sábado, noviembre 19, 2011

LA CUADRATURA DEL CIRCULO

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  envíame una señal                                  por la sangre de tuthankamon                                                                                                 -
                    ojo      mátame tu                                            -
                                                                            mírame

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                                                                LA CONJURA DE LOS CALVOS
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 SUSAN SONTAG-EL AMANTE DEL VOLCAN    pág 171
¿Qué había dicho la sibila? Respira.
Receta: Cuando te sientas triste, cuando te sientas solo, cuando no aparezca nadie,
puedes invocar a los espíritus para que te hagan compañía. Abrió los ojos. Efrosina
Pumo estaba ahora sentada en el camarote junto a él, sacudiendo la cabeza con
preocupación. Y también estaba allí Tolo; por tanto no era cierto que un soldado
francés le hubiera rajado por la mitad en la retirada de Roma. Tolo le aguanta por
los tobillos, le sujeta evita que caiga, se desplome. Y Efrosina le acaricia la frente.
No tengáis miedo, mi señor.
No tengo miedo, pensó él. Me siento humillado.
Llevaba muchos años sin ver a Efrosina. Tendría que ser muy vieja, pero parecía más
joven que la primera vez que él la visitó, tanto tiempo atrás. Se preguntó cómo era
posible aquello. Y Tolo también parece joven, no el tipo barbudo, fornido, con un
ojo medio cerrado que le había acompañado en las ascensiones a la montaña
durante veinte años (cada vez menos ágil, incluso él), sino de nuevo el muchacho
delicado, vulnerable, con el lechoso ojo abierto, que en otra época había sido.
Voy a morir, murmuró el Cavaliere
Ella movió negativamente la cabeza.
Pero el barco va a zozobrar de un vuelco.
Efrosina os ha dicho cuándo. Aún os quedan cuatro años.
Sólo cuatro años, pensó él. ¡No es mucho tiempo! Sabía que debía sentirse aliviado.
No quiero morir de esta manera, dijo malhumorado.
Luego advirtió —¿cómo no lo había visto antes?— que Efrosina le sostenía una
baraja de cartas.
Dejad que os muestre vuestro destino, mi señor.
Pero él apenas pudo leer la carta que había cogido. Todo cuanto vio fue alguien
cabeza abajo. ¿Soy yo?, pensó. La forma en que el barco gira y se precipita me hace
sentir cabeza abajo.
Sí, es Su Excelencia. Observad la expresión de indiferencia en la cara del Ahorcado.
Sí, mi señor, sois vos.

guenon  64 págs  0   64*3=192-171=21
Sabemos que espíritus escépticos y malevolentes, no dejarán de decir que Ossendowski no ha hecho otra cosa que plagiar a Saint-Yves, y de destacar, en apoyo de dicha alegación, todos los pasajes concordantes de las dos obras; hay efectivamente un buen número que presentan, hasta en los detalles, una similitud bastante sorprendente. Hay primero lo que podía parecer más inverosímil en Saint-Yves mismo, es decir, la afirmación de la existencia de un mundo subterráneo extendiendo sus ramificaciones por todas partes, bajo los continentes e incluso bajo los océanos y por el cual se establecen invisibles comunicaciones entre todas las regiones de la tierra; Ossendowski, por lo demás, no toma en cuenta esta afirmación, declarando incluso que no sabe qué pensar de ella, pero la atribuye a diversos personajes que encontró a lo largo de su viaje. Apare­ce también, en ciertos puntos más concretos, el pasaje donde el «Rey del Mundo» está representado ante la tumba de su predecesor, aquel donde se suscita la cuestión del origen de los gitanos, que habrían vivido antaño en Agarttha y muchos otros más. Saint-Yves dice que hay momentos, durante la celebración subterránea de los «Misterios Cósmicos», en los cuales los viajeros que se encuentran en el desierto se detienen y donde los animales mismos permanecen silenciosos; Ossendowski ase­gura que él mismo ha asistido a uno de esos momentos de recogimiento general. Hay sobre todo, como ex­traña coincidencia, la historia de una isla, hoy desaparecida, en la que vivían hombres y animales extraordinarios: allí, Saint-Yves cita el resumen del periplo de Jám­bulo por Diodoro de Sicilia, mientras que Ossen­dowski habla del viaje de un antiguo budista del Nepal y, sin em­bargo, sus descripciones no son muy distintas; si verdaderamente existen dos versiones precedentes de esta his­toria de fuentes tan alejadas una de otra, podría ser interesante recogerlas y compararlas con cuidado
J.L.BORGES-OBRAS COMPLETAS     pág . 171
Pasan los meses y un hombre en un caballo aperado de un modo
algo distinto al de la región pregunta en la pulpería las señas de
la casa de Suárez. Éste, que ha venido a comprar carne, oye la
pregunta y le dice quén es; el forastero le recuerda las cartas
que se escribieron hace un tiempo. Suárez celebra que el otro
se haya decidido a venir; luego se van los dos a un campito y
Suárez prepara el asado. Comen y beben y conversan. ¿De qué?
Sospecho que de temas de sangre, de temas bárbaros, pero con
atención y prudencia. Han almorzado y el grave calor de la siesta
carga sobre la tierra cuando el forastero convida a don Wenceslao
a que se hagan unos tiritos. Rehusar sería una deshonra. Vistean
los dos y juegan a pelear al principio, pero Wenceslao no tarda
en sentir que el forastero se propone matarlo. Entiende, al fin,
el sentido de la carta ceremoniosa y deplora haber comido y bebido
tanto. Sabe que se cansará antes que el otro, que es todavía
un muchacho. Con sorna o cortesía, el forastero le propone un
descanso. Don Wenceslao accede, y, en cuanto reanudan el duelo,-
-permite al otro que lo hiera en la mano izquierda, en la que
lleva el poncho, arrollado.x El cuchillo entra en la muñeca, la
mano queda como muerta, colgando. Suárez, de un gran salto,
recula, pone la mano ensangrentada en el suelo, la pisa con la
bota, la arranca, amaga un golpe al pecho del forastero y le abre
ehvientre de una puñalada. Así acaba la historia, salvo que para
algún relator queda el santafesino en el campo y, para otro (que
le mezquina la dignidad de morir), vuelve a su provincia. En
esta versión última, Suárez le hace la primera cura con la caña
que quedó del almuerzo.
    LA MEMORIA DEL AGUA

