JOYCE-ULISES 249
EL GRAN GALLAHER
-Usted puede hacerlo, repitió Myles Crawford, apretando el puño para enfatizar. Espere un momento. Paralizaremos
Europa como Ignatius Gallaher solía decir cuando andaba a la caza de un empleo, echando una
mano en los billares en el Clarence. Gallaher, ése sí que era un periodista. Ésa era una pluma. ¿Sabe cómo
consiguió su tanto? Se lo diré. Fue el mejor trabajo de periodismo que se ha visto jamás. Fue en el ocheintaiuno,
el seis de mayo, en tiempos de los invencibles, el asesinato en el parque Phoenix, antes de que usted
naciera, supongo. Se lo enseñaré.
Se abrió camino a empujones hasta las carpetas.
-Mire aquí, dijo volviéndose. El New York World telegrafió para conseguir una exclusiva. ¿Recuerdan
aquellos tiempos?
El profesor MacHugh asintió.
-New York World, dijo el director, emocionadamente echándose hacia atrás el canotié. Donde tuvo lugar.
Tim Kelly, o Kavanagh mejor dicho. Joe Brady y los demás. Donde el Pellejocabra llevó el coche. Toda la
ruta ¿ven?
-El Pellejocabra, dijo Mr. O'Madden Burke. Fitzhams. Ese que tiene el albergue del cochero aquel, dicen,
allá por el puente Butt. Holohan me lo dijo. ¿Conocen a Holohan?
-Cojo y me llevo una ¿no? dijo Myles Crawford.
-Y el pobre Gumley también anda por ahí, según me dijo, vigilando piedras para la corporación municipal.
Guarda de noche.
Stephen se volvió sorprendido.
-¿Gumley? dijo. ¡No me diga! Amigo de mi padre ¿no es así?
-Olvídese de Gumley, exclamó Myles Crawford airadamente. Deje que Gumley vigile las piedras, que no
se escapen. Mire aquí. ¿Qué hizo Ignatius Gallaher? Se lo diré. Inspiración del genio. Telegrafió de inmediato.
¿Tienen Freeman Semanal 17 de marzo? Bien. ¿Lo cogen?
Buscó hacia atrás en las carpetas y plantó el dedo en un punto.
-Tomemos la página cuatro, anuncio de café Bransome, digamos. ¿Lo cogen? Bien.
El teléfono ronroneó.
-Yo lo cogeré, dijo el profesor, yéndose.
-B es la cancela del parque. Estupendo.
El dedo daba saltos y tocaba un punto tras otro, vibrando.
-T es la residencia virreinal. C es donde se cometió el asesinato. K es la puerta de Knockmaroon
BORGES 249
Aquiles, símbolo de rapidez, tiene que alcanzar la tortuga,
símbolo de morosidad. Aquiles corre diez veces más ligero
que la tortuga y le da diez metros de ventaja. Aquiles corre esos
diez metros, la tortuga corre uno; Aquiles corre ese metro, la
tortuga corre un decímetro; Aquiles corre ese decímetro, la tortuga
corre un centímetro; Aquiles corre ese centímetro, la tortuga
un milímetro; Aquiles el milímetro, la tortuga un décimo de milímetro,
y así infinitamente, de modo que Aquiles puede correr
para siempre sin alcanzarla. Así la paradoja inmortal.
Paso a las llamadas refutaciones. Las de mayores años —la de
Aristóteles y la de Hobbes— están implícitas en la formulada por
Stuart Mili. El problema, para él, no es más que uno de tantos
ejemplos de la falacia de confusión. Cree, con esta distinción,
abrogarlo:
En la conclusión del Sofisma, para siempre quiere decir cualquier imaginable lapso de tiempo; en las premisas, cualquier
número de subdivisiones de tiempo. Significa que podemos dividir
diez unidades por diez, y el cociente otra vez por diez, cuantas
veces queramos, y que no encuentran fin las subdivisiones del
recorrido^ ni por consiguiente las del tiempo en que se realiza.
Pero un ilimitado número de subdivisiones puede efectuarse con
lo que es limitado. El argumento no prueba otra infinitud de
duración que la contenible en cinco minutos. Mientras los cinco
minutos no hayan pasado, lo que falta puede ser dividido por
diez, y otra vez por diez, cuantas veces se nos antoje^ lo cual es
compatible con el hecho de que la duración total sea cinco
minutos. Prueba, en resumen, que atravesar ese espacio finito requiere
un tiempo infinitamente divisible, pero no infinito. (Mili,Sistema de lógica, libro quinto, capítulo siete.)
