JESUS,3.000 AÑOS ANTES DE CRISTO-CLAUDE-BRIGITTE CARCENAC-PUJOL pág 236
Si el evangelio de Mateo no explica los criterios exteriores que
permitirán al Hijo del Hombre separar las ovejas de los cabritos, la
expresión deja suponer la existencia de marcas exteriores de reconocimiento,
como por ejemplo las descritas por el Apocalipsis para los
seguidores de Dios: «No dañéis la tierra, ni el mar; ni los árboles,
hasta que hayamos marcado con un sello en la frente a los siervos de
nuestro Dios». (Ap 7, 3), o para los adoradores de la Bestia: «Si alguien
adora la bestia y su imagen y recibe la marca sobre su frente o
sobre su mano, éste beberá también vino de la cólera de Dios» (Ap
14, 9, véase también Ap 14, 11; 16, 2: 19, 20; 20, 4).
Cada uno lleva, pues, la marca del campo al que pertenece. De la
misma forma, según una obra del Imperio Medio, los hombres se
dividen en dos facciones, los partidarios de Horus y los partidarios
de Seth, todos portadores de signos de reconocimiento cuya descripción
desgraciadamente se ha perdido.120
Nos queda no obstante otra indicación, que aunque ritual no es
por eso menos el signo de una voluntad feroz de distinguir a los buenos
de los malos en Egipto como lo atestigua la inscripción de Edfu,
ya citada: los enemigos «cuyos nombres están escritos sobre su pecho
con tinta reciente» son echados al infierno. La analogía con la religión
egipcia, llega incluso a la definición del lugar asignado a cada
grupo.
En un himno del Imperio Nuevo, en el cual Amón juega el papel
de juez de muertos, se dice: Amón juzga la tierra con sus dedos y
habla al corazón. Juzga al culpable y le asigna el Este, al justo (le
asigna) el Oeste. La dificultad reside en la traducción de h' (w) por
Este, pues la palabra designa el «lugar de castigo de los malos». Pero
se sabe que h' (w) designa el Este del lenguaje mítico; tras lo cual
basta recordar que el egipcio se orienta en relación al Sur para deducir
que la derecha es igual a los justos y la izquierda a los culpables.121
La estela C3 del Louvre corroboraría esta tesis al colocar los justos
a la derecha de Osiris."'
En fin, antes que nada es la vida que ha llevado hasta ese momento
el candidato al juicio, lo que sirve tanto en Egipto como en el N. T.
de criterio para establecer la sentencia. «Él (Horus) da la iniquidad
a aquel que la ha practicado y la equidad a aquel que viene con ella»
(Libro de los Muertos 17, 64). Es lo mismo que dice Senosiris a su
padre Setme:
«Por el contrario, padre mío Setme, a aquel que hace el bien sobre
la tierra se le hará el bien en el Amentit, pero a aquel que hace
el mal se le hará el mal. Estas cosas han sido establecidas para siempre
y no cambian jamás, estas cosas que tú ves en el Hades, y se
producen en los 42 nomos donde están los dioses del consejo de
Osiris».*
El mismo principio rige el juicio del capítulo 25 de Mateo y regula
el corpus paulino: «Porque todos nosotros hemos de aparecer delante
del tribunal de Cristo, para que reciba cada cual el pago de lo hecho,
y viva en el cuerpo, en proporción a lo que obró, ya sea bueno, ya sea
malo» (2 Cor 5, 10). Así, «... se os condena por lo que habéis hecho
en el gran recinto de Ra» (Libro de las Puertas II, 108), es una frase
tan significativa para un egipcio como para un cristiano
BORGES-OBRAS COMPLETAS 236
—la mención escueta de un
indib que arroja su cuchillo a otro y lo mata—- es el estricto
reverso del argumento: un hombre apuñalado por sú amigo con
una flecha, en lo alto de una torre. Cuchillo volador, flecha que
se deja empuñar. Larga repercusión tienen las palabras. Ya señalé
una vez que la sola mención preliminar de los bastidores escénicos
contamina de incómoda irrealidad las figuraciones del
amanecer, de la pampa, del anochecer, que ha intercalado Estanislao
del Campo en el Fausto. Esa teleología de palabras y de
episodios es omnipresente también en los buenos films. Al principiar
A cartas vistas (The Showdown), unos aventureros se juegan
a los naipes una prostituta, o su turno; al terminar, uno de ellos
ha jugado la posesión de la mujer que quiere. El diálogo inicial
de La ley del hampa versa sobre la delación, la primera, escena es
un tiroteo en una avenida; esos rasgos resultan premonitorios del
asunto central. En Fatalidad (Dishonored) hay temas recurrentes:
la espada, el beso, el gato, la traición, las uvas, el piano. Pero
la ilustración más cabal de un orbe autónomo de corroboraciones,
de presagios, de monumentos, es el predestinado Ulises de Joyce.