LA REBELIÓN DE LOS ÁNGELES
ANATOLE FRANCE                           146 págs     0   171-146=25
—Dignos el uno del otro —decía una voz varonil y bien timbrada—, los dos adversarios hallábanse bien pertrechados para sostener una lucha terrible y dudosa. El general Bol, con tenacidad inaudita, se mantenía, por decirlo así, como arraigado en el suelo; él general Milpertius, dotado de una agilidad sobrehumana, ejecutaba evoluciones de una rapidez abrumadora en torno de su adversario impasible. La batalla proseguía con encarnizamiento feroz. Todos nos angustiábamos.
El general D'Esparvieu relataba las maniobras de otoño a las señoras, que lo oían emocionadas. Era su conversación amena y agradable. Después hizo un paralelo entre la táctica francesa y la táctica alemana, precisó los caracteres distintivos de cada una y puso de relieve sus condiciones con serena imparcialidad; no dudaba en suponer que ambas eran ventajosas, y describió la alemana al nivel de la francesa, con gran asombro de sus oyentes, descorazonados, abatidos, cuyos rostros alargados y ensombrecidos ya, daban muestras de su desencanto. Paulatinamente, a medida que detallaba más y más las dos tácticas, el general presentaba la francesa desenvuelta, sutil, vigorosa, rebosante de gracia, inteligencia y alegría, mientras la alemana se caracterizaba por lo pesado, torpe y retenido de sus movimientos; y poco a poco las caras de las señoras, iluminadas por una sonrisa triunfal, recobraban su expresión serena. El general, decidido a merecer las bendiciones de aquellas madres, de aquellas esposas, de aquellas hermanas, de aquellas amantes, les hizo saber que su ejército estaba en disposición de aplicar la táctica alemana en lo que pudiera tener de ventajosa, mientras los alemanes no estaban en condiciones de usar la táctica francesa.
 
VLADIMIR NABOKOV
Pnin                                 57 págs   0    57*3=171-171=1
El pasajero de edad madura sentado junto a la ventana del costado norte de ese tren inexorable, al lado de un asiento vacío y frente a otros dos, también vacíos, era nada menos que el profesor Timofey Pnin. Increíblemente calvo, tostado por el sol y bien afeitado, Pnin comenzaba en forma bastante imponente con esa cúpula marrón que era su cabeza, las gafas de carey (que ocultaban una infantil ausencia de cejas), el labio superior simiesco, el grueso cuello y aquel torso de hombre fuerte embutido en una ceñida chaqueta de twed; lo que no le impedía terminar, de manera harto decepcionante, en un par de piernas ahusadas (metidas ahora en pantalones de franela y puesta una sobre otra), y en unos pies de aspecto frágil, casi femeninos.
Los desaliñados calcetines eran de lana escarlata con rombos violáceos. Sus severos zapatos negros le habían costado casi tanto como el resto de su atavío (incluyendo la llameante corbata pajarita). Antes de la década de 194..., en el tranquilo período europeo de su vida, había usado siempre ropa interior larga, con los extremos metidos en primorosos calcetines de seda con flechas bordadas, sobrios de tono y bien estirados por medio de ligas forradas en algodón. Por aquella época, a Pnin le habría parecido tan indecente exhibir una punta de esa ropa interior blanca al recoger mas de la cuenta el pantalón, como presentarse ante señoras sin cuello ni corbata; porque, aunque hubiera sido la ruinosa madame Roux, la portera de aquel escuálido edificio de departamentos del decimosexto distrito de París (donde Pnin había vivido quince años después de escapar de la Rusia leninizada y de haber completado su educación universitaria en Praga), aunque hubiera sido ella quien hubiese entrado a cobrar el alquiler mientras éste se hallaba sin su faux col, el relamido Pnin habría escondido su cuello tras una casta mano. Todo lo cual sufrió un cambio en la turbulenta atmósfera del Nuevo Mundo. Hoy día, a los cincuenta y dos años, era un entusiasta de los baños de sol, usaba camisas y pantalones deportivos y, cuando se cruzaba de piernas, cuidadosa, deliberadamente y con todo descaro, mostraba una enorme extensión de canilla desnuda. Así lo habría podido ver en ese memento cualquier otro viajero, pero, salvo un soldado que dormía en un extremo y dos mujeres absortas ante un nene en el otro, Pnin era dueño del vagón.
Pero ahora es preciso revelar un secreto. El profesor Pnin se había equivocado de tren
PHILIP ROTH Indignación  71 pág  0    71*3=213-171=42
La señorita Clement era una solterona de mediana edad, rechoncha y de cabello gris, el epítome de la enfermera atenta y de habla suave, a la vieja usanza, que incluso llevaba una cofia blanca almidonada, a diferencia de la mayoría de las enfermeras más jóvenes del hospital. Después de la operación, cuando tuve que usar la cuña por primera vez, me tranquilizó discretamente diciéndome: «Estoy aquí para ayudarte cuando lo necesites, y esta es la ayuda que necesitas ahora, así que no tienes por qué sentirte avergonzado», todo ello mientras me colocaba suavemente sobre la cuña, luego me limpiaba suavemente con pañuelos de papel humedecidos y finalmente retiraba la cuña con mis heces y volvía a acomodarme bajo las sábanas.
Y aquella era su recompensa por limpiarme el culo con tanta ternura. ¿Y la mía? Por aquella única y rápida caricia de la mano de Olivia, mi recompensa sería Corea. La señorita Clement ya debía de estar telefoneando al decano Caudwell, quien de inmediato telefonearía a mi familia. Y no me costaba nada imaginar a mi padre, tras recibir la noticia, blandiendo la cuchilla de carnicero con suficiente fuerza para partir en dos el tajo no empotrado de más de un metro de grosor sobre el que solía cortar los pedazos de res.
JAMES JOYCE-ULISES    pág 171
Y dirigiéndose a Haines:
—El sucio bardo el prurito de lavarse un
día en cada mes.
—Toda Irlanda es lavada por la corriente
del golfo —afirmó Esteban mientras dejaba
gotear la miel sobre el pan.
Haines habló desde el rincón donde se
ataba tranquilamente un "echarpe" alrededor
del cuello desabrochado de su camisa de tenis.
—Pienso hacer una colección de todos tus
dichos, si me lo permites.
Hablándome a mí. Ellos se lavan y se
bañan y se frotan. Mordiscón ancestral del
subconsciente.14 Conciencia. Sin embargo aquí
hay algo.
Eso de que el espejo resquebrajado de un
sirviente es el símbolo del arte irlandés, es
estupendamente bueno.
susan  pág  171
Yo no había tenido hijos, y eso
me dolía. No me hubiera importado recoger a un nenito pequeño,
cuidarlo, criarlo. Pero Hester, ya con doce años, y tan encaprichada con
su madre, ni me dirigía la palabra. Tal vez por mi culpa. Hester era muy
cariñosa, más que muchos niños de su edad. Yo ya me había
endurecido. Al principio no le veía nada a Hester, ni bondad, ni belleza,
ni nada, y así se lo decía a mi marido, que estaba loco por ella. Y Stella
también lo estaba, claro. O así lo creímos. La verdad es que todo el
mundo la quería. Y también yo acabé por quererla
CORAN-MAHOMA       pág 171
Sura 5 Al-Ma’ida (El Ágape)
3) OS ESTÁ prohibido todo animal hallado muerto, la sangre, la carne de cerdo y aquello sobre
lo que se ha invocado un nombre distinto del de Dios,7 y el animal muerto por asfixia, o
apaleado, o de una caída, o de una cornada o devorado por una fiera, salvo si estando aún vivo
lo sacrificáis [vosotros]; y [os está prohibido] todo aquello que haya sido sacrificado en altares
idólatras.8
Y [os está prohibido] que intentéis saber por medio de la adivinación lo que el futuro os
depara:9 esto es una abominación.
HARUKI MURAKAMI-1Q84      pág 171
TENGO
Venga a nosotros tu reino
El profesor se volvió hacia Fukaeri:
—Eri, ¿podrías hacernos el favor de traernos un poco de té?
La chica se levantó y salió de la sala de visitas. La puerta se cerró quietamente a
sus espaldas. El profesor esperó callado a que Tengo tomara aliento y se
recompusiera. Se quitó las gafas de montura negra, limpió las lentes con un pañuelo
que no parecía demasiado limpio y volvió a ponérselas. Una cosa pequeña de color
negro pasó raudo al lado de la ventana. Sería un pájaro. O tal vez el espíritu
arrebatado de alguien, vía al confín del universo.
—Lo siento —se disculpó Tengo—. Ya estoy bien. No ha sido nada. Continúe,
por favor.
 
