¿.Hay algo antes del Útero materno?
Hacerle un cristito a la Santa Virgen
Una skopiza que —de forma prodigiosa— quedaba embarazada, tenía que representar el papel de la Santa Virgen; a su hijo lo consideraban un hijo de Dios y tenía que morir martirizado. Al octavo día después de su nacimiento sacaban el cora/ón al niño, bebían su sangre como comunión y transformaban su cuerpo secado en panecillos, que servían para la comunión pascual. «Entre estos bárbaros, la virgen, a la que se declara bo-gorodiza o madre de Dios, es saludada habitualmenle, desde el momento de su consagración, con estas palabras: 'Bendita tú entre las mujeres; lú parirás un salvador'. Luego la desnudan, la ponen sobre un altar y se entregan a un cuito infame con su cuerpo desnudo: los fanáticos se agolpan
para besuquearlo en todas partes. Se pide que el espíritu santo tenga a bien hacerle un cristito a la santa virgen a fin de que, en ese año, les sea concedido a los fíeles comulgar del cuerpo sagrado». Si el cristito llegaba, lo sajaban de nuevo para consumirlo en la comunión, o bien sacrificaban a la misma bogorodiza.
Ahora bien, ni siquiera la mutilación pone punto final al instinto. Lutero, que había oído hablar de aquel valdense al que la castración no hizo sino más lujurioso, afirmaba abiertamente que los castrados tenían «mayor deseo y mayor apetencia que otros, pues no desaparecen deseo y apetitos, sólo la capacidad.»
KARLHEINZ DESCHNER HISTORIA SEXUAL DEL CRISTIANISMO
Tras hacer el amor con ella por primera vez, el filósofo sufrió
una severa crisis de angustia de la cual ya nunca se recupe
ró del todo. Convertida en una especie de enfermera, Héléne lo
conminó a consultar al doctor Fierre Male, el cual le diagnosticó
una demencia precoz y lo hizo internar en el Pabellón Esquirol
del Hospital Sainte-Anne. Aislado de su familia y del
mundo exterior, durante esos meses Althusser sólo conservó el
contacto con Héléne, quien se las ingeniaba para visitarlo evadiendo
la vigilancia de los enfermeros. No obstante, conforme
pasaban los días su malestar se tornaba más agudo, recrudecido
por los fármacos que lo dejaban convertido en una piel sin vida,
en un cuerpo que no hacía otra cosa que evadir la lucidez —el
dolor— por medio del sueño
JORGE VOLPI EL FIN DE LA LOCURA pag.83
Tú dices que ella se ha vuelto una verdadera mujer.
Sí, dice ella, una mujer a la que un hombre ha poseído, dice que no sabe ya lo que se dice,
asegura que nunca ha disfrutado así, dice que flota en una barca, no sabe hasta dónde va a flotar, su
cuerpo ya no le pertenece. Se mece en la superficie del mar de un color negro de laca, ella y tú, no,
ella sola, no tiene en absoluto miedo, sólo se siente vacía, quiere morirse, la muerte también la
seduce, tiene ganas de caer en el mar para que las negras olas la traguen, te necesita, así como el
calor de tu cuerpo, tu presión sobre ella, es una especie de consuelo, te pregunta si lo sabes. ¡Lo
necesita de verdad!
¿Necesidad de un hombre? La tientas tú.
¡Sí, necesidad del amor de un hombre, necesidad de ser poseída! ¡Dice que sí, quiere ser poseída,
quiere entregarse, olvidarlo todo, ah, ella te está agradecida, dice que la primera vez tenía un poco
de miedo, sí, dice que ella quería, sabía que quería pero tenía mucho miedo, no sabía qué hacer,
tenía ganas de llorar, de gritar, ganas de que la tempestad la arrojase en un campo desierto, de que la
desnudara enteramente, de que las ramas de los árboles la desollasen, de sufrir sin poder liberarse,
de que las bestias salvajes la desgarrasen! Dice que ella la vio, a ella, a esa mujer depravada vestida
de negro que se acariciaba los pechos con ambas manos, con su risa burlona, su forma de caminar
contoneando las caderas, una mujer desvergonzada, dice, tú no comprendes eso. no lo comprendes
ciertamente, no comprendes nada, ¡qué idiota estás hecho!
GAO XINGJIAN LA MONTAÑA DEL ALMA pag.83
Con el correr del tiempo, el recuerdo de aquel abrazo se fue purificando dentro de Otoko; fue dejando de ser algo físico para convertirse en algo espiritual. Ahora ella ya no era pura y sin duda Oki tampoco lo era. Y sin embargo, su antiguo abrazo, tal como lo veía ahora, parecía puro. Aquel recuerdo –en el que ella intervenía y no intervenía, que parecía real e irreal– era una visión sagrada, una visión sublimada del abrazo de antaño.
