Dan Brown
EL SÍMBOLO PERDIDO 587
Sir Isaac Newton escribió más de un millón de palabras en su intento de descifrar el
verdadero significado de las Escrituras, incluido un manuscrito de 1704
en el que afirmaba haber hallado información científica oculta en la
Biblia.Y sir Francis Bacon -prosiguió Peter-, la eminencia contratada por el
rey Jacobo para crear literalmente la Biblia en lengua vernácula que
quería el monarca, estaba tan convencido de que las Escrituras contenían
un mensaje cifrado que no vaciló en añadirle sus propios códigos, que
aún hoy se estudian. Por supuesto, como bien sabes, Bacon era rosa- cruz
y escribió La sabiduría de los antiguos. -Peter sonrió-. Incluso un
iconoclasta como el poeta William Blake insinuó que debemos leer entre
líneas.
Langdon conocía sus versos:
AMBOS LEEMOS LA BIBLIA POR LA NOCHE Y LA MAÑANA,
MAS TÚ LEES LO QUE DICE Y YO LEO LO QUE CALLA.
El código Da Vinci
Dan Brown 587-413=164
Como en la mayoría de bancos suizos, nuestras cajas
fuertes responden a un número, no a un nombre. El cliente dispone de una
llave y de un número que sólo él conoce. La llave es sólo la mitad de la
identificación. La otra mitad es el número de cuenta. De otro modo, si
alguien perdiera la llave, otra persona podría usarla.Sophie vaciló.
—¿Y si mi benefactor no me hubiera dado ningún número de cuenta?
El empleado se sobresaltó. «Entonces está claro que no tiene nada que
hacer aquí.» Esbozó una sonrisa serena.
Dan Brown
La fortaleza digital 283*3=849-587=262
—¡Está acelerando! —gritó Soshi desde el fondo de la sala—. ¡Código incorrecto!
Horrorizados, todos guardaron silencio.
En la pantalla apareció el mensaje de error:
ENTRADA INCORRECTA, SÓLO CAMPO NUMÉRICO.
—¡Maldita sea! —chilló Jabba—. ¡Sólo campo numérico! ¡Estamos buscando un jodido número!
¡Nos han dado por el culo! ¡Este anillo vale una mierda!
—¡El gusano ha duplicado la velocidad! —gritó Soshi—. ¡Ciclo de castigo!
En la pantalla central, justo debajo del mensaje de error, la RV plasmó una imagen horripilante. Al
tiempo que el tercer cortafuegos se derrumbaba, la media docena de líneas negras que representaban a
otros tantos hackers saltaron hacia adelante, en dirección al núcleo. A cada momento aparecía una línea
nueva. Y luego otra.
—¡Es un enjambre! —chilló Soshi.
—¡Confirmando conexiones extranjeras! —gritó otro técnico—. ¡Ha corrido el rumor!
Susan apartó la mirada de los cortafuegos inutilizados y se volvió hacia la pantalla lateral. La
grabación del asesinato de Tankado se había convertido en un bucle interminable. Cada vez era igual:
Tankado se aferraba el pecho, caía y, con una mirada de pánico desesperado, entregaba su anillo a unos
turistas desorientados. Es absurdo, pensó. Si no sabía que le habían asesinado... Susan se quedó en
blanco. Era demasiado tarde, hemos pasado algo por alto.
En la RV, el número de hackers que llamaban a las puertas se había duplicado en los últimos
minutos. Los hackers, al igual que las hienas, formaban una gran familia, siempre ansiosos por correr la
voz de que había una nueva presa.
Dan Brown
Ángeles y demonios 587-317=140
El infierno en la tierra. La estrella de béisbol del colegio, Peter Greer, no conseguía recordar el número de pareados necesarios para formar un pentámetro yámbico de Shakespeare. Su profesor, un dicharachero maestro llamado Bissell, saltó sobre la mesa y aulló:
—¡Pentámetro, Greer! ¡Piensa en la base del bateador! ¡Un pentágono! ¡Cinco lados! ¡Penta! ¡Penta! ¡Penta!
Cinco pareados, pensó Langdon. Cada pareado, por definición, tenía dos sílabas, pero lo que realidad contaba era que el verso tuviera diez sílabas. No podía creer que en toda su carrera no hubiera sido capaz de establecer la relación. El pentámetro yámbico era un metro simétrico basado en los números sagrados de los Illuminati, cinco y dos.
¡Estás llegando!, se dijo Langdon, mientras intentaba desechar la idea. ¡Una coincidencia absurda! Pero la idea se resistía a desaparecer. Cinco, por Pitágoras y el pentagrama. Dos, por la dualidad de todas las cosas.
Un momento después, se dio cuenta de otra cosa, que paralizó sus piernas. Al pentámetro yámbico, debido a su sencillez, le solían llamar «verso puro» o «metro puro». ¿La lingua pura? ¿Podía ser el lenguaje puro al que se referían los Illuminati? La senda de luz, secreta prueba...
—Oh oh —dijo Vittoria.