oreja

viernes, noviembre 18, 2011

LA PRIMA DE RIESGO Y LA MALDICION DE TUTHANKAMON

 

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BORGES-OBRAS COMPLETAS   pág 580

DEUTSCHES RÉQUIEM
Aunque él me quitare la vida, en él
confiaré.
JOB 13:15
Mi nombre es Otto Dietrich zur Linde. Uno de mis antepasados,
Christoph zur Linde, murió en la carga de caballería que decidió
la victoria de Zorndorf. Mi bisabuelo materno, Ulrich ForkeL
fue asesinado en la foresta de Marchenoir por francotiradores
franceses, en los últimos días de 1870; el capitán Dietrich zur
Linde, mi padre, se distinguió en el sitio de Namur, en 1914,
y, dos años después, en la travesía del Danubio.1 En cuanto a
mí, seré fusilado por torturador y asesino. El tribunal ha procedido
con rectitud; desde el principio, yo me he declarado culpable.
Mañana, cuando el reloj, de la prisión dé- las nueve, yo
habré entrado en la muerte; es natural que piense en mis mayores,
ya que tan cerca estoy de su sombra, ya que de algún modo soy ellos.

VLADIMIR NABOKOV
Cuentos completos        580pág

Un amigo mío, que casi me dobla la edad y que es el único testigo vivo de aquel
momento, me cuenta que el presidente del comité (quien como editor de un
periódico tenía mucha experiencia en tratar con intrusos extravagantes) dijo sin
siquiera levantar los ojos de la mesa: «Échenle de aquí». Pero no lo hizo nadie —
quizá porque uno tiende a mostrar cierta cortesía ante un anciano que parece
bastante borracho. Pero él se sentó a la mesa y, tras elegir a la persona que le
pareció que mostraba un semblante más dulce, es decir, a Slavsky, un traductor de
Longfellow, Heine y de Sully-Prudhomme (y más tarde miembro de un grupo
terrorista), le preguntó en tono prosaico si ya habían recolectado «el dinero para el
monumento» y si ése era el caso cuándo podía disponer del mismo.

SEGUNDA PARTE

BORGES-OBRAS COMPLETAS     PÁG. 503

LA MUERTE Y LA BRÚJULA

Es verdad que Erik Lonnrot no logró impedir
el último crimen, pero es indiscutible que lo previo. Tampoco
adivinó Ja identidad del infausto asesino de Yarmolinsky, pero
sí la secreta morfología de la malvada serie y la participación
de Red Scharlach, cuyo segundo apodo es Scharlach el Dandy.
Ese criminal (como tantos) había jurado por su honor la muerte
de Lonnrot, pero éste nunca se dejó intimidar. Lonnrot se creía
un puro razonador, un Auguste Dupin, pero algo de aventurero
había en él y hasta de tahúr.