Cuando recordaba lo que él le había enseñado y lo imitaba al hacer el amor a Keiko, temía manchar o destruir la sagrada visión. Pero el recuerdo permanecía inviolable.
Keiko tenía la costumbre de utilizar crema depilatoria para quitarse el vello de los brazos y de las piernas, y comenzó a aplicársela en presencia de Otoko. En los primeros tiempos lo hacía en privado. Cuando Otoko la interrogaba acerca del extraño olor que había quedado flotando en el baño, la joven no respondía. Otoko no estaba familiarizada con los depilatorios, porque nunca los había necesitado.
Luego sorprendió a Keiko con una pierna recogida, aplicándose la crema. Otoko frunció el entrecejo.
–¡Qué olor desagradable! ¿Qué es?
Cuando vio que el vello desaparecía al quitarse la crema, se cubrió los ojos.
–¡No hagas eso, por favor! Se me eriza la piel.
Se estremeció y sintió que se le ponía carne de gallina.
–¿Es indispensable que hagas una cosa tan repulsiva?
–¿Acaso no lo hace todo el mundo?
Otoko no replicó.
–¿No se te pondría carne de gallina si tocaras una piel velluda?
Otoko siguió guardando silencio.
–Después de todo soy mujer –insistió Keiko.
De modo que hacía eso por Otoko. Aunque fuera por otra mujer, Keiko deseaba tener la piel satinada de las de su sexo.
Otoko se sintió oprimida, tanto por su propia repugnancia ante aquella operación como por los sentimientos que había despertado en ella la franqueza de Keiko. El olor acre quedó flotando aun después que Keiko se hubo retirado al cuarto de baño para quitarse con agua los restos de crema. Cuando regresó levantó su falda y extendió una pierna esbelta y blanquísima.
–Tócala y verás. Ahora está suavísima.
Otoko miró la pierna, pero no la rozó. Keiko se acarició la pantorrilla con la mano derecha y miró a Otoko como si se preguntara qué le estaba ocurriendo.
–¿Te preocupa algo? –preguntó.
Otoko evitó su mirada.
–Keiko, te ruego que de ahora en adelante no hagas más eso en mi presencia.
–Es que no quiero ocultarte nada más. Ya no tengo secretos para ti.
–No veo por qué tienes que mostrarme algo que yo considero ofensivo.
YASUNARI KAWABATA LO BELLO Y LO TRISTE pag.83
Modificaba su voz para encarnar a distintos personajes y los hombres sentían arder su sangre escuchando la versión de los combates, mientras en las mujeres vibraba el bajo vientre cuando se transformaba en seductor aquel hombre a la vez vulnerable y violento. Todos olvidaban su invalidez porque, aun con sus piernas inútiles, estaba más vivo que los demás.
Así, de pueblo en pueblo, dejaron atrás la costa donde se les había unido Kilia y avanzaron por Pérgamo hacia la famosa Vía Real de los antiguos persas, que les llevó hasta Sardis, en el valle del Pactolo, el río de las arenas de oro.
Por el camino Kilia, deseosa de hacerse útil, empezó a acompañar a Uruk en sus canciones amorosas, con su voz seductora que se complementaba muy bien con la del sogdiano. Además adquirió un nuevo nombre porque Ruchaim, después de consultar su libro y elaborar combinaciones cabalísticas con las letras-números de «Kilia», rechazó esta denominación por inadecuada, y también la de Falkis. Los demás propusieron otros nombres hasta que Uruk, hasta entonces silencioso, decretó:
—Te llamaremos Nur, luz. La llevas en tus ojos.
Uruk le contó después que la diosa de la luz, en su tribu, era una deslumbradora pajarita blanca. No se sabe en qué tierras del sur pasa el invierno tras las más altas montañas, hasta que reaparece en primavera. Muy pocos tienen la suerte de verla, porque su extremada blancura es cegadora, pero cuando se consigue, porque ella se deja mirar, es siempre anuncio de grandes cosas.
JOSE LUIS SAMPEDRO LA VIEJA SIRENA pag.83
Pero luego se arrepintió. No del miedo que había reflejado en la pintura, sino del mero hecho
de haberme pintado. Y yo me siento como alguien a quien su padre recuerda con vergüenza y
remordimientos. ¿Por qué se arrepintió de haberme pintado el maestro ilustrador de manos
maravillosas?
1. Porque la pintura de la Muerte, yo, no ha sido hecha con la suficiente destreza. Como podéis
ver, no soy tan perfecta como lo que pintan los grandes maestros venecianos ni como lo que
pintaban los antiguos maestros de Herat. Yo misma siento vergüenza del aspecto descuidado con
que me dibujó el gran maestro y que no se corresponde a la seriedad de la Muerte.