Langdon giró en redondo y vio cómo la joven invertía el folio. Sintió un nudo en el estómago.
La vida y la muerte me
están desgastando 587
Mientras Fenghuang cantaba, la gente lanzaba dinero a la bandeja
que el mono sostenía por encima de la cabeza. Una moneda de jiao, dos
monedas de jiao y tres monedas de jiao, más billetes de uno, cinco y diez
yuan, cayeron en la cazuela sin apenas hacer ruido.
Cuando el mono se encontró cara a cara con Lan Kaifang, el policía
metió un grueso sobre que contenía el sueldo de un mes y una paga extra.
Lanzando un grito, el mono se cayó redondo y, con la bandeja en la boca, se
fue a toda velocidad hacia donde se encontraba Pang Fenghuang.
Bong, bong, bong... Ximen Huan golpeó su gong tres veces e hizo una
enorme reverencia a Kaifang, como si fuera un payaso de circo. A
continuación, enderezó la espalda y dijo:
—¡Muchas gracias, tío policía!
DON QUIJOTE DE LA MANCHA 587
¿Qué oficio tienes?
—Tejedor.
—¿Y qué tejes?
—Hierros de lanzas, con licencia buena de vuesa merced.
—¿Graciosico me sois? ¿De chocarrero os picáis? Está bien. Y ¿adónde íbades
ahora?
—Señor, a tomar el aire.
—Y ¿adónde se toma el aire en esta ínsula?
—Adonde sopla.
—Bueno, respondéis muy a propósito, discreto sois, mancebo; pero haced
cuenta que yo soy el aire, y que os soplo en popa, y os encamino a la cárcel.
¡Asilde, hola, y llevadle; que yo haré que duerma allí sin aire esta noche!
—¡Par Dios, —dijo el mozo—, así me haga vuesa merced dormir en la cárcel
como hacerme rey!
—Pues ¿por qué no te haré yo dormir en la cárcel? —respondió Sancho—
¿No tengo yo poder para prenderte y soltarte cada y cuando que quisiere?
—Por más poder que vuesa merced tenga —dijo el mozo—, no será bastante
para hacerme dormir en la cárcel.
—¿Cómo que no? —replicó Sancho—; llevadle luego donde verá por sus
ojos el desengaño, aunque más el alcaide quiera usar con él de su interesal liberalidad;
que yo le pondré pena de dos mil ducados si te deja salir un paso de
la cárcel.
—Todo eso es cosa de risa —respondió el mozo—; el caso es que no me
harán dormir en la cárcel cuantos hoy viven.
—Dime, demonio —dijo Sancho, —¿tienes algún ángel que te saque y que
te quite los grillos que te pienso mandar echar?
—Ahora, señor gobernador —respondió el mozo con muy buen donaire—
, estemos a razón y vengamos al punto. Prosuponga vuesa merced que me
manda llevar a la cárcel y que en ella me echan grillos y cadenas y que me
meten en un calabozo y se le ponen al alcaide graves penas si me deja salir, y
que él lo cumple como se le manda; con todo esto, si yo no quiero dormir y
estarme despierto toda la noche sin pegar pestaña, ¿será vuesa merced bastante
con todo su poder para hacerme dormir, si yo no quiero?
—No por cierto —dijo el secretario—, y el hombre ha salido con su intención.
—De modo —dijo Sancho— que no dejaréis de dormir por otra cosa que
por vuestra voluntad, y no por contravenir a la mía.
JAMES JOYCE
ULISES 587
¿Qué hay en un nombre?
Eso es lo que nos preguntamos en la infancia
cuando escribimos el nombre que se nos ha
dicho es nuestro. Una estrella, un lucero del
alba, un meteoro se levantó en su nacimiento.
Brillaba sólo de día en el firmamento, más
brillante que Venus en la noche, y de noche
brillaba sobre el delta de Casiopea, la
constelación reclinada que es la rúbrica de su
inicial entre las estrellas. Sus ojos la
observaban, humillándose en el horizonte, hacia
el Este del oso, mientras caminaba por los
dormidos campos de verano a medianoche,
volviendo de Shottery y de los brazos de ella.
Ambos satisfechos. Yo también.
No les digas que tenía nueve años de
edad cuando se extinguió.
Roberto Bolaño
2666 587
La muchacha primero se
quedó de pie, a un lado, y luego se sentó sobre una piedra plana
y le dijo que no fumaba. Epifanio contempló la piedra: era
muy curiosa, tenía forma de silla, aunque sin respaldo, y el hecho
de que la madre o alguien de la familia la hubiera puesto
allí, en aquel jardincito, indicaba buen gusto y hasta delicadeza.
Le preguntó a la muchacha dónde había sido encontrada esa piedra. La encontró mi papá, dijo Rosa María Medina, en Casas
Negras, y se la trajo para acá a puro pulso. Allí encontraron
el cuerpo de Estrella, dijo Epifanio. En la carretera, dijo la muchacha
cerrando los ojos. Mi papá encontró esta piedra en el
mero Casas Negras, en una fiesta, y se enamoró de ella. Así era él
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