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ROBERT GRAVES-REY JESUS pág 233
En estas noticias no había nada que pudiera alterar la decisión de José de viajar a
Egipto, porque había adivinado el secreto de Maria. Consideraba obvio que el único
testamento vinculante era el original de Herodes, aprobado por Augusto. Ese testamento
concedía el trono en primer lugar a Antipater; luego a Herodes Filipo, si Antipater
moría antes que él; y en último término, a los herederos de Antipater. Como Herodes
Filipo había renunciado a sus derechos, y Antipater el Joven había muerto, el heredero
legal era Jesús, el hijo nacido del matrimonio secreto de Antipater. Augusto podía
aprobar el arreglo establecido entre los hijos de Herodes, pero el testamento original se
mantenía; por eso los príncipes habían asesinado a Antipater el Joven y llegado a un
acuerdo con Herodes Filipo. Por lo tanto, para el bien de María, José decidió no regresar
a Emaús mientras Arquelao fuera rey, porque si se filtraba el secreto de la identidad de
Jesús, como bien podía ocurrir, se enviarían asesinos a matarlo.
GEORGE ORWELL-LA MARCA pág. 233
–Muy bien; y cuando los detengas, si no estás seguro de las pruebas, mátalos en la misma cárcel. Es muy fácil: se finge que se han querido escapar y ya está. Cualquier cosa antes que dejar libres a esos hijos de perra.
––No temas, hombre, no saldrán libres. Les cogeremos. Es decir, cogeremos a alguien. Es preferible colgar a un inocente que no colgar a nadie.
––Eso es. No volveré a dormir tranquilo si no les he visto balancearse en el aire––dijo Ellis cuando se alejabas: ya de la tumba––. Por Dios, quitémonos de encima este sol. Me voy a morir de sed.
A todos les ocurría igual. Tenían unas ganas horribles de beber algo, pero les parecía impropio meterse en el Club a beber inmediatamente después del entierro. Los europeos se alejaron en dirección a sus casas, mientras que cuatro enterradores aplastaban la tierra sobre la tumba para formar luego un pequeño montículo donde colocar la cruz
LA MUERTE DEL QUINTO SOL-ROBERT SOMERLOTT pág.233
Hace ocho días un rayo atravesó un cielo sin nubes y derribó la cruz de madera de la colina de Tepayac,consagrada a la Virgen.La gente se persignaba o hacia el antiguo gesto contra el demonio,preguntándose que más sucedería,se oyó a la Mujer Llorosa sollozando en las calles,tan estremecedora como cuando vino en mi infancia a advertir a los aztecas.Soñaba que volvía a ser joven,que mi bebé lloraba.Me desperté por completo,recordando que Tepi había ciertamente llorado,que yo le canté algo y le di el pecho.Me lo imaginé ahora encadenado en una mazmorra y me estremecí,preguntándome si la mujer Llorosa profetizó su ejecución.
JAMES JOYCE-ULISES-pág.233
—El espectro que anda —murmuró
quedamente el profesor McHugh, con la boca
llena de bizcocho, al polvoriento vidrio de la
ventana.
El señor Dedalus, levantando la vista de
la chimenea vacía para mirar el rostro burlón de
Ned Lambert, le preguntó agriamente:
—Por los clavos de Cristo, ¿no podría
darte una diarrea?
Ned Lambert, sentado en la mesa, siguió
leyendo:
—O asimismo observad los meandros de
algún susurrante arroyuelo mientras parlotea
en su camino, acariciado por los céfiros más
suaves y querellando con los obstáculos de las
piedras, en dirección a las revueltas aguas del
dominio azul de Neptuno, en medio de musgosas
riberas, inquietado por la gloriosa luz del sol o
bajo las sombras proyectadas sobre su seno
pensativo por el oscurecido follaje de los
gigantes de la selva
MICHEL HOUELLEBECQ-LAS PARTICULAS ELEMENTALES pág.233
Mientras seguía metiendo los restos en la bolsa de plástico, el hombre le echó una mirada a Michel, postrado a su lado. —Siempre igual... —gruñó—. No pueden evitarlo, tienen que mirar. ¡Un ataúd no dura veinte años! —Había una especie de cólera en su voz. Michel se quedó a unos pasos de distancia mientras el hombre trasladaba el contenido de la bolsa al nuevo emplazamiento. Cuando éste acabó, se enderezó y se acercó. —¿Se encuentra bien? —preguntó. Michel asintió—. La lápida la trasladarán mañana. Tiene que firmarme el registro.
