MO YAN RANA 344
TIA.—Si una persona niega los hechos de la historia,será un idealista histórico (Se sienta al lado de Quin He,le agarra como si abrazase a un niño,meciéndole y cantando en voz baja).Cuando te echo de menos,mi corazón se rompe….cuando te echo de menos,mis lagrimas se secan aunque quiero llorar…Cuando quiero escribirte,no puedo encontrar tu dirección,cuando quiero cantar,no puedo recordar la letra…..cuando quiero besarte,no puedo encontrar tu boca,cuando te quiero abrazar,estás a mil metros de distancia…..
(Entra un niño calvo que viste un dudou,con el adorno de una rana en el centro.Su cabeza calva y verde parece una sandia.Un montón de ranas minusválidas en sillas de ruedas,o que se apoyan en dos muletas,o que tienen las patas vendadas,salen de una cueva oscura.El niño verde grita:” ! Devuélveme la vida ! ! Devuélvemela !.Las ranas emiten unos sonidos extraños. TIA lanza un grito triste,abandona a QIN HE,trata de esquivar a los niños y a las ranas que acaban de entrar en el escenario.
HA DASHOU y QIN,que acaba de despertarse,tratan de impedir los ataques de los niños y las ranas para proteger a TIA.Cuando TIA sale del escenario,los niños y las ranas la persiguen y salen simultáneamente.
Fin del acto.
OBRAS COMPLETAS – FRANZ KAFKA 344
metamorfosis
¿Muerto? –dijo la señora Samsa, y levantó los ojos con gesto interrogante
hacia la asistenta a pesar de que ella misma podía comprobarlo e
incluso podía darse cuenta de ello sin necesidad de comprobarlo –digo, ¡ya lo creo! –dijo la asistenta y, como prueba, empujó el cadáver
de Gregorio con la escoba un buen trecho hacia un lado. La señora
Samsa hizo un movimiento como si quisiera detener la escoba, pero no
lo hizo.
–Bueno –dijo el señor Samsa–, ahora podemos dar gracias a Dios –se
santiguó y las tres mujeres siguieron su ejemplo.
Greta, que no apartaba los ojos del cadáver, dijo:
–Miren qué flaco estaba, ya hacía mucho tiempo que no comía nada.
Las comidas salían tal como entraban.
Efectivamente, el cuerpo de Gregorio estaba completamente plano y
seco, sólo se daban realmente cuenta de ello ahora que ya no le levantaban
sus patitas, y ninguna otra cosa distraía la mirada.
Graves, Robert El Vellocino de Oro 344
-Majestad, ¡escucha mi consejo! No te quedes ahí sentado sobre el húmedo suelo bajo el podrido
monumento a tu pasada gloria. Esta actitud no puede traerte suerte. Levántate, ahora, tú que
empuñas el cetro, y revela tus pesares sin temor al señor de los Caballos, al agitador del Mar, al dios
del Tridente. Él los aliviará, te lo aseguro, sobre todo si le ofreces sacrificios de bueyes rojos,
alimentando a sus sacerdotes con la sabrosa carne asada y guardándole a él los deliciosos huesos del
muslo.
Jasón volvió la cabeza pero tampoco respondió a estas palabras. Miraba con ojos aturdidos y tenía
la boca abierta, como la de un niño que está a punto de llorar; pero no lloró.
El gran sacerdote despidió a los demás sacerdotes. Se quedó vigilando, sentado en las gradas del
templo, pues su corazón le decía que algo iba a suceder que él no podía prever ni impedir; y allí se
quedó hasta después de la hora de la comida, aunque la lluvia caía torrencialmente y parecía que los
ocho vientos de cola de serpiente estaban jugando a perseguirse alrededor del recinto, soplando de
todas direcciones a la vez.
La cabeza de Jasón cayó sobre su pecho. Se quedó dormido. Y al poco rato el gran sacerdote vio
con el rabillo del ojo algo que no hubiera podido ver de frente: las pálidas siluetas de un hombre y
un perro que se acercaban, arrastrando los pies mientras corrían, por el camino de Mégara. El
sacerdote no volvió la cabeza por miedo a perturbar la claridad de la visión, y los dos fantasmas
continuaron avanzando. El hombre iba vestido con el tosco traje de piel de oveja que llevan los
eticios y los flegieos, y la oscurecida punta de una lanza de bronce sobresalía del lomo de su fiel
perro pelirrojo.