El primer crimen ocurrió en el Hotel du Nord —ese alto prisma
que domina el estuario cuyas aguas tienen el color del desierto.
A esa torre (que muy notariamente reúne la aborrecida blancura
de un sanatorio, la numerada divisibilidad de una cárcel y la
apariencia general de una casa mala) arribó el día tres de diciembre
el delegado de Podólsk al Tercer Congreso Talmúdico,
doctor Marcelo Yarmolinsky, hombre de barba gris y ojos grises.
Nunca sabremos si el Hotel du Nord le agradó: lo aceptó con
la antigua resignación que le había permitido tolerar tres años
de guerra en los Cárpatos y tres mil años de opresión y de pogroms.
Le dieron un dormitorio en el piso R, frente-a la suite
que fio sin esplendor ocupaba el Tetrarca de Galilea. Yarmolinsky
cenó, postergó para el día siguiente el examen de la desconocida
ciudad, ordenó en un placará sus muchos libros y sus muy pocas
prendas, y antes de media noche apagó la luz. (Así lo declaró
el chauffeur del Tetrarca, que dormía en la pieza contigua.) El
cuatro, a las 11 y 3 minutos a.m., lo llamó por teléfono un redactor
de la Yidische Zaitung; el doctor Yarmolinsky no respondió;
lo hallaron en su pieza, ya levemente oscura la cara, casi desnudo
bajo una gran capa anacrónica. Yacía no lejos de la puerta que
daba al corredor; uña puñalada profunda le había partido el
pecho. Un par de horas después, en el mismo cuarto, entre perioxlistás,
fotógrafos y gendarmes, el comisario Treviranus y Lonnrot
' debatían con serenidad el problema.

—No hay que buscarle tres pies al gato —decía Treviranus,
blandiendo un imperioso cigarro—. Todos sabemos que el Tetrarca
de Galilea posee los mejores zafiros del mundo. Alguien,
para robarlos, habrá penetrado aquí por error. Yarmolinsky se
ha levantado; el ladrón ha tenido que matarlo. ¿Qué le parece?
—Posible, pero no interesante —respondió Lónnrot—, Usted
replicará que la realidad no tiene la menor obligación de ser
interesante. Yo le replicaré que la realidad puede prescindir de
esa obligación, pero no las hipótesis. En la que usted ha improvisado,
interviene copiosamente el azar. He aquí un rabino muerto;
yo preferiría una explicación puramente rabínica, no los
imaginarios percances de un imaginario ladrón.
Treviramus repuso con mal humor:
—No me interesan las explicaciones rabínicas; me interesa la
captura del hombre que apuñaló a este desconocido.

EDGAR ALLAN POE-OBRAS COMPLETAS  503

Sin duda alguna, usted me creyó un soñador; pero yo había establecido ya una
especie de conexión. Acababa de unir dos eslabones de una gran cadena. Allí había un barco
que naufragó en la costa, y no lejos de aquel barco, un pergamino — no un papel — con una
calavera pintada sobre él. Va usted, naturalmente, a preguntarme: ¿dónde está la relación?
Le responderé que la calavera es el emblema muy conocido de los piratas. Llevan izado el
pabellón con la calavera en todos sus combates.
Como le digo, era un trozo de pergamino, y no de papel. El pergamino es de una materia duradera casi indestructible. Rara vez se consignan sobre uno cuestiones de poca
monta, ya que se adapta mucho peor que el papel a las simples necesidades del dibujo o de
la escritura. Esta reflexión me indujo a pensar en algún significado, en algo que tenía
relación con la calavera. No dejé tampoco de observar la forma del pergamino. Aunque una
de las esquinas aparecía rota por algún accidente, podía verse bien que la forma original era
oblonga. Se trataba precisamente de una de esas tiras que se escogen como memorándum,
para apuntar algo que desea uno conservar largo tiempo y con cuidado.

VLADIMIR NABOKOV
Cuentos completos
        pág  503

  Cuánto sufrimiento, cuánta imbecilidad y suciedad nos rodea; y sin embargo, la
gente de mi generación no se da cuenta de nada, aun cuando pasar a la acción haya
llegado a ser tan necesario como, digamos, respirar o comer. Y no se crea, que no
estoy hablando de las grandes cuestiones candentes que han aburrido a muerte a
todo el mundo, sino de un trillón de trivialidades que la gente no percibe, aunque
éstas, estas menudencias, sean los embriones de terribles y evidentes horrores. Justo
el otro día, por ejemplo, una madre perdió la paciencia y ahogó a su hija de dos
años en la bañera y luego se dio un baño en la misma agua, porque estaba caliente,
y no hay que desperdiciar el agua caliente.

Dios mío, ¡qué lejos está esto de la
anciana campesina, en uno de los ampulosos cuentos de Turgueniev, que había
perdido a su hijo y escandalizó a la señora que la visitaba en su isba acabándose el
potaje de col con toda calma porque «ya le había echado la sal»! No me importa en
absoluto que considere absurdo el hecho de que el tremendo número de
semejantes nimiedades cotidianas, que ocurren en todas partes y en distintos
grados de importancia y de formas también diferentes —gérmenes con cola, en
punta, cúbicos—, puedan preocupar a un hombre hasta tal punto que se ahogue y
pierda el apetito

JAMES JOYCE –ULISES    503

—¡Los griegos! —dijo otra vez—. ¡Kirios!
¡Palabra refulgente! Las vocales que los semitas
y los sajones no conocen. ¡Kyrie! La radiación
del intelecto. Tendría que profesar el griego,
lengua del espíritu. ¡Kyrie eleison! El fabricante
de letrinas y el fabricante de cloacas nunca
serán los señores de nuestro espíritu. Somos
vasallos de esa caballería europea que sucumbió
en Trafalgar, y del imperio del espíritu, no un
imperium, que se hundió con las flotas
atenienses de Egospotamos. Sí, sí. Se
hundieron. Pirro, engañado por un oráculo, hizo
una última tentativa para recuperar las
fortunas de Grecia. Leal a una causa perdida

