ROBERT GRAVES DIOSA BLANCA pág.75
Arianrhod («Rueda de plata») aparece en la Tríada 107 como la «hija rodeada de
plata de Dón» y es uno de los personajes principales del Romance de Math el hijo de
Mathonwy. Nadie que conozca las abundantes variantes de la misma leyenda en todas
las colecciones de mitos europeos puede poner en duda su identidad. Es la madre del
habitual Dylan, Niño-Pez Divino, quien, después de matar al común Reyezuelo (como
el Año Nuevo Petirrojo hace el día de San Esteban) se convierte en Llew Llaw Gyffes
(«el León de la mano firme»), el habitual, bello y perfecto, héroe solar, con los
habituales mellizos celestiales a su lado. Arianrhod adopta entonces la forma de
Blodeuwedd, la habitual diosa del Amor; mata traidoramente (como de costumbre) a
Llew Llaw -la leyenda es por lo menos tan antigua como la epopeya babilónica de
Gilgamesh- y luego se transforma, primero en la habitual Lechuza de la Sabiduría, y
después en la habitual Vieja-Cerda-que-devora-a-su-lechigada; así alimenta a la carne
muerta de Llew. Pero Llew, cuya alma ha tomado la forma habitual del águila, es, como
de costumbre, devuelto a la vida. La leyenda se da completa en el capítulo XVII.
En otros términos, Arianrhod es un aspecto más de Caridwen, o Cerridwen, la
Diosa Blanca de la Vida en la Muerte y la Muerte en la Vida; y estar en el Castillo de
Arianrhod es estar en un purgatorio regio esperando la resurrección, pues, según la
creencia europea primitiva, solamente los reyes, los caudillos, los poetas y los magos
tenían el privilegio de renacer. Otras innumerables almas menos distinguidas vagaban
desconsoladamente por los parques helados del Castillo, sin que las consolara todavía
la. esperanza cristiana en la resurrección universal. Gwion lo dice claramente en su
Marwnad y Milveib («Elegía sobre los mil niños»).
En número incomprensible estaban
retenidos en un infierno frío
hasta la Quinta Edad del mundo,
hasta que Cristo liberase a los cautivos
¿Dónde estaba situado este purgatorio? Hay que distinguirlo del Cielo celta, que
era el Sol mismo, una llamarada de luz (como sabemos por la tradición armoricana)
causada por el brillo conjunto de innumerables almas puras. Pues bien, ¿dónde se podría
esperar encontrarlo? En una región donde el sol nunca brilla. ¿Dónde está esa región?
En el frío norte. ¿A qué distancia en el norte? Más allá de la fuente del Bóreas, el Viento
Norte, pues «detrás del viento norte» -expresión empleada por Píndaro para localizar el
país de los hiperbóreos- es todavía un popular sinónimo gaélico del País de la Muerte.
¿Pero exactamente dónde más allá de la fuente del viento del norte? Solamente un poeta
sería lo bastante persistente para hacerla última pregunta. El poeta es el muchacho
insatisfecho que se atreve a hacer la pregunta difícil que surge de la respuesta del
maestro a la pregunta sencilla que le ha hecho, y luego la pregunta todavía más difícil
que surge de ésta. Cosa sorprendente, en esta ocasión la res-puesta es fácil. Caer
Sura 2. Al-Baqara (La Vaca) pág 75
(188) NO OS DEVORÉIS la hacienda injustamente unos a otros, ni empleéis artimañas legales163
tratando de devorar injusta y deliberadamente lo que por derecho pertenece a otros.164
JAMES JOYCE-ULISES 75
CONFIEMOS
J. J. O'Molloy, a punto de seguirle, dijo quedamente a Stephen:
-Espero que esté vivo cuando se publique. Myles, un momento.
Entró en el despacho interior cerrando la puerta tras de sí.
-Vamos, Stephen, dijo el profesor. Está bien eso ¿no es así? Tiene la visión del profeta. ¡Fuit Rium! El
saqueo de la procelosa Troya. Reinos de este mundo. Los amos del Mediterráneo son campesinos egipcios
hoy.
El primer muchacho gacetero bajó sordamente las escaleras pisándoles los talones y se precipitó a la calle,
voceando:
-¡Extra de las carreras!
Dublín. Tengo mucho, pero que mucho que aprender. Doblaron a la izquierda por Abbey Street.
-Yo también tengo una visión, dijo Stephen.
-¿Sí? dijo el profesor, dando un saltito para ponerse al paso. Crawford nos seguirá.
Otro gacetero les pasó como un disparo, voceando mientras corría:
-¡Extra carreras!
BORGES 75
Tarde como de Juicio Final.
La calle es una herida abierta en el cielo.
Ya no sé si fue Ángel o un ocaso la claridad que ardió en la
hondura.
Insistente, como una pesadilla, carga sobre mí la distancia.
Al horizonte un alambrado le duele.
El mundo está como inservible y tirado.
En el cielo es de día, pero la noche es traicionera en las zanjas.
Toda la luz está en las tapias azules y en ese alboroto de chicas.
Ya no sé si es un árbol o es un dios, ése que asoma por la verja
herrumbrada.
Cuántos países a la vez: el campo, el cielo, las afueras.
Hoy he sido rico de calles y de ocaso filoso y de la tarde hecha
estupor.
Lejos, me devolveré a mi pobreza.
VLADIMIR NABOKOV
Cuentos completos pág 75
Después de todo, a ella le ocurrían cosas extrañas. Recientemente,
mientras dormía, había tenido una visión de un joven muerto con quien, antes de
casarse, había paseado a la luz del crepúsculo, cuando los frutos de la zarzamora
parecen tan pálidos y blancos. A la mañana siguiente, temblando todavía, le había
escrito un borrador de carta —una carta dirigida a su sueño. En esta carta le había
mentido al pobre Jack. Casi le había olvidado, en verdad; amaba a su insoportable
marido con un amor temeroso pero fiel y, sin embargo, quería enviar un poco de
calor a su querido visitante espectral, para tranquilizarle con unas cuantas palabras
terrenas. La carta había desaparecido misteriosamente de su bloc de
correspondencia, y aquella misma noche soñó con una larga mesa, desde cuyo
fondo emergió de repente Jack, saludándola agradecido. Ahora, por alguna razón,
se sentía incómoda cuando recordaba el sueño, casi como si hubiera engañado a su
marido con un fantasma.