El perro se precipitó hacia el lugar donde estaba Jasón, gruñendo y mostrándole los colmillos, con
la piel del cuello erizada; pero el pastor trepó por el costado del Argo hasta situarse en su proa,
como un lagarto que trepa por una pared.
Entonces, mientras el gran sacerdote miraba, conteniendo la respiración, el pastor dio un fuerte
empujón con el hombro a la curvada proa; y mientras se esforzaba, con los pies apoyados en un
puntal, los ocho vientos abandonaron su juego y corrieron todos juntos bramando por la regala, a
ambos lados del navío.
Se oyó el ruido de un desgarramiento, seguido de un fuerte estruendo. La alta proa se vino abajo y
el mascarón de cabeza de Carnero dio contra el cráneo de Jasón y lo aplastó, reduciéndolo a una
sangrienta pulpa. Sin embargo, el prudente sacerdote no se movió de donde estaba sentado hasta
que tanto el pastor como el perro se hubieron saciado con la sangre y los sesos de su enemigo; pues
de haber estorbado la venganza de estos fantasmas, hubieran rondado el recinto con su insufrible
presencia. Ahora, por el contrario, se alejaron del lugar, completamente satisfechos.
Edgar Allan Poe
Obras en español 344
Abrí la boca para respirar y, volviéndome hacia mis compañeros, advertí que
estaban más pálidos que el mármol. Pero no teníamos tiempo para preguntas ni conjeturas;
el bergantín estaba a unos quince metros de nosotros, y parecía tener intención de
abordarnos por la proa, para que pudiéramos pasar a él sin necesidad de lanzar ningún bote
al agua. Echamos a correr a popa, cuando de repente una gran guiñada lo apartó cinco o seis
puntos del derrotero que llevaba y, cuando pasaba a unos cinco metros de nuestra popa,
vimos perfectamente sus cubiertas. ¿Olvidaré algún día el triple horror de aquel
espectáculo? Veinticinco o treinta cuerpos humanos, entre los cuales había varias mujeres,
yacían esparcidos entre la popa y la cocina, en el último y más repugnante estado de
putrefacción. ¡ Y vimos claramente que no había ni un ser vivo a bordo de aquel barco
fatídico! ¡Y, sin embargo, no dejábamos de gritar pidiendo auxilio! ¡ Sí; prolongada y
estentóreamente rogábamos, en la angustia del momento, a aquellas figuras silenciosas y
desagradables que permaneciesen con nosotros, que no nos abandonasen hasta llegar a ser
como ellas, que nos acogiesen en su grata compañía! Estábamos locos de horror y
desesperación; completamente locos de angustia por la decepción sufrida.
VLADIMIR NABOKOV
Cuentos completos 344
Sus pensamientos volaban y recorrían el cristal que a lo largo
de su vida le había impedido el contacto directo con el mundo. Tenía un deseo
apasionado de experimentar todo, de tocar todas las cosas, de dejar que las voces
de colores y los gritos de los pájaros se filtraran por todo su ser, y de adentrarse por
un instante en el alma de un transeúnte de igual forma a como uno se adentra en la sombra fresca de un árbol.
MO YAN RANA 238
Mandó a un grupo de periodistas para grabar una escena en la que Hao Dashou modelaba sus muñecos bajo la luz de la luna.¿Habéis visto alguna vez ese documental?.Si no lo habéis visto ,no pasa nada porque es un programa del que se encargaba el mismo alcalde.Se llama celebridades de Dongbeixiang de gaomi.La primera temporada trata de los hijos de la luna del maestro Hao;la segunda se titula”El maestro del abrevadero”;la tercera es “Un talento en Literatura”,el titulo de la cuarta es “El canto de las ranas”.Mirad,voy a hacer una llamada para que me entreguen los DVD de ese programa,los originales sin montar ni editar.También les voy a sugerir a los de la televisión que hagan una temporada entre vosotros.El titulo ya lo tengo pensado.Será “ La vuelta de los pasajeros perdidos”.Leoncita y yo nos estábamos riendo.Sabíamos que su conversación había alcanzado un nivel literario.No hace falta criticarle,¿por qué le íbamos a criticar ? Queríamos saber el final de la historia.Y esto fue lo que dijo: El maestro,que padecía de insomnio desde hacia muchos años,por fin se había quedado dormido en el abrevadero.Había entrado en un sueño profundo,como el niño que flota a lo largo del rio en una tabla de madera.Estaba emocionado y las lagrimas inundaban mis ojos.Solo los que no pueden dormir saben qué sufrimiento provoca el insomnio;además,solo los que han padecido alguna vez de insomnio saben que felicidad es dormir.
