Edgar Allan Poe
Obras en español 193
Y el filósofo dejó caer una lágrima.
- Después de todo - continuó el visitante -, si un diab..., si un caballero quiere vivir,
debe tener suficiente ingenio; entre nosotros, una cara rechoncha es muestra de diplomacia.
- ¿Cómo es eso?
- Bueno, a veces estamos muy escasos de provisiones. Usted sabrá que, en un clima
tan sofocante como el nuestro, a menudo es imposible mantener vivo a un espíritu por más
de dos o tres horas; y, una vez muerto, si no lo adobamos de inmediato (y un espíritu
adobado no es bueno), comenzará a... oler..., usted entiende, ¿no es así? Siempre hay que
cuidarse de la putrefacción cuando nos envían las almas del modo habitual.
- ¡Hic... hic! ¡Santo Dios! ¿Cómo se las arreglan?
En ese momento, la lámpara de hierro empezó a balancearse con redoblada
violencia y el Diablo dio un respingo en su asiento; pero luego, con un ligero suspiro, recobró
la compostura, diciéndole en voz baja a nuestro héroe:
- ¿Sabe, Pierre Bon-Bon? Mejor no echemos más juramentos. El anfitrión apuró
otro trago, denotando su plena comprensión y aceptación, y el visitante continuó:
- Bueno, hay diversas maneras de arreglarse. La mayoría de nosotros pasa hambre;
algunos se conforman con la conserva adobada; personalmente, yo adquiero mis espíritus
vivent corpore, pues encuentro que así se conservan muy bien.
- ¡¡Pero el cuerpo... hic... el cuerpo!- El cuerpo, el cuerpo... ¿Qué hay con el cuerpo? ¡Oh, ya veo! Bien, señor mío, el
cuerpo no se ve afectado en absoluto por la transacción. He efectuado incontables
adquisiciones de esa clase en mis tiempos, y los interesados jamás sufrieron inconveniente
alguno. Puedo nombrarle a Caín y Nimrod, Nerón, Calígula, Dioniso, Pisístrato y... y otros mil,
que en la última parte de sus vidas ignoraron por completo lo que era tener un alma; no
obstante, señor, esos hombres adornaban la sociedad. ¿No tenemos ahora a A..., a quien usted conoce tan bien como yo? ¿No está él en posesión de todas sus facultades, físicas y
mentales? ¿Quién escribe epigramas más agudos? ¿Quién razona con más ingenio?
¿Quién...? ¡Pero, espere! Tengo su contrato en el bolsillo.
William Shakespeare
HAMLET 193
HAMLET
¡En qué bajos usos podemos caer, Horacio! ¿No podría la imaginacion rastrear el noble polvo de Alejandro y encontrarlo taponando un barril?
HORACIO
Sería una busca demasiado rebuscada.
HAMLET
No, nada de eso; habría que seguirle con mesura llevados de lo probable. Es decir: Alejandro murió, Alejandro fue enterrado, Alejandro se convirtió en polvo. El polvo es tierra, con la tierra se hace el barro, y con el barro en que se convirtió, ¿por qué no se puede tapar un barril de cerveza?
Muerto y hecho barro, el imperial César
rellena un boquete y el aire intercepta.
¡Ah, que aquella tierra que al mundo arredró
tape una pared y corte un ventarrón!
Pero, alto. Apartémonos: se acerca el rey,
la reina, cortesanos
DON QUIJOTE DE LA MANCHA Miguel de Cervantes 193
Así que, señora mía, o señor mío, o lo que vos quisierdes ser, perded el
sobresalto que nuestra vista os ha causado, y contadnos vuestra buena o mala
suerte; que en nosotros juntos o en cada uno hallaréis quien os ayude a sentir
vuestras desgracias.
En tanto que el cura decía estas razones, estaba la disfrazada moza como
embelesada, mirándolos a todos, sin mover labio ni decir palabra alguna, bien
así como rústico aldeano que, de improviso, se le muestran cosas raras y dél
jamás vistas. Mas, volviendo el cura a decirle otras razones al mesmo efeto
encaminadas, dando ella un profundo suspiro, rompió el silencio y dijo:
—Pues que la soledad destas sierras no ha sido parte para encubrirme, ni
la soltura de mis descompuestos cabellos no ha permitido que sea mentirosa
mi lengua, en balde sería fingir yo de nuevo ahora lo que, si se me creyese, sería
más por cortesía que por otra razón alguna
JAMES JOYCE
ULISES 193
El rostro vacío del niño consultó la ventana vacía.
Fábula urdida por las hijas de la
memoria. Y sin embargo algo así como si la
memoria no lo hubiera transformado en fábula.
Frase de impaciencia entonces; batir de alas
desmesuradas de Blake. Oigo la ruina de todo
espacio, vidrio pulverizado y mampostería en
derrumbe, y el tiempo una lívida llama final.
¿Qué nos queda después?
—No me acuerdo del lugar, señor.
Doscientas setenta y nueve A. C.
—Asculum —dijo Esteban, echando una
mirada al nombre y a la fecha en el libro
cebrado de sangre.
GRAVES, ROBERT LA DIOSA BLANCA, 193
los historiadores galeses e irlandeses primitivos se les considera
generalmente mentirosos, porque sus recuerdos de la Antigüedad datan de tiempos
incómodamente primitivos y no coinciden con las fechas bíblicas convencionales o con
la obstinada teoría de que hasta la época romana los habitantes de todas las Islas
Británicas eran salvajes gritones que no poseían un arte ni una literatura nativos y se
pintaban de azul. Los pictos y los britones se tatuaban ciertamente, como los dacios, los
tracios y los mosinos, con dibujos pictóricos. Que utilizaran el glasto con ese propósito
es una prueba de una cultura avanzada, pues la extracción del tinte azul de esa: planta,
lo que también hacían los irlandeses antiguos, es un procedimiento químico muy
complicado; el color azul tal vez los santificaba ante la diosa Ariu51. No quiero decir que
esos recuerdos no hayan sido objeto de una redacción descuidada, piadosa o de mala fe
en cada etapa de la evolución religiosa, pero por lo menos parecen ser tan dignos de
confianza como los griegos correspondientes y más que los hebreos, aunque sólo sea porque la antigua Irlanda sufrió las consecuencias de las guerras menos que Grecia o
Palestina. Descartar a los irlandeses y galeses como niños incoherentes constituye una
gran ventaja: exime al historiador de toda obligación de agregar el goidélico y el galés
antiguos a sus otros estudios
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