DAN BROWN INFERNO 222
Los lugares más oscuros del
infierno están reservados para
aquellos que mantienen su
neutralidad en épocas de
crisis moral.
EL GRAN
SHOBOGENZO
del Maestro Dogen 222
De la misma manera que un niño se
lanza a los brazos de su padre, así hemos de arrojarnos en los Tres
Tesoros. Tomamos refugio en Buda porque es nuestro gran maestro,
en el Darma porque es buen remedio, en la Sanga porque está hecha
de buenos amigos.
Los verdaderos buscadores, hemos de postrarnos en las 10 direcciones,
contactar con los Tres Tesoros, quemar incienso y tirarles flores.
En japonés, hindú y chino, los nombres de Sakiamuni son: Butsu,
Buddha y Chüeh que significan “uno que despertó a la más alta y
suprema iluminación”. La Ley Budista, el Darma, es conocido
como Ho en Japón, Dharma o Dhamma en India y Fa en China.
Generalmente la palabra “Ley” es entendida como lo que juzga lo
que es bueno, malo o neutral en las acciones. La “Ley” de los Tres
Tesoros, no se deduce de reglas tópicas.
El Vellocino De Oro
Robert Graves 222
Toda la servidumbre del palacio y del séquito de Ideesas se encontraba en el patio delantero escuchando a Orfeo que tocaba una alegre giga. Allíestaban ahora, galvanizados, rodeando con deleite y asombro la caseta de colores chillones en la que Periclimeno hacía unas demostraciones de magia. Además de todas las hazañas que había realizado en presencia de los argonautas cuando acababan de entrar en el mar Negro, realizó otras todavía más extraordinarias. Se tragó una espada de dos mangas, y por si fuera poco, una jabalina larga con dos cabezas, con la punta hacia abajo, y al poco rato las evacuó por detrás. También puso un pato de madera en una vasija llena de agua pura, luego le dirigió unas palabras al agua y ésta empezó a agitarse de tal modo que arrojó al pato fuera de la vasija; y al querer coger el pato, a éste le salieron plumas y echo a volar lanzando graznidos.
OBRAS COMPLETAS – FRANZ KAFKA 222
Sólo Renell había guardado su precioso traje en algún lugar secreto, del
cual, seguramente, nadie lo había sacado nunca; claro que, por otra
parte, nadie se llevaba prestada la ropa ajena ni por malicia ni por mezquindad,
sino que la tomaba allí donde la encontraba, debido meramente
a su prisa y dejadez. Pero aun el traje de Renell ostentaba en plena
espalda una rojiza y circular mancha de aceite; de modo que, en la ciudad,
un conocedor hubiera podido establecer precisamente por esa
mancha que aquel elegante joven era ascensorista.
Dante Alighieri
LA DIVINA COMEDIA 222
CANTO VIII
Era la hora en que quiere el deseo
enternecer el pecho al navegante,
cuando de sus amigos se despide;
y que de amor el nuevo peregrino
sufre, si escucha lejos una esquila,
que parece llorar el día muerto;
cuando yo comencé a dejar de oír,
y a mirar hacia un alma que se alzaba
pidiendo con la mano que la oyeran.
Juntó y alzó las palmas, dirigiendo
los ojos hacia oriente, de igual modo
que si dijese a Dios: «Sólo en ti pienso.»
Con tanta devoción Te lucis ante
le salió de la boca en dulces notas,
que le hizo a mi mente enajenarse;
y las otras después dulces y pías
seguir tras ella, completando el himno,
puestos los ojos en la extrema esfera.
A la verdad aguza bien los ojos,
lector, que el velo ahora es tan sutil,
que es fácil traspasarlo ciertamente.
Yo aquel gentil ejército veía
callado luego contemplar el suelo,
como esperando pálido y humilde;
y vi salir de lo alto y descender
dos ángeles con dos ardientes gladios
truncos y de la punta desprovistos.
Verdes como las hojas más tempranas
sus ropas eran, y las verdes plumas
por detrás las batfan y aventaban.
Uno se puso encima de nosotros,
y bajó el otro por el lado opuesto,
tal que en medio las gentes se quedaron.
Bien distinguía su cabeza rubia;
mas su rostro la vista me turbaba,
cual facultad que a demasiado aspira.
«Vinieron del regazo de María
-dijo Sordello- a vigilar el valle,
por la serpiente que vendrá muy pronto.»
Y yo, que no sabía por qué sitio,
me volví alrededor y me estreché
a las fieles espaldas, todo helado.
«Ahora bajemos -añadió Sordelloentre
las grandes sombras para hablarles;
pues el veros muy grato habrá de serles.»