No anteveo el parecer del lector, pero estoy sintiendo que la
proyectada refutación de Stuart Mili no es otra cosa que una
exposición de la paradoja. Basta fijar la velocidad de Aquiles
a. un segundo por metro, para establecer el tiempo que necesita.
10+1+1/10 +1/100 +1/1000 +1/10000….
El límite de la suma de esta infinita progresión geométrica es
doce (más exactamente, once y un quinto; más exactamente, once
con tres veinticincoavos), pero no es alcanzado nunca. Es decir,
el trayecto del héroe será infinito y éste correrá para siempre,
pero su derrotero se extenuará antes de doce metros, y su eternidad
no verá la terminación de doce segundos. Esa disolución
metódica, esa ilimitada caída en precipicios cada vez más minúsculos,
nó es realmente hostil al problema: es imaginárselo
bien. No olvidemos, tampoco de atestiguar que los corredores
decrecen, no sólo por la disminución visual de la perspectiva,
sino por la disminución admirable a que los obliga la ocupación
de sitios microscópicos.
Realicemos también que esos precipicios
eslabonados corrompen el espacio y con mayor vértigo él tiempo
vivo, en su doble; desesperada persecución de la inmovilidad y
del éxtasis.
ROBERT GRAVES-DIOSA BLANCA 206*2=412-249=163
Se exige, la pena de muerte por la tala ilegal de dos de los árboles jefes, el
avellano y el manzano:
Tres cosas que no respiran páguense con sólo cosas que respiran:
un manzano, un avellano y un soto sagrado42.
puede explicar esto el poema del siglo VII publicado al final del Crib Gablach, donde se
da la lista de los siete árboles jefes, pero con el aliso, el sauce y el abedul en vez del
fresno, el tejo y el pino, y la multa por su tala ilegal es una vaca, o tres por todo el soto.
Pero supongo que el poema es posterior a las Tríadas, si bien anterior a la Brehon Law,
y que la sentencia de muerte por la tala del avellano y el manzano ha sido sustituida por
la multa de una vaca, como en el caso de otros árboles. Según glosadores medievales,
Neimhead, que significa «nobleza», o sacrosantidad, se aplicaba a reyes o jefes, poetas
y sotos; en su sentido secundario de «dignidad o mérito» a los músicos, herreros,
carpinteros, vacas y dignatarios eclesiásticos.
En Roma, en el siglo II a. de C., se podía talar un soto sagrado por un precio
todavía más barato: el sacrificio de un solo cerdo. Catón el censor, en su De Re
Rustica, cita la plegaria de aplacamiento que el campesino deseoso de madera debía
dedicar al dios interesado
Michel Houellebecq
El mapa y el territorio 249
El pueblo permanecía estático en su perfección rural de destino
turístico, permanecería así por los siglos de los siglos, con el
discreto añadido de algunos elementos de confort vital como las
conexiones de Internet y los aparcamientos; pero sólo podría
permanecer así si había allí una especie inteligente para
mantenerlo, para protegerlo de la agresión de los elementos, de
la voracidad destructora de las plantas. El pueblo seguía igual
de desierto, apacible y como estructuralmente desierto; Jed se
dijo que ésa sería la apariencia del mundo después de la
explosión de una bomba de neutrones intergaláctica. Los
extraterrestres podrían entrar en las calles tranquilas y
restauradas de la aldea y regocijarse con su belleza comedida. Si
eran extraterrestres dotados de una sensibilidad estética, incluso
rudimentaria, comprenderían enseguida la necesidad de un
mantenimiento y efectuarían las restauraciones necesarias; era
una hipótesis a la vez tranquilizadora y verosímil. Jasselin
aparcó suavemente el Mercedes delante de la casa. Jed se apeó y,
atenazado por el frío, recordó de repente su primera visita, al
perro que daba brincos y saltos para recibirle, se imaginó la
cabeza del animal decapitada, la de su amo también cercenada,
tuvo conciencia del horror del crimen y durante unos instantes
lamentó haber ido, pero se repuso, deseaba ser útil, toda su vida
había deseado ser útil