VLADIMIR NABOKOV-CUENTOS 313
Es la hora —de algún lugar perdido entre los pliegues de su
vientre se sacó un pesado reloj—. Efectivamente, es hora de que me vaya.
—Vamos, quédate un poco más —murmuró Lev, pero Serafim negó con la cabeza y
se levantó, estirándose el chaleco. Su mirada se detuvo de nuevo en el cuadro de la
chica de rojo con el caniche negro.
—¿Recuerdas su nombre? —preguntó, con la primera sonrisa genuina de la noche.
—¿Qué nombre?
—Oh, ya sabes, Tikhotski solía visitarnos en la dacha con una chica con un caniche.
¿Cómo se llamaba el caniche?
—Espera un minuto —dijo Lev—. Espera un minuto. Sí, es verdad. Me acordaré en
un momento.
—Era negro —dijo Serafim—. Muy parecido a éste... Dónde has puesto mi abrigo?
Aquí está. Ya lo tengo.
—Se me ha olvidado también —dijo Lev—. ¡Por Dios, cómo se llamaba!
Es la hora —de algún lugar perdido entre los pliegues de su
vientre se sacó un pesado reloj—. Efectivamente, es hora de que me vaya.
—Vamos, quédate un poco más —murmuró Lev, pero Serafim negó con la cabeza y
se levantó, estirándose el chaleco. Su mirada se detuvo de nuevo en el cuadro de la
chica de rojo con el caniche negro.
—¿Recuerdas su nombre? —preguntó, con la primera sonrisa genuina de la noche.
—¿Qué nombre?
—Oh, ya sabes, Tikhotski solía visitarnos en la dacha con una chica con un caniche.
¿Cómo se llamaba el caniche?
—Espera un minuto —dijo Lev—. Espera un minuto. Sí, es verdad. Me acordaré en
un momento.
—Era negro —dijo Serafim—. Muy parecido a éste... Dónde has puesto mi abrigo?
Aquí está. Ya lo tengo.
—Se me ha olvidado también —dijo Lev—. ¡Por Dios, cómo se llamaba!
Serafim saludó con la mano extendida, y su espalda se encogió y desapareció en las
profundidades. Lev empezó a caminar de vuelta a su casa, atravesando la plaza,
pasando delante de correos de la mujer que pedía... De repente se paró en seco. En
algún lugar de su memoria se produjo un leve asomo como de movimiento, como si
algo muy pequeño se hubiera despertado y comenzado a moverse. La palabra
seguía siendo invisible, pero su sombra había trepado hasta la superficie desde el
rincón donde se escondía, y quería caminar tras esa sombra para impedir que se
retirara y se desvaneciera de nuevo. Pero era demasiado tarde. Todo desapareció,
sin embargo, en el momento en que su mente dejó de esforzarse, aquella cosa
volvió a moverse, esta vez de forma más perceptible, y como un ratón que emerge
por una grieta cuando la habitación está en silencio, se presentó allí, ligera, en
silencio, misteriosa, el corpúsculo vivo de una palabra... «Dame la pata, Joker.»
¡Joker! Qué sencillo. Joker...
Se volvió involuntariamente y pensó que Serafim, sentado en su tren subterráneo,
quizá lo hubiera recordado también.
JOYCE-ULISES 313
Leyó tranquilamente, reteniéndose, la
primera columna y cediendo pero resistiendo,
comenzó la segunda. A la mitad, cediendo su
última resistencia, permitió que los intestinos
descargaran calmosamente mientras leía,
leyendo todavía pacientemente esa ligera
constipación de ayer completamente
desaparecida. Espero que no sea demasiado
grueso y remueva las hemorroides de nuevo. No,
sólo lo necesario. Así. ¡Ah! Estreñido una tableta
de cáscara sagrada.18 La vida podría ser así. No
lo agitó ni emocionó, sino que fue algo rápido y
limpio. Imprimen cualquier cosa ahora. Tonta
temporada. Siguió leyendo, sentado en calma
sobre su propio olor ascendente. Macanudo.
Matcham piensa con frecuencia en el golpe
maestro con el que ganó la riente hechicera que
ahora. Empieza y termina moralmente
La mano en la mano. Ingenioso. Repasó con la
mirada lo que había leído y, mientras sentía los
orines fluir calladamente, envidió al bueno del
señor Beaufoy que lo había escrito y recibido el
pago de tres libras trece seis.
QUEVEDO-https://docs.google.com/open?id=0B496As_HA7oyQzAzNWREa0NVOHM GRACIAS Y DESGRACIAS DEL OJO DEL CULO
DON QUIJOTE DE LA MANCHA-CERVANTES 313
El ventero tornó a reforzar
la voz pidiendo favor a la Santa Hermandad; de modo que toda la venta era
llantos, voces, gritos, confusiones, temores, sobresaltos, desgracias, cuchilladas,
mojicones, palos, coces y efusión de sangre; y en la mitad deste caos,
máquina y laberinto de cosas, se le representó en la memoria de don Quijote
que se veía metido de hoz y de coz en la discordia del campo de Agramante;y, así, dijo con voz que atronaba la venta:
—¡Ténganse todos; todos envainen; todos se sosieguen; óiganme todos, si
todos quieren quedar con vida!
A cuya gran voz todos se pararon, y él prosiguió, diciendo:
—¿No os dije yo, señores, que este castillo era encantado y que alguna
región de demonios debe de habitar en él? En confirmación de lo cual quiero
que veáis por vuestros ojos cómo se ha pasado aquí y trasladado entre nosotros
la discordia del campo de Agramante. Mirad cómo allí se pelea por la espada,
aquí por el caballo, acullá por el águila, acá por el yelmo, y todos peleamos
y todos no nos entendemos. Venga, pues, vuestra merced, señor oidor, y vuestra
merced, señor cura, y el uno sirva de rey Agramante; y el otro de rey
Sobrino, y pónganos en paz, porque, por Dios todopoderoso, que es gran
bellaquería que tanta gente principal como aquí estamos se mate por causas
tan livianas.