La vida y la muerte me
están desgastando Mo YAN 605 899-605=294
El invierno de 1972 fue una prueba de supervivencia para
los cerdos del Jardín del Albaricoque. En los albores de la conferencia sobre el terreno acerca
de la crianza de cerdos, el gobierno del condado recompensó a la Brigada de Producción de la
aldea de Ximen con veinte mil jin de alimento para cerdos, pero no era más que una cifra. La
verdadera entrega del alimento se le confió a un hombre llamado Jin, un oficial de granero cuyo
apodo —Rata Dorada— dejaba clara su afición a la carne de ese animal. Pues bien, esta rata de
granero en realidad nos envió una mohosa mezcla de batata seca y sorgo que había estado
olvidada en un rincón desde hacía años y que valía bastante menos de veinte mil jin.
Probablemente había una tonelada de mierda de rata mezclada con el alimento y por esa razón
durante todo el invierno flotó en el ambiente una peculiar nube cargada de un olor apestoso. Sí,
durante los días en los que se celebró la conferencia sobre la crianza de cerdos, nos dieron
comida sabrosa y bebidas fuertes, y pudimos disfrutar de la vida decadente de la clase
terrateniente, pero una vez que acabó la conferencia, el granero de la brigada había quedado
preocupantemente vacío y el tiempo frío se acercaba, lo cual hacía suponer que si la nieve, a
pesar de su imagen romántica, llegaba, nos íbamos a congelar hasta los huesos. El hambre y el
frío serían nuestra constante compañía.
Las nevadas aquel año fueron inauditamente abundantes y no es ninguna exageración.
Puedes consultar los registros de la oficina de meteorología del condado, de la gaceta del condado
e, incluso, de la historia de Mo Yan «Cuentos de la crianza de cerdos».
Edgar Allan Poe
Obras en español 899-542=357
Le dejamos bajar de nuevo. Esta vez el resultado fue más allá de nuestras esperanzas, pues
regresó con un gran jamón y una botella de vino de Madeira. Echamos un trago moderado,
pues sabíamos por experiencia las perniciosas consecuencias de una excesiva liberalidad. El
jamón, excepto en unas dos libras cerca del hueso, no estaba en condiciones de comerse,
habiéndose averiado debido al agua del mar. La parte sana nos la repartimos. Augustus y
Peters, no pudiendo dominar su apetito, se comieron su parte al instante; pero yo fui más
prudente y sólo comí una pequeña porción de la mía, por temor a la sed que me iba a
originar. Luego descansamos un rato de nuestra tarea, que había sido terriblemente dura.
Al mediodía, sintiéndonos algo repuestos y fortalecidos, reanudamos nuestra
tentativa en busca de provisiones, bajando alternativamente Peters y yo, y siempre con más
o menos éxito, hasta que se puso el sol. Durante este intervalo tuvimos la buena suerte de
reunir en total cuatro tarritorios más de aceitunas, otro jamón, una garrafa que contenía
cerca de quince litros de excelente vino de Madeira, y, lo que nos causó más alegría, una
pequeña tortuga de la casta de las islas Galápagos, varias de las cuales había llevado a
bordo el capitán Barnard, cuando el Grampus abandonó el puerto, tomándolas de la goleta
Mw y Pítts cuando ésta volvía de su viaje al Pacífico
VLADIMIR NABOKOV
Cuentos completos 899-675=224
—¡Por fin! —exclamó Mityushin, y le cogió del brazo—. ¡Por fin has aparecido! —
añadió en un suspiro, con un guiño de ojo malicioso—. ¡Pies de Zorro!
Anton Petrovich se sienta y toma un poco de vodka. Mityushin y Gnushke no dejan
de mirarle con malicia bondadosa. Tanya dice: «Debes de estar hambriento. Te
traeré un bocadillo».
Sí, un gran bocadillo de jamón con el pan rebosando tocino por el corte abierto. Va
a prepararlo y entonces Mityushin y Gnushke se acercan de inmediato hasta él y
empiezan a hablar sin dejar de interrumpirse.