Se alejó de ellos a grandes pasos hacia la
ventana.
—Afrontaron la batalla —dijo el señor
O'Madden Burke grismente—, pero siempre
cayeron.
—¡Bujú!... —lloriqueó, Lenehan haciendo
un ruidito—. Debido a un ladrillo recibido en la
última parte de la matinée. ¡Pobre, pobre, pobre
Pirro!
Cuchicheó luego cerca de la oreja de
Esteban:

jueves, noviembre 17, 2011

SILLA DE PINZAS

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J.L.BORGES-OBRAS COMPLETAS-    629 pág
EL ALEPH
Todo lenguaje es un alfabeto de
símbolos cuyo ejercicio presupone un pasado que los interlocutores
comparten; ¿cómo trasmitir a los otros el infinito Aleph,
que mi temerosa memoria apenas abarca? Los místicos, en análogo
trance, prodigan los emblemas: para significar la divinidad,
un persa habla de un pájaro que de algún modo es todos los
pájaros; Alanus de Insulis, de una esfera cuyo centro está en
todas partes y la circunferencia en ninguna; Ezequiel, de un
ángel de cuatro caras que a un tiempo se dirige al Oriente y
al Occidente, al Norte y al Sur. (No en vano rememoro esas
inconcebibles analogías; alguna relación tienen con el Aleph.)
Quizá los dioses no me negarían el hallazgo de una imagen
equivalente, pero este informe quedaría contaminado de literatura,
de falsedad. Por lo demás, el problema central es irresoluble:
la enumeración, siquiera parcial, de un conjunto infinito. En ese
instante gigantesco, he visto millones de actos deleitables o atroces;
ninguno me asombró como el hecho de que todos ocuparan
el mismo punto, sin superposición y sin trasparencia. Lo que vieron
mis ojos fue simultáneo: lo que transcribiré, sucesivo, porque el
lenguaje lo es. Algo, sin embargo, recogeré.
En la parte inferior del escalón, hacia la derecha, vi una pequeña
esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor. Al principio
la creí giratoria; luego comprendí que ese movimiento era una
ilusión producida por los vertiginosos espectáculos que encerraba.
El diámetro del Aleph sería de dos o tres centímetros, pero el
espacio cósmico estaba ahí, sin disminución de tamaño. Cada
cosa (la luna del espejo, digamos) era infinitas cosas, porque yo
claramente la veía desde todos los puntos del univefso. Vi el
populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de
América, vi una plateada telaraña en el centro de una negra
pirámide, vi un laberinto roto (era Londres), vi interminables
ojos inmediatos escrutándose en mí como en un espejo, vi todos
los espejos del planeta y ninguno me reflejó

VLADIMIR NABOKOV
Cuentos completos          pág  629

Las hermanas Vane
No me habría enterado de la muerte de Cynthía si no me hubiera topado, aquella
noche, con D., a quien también había perdido la pista en los últimos cuatro años o
así; y tampoco me habría encontrado con D. si no me hubiera visto involucrado en
una serie de investigaciones triviales.
Aquel día, un contristado domingo tras una semana de ventiscas constantes, había
sido un cóctel de barro y piedras preciosas. En el transcurso de mi habitual paseo
vespertino por las colinas de la pequeña ciudad que albergaba la universidad
femenina donde yo enseñaba literatura francesa, me detuve a observar una familia
de brillantes carámbanos que chorreaban gota a gota desde los aleros de una casa
de madera. Sus puntiagudas sombras se reflejaban con tal precisión en las lajas de
madera posteriores que pensé que también las gotas, en su caída, tendrían que
trazar visibles y ciertas sus sombras. Pero no era así. Tal vez el tejado sobresaliera
demasiado, o mi ángulo de visión fuera imperfecto o quizá, yo no había tenido la
oportunidad de estar observando precisamente el carámbano concreto que en
aquel momento goteaba. Había un cierto ritmo, una alternancia en el goteo que
consideré tan engañosa como un juego de manos con monedas. Me llevó a
inspeccionar las esquinas de más de una manzana de casas, y así llegué hasta la calle
Kelly, y hasta la misma puerta de la casa donde solía vivir D. cuando era profesor
ayudante allí. Y al mirar a los aleros del garaje contiguo con su alarde total de
estalactitas transparentes dominadas por sus siluetas azules, me vi gratificado
finalmente, al elegir una de ellas, con el espectáculo de lo que podría ser descrito
como el punto de una señal de exclamación que abandonase su posición ordinaria
para deslizarse muy deprisa —un punto más deprisa que la línea de hielo
descendente que trazaba en su caída. Aquel centelleo geminado, con ser delicioso,
no me resultó completamente satisfactorio; consiguió más bien que se despertaran
mi apetito y mi hambre de otros bocados de luz y sombra, por lo que seguí
caminando en un estado de alerta bruta que parecía transformar todo mi ser en un
inmenso globo ocular que girase en la cuenca del mundo.
A través de mis pestañas de pavo real vi el deslumbrante reflejo diamantino del sol
del atardecer sobre las curvas posteriores de un automóvil aparcado en la acera. La
esponja del deshielo había restituido a todas las cosas un sentido pictórico. El agua
caía en desbordantes festones por la pendiente de una calle hasta girar con
elegancia por otra.
Con un apunte de engañoso atractivo los estrechos pasadizos
entre los edificios revelaban tesoros de ladrillo y púrpura. Observé por primera vez
los humildes estriados, los últimos ecos de las acanaladuras en los fustes de las
columnas, que ornamentaban un cubo de basura, y también vi las ondulaciones de
su tapa, círculos que se iban separando de un centro fantásticamente antiguo. Las
sombras erguidas y de oscuras cabezas de la nieve muerta (abandonada por las
palas de un quitanieves el pasado viernes) se alineaban como pingüinos
rudimentarios a lo largo de los bordillos, sobre las brillantes vibraciones de las
cunetas vivas.

