jueves, septiembre 27, 2012

LOS VIVOS.LOS MUERTOS.LOS QUE DUERMEN.

 

   2012-09-26 19.58.23 

JORGE LUIS BORGES
OBRAS COMPLETAS   411

la primitiva cifra
de 1000 pronto ascendió a 1001. ¿Cómo surgió esa noche adicional
que ya es imprescindible, esa rnaquette de la irrisión de Quevedo
—y luego de Voltaire— contra Pico de la Mirándola: Libro de
todas las rosas y otras muchas más? Littmann sugiere una contaminación
de la frase turca bin bir, cuyo sentido literal es
mil y uno y cuyo empleo es muchos. Lañe, a principios de 1840,
adujo una razón más hermosa: el mágico temor de las cifras
pares. Lo cierto es que las aventuras del título no pararon ahí.
Antoine Galland, desde 1704, eliminó la repetición del original
y tradujo Mil y una noches: nombre que ahora es familiar en'
todas las naciones de Europa, salvo Inglaterra, que prefiere el
de Noches árabes.

             

JAMES JOYCE
ULISES                       411

Pero al final ella se puso unas
cuantas violetas en el bonete. Vanidosa en su
fuero interno. Todo para una sombra. Consorte
ni siquiera rey. El hijo de ella era la sustancia,
algo nuevo para esperar; no como el pasado que
ella quería de vuelta, esperando. Nunca viene.
Uno tiene que ir primero; solo bajo tierra; y no
acostarse más con ella en el cálido lecho.
—¿Cómo estás, Simón? —dijo Ned
Lambert amablemente, estrechándole la
mano—. No te veo desde hace una eternidad

 

 

VLADIMIR NABOKOV
Cuentos completos        411

se quitó el
sombrero negro, no como si se quisiera refrescar la cabeza sino con la intención
precisa de saludar mis pensamientos. Se rascó lentamente la coronilla; las sombras
de las hojas del tilo cruzaban por las venas de su mano grande y luego se detenían
sobre su cabello grisáceo. Con la misma lentitud, volvió la cabeza hacia mí, miró mi
periódico de exiliados, mi cara que había adoptado la expresión de un lector, se
volvió majestuosamente y se puso el sombrero de nuevo.
Pero ya era mío. Con esfuerzo, se levantó, se enderezó, cambió el bastón de mano,
dio un paso corto, dubitativo y luego, tranquilamente, se fue, para siempre, si no
estoy equivocado. Sin embargo, se llevó consigo, como la plaga, una enfermedad
extraordinaria, porque estaba ya sacramentalmente unido a mí, condenado a
aparecer un momento al final de un cierto capítulo, al llegar una determinada frase.
Mi representante, el hombre del periódico ruso, estaba ahora solo en su banco y,
conforme se movía en dirección a la sombra en la que hasta hace un momento había
estado sentado V. I., el mismo frío dibujo del tilo que había ungido a su predecesor
erizaba ahora las olas de su frente.

 

 

 

  LA AUDIENCIA DE LOS CONFINES

Miguel Ángel Asturias                           411

FRENTE AL PALACIO

DE LOS CAPITANES GENERALES

Al encenderse la luz aparece un telón de fondo que muestra arcadas de soportales y un candil de aceite en un farol del alumbrado público. Un NEGRO alto y fuerte tira de un fardo, sin desatender una sombrilla gane cuelga de su brazo, seguido de una multitud de hombres y mujeres, armados de palos, que le persiguen y van a darle caza en el momento en que entra el DEAN. Ya algunos han empezado a propinarle los pri­meros golpes.

DEAN. (blandiendo la espada).- ¡Atrás, malvados! ¡Atrás! ¿Qué hacéis? ¿Quién os ha mandado? VOCES DE HOMBRES Y MUJERES.- ¡No le defendáis! ¡Es el criado del mal obispo! ¡Muera si no confiesa dónde se metió su amo! ¡Que confiese! ¡Que hable! ¡Que diga dónde se metió si amo! ¡Para eso tiene boca!

DEAN.- ¡Atrás, es forastero! ¡Atrás! ¡Atrás, o vais a ser tocados por el fuego de Dios!

VOCES DE. HOMBRES Y MUJERES.- ¡Es el criado del mal obispo, hacedlo confesar vos! ¡Muera si no confiesa dónde se escondió su amo! ¡A su amo buscamos! ¡Que confiese! ¡Que confiese...!

DON QUIJOTE DE LA MANCHA  Miguel de Cervantes    411

después de cansados y satisfechos, cruzaba
Rocinante el pescuezo sobre el cuello del rucio, que le sobraba de la otra
parte mas de media vara, y mirando los dos atentamente al suelo, se solían
estar de aquella manera tres días, a lo menos, todo el tiempo que les dejaban
o no les compelía la hambre a buscar sustento. Digo que dicen que dejó el
autor escrito que los había comparado en la amistad a la que tuvieron Niso y
Eurialo, y Pilades y Orestes, y si esto es así, se podía echar de ver, para universal
admiración, cuán firme debió ser la amistad destos dos pacíficos animales,
y para confusión de los hombres, que tan mal saben guardarse amistad los
unos a los otros. Por esto se dijo:
No hay amigo para amigo,
las cañas se vuelven lanzas;
y el y el otro que cantó:
De amigo a amigo la chinche, etc.

Y no le parezca a alguno que anduvo el autor algo fuera de camino en
haber comparado la amistad destos animales a la de los hombres; que de las
bestias han recebido muchos advertimientos los hombres y aprendido muchas
cosas de importancia, como son: de las cigueñas, el cristel; de los perros, el
vómito y el agradecimiento; de las grullas, la vigilancia; de las hormigas, la providencia;
de los elefantes, la honestidad; y la lealtad del caballo.
Finalmente, Sancho se quedó dormido al pie de un alcornoque, y don
Quijote, dormitando al de una robusta encina.

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