—¡Hombre de suerte! Imagínate... también a Berg le entró miedo. Bueno, no hay
por qué decir «también», pero en cualquier caso, le entró miedo. Esos tipos
peleones resultan luego ser siempre unos cobardes. «Caballeros, les pedimos
excusas por haber accedido a actuar como padrinos de este canalla.» ¡Ya ves la
suerte que tienes, Anton Petrovich! Todo se ha resuelto, pues, de la mejor manera. Y
tú has quedado como un señor, mientras que él ha quedado deshonrado para siempre. Y lo más importante, tu mujer, cuando se enteró de lo que había pasado,
dejó inmediatamente a Berg y volvió a ti. Y tienes que perdonarla.
Anton Petrovich sonrió, se levantó y empezó a jugar con el cordón de su monóculo.
Su sonrisa se fue desvaneciendo lentamente. Esas cosas no suceden en la vida real.
Se quedó mirando la tapicería apolillada, la pesada cama, el lavabo, y aquel cuarto
miserable de aquel hotel también miserable se le apareció como el lugar en el que
tendría que vivir para siempre de allí en adelante. Se sentó en la cama, se quitó los
zapatos, movió los dedos aliviado, y notó que tenía una ampolla en el talón con su
consiguiente agujero en el calcetín. Luego llamó al timbre y pidió un bocadillo.
Cuando la camarera puso el plato en ta mesa, miró deliberadamente a otro lado,
pero en cuanto se hubo cerrado la puerta, agarró el bocadillo con las dos manos,
manchándose al hacerlo los dedos y la barbilla con la grasa que rezumaba del pan, y
gruñendo con avidez, empezó a masticar.
Roberto Bolaño
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JAMES JOYCE
ULISES 899
Saldrá con una tremenda mentira ahora.
De todo hace canciones. Cree sus propias
mentiras. De veras que sí. Maravilla de
mentiroso. Pero hay que tener una buena
memoria.
—¿Qué aire es ése? —preguntó Leopoldo
Bloom.
—Todo está perdido ahora.
Richie frunció sus labios. El incipiente
sortilegio de una dulce nota baja lo murmuraba
todo. Tordo, Malvis, su dulce soplo de pájaro,
buenos dientes de que él está orgulloso, gimió
con dolorida pena. Está perdido. Rico sonido.
Ahora dos notas en una. El mirlo que escuché en el valle de espinos. Tomando mis motivos se
apareaba y los devolvía. A lo sumo también
nuevo llamado en el todo perdido en el todo.
¡Qué dulce la respuesta! ¿Cómo se hace eso?
Todo perdido ahora. Plañidero silbo. Cae, se
rinde, perdido.
Bloom inclinó leopoldina oreja,
acomodando un fleco de la carpetita bajo el
florero. Orden. Si me acuerdo. Hermoso aire.
Fue hacia él dormida. Inocencia bajo la luna.
Retenerla todavía. Valientes, ignoran su peligro.
Llamarlo por su nombre. Tocar el agua. Salto
saltarín.
OBRAS COMPLETAS – FRANZ KAFKA 899
–¿Qué han hecho con mi gato?
Un gato gordo y viejo yacía sobre la mesa y la maestra inspeccionaba
una pata que parecía ligeramente herida. Así que Frieda había tenido
razón, ese gato no había saltado sobre ella, pues parecía incapaz de
saltar, pero había pasado por encima de ella, se habría asustado por la
presencia de personas en la casa, se querría esconder y al realizar algún
movimiento inusual causado por la prisa, se había herido. K intentó
explicárselo tranquilamente a la maestra, pero ésta sólo se fijó en el resultado
y dijo:
–Ya veo, le habéis herido, así os habéis presentado aquí. Mire –y llamó
a K para que acudiese a la mesa, le enseñó la pata y antes de que pudiese
darse cuenta, ella le hizo un arañazo en la palma de la mano.