Imre Kertész   Liquidación págs 50     0    50*13=650-629=21
Seguro que no ocurrió de forma deliberada, pero en los días siguientes, breves y oscuros, a los
que me precipité como si al salir por la puerta de nuestra casa hubiera caído en la zanja de una obra,
tomé conciencia de pronto de que me habían puesto en libertad el día de Navidad. Fue penoso. No
podía hacer nada. Iba y venía, me encontraba con éste y aquél: no sabría decir nada más preciso.
Alguien me comunicó que se celebraría una "gran fiesta" de Nochevieja. Y que alguien quería
hablar conmigo. Quería ayudarme a recuperar mi empleo. Recibí la dirección a través de Kürti,
quien conocía a Fenyvessy, quien conocía a Halász, quien a su vez conocía al legendario Bornfeld,
de quien de vez en cuando se publicaba algún artículo en The New York Times, en Le Monde, en el
Frankfurter Aügemeine Zeitung. Bornfeld se hallaba precisamente en Estados Unidos, dijo alguien.
Jamás me habían invitado a una reunión de esa índole; supongo que se debía a mi detención el
hecho de adquirir, por lo visto, cierto renombre en aquellos círculos tan distinguidos.
Era una noche de Año Nuevo envuelta en la neblina, la ciudad estaba desierta y atestada de gente
a la vez: los rostros y las formas surgían de repente de la penumbra, imprevisibles e inevitables
como el destino. Caras bobas y sonrientes me rondaban, ensombrecidas por gorros o sombreros
horrendos; los coches que pasaban junto a la acera rociaban a los transeúntes con el agua negra y
gélida de los charcos. De vez en cuando alguien hacía sonar junto a mi oído una enorme trompeta
de papel adornada con flecos, cuyo estruendo me llenaba de malos presentimientos como si viera la
pesadilla de la resurrección, y entonces estallaban también petardos echando chispas a mis pies.
Tenía que llegar a una dirección en el centro, a una dirección conspirativa, por así decirlo, donde
una serie de intelectuales de la misma laya celebraban la oposición polaca, la última edición de
samisdat y el año nuevo que llegaba.


LA PINZA

 

mantis2                     Buda Guanyin. Tesoros de la compasión en el Castillo de Chapultepec     

ROBERT GRAVES-LA DIOSA BLANCA  208págs  0 208*4=832-629=203

ventana                                                                                                

Y la peligrosa pregunta de la,Serpiente: Quidni? «¿Por qué no?» «¿Dónde?» es
Quá?
Pero la promesa de la Musa al poeta es «Busca pacientemente y encontrarás».
¿Y dónde podía ocultarse la Cierva sino bajo el árbol Q, que es el Manzano Silvestre?
Queirt dano is o chrand regainmnighead i. abull ut dicitur clithar
boaiscille .i. elit gelt quert i. abull.
«La letra Q proviene de un árbol llamado Quert, es decir un manzano. Como
dice el refrán: `Quert es el refugio de la cierva montés', lo que quiere decir que lo es el
manzano», me confirma el poeta Valentin Iremonger en Hearings of the Scholars. Y en
el mismo libro hay un comentario poético interesante acerca del «refugio de la cierva
montés»:
.i. boscell.i. gelt. basceall.i. is and tic a ciall do in tan degas a bas
«es decir que la palabra boscell, loco, se deriva de basceall, `sensación de la
muerte', pues el loco recobra el juicio cuando va a morir».
El comentario significa que el amor de la Diosa enloquece al poeta; va a su
muerte y la muerte lo hace cuerdo.

HARUKI MURAKAMI-1Q84    PÁG 629

Aomame sacudió la cabeza. Todavía había demasiadas cosas que no
comprendía.
Aomame quería comunicarle cuanto antes a la señora que quizás el hombre no se
había limitado a violar a las sombras de las niñas. «A lo mejor no teníamos por qué
haber asesinado a ese hombre.»
¿Pero la creería así como así si se lo explicara? Aomame era consciente de ello. La
señora, o cualquiera con un poco de cabeza, nunca se creería lo de la Little People, las
mothers, las daughters y las crisálidas de aire, por mucho que se lo presentara como
algo real. Porque para alguien con un poco de cabeza no serían más que invenciones
sacadas de una novela. Igual que no se creerían la existencia de la Reina de corazones
o el Conejo con el reloj de Alicia en el país de las maravillas.
No obstante, la Luna vieja y la luna nueva que Aomame había visto en el cielo
eran reales. Había estado viviendo bajo su luz. Había sentido sobre su piel el cambio
que se había generado en la gravitación. Y había matado con sus propias manos en la
habitación oscura del hotel a la persona a quien llamaban líder. El mal agüero que
había sentido al clavarle la afilada aguja en aquel punto de la nuca permanecía vivo
en la palma de su mano. Aún ahora esa sensación le ponía la carne de gallina.
Además, poco antes de asesinarlo, había visto cómo el líder hacía levitar en el aire
unos cinco centímetros un pesado reloj de mesa. Aquello no había sido una ilusión
óptica, ni un truco de magia. Era un hecho innegable que había que aceptar tal cual.