Roberto Bolaño
2666 238
Más terrible es mentirle, a los niños no se les debe
de mentir nunca, dijo Lola. Al quinto día de estar allí, cuando
estaban a punto de acabársele los fármacos que había traído de
Francia, Lola les dijo una mañana que tenía que marcharse. Benoît
es pequeño y me necesita, dijo. No, en realidad no me necesita,
pero no por eso deja de ser pequeño, dijo. No sé quién
necesita a quién, dijo finalmente, pero lo cierto es que tengo
que ir a ver cómo está. Amalfitano le dejó una nota en la mesa
y un sobre con buena parte de sus ahorros. Cuando volvió del
trabajo pensaba que Lola ya no estaría allí. Fue a buscar a Rosa
al colegio y se fueron caminando a casa. Al llegar vieron a Lola
sentada frente a la tele encendida pero con el sonido apagado,
leyendo su libro sobre Grecia.
Robert Graves
La Diosa Blanca 238-206=32
El rojo era el color más honorable para la vestimenta entre los antiguos galeses
según el poeta Cynddelw del siglo XII; Gwion lo compara con el triste hábito de los
monjes. De los novecientos relatos sólo menciona dos, ambos incluidos en el Libro
Rojo de Hergest:: La caza del Twrch Truyth (el verraco), verso 189, y El sueño de
Maxen Wledig (v. 162-3).
Los versos 206 al 211 pertenecen, según parece, a Can y Meirch, «La Canción
de los Caballos», otro de los poemas de Gwion, el que se refiere a una carrera entre los
caballos de Elphin y Maelgwyn, uno de los episodios del romance.
Una de las ilaciones más interesantes se puede formar con los versos 29-32, 36-
37 y 234-237:
Bardos mediocres fingen,
fingen un animal monstruoso,
con un centenar de cabezas,
una sierpe con penacho moteado,
un sapo que tiene en sus ancas
un centenar de garras,
con una joya preciosa engastada en oro
estay adornado;
y entregado al placer
por el trabajo agobiador del orfebre.
JAMES JOYCE
ULISES 238
La belleza no está ahí. Ni en
la abúlica bahía de la biblioteca de March,
donde leíste las descoloridas profecías de
Joachim Abbas. ¿Para quién? La chusma de cien
cabezas en el recinto de la Catedral. Un odiador
de su clase huyó de ellos a los bosques de la
locura, su melena hirviendo de luna, sus pupilas
estrellas. Houyhnhnm, narices de caballo. Caras
equinas ovaladas. Temple, Buck Mulligan, Foxy
Campbell. Quijadas de farol. Padre Abbas,
furioso deán, ¿qué ofensa prendió fuego a sus
cerebros?
John Boyne
EL NIÑO CON EL
PIJAMA DE RAYAS 238
¿No quieres
verlos?
—Claro que sí —replicó ella, y avanzó con paso
vacilante—. Quítate de en medio —dijo, propinándole
un codazo.
Hacía una tarde radiante y soleada, y el sol salió
por detrás de una nube en el preciso instante en que
Gretel se asomó a la ventana; pero un momento más
tarde sus ojos se adaptaron a la luz, el sol se ocultó de
nuevo y la niña pudo ver exactamente a qué se refería
Bruno.
Lo que vieron por la ventana
Sura 30. Ar-Rum (Los Bizantinos) 382
(22) Y entre Sus portentos está la creación de los cielos y la tierra, y la diversidad de
vuestras lenguas y colores: pues, ¡ ciertamente, en esto hay en verdad mensajes para quienes
poseen conocimiento [innato]!
(23) Y entre Sus portentos está vuestro sueño, de noche o de día, así como vuestra [capacidad
para ir en] búsqueda de algo de Su favor: ¡ ciertamente, en esto hay en verdad mensajes
para una gente que [está dispuesta a] escuchar.