Aunque las uñas del gato estaban ocultas, la maestra, esta vez sin consideración
con el gato, las presionó con tanta fuerza que produjeron
unas estrías sangrientas.
–Y ahora vaya al trabajo –dijo ella con impaciencia y volvió a inclinarse
sobre el gato.
Frieda, que había mirado detrás de las barras con los ayudantes, gritó
al ver la sangre. K mostró la mano a los niños y dijo:
–Mirad lo que me ha hecho un gato malo y astuto.
El Vellocino De Oro
Robert Graves 899
Jasón le preguntó a Autólico, bromeando:
-¿Y qué clase de gente son estos bequirios? ¿Acaso tienen cara de perro? ¿O tienen las cabezas bajo
la axila? ¿Comen por casualidad arena y beben agua de mar? si no, ¿cuál es su peculiaridad?
-Los bequirios -contestó Autólico poseen estas peculiaridades: dicen la verdad, son monógamos y
fieles a sus esposas, no hacen la guerra a sus vecinos y, como ignoran por completo la existencia de
los dioses y las diosas, pasan su vida sin miedo a ser castigados por sus pecados. Creen que cuando
un hombre muere, muere totalmente, y por este motivo no temen a los fantasmas. Su tierra está libre
de las fiebres que plagan a sus vecinos y es extremadamente fértil. A menudo he pensado en
establecerme entre ellos; lo único es que, cuando muriera, mis huesos no recibirían sepultura, lo que
sería algo terrible para un griego con un espíritu tan religioso como el mío.
Edgar Allan Poe
Obras en español 193
Y el filósofo dejó caer una lágrima.
- Después de todo - continuó el visitante -, si un diab..., si un caballero quiere vivir,
debe tener suficiente ingenio; entre nosotros, una cara rechoncha es muestra de diplomacia.
- ¿Cómo es eso?
- Bueno, a veces estamos muy escasos de provisiones. Usted sabrá que, en un clima
tan sofocante como el nuestro, a menudo es imposible mantener vivo a un espíritu por más
de dos o tres horas; y, una vez muerto, si no lo adobamos de inmediato (y un espíritu
adobado no es bueno), comenzará a... oler..., usted entiende, ¿no es así? Siempre hay que
cuidarse de la putrefacción cuando nos envían las almas del modo habitual.
- ¡Hic... hic! ¡Santo Dios! ¿Cómo se las arreglan?
En ese momento, la lámpara de hierro empezó a balancearse con redoblada
violencia y el Diablo dio un respingo en su asiento; pero luego, con un ligero suspiro, recobró
la compostura, diciéndole en voz baja a nuestro héroe:
- ¿Sabe, Pierre Bon-Bon? Mejor no echemos más juramentos. El anfitrión apuró
otro trago, denotando su plena comprensión y aceptación, y el visitante continuó:
- Bueno, hay diversas maneras de arreglarse. La mayoría de nosotros pasa hambre;
algunos se conforman con la conserva adobada; personalmente, yo adquiero mis espíritus
vivent corpore, pues encuentro que así se conservan muy bien.
- ¡¡Pero el cuerpo... hic... el cuerpo!- El cuerpo, el cuerpo... ¿Qué hay con el cuerpo? ¡Oh, ya veo! Bien, señor mío, el
cuerpo no se ve afectado en absoluto por la transacción. He efectuado incontables
adquisiciones de esa clase en mis tiempos, y los interesados jamás sufrieron inconveniente
alguno. Puedo nombrarle a Caín y Nimrod, Nerón, Calígula, Dioniso, Pisístrato y... y otros mil,
que en la última parte de sus vidas ignoraron por completo lo que era tener un alma; no
obstante, señor, esos hombres adornaban la sociedad. ¿No tenemos ahora a A..., a quien usted conoce tan bien como yo? ¿No está él en posesión de todas sus facultades, físicas y
mentales? ¿Quién escribe epigramas más agudos? ¿Quién razona con más ingenio?
¿Quién...? ¡Pero, espere! Tengo su contrato en el bolsillo.