Carlos Ruiz Zafón
La sombra del viento   284 págs   0     284*3=852-629=223

Una noche, Jorge Aldaya le salió al paso entre las som­bras a dos manzanas de su casa. «¿Vienes ya a matarme?», preguntó Miquel. Jorge anunció que venía a hacerle un favor a él y a su amigo Julián. Le entregó una carta y le su­girió que se la hiciera llegar a Julián, dondequiera que se hubiera ocultado. «Por el bien de todos», sentenció. El sobre contenía una cuartilla escrita de puño y letra por Penélope Aldaya

EL UNIVERSO ELEGANTE-BRIAN GREEN   478págs  0   629-478=151

MATERIA

Sura 28. Al-Qasas (La Historia)    pág 629

Dios no ama a los que siembran la corrupción!"
(78) Respondió: "¡Esta [riqueza] me ha sido dada sólo gracias al conocimiento que poseo!"88
¿Acaso no sabía que Dios había destruido a [los arrogantes de] muchas generaciones anteriores
a él --gente mucho más poderosa que él, y más rica en lo que amasaron?
Pero quienes están hundidos en el pecado no pueden ser cuestionados acerca de sus pecados....
89
(79) Y se presentó ante su pueblo con sus mejores galas; [y] los que sólo ansiaban esta vida
decían: "¡Ojalá tuviéramos tanto como le ha sido dado a Qarún! ¡En verdad, tiene una suerte
extraordinaria!"
(80) Pero aquellos a quienes había sido dado el verdadero conocimiento dijeron: "¡Ay de vosotros!
El mérito ante Dios90 es mucho mejor para quien llega a creer y obra con rectitud: pero
sólo quienes son pacientes en la adversidad pueden lograr esta [bendición]."
(81) Y entonces hicimos que la tierra se lo tragara junto con su casa; y no tuvo el auxilio de
nadie contra Dios, ni era de los que pueden socorrerse a sí mismos.91
(82) Y por la mañana, los que apenas el día anterior habían anhelado estar en su lugar exclamaron:
"¡Ay [que no supimos ver] que es en verdad [sólo] Dios quien da el sustento en
abundancia, o en medida escasa, a quien Él quiere de Sus criaturas! ¡De no haber sido por la
gracia de Dios con nosotros, podría haber hecho que [la tierra] nos tragara a nosotros también!
¡Ay [que olvidamos] que quienes niegan la verdad jamás pueden alcanzar la felicidad!"
(83) Y esa vida [de felicidad] en el más allá, la concedemos [sólo] a quienes no pretenden
conducirse con altivez en la tierra, ni sembrar la corrupción: pues el futuro es de los conscientes
de Dios.92

Roberto Bolaño

Los detectives salvajes    pág 629

Cuando ambas trabajaban en la escuela, en muchas ocasiones la vio escribir, sentada en el aula vacía, en un cuaderno de tapas negras muy grueso que Cesárea llevaba siempre consigo. Suponía que era un diario de vida. En la época en que Cesárea trabajó en la fábrica de conservas, cuando se citaban en el centro de Santa Teresa para ir al cine o para que la acompañara de compras, cuando acudía tarde a las citas solía encontrarla escribiendo en un cuaderno de tapas negras, como el anterior, pero de formato más pequeño, un cuaderno que parecía un misal y en donde la letra de su amiga, de caracteres diminutos, se deslizaba como una estampida de insectos. Nunca le leyó nada. Una vez le preguntó sobre qué escribía y Cesárea le contestó que sobre una griega. El nombre de la griega era Hipatía

Joseph Brodsky

MARCA DE AGUA

Apuntes venecianos  45págs   0   45*14=630-629=1

Hace muchas lunas, el dólar estaba a 870 liras y yo tenía treinta y dos años. Tam­bién el globo terráqueo era dos mil mi­llones de almas más ligero, y el bar de la stazione a la que acababa de llegar en aquella fría noche de di­ciembre estaba vacío. Esperé allí a que la única per­sona a la que conocía en aquella ciudad fuese a bus­carme. Llegó bastante tarde.

No hay viajero que no conozca esa ansiedad: esa mezcla de fatiga y aprensión. Es el momento en que se miran con inquietud los relojes y los table­ros de horarios, en que se escruta el mármol vari­coso bajo los propios pies, en que se inhala amo­níaco y ese olor mate que desprende en las frías noches de invierno el hierro fundido de las loco­motoras. Hice todo eso.

Con excepción del bostezante camarero y de la matrona de la caja, inmóvil como un buda, no ha­bía nadie a la vista. Sin embargo, no nos éramos de ninguna utilidad: mi única moneda en su lengua, el término «espresso», ya estaba gastada; la había em­pleado dos veces. También les había comprado mi primer paquete de lo que en los años siguientes llegaría a significar «Merde Statale», «Movimento Sociale» y «Morte Sicura»: mi primer paquete de MS. De modo que cogí mis maletas y salí de allí. En el improbable caso de que algún ojo se fijara en mi London Fog blanca y mi Borsalino marrón os­curo, éstos tenían que proporcionarle una silueta familiar. La noche misma, en efecto, no debía de tener dificultad alguna en absorberla. El mimetis­mo, supongo, ocupa un puesto importante entre las prioridades de cualquier viajero, y la Italia que yo tenía en mente en aquel momento era una com­binación de películas en blanco y negro de los años cincuenta con el igualmente monocromo ambiente de mi oficio. Así, el invierno era mi estación; lo único que me faltaba, pienso, para parecer un bo­hemio local o carbonaro era una bufanda. Por lo demás, me sentía casi invisible y adecuado para fundirme con el fondo o rellenar un fotograma en un relato policial de bajo presupuesto o, más pro­bablemente, en un melodrama.

Era una noche ventosa y, antes de que mi re­tina registrara nada, me arrebató un sentimiento de absoluta felicidad: mis narices recibieron el golpe de lo que, para mí, había sido siempre su sinónimo, el olor de algas heladas. Pa­ra algunos, es la hierba o el heno recién cortados; para otros, los aromas navideños de las agujas de coníferas y de mandarinas. Para mí, son las algas heladas, debido, en parte, a los aspectos onomatopéyicos de la propia unión de términos (en ruso, un alga es un maravilloso vodorosli) y, en parte, a un cierto absurdo y un oculto drama subacuático en esa noción. Uno se reconoce a sí mismo en cier­tos elementos; en el momento en que aspiré ese olor en la escalinata de la stazione, dramas y absur­dos hasta entonces ocultos se convirtieron en mi punto fuerte.

