JAMES JOYCE-ULISES 213
Las amapolas gigantes de los cementerios chinos producen el
mejor opio, me dijo Mastiansky. Los Jardines
Botánicos están ahí no más. Es la sangre que se infiltra en la tierra que da vida nueva. La
misma idea de esos judíos que se dice mataron
al chico cristiano. Cada hombre su precio.
Cadáver gordo bien conservado de señores
epicúreos, inapreciable para huerta de frutales.
Una pichincha. Por la carcaza de Guillermo
Wilkinson, inspector contable y auditor,
recientemente fallecido, tres libras, trece y seis.
Muy agradecidos.
BORGES-213
UNA VINDICACIÓN DE LA CABALA
Ni es ésta la primera vez que se intenta ni será la última que
falla, pero la distinguen dos hechos. Uno es mi inocencia casi
total del idioma hebreo; otro es la circunstancia de que no quiero
vindicar la doctrina, sino los procedimientos hermenéuticos- o
criptográficos que a ella conducen. Estos procedimientos, como
se sabe, son la lectura vertical de los textos sagrados, la lectura
llamada bouestrophedon (de derecha a izquierda, un renglón, de
izquierda a derecha el siguiente) metódica sustitución de unas letras
del alfabeto por otras, la suma del valor numérico de las
letras, etc. Burlarse de tales operaciones es fácil, prefiero procurar
entenderlas.
Es evidente que su causa remota es el concepto de la inspiración
mecánica de la Biblia. Ese concepto, que hace de evangelistas
y profetas, secretarios impersonales de Dios que escriben
al dictado, está con imprudente energía en la Formula consensua
helvética, que reclama autoridad para las consonantes de la Escritura
y hasta para los puntos diacríticos — que las versiones primitivas
no conocieron. (Ese preciso cumplimiento en el hombre,
de los propósitos literarios de Dios, es la inspiración o entusiasmo:
palabra cuyo recto sentido es endiosamiento.) Los islamitas
pueden vanagloriarse de exceder esa hipérbole, pues han resuelto
que el original del Corán —la madre del Libro— es uno de los
atributos de Dios, como Su misericordia o Su ira, y lo juzgan
anterior al idioma, a la Creación, asimismo hay teólogos luteranos,
que no se arriesgan a englobar la Escritura entre las cosas
creadas y la definen como una encarnación del Espíritu.
Del Espíritu: ya nos está rozando un misterio. No la divinidad
general, sino la hipóstasis tercera de la divinidad, fue quien dictó
la Biblia. Es la opinión común; Bacon, en 1625, escribió: El lápiz
del Espíritu Santo se ha demorado más en las aflicciones de Job
que en las felicidades de Salomón.1
ANATOLE FRANCE-EL FIGON DE LA REINA PATOJA-213
-La Biblia, hijo mío, y principalmente los libros de Moisés, contienen
grandes y útiles verdades. Esta opinión parece absurda y falta de sentido,
por consecuencia del tratamiento que los teólogos han infligido a lo que
ellos llaman la Escritura, y lo que esos mismos teólogos han hecho con sus
comentarios, explicaciones y meditaciones, no es otra cosa que un manual
de errores, una biblioteca de absurdos, un almacén de insignificancias, un
gabinete de embustes, una galería de necedades, un liceo de ignorancia, un
museo de inepcias, y el almacén, en fin, de la imbecilidad y de la maldad
humanas. Sabed, hijo mío, que ese libro fue, en su origen, un templo
henchido de una luz celeste.
»Yo tuve la envidiable fortuna de restablecerlo en su primitivo
esplendor. Y la verdad me obliga a declarar que Mosaide me ha ayudado
mucho en esa obra con su conocimiento profundo del idioma y del
alfabeto hebreos. Pero no perdamos de vista nuestro principal objeto.
Sabed, primeramente, hijo mío, que el sentido de la Biblia es figurado y que
el principal error de los teólogos consiste en h aber tomado al pie de la letra
lo que debe interpretarse como un símbolo. Tened presente esta verdad en
todo el curso de mi conversación
VLADIMIR NABOKOV-213
Hacia las diez decidió irse a dormir. El dormitorio, sin embargo, era tabú. Con gran
esfuerzo encontró ropa de cama limpia en el armario, le puso una funda a la
almohada, y extendió una sábana sobre el sofá de piel del salón. Mientras se
desnudaba, pensó, me estoy metiendo en la cama por última vez en mi vida. Qué
tontería, chirrió débilmente alguna oscura partícula del alma de Anton Petrovich, la
misma partícula que le había llevado a lanzar el guante en desafío, a dar un portazo,
y a llamar canalla a Berg. «¡Tonterías!», dijo Anton Petrovich con un hilo de voz, e
inmediatamente se dijo a sí mismo que no estaba bien decir esas cosas. Si pienso
que no me va a suceder nada, entonces ocurrirá lo peor. Todo en la vida sucede del
revés. Sería bueno leer algo, por última vez, antes de dormirme.
Ya estoy otra vez de vuelta con lo mismo, se lamentó en su interior. ¿Por qué ha de
ser por última vez? Estoy fuera de mí. Tengo que controlarme. Ojalá me fuera dada
una señal de cualquier tipo. ¿Quizá los naipes?
Encontró una baraja en una consola cercana y cogió la carta de arriba, un tres de
diamantes. ¿Qué significado quiromántico tiene un tres de diamantes? No lo sabía.
Luego sacó, en este orden, la reina de diamantes, el ocho de tréboles, el as de picas.
¡Ah! Eso no presagiaba nada bueno. El as de picas, creo que significa muerte. Pero
también hay mucha tontería en todo esto, supersticiones que no van a ningún lado...
medianoche. Han dado las cinco. Mañana se ha convertido en hoy. Hoy me bato en
duelo