JORGE LUIS BORGES
OBRAS COMPLETAS 362
Vuelvo a la eternidad de Plotino. El quinto libro de las Enéadas
incluye un inventario muy general de las piezas que la componen.
La Justicia está ahí, así como los Números (¿hasta cuál?) y las
Virtudes y los Actos y el Movimiento, pero no los errores y las
injurias, que son enfermedades de una materia en que se ha maleado
una Forma. No en cuanto es melodía, pero sí en cuanto
es Armonía y es Ritmo, la Música está ahí. De la patología y la
agricultura no hay arquetipos, porque no se precisan. Quedan
excluidas igualmente la hacienda, la estrategia, la retórica y el
arte de gobernar —aunque, en el tiempo, algo deriven de la Belleza
y del Número. No hay individuos, no hay una forma primordial
de Sócrates ni siquiera de Hombre Alto o de Emperador;
hay, generalmente, el Hombre. En cambio, todas las figuras geométricas
están ahí. De los colores sólo están los primarios: no hay
Ceniciento ni Purpúreo ni Verde en esa eternidad. En orden
ascendente, sus más antiguos arquetipos son éstos: la Diferencia,
la Igualdad, la Moción, la Quietud y el Ser.
JAMES JOYCE
ULISES 362
Rifa para gran pavo
tierno. Su cena de Navidad por tres peniques.
Jack Fleming haciendo un desfalco para jugar
luego levanta vuelo para América. Tiene un
hotel ahora. Nunca vuelven. Marmitas de
Egipto con vianda.Caminó alegremente hacia la mezquita
de baños. Lo hace acordar a uno de una
mezquita de ladrillos rojos cocidos, los
alminares. Veo que hoy hay deportes de colegio.
Miró el cartel herradura sobre el portón del
parque del colegio: ciclista doblado como bacalao
en la cacerola. Pésimo aviso. Todavía si lo
hubieran hecho redondo como una rueda. Luego
los rayos: deportes, deportes, deportes: y el cubo
grande: colegio. Algo pum en el ojo.
TOROTUMBO
MIGUEL ÁNGEL ASTURIAS 362
Rivolucioni diportivi! se repetía Tizonelli, incesantemente, ma che ¡el enemigo vivo... el enemigo muerto!, balanceaba la cabeza, el enemigo vivo es peligroso, el enemigo muerto es perfecto, y petrificaba su protesta en la inmovilidad más rencorosa junto al agitarse de sus acompañantes que molían con espaldas y fondillos, en sus asientos y respaldos, su desesperación por llegar antes que se produjeran las explosiones en casa del alquilador de disfraces, a sabiendas de que eso era imposible si seguían bloqueados entre la muchedumbre y los bailarines que aparecían por todos lados, igual que burbujas de agua azul, de agua verde, de agua roja, de agua amarilla, danzando al compás de tambores gigantes fabricados con cueros de toros de lidia, toros-tambores que lanzaban relámpagos hacia delante, truenos hacia atrás y lluvia con sonido de sangre a los costados, toros-tambores de piel de plata robado a las curtiembres de la luna, donde amontonábanse en manchas y sombras, la crin y la pelambre de las reses muertas.
EL PAÍS
DE LAS RISAS
Jonathan Carroll 362
―No me explico cómo está tan despejado el cielo por las noches en esta parte del mundo. Deben de haber filtrado todas las impurezas.
―Noventa y nueve coma cuarenta y cuatro por ciento de cielo puro de Missouri.
―Exacto.
―Vámonos. Hace frío.
La autocaravana olía a manzanas. Me di la vuelta y vi dos cestas repletas de ellas en el asiento posterior.
―¿Puedo comerme una manzana?
―Sí, pero ten cuidado con los gusanos.
Decidí no comerme ninguna manzana. Anna se sonrió. En la oscuridad azulada del interior del coche sus dientes eran tan blancos como la línea de la carretera.