César Aira

Una novela china  95págs   0    95*7=665-629=36

La aparición de Hin había provocado su impresión también en los otros, pero de muy distinta índole, como lo demostró el visitante al hacer un comentario: dijo que había viajado ampliamente por el país este último año, y había notado una tendencia muy marcada a recoger niñas para criar. Obviamente, creía que aquí Hin era la hija del dueño de casa, y Ma Whu su esposa, o no habría abierto la boca.

Hua, sin pensarlo demasiado tampoco, le preguntó a qué podía obedecer un movimiento social tan descabellado.

—Al marxismo —dijo simplemente el extraño, agi­tando imperceptiblemente los dedos, muy cortos y del­gados—: Se teme que dentro de unos años la juventud se apoderará de todas las mujeres.

Lu los invitó a salir a fumar un último cigarrillo al jardín; era un modo de despedirlos. El desconocido ce­rró la valija y los siguió. Fumaron mirando el crepúscu­lo, y oyeron adentro los chapoteos alegres de la niñita en el fuentón. Efectivamente, era demasiado temprano, pero no estaba mal hacerlo de todos modos. Unas abejitas vespertinas zumbaron sobre los setos, sin acercarse a las figuras que ya se oscurecían.

Y como suele suceder, la noche apareció súbitamen­te, como si no la hubieran estado esperando. Una ola de gris creció en un instante de la tierra, sustrayendo todos los colores. Y sin embargo, permanecía la luz del día, o algo así como su espectro, colgando de las montañas

UMBERTO ECO

EL PENDULO DE FOUCAULT  483  0 629-483=146

-Es increíble. Los manifiestos se publican en una época en que este tipo de textos proliferaban, todos buscan un cambio, un siglo de oro, un país de Jauja del espíritu. Unos hojean frenéticamente los libros de magia, otros hacen sudar los hornillos elaborando metales, otros tratan de dominar las estrellas, otros inventan alfabetos secretos y lenguas universales. En Praga, Rodolfo II transforma la corte en un laboratorio alquímico, invita a Comenio y a John Dee, el astrólogo de la corte de Inglaterra que había revelado todos los secretos del cosmos en las pocas paginitas de una Monas lerogliphica, que no tiene nada que ver con las simias del Nilo, ya que monas significa mónada.

--Ajá.

--El médico de Rodolfo II es ese Michael Maier que escribe un libro de emblemas visuales y musicales, la Atalanta Fugiens, un festín de huevos filosofales, dragones que se muerden la cola, esfinges, nada es más luminoso que la cifra secreta, todo es jeroglífico de algo. ¿Te das cuenta?

Karin Fossum

EL OJO DE EVA      170  págs   0     170*4=680-629=51   

Llegó el sábado, y con él un tiempo despejado y tranquilo. Sejer estudió la manga catavientos al entrar con el coche en el aeródromo de Tarlsberg. En realidad parecía un preservativo gigante usado, tirado por alguno de los dioses, que caía flaccidamente sobre el asta. Aparcó el coche, sacó el paracaídas del portaequipajes y lo cerró. Llevaba el traje en una bolsa de plástico. El día era excelente, tal vez dé para dos saltos, pensó. Descubrió a algunos de los jóvenes ya en plena marcha. Llevaban trajes de saltar rojos y azules turquesa, tan ceñidos como los maillots de los patinadores de competición, y sus paracaídas enrollados parecían pequeñas mochilas.

–¿Compráis esos chismes en botes de spray, o qué? –preguntó Sejer mirando los flacos cuerpos de los chicos, en los que se dibujaba claramente cada músculo, o mejor dicho, la carencia de ellos, bajo la finísima tela.

–Exactamente –dijo un chico rubio–. Con esa tienda de campaña que tú llevas no se puede coger gran velocidad. –Se refería al traje de Sejer–. Pero en tu trabajo tendrás movimiento de sobra, ¿no?

–Pues sí, más bien. Para mí éste frena lo justo.

Dejó caer al suelo el traje y el paracaídas y miró fijamente al cielo haciéndose sombra con la mano.

 

Por un pelo de Buda  POR UN PELO

http://www.eldiariomontanes.es/20100102/sociedad/destacados/pelo-buda-20100102.html

 


miércoles, noviembre 16, 2011

UN COCODRILO EN MI VENTANA

 

 

moneda         pese

COCODRILO           LEO

 

D. T. SUZUKI Y ERICH FROMM
BUDISMO ZEN
Y PSICOANALISIS                            89págs    89*7=623-533=90

El método psicoanalítico es totalmente diferente del método zen. Adiestra a la conciencia para
percibir el inconsciente de una manera distinta. Dirige la atención a la percepción deformada; conduce
a un reconocimiento de la ficción dentro de uno mismo; amplía la gama de la experiencia humana
suprimiendo la represión. El método analítico es psicológico-empírico. Examina el desarrollo
psíquico de una persona desde la infancia y trata de recuperar experiencias previas para ayudar a
la persona a experimentar lo que ahora está reprimido. Va descubriendo ilusiones dentro de uno
mismo acerca del mundo, paso a paso, de modo que las deformaciones paratáxicas y las intelectualizaciones
enajenadas disminuyan. Al convertirse en menos extraña a sí misma, la persona que atraviesa
este proceso se vuelve menos extraña al mundo; al abrir la comunicación con el universo dentro
de sí misma, ha abierto la comunicación con el universo exterior. La falsa conciencia desaparece
y con ella la polaridad conciencia-inconsciente. Un nuevo realismo aparece en el que “las montañas son montañas nuevamente”.          

ANATOLE FRANCE-EL CRIMEN DE UN ACADEMICO  92 pags.   0    92*6=552-533=19

Mientras ella bebía agua helada, contemplaba yo el cielo. Para sentir en Sicilia una voluptuosidad inexplicable basta beber agua fresca y respirar el aire puro. En mi interior murmuré los versos del poeta ateniense:
O santa luz, ojo de la dorada claridad.