Michel Houellebecq
Las partículas elementales 183*2=366-236=130
Al entrar en la cocina pensó que la creencia en una determinación libre y racional de las acciones humanas, y especialmente en una determinación libre y racional de las elecciones políticas individuales, fundamento natural de la democracia, era seguramente el resultado de una confusión entre libertad e imprevisibilidad. Las turbulencias de la marea junto al pilar de un puente son estructuralmente imprevisibles; pero a nadie se le ocurriría calificarlas de libres por esa razón. Se sirvió un vaso de vino blanco, corrió las cortinas y se tumbó para reflexionar. Las ecuaciones de la teoría del caos no hacían ninguna referencia al entorno físico en que tenían lugar sus manifestaciones; esta ubicuidad les permitía encontrar aplicaciones tanto en hidrodinámica como en genética de poblaciones, en metereología y en sociología de grupos. El poder de modelización morfológica era bueno, pero la capacidad de predicción era casi nula. Por el contrario, las ecuaciones de la mecánica cuántica permitían prever el comportamiento de los sistemas microfísicos con una precisión maravillosa; incluso total, si uno renunciaba a cualquier esperanza de retorno a una ontología material. Era cuando menos prematuro, y quizá imposible, establecer un puente matemático entre ambas teorías. Sin embargo, Michel estaba convencido de que la formación de atractores en la red evolutiva de las neuronas y las sinapsis era la clave para explicar las opiniones y las acciones humanas.
JAMES JOYCE-ULISES 236
—Creímos que eras algún otro.
En su ancha cama el tío Richie, entre
almohadas y frazadas, extiende sobre el
montículo de sus rodillas un robusto antebrazo.
Pecho limpio. Se ha lavado la mitad superior.
—Día, sobrino.
Hace a un lado la tabla donde traza sus
proyectos de costo para los ojos de Master Goff y
Master Shapland Tandy, clasificando permisos
y actas y una orden de Duces Tecum. Un marco
de encina fosilizada sobre su cabeza calva: el
Requiescat, de Wilde. Su destemplado silbido de
haragán trae de vuelta a Walter.
—¿Señor?
—Whisky para Richie y Esteban, dile a
mamá. ¿Dónde está ella?
—Bañando a Crissie, señor.
La compañerita de papá en la cama. Copo
de amor.
—No, tío Richie.
—Llámame Richie. Al demonio tu agua
mineral. Abate. Whisky.
NABOKOV-LOLITA 184pags*2=368-236=133
La niebla gris que nos seguía se
profundizó y concentró en la densidad de un sedán azul-zafiro. Y de súbito, como
si el automóvil que yo manejaba respondiera a los jadeos de mi pobre corazón,
empezamos a deslizamos a uno y otro lado, con una especie de desesperado
plap-plap-plap debajo de nosotros.
—Tiene una goma pinchada, amigo –dijo Lo alegremente.
Detuve la marcha... al borde de un precipicio. Lo se cruzó de brazos y
apoyó el pie en el tablero. Yo bajé y examiné la rueda derecha. La base del
neumático estaba vergonzosamente, horriblemente chata. Trapp se había
detenido a varios metros. Su cara distante era una regocijada mancha grasienta.
Ésa era mi oportunidad. Caminé hacia él. Retrocedió un poco. Tropecé con una
piedra... y tuve la sensación de una risa general. Entonces, un camión tremendo
apareció detrás de Trapp y atronó junto a mí. Inmediatamente después lo oí
emitir un bocinazo convulsivo y vi que mi propio automóvil arrancaba
suavemente. Distinguí a Lo sentada en el volante. El motor andaba, sin duda
(aunque recordaba haberlo apagado, sin haber aplicado el freno de emergencia).
Y durante el breve lapso de fuertes latidos en que llegué a la máquina rugiente,
que por fin se había detenido, comprendí que durante los últimos dos años la
pequeña Lo había tenido tiempo de sobra para aprender los rudimentos
automovilísticos. Cuando abría la puerta estaba completamente seguro de que
había puesto en marcha el automóvil para impedir que me acercara a Trapp.
Pero su ardid resultó innecesario, pues mientras la perseguía, Trapp había dado
una vuelta completa y se había marchado.
Descansé un instante. Lo me
preguntó si no pensaba darle las gracias –el automóvil había empezado a
deslizarse por sí solo y... – Al no obtener respuesta, se concentró en el estudio
del mapa. Bajé nuevamente y empecé la «ordalía de la rueda», como decía
Charlotte. Quizá estaba perdiendo la cabeza.
Seguimos nuestro grotesco viaje. Después de una depresión desamparada
e inútil, subimos y subimos... En una cuesta empinada me encontré detrás del
camión gigantesco que nos había dado alcance. De su cabina partió un óvalo de
papel plateado –envoltura ulterior de goma de mascar– y chocó contra nuestro
parabrisas. Se me ocurrió que si perdía definitivamente la cabeza, acabaría
matando a alguien. En realidad –espetó Humbert el impasible a Humbert el
vacilante– sería muy astuto preparar las cosas... trasladar el arma de su caja al
bolsillo..., para aprovechar el acceso de locura cuando se presentara.