustituto falaz
de la libertad. En la cárcel uno sabe lo poco que llega a la
cárcel, sólo eso. Haas la miró con rabia. He querido decir, dijo,
que en la cárcel se sabe todo lo que pasa en los márgenes de la
ley. Eso no es verdad, Klaus, dijo la periodista. Es cierto, dijo
Haas. No, no lo es, dijo la periodista. Eso es una leyenda urbana,
un invento de las películas.
VLADIMIR NABOKOV
Cuentos completos 738-605=133
En el vagón restaurante que había quedado atrás bajo la bóveda de una estación
donde debería aguardar a la mañana para volver a ponerse en camino en dirección
a Francia, los camareros limpiaban y recogían los manteles. Luzhin terminó y se
quedó en la puerta abierta a la entrada del vagón. La estación estaba oscura y
desierta. En la distancia lucía una lámpara como si fuera una estrella húmeda que
atravesara una nube gris de humo. El torrente de raíles brillaba todavía levemente.
Seguía sin entender por qué el rostro de aquella anciana del bocadillo le había
trastornado tan profundamente. Todo lo demás estaba claro, sólo aquel punto
concreto permanecía oscuro.
Max, el pelirrojo de nariz afilada, salió a la puerta. Se puso a barrer el suelo. Se dio
cuenta de que había un brillo de oro en una esquina. Se agachó. Era un anillo. Lo
escondió en el bolsillo de su chaleco y miró furtivamente para asegurarse de que
nadie lo había visto. La espalda de Luzhin seguía inmóvil en la misma puerta. Max
sacó el anillo con cuidado; a la débil luz distinguió una palabra y unos números
grabados en el interior. Debe de ser chino, pensó. En realidad la inscripción decía:
«1-VIII-1915, ALEKSEY». Se volvió a meter el anillo en el bolsillo.
Dan Brown El código Da Vinci 738-413=315
—Para terminar —dijo Langdon acercándose a la pizarra—, volvamos a
los símbolos. —Dibujó las cinco líneas secantes que formaban una estrella
de cinco puntas—. Este símbolo es una de las imágenes más importantes
que veréis durante este curso. Formalmente conocido como «pentagrama», o pentáculo, como lo llamaban los antiguos, muchas culturas lo consideran
tanto un símbolo divino como mágico. ¿Alguien sabría decirme por qué?
Stettner, el alumno de matemáticas, levantó la mano.
—Porque al dibujar un pentagrama, las líneas se dividen
automáticamente en segmentos que remiten a la Divina Proporción.
Langdon movió la cabeza hacia delante en señal de aprobación.
—Muy bien. Pues sí, la razón de todos los segmentos de un pentáculo
equivale a Phi, por lo que el símbolo se convierte en la máxima expresión de
la Divina Proporción. Por ello, la estrella de cinco puntas ha sido siempre el
símbolo de la belleza y la perfección asociada a la Diosa y a la divinidad
femenina.
Las alumnas sonrieron, complacidas.