ANDRÉ MALRAUX-LA CONDICION HUMANA páf.233
En el gran salón –antiguo patio de escuela–, doscientos heridos comunistas esperaban que fuesen
a rematarlos.
Estoes una estación. Saldremos hacia ninguna parte, y nada más...»
Fuera, en el fondo de la bruma, unas luces amarillentas –los
mecheros de gas, sin duda– parecían velar también sobre ellos; como si hubiera llegado de ellas
(porque llegaba también él, del fondo de la bruma), ascendió un silbido y dominó los gemidos y los
murmullos: el de una locomotora; estaban próximos a la estación de Chapei.
En aquel vasto salón
había algo atrozmente tenso, que no era sino la espera de la muerte.
Todos tenían, desde luego, las actitudes de heridos que sufrían por su
propia cuenta. Sin embargo, de cualquier manera que fuese transmitido, el espanto estaba allí –no el
miedo, el terror, el de las bestias–: sólo el de los hombres, ante lo inhumano.
De pronto, como si la oscuridad hubiese hecho la niebla
más espesa, desde muy lejos, volvió a sonar el silbido de la locomotora, más apagado. Uno de los
recién llegados, acostado sobre el vientre, crispó las manos sobre los oídos y aulló. Los otros no
gritaban: pero de nuevo el terror estaba allí, a ras del suelo.
El hombre volvió a levantar la cabeza y se irguió sobre los codos.
–¡Crápulas! –aulló–. ¡Asesinos!
Uno de los centinelas se adelantó y, de un puntapié en las costillas, le hizo dar vuelta. Se calló.
El centinela se alejó. El herido comenzó a refunfuñar. Había ahora demasiada oscuridad para que
Katow pudiese distinguir su mirada; pero oía su voz, y comprendía que iba a articular. En efecto:
«... no fusilan: los echan vivos en la caldera de la locomotora –decía–. Y ahora silban...» Volvía el
centinela. Silencio, salvo el dolor.
ANATOLE FRANCE-EL FIGON DE LA REINA PATOJA pág.233
-¡Cómo! -exclamé-. Ese Mosaide, que tiene una sobrina tan linda, ¿ha
degollado niños recién nacidos y profanado hostias?
-Ni lo sé ni puedo averiguarlo -me respondió el señor Jerónimo
Coignard-. Pero esos crímenes le corresponden, por ser los de su raza, y yo
puedo atribuírselos sin incurrir en injuria, persiguiendo en ese perro judío
la interminable serie de sus antepasados facinerosos. Porque no ignoráis lo
que se dice de los judíos y sus abominables ritos. Hay en la antigua
cosmografía de Münster una lámina que representa a los judíos mutilando a
un niño, y en ella se los reconoce por la rueda o rodaja de paño que llevan
en sus vestiduras en señal de infamia. No creo, sin embargo, que todo eso
sea entre ellos una costumbre doméstica y cotidiana. También dudo de que
todos esos israelitas sean tan propensos a ultrajar las santas formas.
Acusarlos, es creerlos penetrados tan profundamente como lo estamos
nosotros de la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo. Porque no se concibe
el sacrilegio sin la fe, y el judío que acuchilla la santa hostia rinde un
homenaje sincero a la verdad de la transustanciación. Ésas son, hijo mío,
fábulas que debemos dejar a los ignorantes, y si yo las arrojé al rostro de ese horrible Mosaide, fue menos aconsejado en una sana crítica que por imperiosas sugestiones del resentimiento y de la cólera.
FRANCISCO DE QUEVEDO-LOS SUEÑOS 186 págs 233-186=47
-¡Farandulero!; y pudiera haber ahorrado aquesta
venida, sabiendo lo que hay.
Juró de irse y fuese al infierno sobre su palabra.
En esto dieron con muchos taberneros en el
puesto y fueron acusados de que habían muerto
mucha cantidad de sed a traición vendiendo agua
por vino. Estos venían confiados en que habían dado
a un hospital siempre vino puro para las misas,
pero no les valió, ni a los sastres decir que habían
vestido niños Jesuses. Y ansí, todos fueron despachados
como siempre se esperaba
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