La vida y la muerte me
están desgastando
Título original: Shengsipilao
Mo Yan 382
Descubrí que las dos hileras de edificios que habían cumplido la función
de dormitorios y de lugares de trabajo para el personal que preparaba la
comida se habían dedicado a la tarea de criar gusanos de seda. Mientras
contemplaba todas esas intensas luces me di cuenta de que la aldea de Ximen
se había sumado a la red de electricidad nacional. Y allí, delante de una
amplia variedad de estantes de gusanos de seda, se encontraba Ximen Bai,
con el cabello blanco como la nieve. Estaba inclinada, con una cesta de sauce
en las manos casi llena de hojas de morera que estaba extendiendo sobre los
lechos blancos de gusanos de seda. El aire se había llenado de sonidos
crujientes. Tu suite nupcial, advertí, también se había convertido en un
criadero de gusanos de seda, lo que quería decir que te habían proporcionado
otro alojamiento
VLADIMIR NABOKOV
Cuentos completos 382
Allí, junto al muelle, estaba su casa, una
residencia privada de dos pisos pintada en un tono aceitunado. A veces, Innokentiy
paseaba por allí: su memoria conservaba las formas femeninas de una estatua que
mostraba su trasero granulado y blanco como el azúcar a través de los cuadros de
gasa del cristal de una ventana. Unos atlantes pardo-oliváceos con un torso en el
que se destacaban prominentes las costillas sostenían un balcón: el peso de sus
músculos de piedra y sus bocas retorcidas en expresión de dolor le parecieron a
nuestro colegial una alegoría del proletariado esclavizado.
OBRAS COMPLETAS – FRANZ KAFKA 382
–¡Josef K!
Aunque no lo hizo con la fuerza con que había amenazado, sí con la suficiente
como para que el grito, una vez emitido, se expandiera lentamente
por la habitación.
En ese instante golpearon la puerta de la habitación contigua; fueron
golpes fuertes, cortos y regulares. La señorita Bürstner palideció y se
puso la mano en el corazón. K se llevó un susto enorme, pues llevaba
un rato en el que sólo había sido capaz de pensar en el incidente de la
mañana y en la muchacha ante la que lo estaba representando. Apenas
se había recuperado, saltó hacia la señorita Bürstner y tomó su mano.
–No tema usted nada –le susurró–, yo lo arreglaré todo. Pero, ¿quién
puede ser? Aquí al lado sólo está el salón y nadie duerme en él.
–¡Oh, sí! –susurró la señorita Bürstner al oído de K–, desde ayer duerme
un sobrino de la señora Grubach, un capitán. Ahora mismo no queda
ninguna habitación libre. También yo lo había olvidado. ¡Cómo se le
ocurre gritar así! Soy muy infeliz por su culpa.
–No hay ningún motivo –dijo K, y besó su frente cuando ella se reclinó
en el cojín.
–Fuera, márchese –dijo ella, y se incorporó rápidamente–, márchese.
Qué quiere, él escucha detrás de la puerta, lo escucha todo. ¡No me
atormente más!
–No me iré –dijo K– hasta que se haya calmado. Venga a la esquina opuesta de la habitación, allí no nos puede escuchar.
Ella se dejó llevar.
–Piense que se trata sólo de una contrariedad, pero que no entraña ningún
peligro.
JAMES JOYCE
ULISES 382
El señor Bloom revisó las uñas de su
mano izquierda, luego las de su mano derecha.
Las uñas, sí. ¿Hay algo más en él que ella ve?
Fascinación. El peor hombre de Dublín. Eso lo
conserva en pie. Ellos sienten a veces lo que es
una persona. Instinto. Pero un tipo como ése.
Mis uñas. Precisamente las estoy mirando: bien
recortadas. Y después: pensando solo. El cuerpo
se está poniendo un poquito blando. Me daría cuenta de eso recordando. Lo que da lugar a eso,
supongo que es la piel, que no puede contraerse
con la suficiente rapidez cuando la carne cae
para afuera. La forma todavía está allí.
Hombros. Caderas. Regordeta. Vistiéndose la
noche del baile. La camisa mordida por las
mejillas traseras.
Apretó las manos entre sus rodillas y,
satisfecho, dejó errar la mirada vacía sobre sus
caras.
El señor Power preguntó:
—¿Cómo anda la gira de conciertos,
Bloom?