BORGES-986
Han cambiado las formas de mi sueño;
ahora son laterales casas rojas
y el delicado bronce de las hojas
y el casto invierno y el piadoso leño.
Como en el día séptimo, la tierra
es buena. En los crepúsculos persiste
algo que casi no es, osado y triste,
un antiguo rumor de Biblia y guerra.
Pronto (nos dicen) llegará la nieve
y América me espera en cada esquina,
pero siento en la tarde que declina
el hoy tan lento y el ayer tan breve.
Buenos Aires, yo sigo caminando
por tus esquinas, sin por qué ni cuándo.
CORAN 986
Sura 96. Al-Aalaq (La Célula Embrionaria)
(3) ¡Lee –que tu Sustentador es el Más Generoso! (4) Ha enseñado [al hombre] el uso de
la pluma --(5) enseñó al hombre lo que no sabía.3
(6) ¡ Pero no! En verdad, el hombre se vuelve sumamente soberbio (7) cuando se cree
autosuficiente: (8) ciertamente, todos habrán de retornar a su Sustentador.4
(9) ¿HAS VISTO a ese que trata de impedir (10) que un siervo [de Dios] rece?5
(11) ¿Has visto si está en el camino recto, (12) o si llama a la conciencia de Dios?6
(13) ¿Has visto si [no] está desmintiendo la verdad y apartándose [de ella]?7
(14) ¿No sabe, pues, que Dios ve [todo]?
(15) ¡No! ¡Si no cesa, le arrastraremos sobre su frente8 --(16) esa frente mentirosa, rebelde!—(
17) y que llame luego [en su auxilio] a los defensores de su [falaz] sabiduría,9 (18) ¡ que
Nosotros llamaremos a las fuerzas del castigo celestial!
3 “La pluma” simboliza aquí el arte de la escritura o, más correctamente, todo el conocimiento recogido
por medio de la escritura: y esto explica la orden simbólica “¡Lee!” al comienzo de los versículos 1-3. La
capacidad exclusiva del hombre para transmitir, por medio de textos escritos, sus pensamientos, experiencias
e intuiciones de un individuo a otro, de una generación a otra, y entre civilizaciones, da al conocimiento
humano un carácter acumulativo; y puesto que, gracias a este don divino, cada ser humano participa,
de un modo u otro, de la continua acumulación de conocimiento por parte de la humanidad, se dice
que “Dios ha enseñado” al hombre cosas que un individuo no sabe –ni, de hecho, podría saber—por sí
mismo
Miguel de Cervantes Saavedra
NOVELA
El Ingenioso Hidalgo
Don Quijote de la Mancha 986
Capítulo XLVII.
Del estraño modo con que fue encantado don Quijote de la Mancha,
con otros famosos sucesos
Cuando don Quijote se vio de aquella manera enjaulado y encima del carro, dijo:
-Muchas y muy graves historias he yo leído de caballeros andantes, pero jamás he
leído, ni visto, ni oído, que a los caballeros encantados los lleven desta
manera y con el espacio que prometen estos perezosos y tardíos animales; porque
siempre los suelen llevar por los aires, con estraña ligereza, encerrados en
alguna parda y escura nube, o en algún carro de fuego, o ya sobre algún
hipogrifo o otra bestia semejante; pero que me lleven a mí agora sobre un carro
de bueyes, ¡vive Dios que me pone en confusión! Pero quizá la caballería y los
encantos destos nuestros tiempos deben de seguir otro camino que siguieron los
antiguos. Y también podría ser que, como yo soy nuevo caballero en el mundo, y
el primero que ha resucitado el ya olvidado ejercicio de la caballería
aventurera, también nuevamente se hayan inventado otros géneros de encantamentos
y otros modos de llevar a los encantados. ¿Qué te parece desto, Sancho hijo?
-No sé yo lo que me parece -respondió Sancho-, por no ser tan leído como vuestra
merced en las escrituras andantes; pero, con todo eso, osaría afirmar y jurar
que estas visiones que por aquí andan, que no son del todo católicas.
-¿Católicas? ¡Mi padre! -respondió don Quijote-. ¿Cómo han de ser católicas si
son todos demonios que han tomado cuerpos fantásticos para venir a hacer esto y
a ponerme en este estado? Y si quieres ver esta verdad, tócalos y pálpalos, y
verás como no tienen cuerpo sino de aire, y como no consiste más de en la
apariencia.
-Par Dios, señor -replicó Sancho-, ya yo los he tocado; y este diablo que aquí
anda tan solícito es rollizo de carnes, y tiene otra propiedad muy diferente de
la que yo he oído decir que tienen los demonios; porque, según se dice, todos
huelen a piedra azufre y a otros malos olores; pero éste huele a ámbar de media
legua.
Decía esto Sancho por don Fernando, que, como tan señor, debía de oler a lo que
Sancho decía.
-No te maravilles deso, Sancho amigo -respondió don Quijote-, porque te hago
saber que los diablos saben mucho, y, puesto que traigan olores consigo, ellos
no huelen nada, porque son espíritus, y si huelen, no pueden oler cosas buenas,
sino malas y hidiondas. Y la razón es que como ellos, dondequiera que están,
traen el infierno consigo, y no pueden recebir género de alivio alguno en sus
tormentos, y el buen olor sea cosa que deleita y contenta, no es posible que
ellos huelan cosa buena. Y si a ti te parece que ese demonio que dices huele a
ámbar, o tú te engañas, o él quiere engañarte con hacer que no le tengas por
demonio.
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