HAMLET
¡En qué bajos usos podemos caer, Horacio! ¿No podría la imaginacion rastrear el noble polvo de Alejandro y encontrarlo taponando un barril?
HORACIO
Sería una busca demasiado rebuscada.
HAMLET
No, nada de eso; habría que seguirle con mesura llevados de lo probable. Es decir: Alejandro murió, Alejandro fue enterrado, Alejandro se convirtió en polvo. El polvo es tierra, con la tierra se hace el barro, y con el barro en que se convirtió, ¿por qué no se puede tapar un barril de cerveza?
Muerto y hecho barro, el imperial César
rellena un boquete y el aire intercepta.
¡Ah, que aquella tierra que al mundo arredró
tape una pared y corte un ventarrón!
Pero, alto. Apartémonos: se acerca el rey,
la reina, cortesanos
DON QUIJOTE DE LA MANCHA Miguel de Cervantes 193
Así que, señora mía, o señor mío, o lo que vos quisierdes ser, perded el
sobresalto que nuestra vista os ha causado, y contadnos vuestra buena o mala
suerte; que en nosotros juntos o en cada uno hallaréis quien os ayude a sentir
vuestras desgracias.
En tanto que el cura decía estas razones, estaba la disfrazada moza como
embelesada, mirándolos a todos, sin mover labio ni decir palabra alguna, bien
así como rústico aldeano que, de improviso, se le muestran cosas raras y dél
jamás vistas. Mas, volviendo el cura a decirle otras razones al mesmo efeto
encaminadas, dando ella un profundo suspiro, rompió el silencio y dijo:
—Pues que la soledad destas sierras no ha sido parte para encubrirme, ni
la soltura de mis descompuestos cabellos no ha permitido que sea mentirosa
mi lengua, en balde sería fingir yo de nuevo ahora lo que, si se me creyese, sería
más por cortesía que por otra razón alguna
JAMES JOYCE
ULISES 193
El rostro vacío del niño consultó la ventana vacía.
Fábula urdida por las hijas de la
memoria. Y sin embargo algo así como si la
memoria no lo hubiera transformado en fábula.
Frase de impaciencia entonces; batir de alas
desmesuradas de Blake. Oigo la ruina de todo
espacio, vidrio pulverizado y mampostería en
derrumbe, y el tiempo una lívida llama final.
¿Qué nos queda después?
—No me acuerdo del lugar, señor.
Doscientas setenta y nueve A. C.
—Asculum —dijo Esteban, echando una
mirada al nombre y a la fecha en el libro
cebrado de sangre.
GRAVES, ROBERT LA DIOSA BLANCA, 193
los historiadores galeses e irlandeses primitivos se les considera
generalmente mentirosos, porque sus recuerdos de la Antigüedad datan de tiempos
incómodamente primitivos y no coinciden con las fechas bíblicas convencionales o con
la obstinada teoría de que hasta la época romana los habitantes de todas las Islas
Británicas eran salvajes gritones que no poseían un arte ni una literatura nativos y se
pintaban de azul. Los pictos y los britones se tatuaban ciertamente, como los dacios, los
tracios y los mosinos, con dibujos pictóricos. Que utilizaran el glasto con ese propósito
es una prueba de una cultura avanzada, pues la extracción del tinte azul de esa: planta,
lo que también hacían los irlandeses antiguos, es un procedimiento químico muy
complicado; el color azul tal vez los santificaba ante la diosa Ariu51. No quiero decir que
esos recuerdos no hayan sido objeto de una redacción descuidada, piadosa o de mala fe
en cada etapa de la evolución religiosa, pero por lo menos parecen ser tan dignos de
confianza como los griegos correspondientes y más que los hebreos, aunque sólo sea porque la antigua Irlanda sufrió las consecuencias de las guerras menos que Grecia o
Palestina. Descartar a los irlandeses y galeses como niños incoherentes constituye una
gran ventaja: exime al historiador de toda obligación de agregar el goidélico y el galés
antiguos a sus otros estudios