JAMES JOYCE-ULISES 227
Puede hacerme un favor por medio de algunos de sus
amigos literatos. Tengo aquí una carta para la
prensa. Siéntese un momento. No tengo más
que copiar el final.
Se dirigió hacia su escritorio cerca de la
ventana, arrimó su silla dos veces y leyó en voz
alta algunas palabras de la hoja colocada en el
rodillo de su máquina de escribir.
¾ Siéntese. Discúlpeme —agregó
volviendo la cabeza—. "Los dictados del sentido
común". Un momento nada más.
Atisbó, por debajo de sus cejas hirsutas,
al manuscrito colocado junto a su codo, y
murmurando entre dientes comenzó a golpear
lentamente las tiesas teclas de la máquina,resoplando a veces cuando movía el rodillo para
borrar un error.
Esteban se sentó sin ruido frente a la
presencia principesca. Alrededor de las paredes,
dentro de sus marcos, imágenes de caballos
desaparecidos rendían homenaje con sus dóciles
cabezas levantadas: el Repulse, de lord Hasting;
el Shotover, del duque de Westminster; el
Ceylan, prix de París, 1866, del duque de
Beaufort. Jinetes fantasmas los montaban
esperando una señal. Vio sus velocidades
defendiendo los colores del rey, y mezcló sus
gritos a los de multitudes desaparecidas.
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Ellos son conocidos como "árboles fantasma" y por una buena razón: Secoyas Albino son extremadamente raros y casi imposible de encontrar. Puede haber tan sólo 25 de estos árboles en el mundo, sin embargo, ocho de ellos están en Henry Cowell Redwood State Park en el norte de California. Carecen de clorofila y chupar energía desde su árbol principal.
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VLADIMIR NABOKOV- 227
Deberías escribir un cuento de Navidad. En el nuevo estilo.
Anton Golïy tosió en su pañuelo.
— En otro tiempo lo hicimos... —empezó con voz ronca, gutural, pero luego
carraspeó.
— Lo digo en serio —siguió el crítico, embutiéndose en el abrigo—. Se puede
inventar algo inteligente... Gracias, pero ya son...
— En otro tiempo —dijo Anton Golïy—. Lo hicimos. Un maestro. Un maestro que...
Se le metió en la cabeza hacer un árbol de Navidad para los niños. En la cima.
Colocó una estrella roja.
— No, eso no sirve —dijo el crítico—. Es más bien severo para un cuento. Tienes
que darle un perfil más sutil. La lucha entre dos mundos diferentes. Todo ello contra
un fondo nevado.
— Hay que tener cuidado con los símbolos, en términos generales —dijo sombrío
Novodvortsev—. Tengo un vecino, un hombre muy recto, miembro del partido,
militante activo, y sin embargo utiliza expresiones como "el Gólgota del
Proletariado"...
Cuando sus huéspedes se hubieron ido se sentó en su mesa y apoyó la cabeza en su
gran mano blanca. Junto al tintero había algo que parecía un vaso sencillo y
cuadrado con tres plumas hincadas en una especie de caviar de bolas azules. El
objeto tenía unos diez o quince años: había sobrevivido todos los tumultos, mundos
enteros habían caído despedazados en torno de él, pero ni una de aquellas bolas de
cristal se había roto. Eligió una pluma, dispuso una hoja de papel ,convenientemente, metió unas cuantas hojas más debajo de la primera para escribir
sobre una superficie más blanda...
— ¿Pero sobre qué? —dijo Novodvortsev en voz alta, y a continuación con el muslo
hizo a un lado la silla y se puso a caminar por la habitación. En su oído izquierdo
sentía un zumbido insoportable.
La ventana daba a un patio. No se veía la luna... No, pensándolo bien, sí que hay
una especie de brillo que sale de detrás de aquella chimenea. La leña estaba apilada en el patio, cubierta con una alfombra reluciente de nieve. En una ventana
resplandecía la cúpula verde de una lámpara, alguien trabajaba en su mesa, y el
ábaco relucía como si sus cuentas estuvieran hechas de cristal de colores. De
repente, en el más absoluto silencio, unos copos de nieve cayeron del alero del
tejado. Luego, de nuevo, un torpor absoluto.
Sintió el cosquilleo de vacío que siempre presagiaba el deseo y la urgencia de
escribir. En este vacío algo estaba adquiriendo forma, algo crecía. Una especie de
nuevo cuento de Navidad... La misma nieve de siempre, un conflicto totalmente nuevo...
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BORGES- 227
¿Quién
iba a atreverse a ignorar que Charlie Chaplin es uno de los
dioses más seguros de la mitología de nuestro tiempo, un colega
de las inmóviles pesadillas de Chirico, de las fervientes ametralladoras
de Scarface Al, del universo finito aunque ilimitado,
de las espaldas cenitales de Greta Garbo, de los tapiados ojos
de Gandhi? ¿Quién a desconocer que su novísima comedie larmoyante era de antemano asombrosa? En realidad, en la que
creo realidad, este visitadísimo film del espléndido inventor y
protagonista de La quimera del oro no pasa de una lánguida
antología de pequeños percances, impuestos a una historia sentimental..
Alguno de estos episodios es nuevo; otro, como el de la
alegría técnica del basurero ante el providencial (y luego falaz)
elefante que debe suministrarle una dosis de raison d'étre, es
una reedición facsimilar del incidente del basurero troyano y
del falso caballo de los griegos, del;pretérito film La vida privadade Elena de Troya.
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