2. El maestro ilustrador que me pintó, engañado de una manera diabólica por el anciano, se
encontró de repente y sin haberlo pensado imitando el estilo y el punto de vista de los maestros
francos y le reconcomían el alma lo que consideraba una cierta falta de respeto hacia los antiguos
maestros y una extraña deshonra que sentía por vez primera.
3. Y además algo de lo que debería haberse dado cuenta, como algunos imbéciles aquí
presentes que de tanto verme empiezan a sonreír: la Muerte no es cosa de broma.
Ahora el maestro ilustrador que me pintó recorre las calles de noche como si no pudiera
detenerse, abrumado por los remordimientos; como algunos maestros chinos, cree ser lo que ha
pintado.
ORHAN PAMUK ME LLAMO ROJO pag 83
«¡Qué buena pareja hacen los dos!» Pero que aquí, al hacerla yo con relación a Violeta y a Tomás Igueldo, estaba ateniéndome más a aquello que, viéndoles juntos, hacía que me sintiera yo misma romántica y enzarzada en una aventura imprevisible, antes que cualquier otra consideración. Quisiera poder decir ahora, después de tantos años, lo que veía entonces, con dieciséis, al ver juntos a Violeta y a Tomás Igueldo: veía una relación intensamente espiritual, una idea que había tomado quizá de alguna lámina que representaba a Dante espiando el paso de Beatriz por una plaza. Por aquel entonces consideraba yo vulgar y estéril cualquier relación amorosa que fuese natural, posible, convencionalmente agradable para todo el mundo. Cualquier relación afectiva que recordase el matrimonio me parecía por aquellos tiempos intensamente vulgar y embotada. Naturalmente, gran parte de estas cosas funcionaron en mí como impulsos musicales, movimientos del ánimo carentes de concepto: me movía y me emocionaba todo aquello de cuya existencia no dudaba y que no lograba sin embargo conceptualizar de ningún modo. Así, aquella relación entre Violeta y Tomás, cuya visión me complacía sin concepto, como una arbitraria deli-cada transparencia inmóvil de un paisaje.
ALVARO POMBO DONDE LAS MUJERES pag.83
"Desde entonces, para nosotros se había borrado todo lo anterior al Salto Mortal. Nos
tocaba, pues, vivir como si nos hubiéramos quedado amnésicos tras pasar por aquello, y sin
conservar traza alguna de lo anterior en nosotros. Ciertamente habíamos apostatado. Como
habíamos librado aquel combate mortal, no nos cabía otra expectativa que continuar en esta
vida como autómatas; pero como unos autómatas sensibles al sufrimiento. Esto le sucedía a
Patrón, y me sucedía a mí. Él llegó a decir que esa situación era como caer en el infierno. Yo
me siento solidario con él, pero a lo largo de estos años nunca hemos hablado sobre qué tipo
de infierno era ése. Aunque hemos vivido todo el tiempo juntos, la verdad es que hemos
llegado hasta hoy sin haber hablado entre nosotros de los temas más importantes.
"A partir del Salto Mortal hemos vivido hasta ahora como si estuviéramos muertos. Como
cadáveres vivimos, según ya he dicho, pero, por expresarlo de otra manera, diré que estamos
en un letargo invernal. Como un oso delicado de salud que dentro de su guarida puede morir
en cualquier momento de su letargo. Patrón es una personalidad compleja, y su experiencia
interna quizás haya sido otra. Sin embargo, por lo que a mí respecta, jamás en mi vida he
pasado por una década tan ociosa como esta última. Tan ociosa ha sido, que tal vez hayamos
quedado en muy mal lugar. Si la actividad mental ayuda a eliminar el colesterol, en nuestro
caso es como para que esa sustancia se nos pegue a las venas del cerebro hasta hacerlas
reventar.
KENZABURO OE SALTO MORTAL pag.83
Fue entonces cuando empezaron nuestros prolongados viajes por todos los
Estados Unidos. Pronto llegué a preferir a cualquier otro tipo de alojamiento para
turistas los que proporcionaba el Functional Motel: escondrijos limpios,
agradables, seguros; lugares ideales para el sueño, la discusión, la
reconciliación, el amor. Al principio, mi temor de suscitar sospechas me hacía
pagar ambas secciones de una unidad doble, cada una equipada con una cama
de dos plazas. Me preguntaba para qué clase de cuádruple juego se había ideado
tal disposición, ya que sólo una farisea parodia de intimidad podía obtenerse
mediante el tabique incompleto que dividía la cabaña o cuarto en dos nidos de
amor comunicados. Con el tiempo, las posibilidades sugeridas por tan honesta
promiscuidad (dos jóvenes parejas intercambiando alegremente sus compañeros,
o un niño sumido en un sueño ficticio para ser testigo auricular de sonoridades
primitivas) me hicieron más audaz, y de cuando en cuando alquilaba una cabaña
con una cama de dos plazas o una cama y un catre, una celda paradisíaca con
visillos amarillos, corridos para crear una ilusión matinal de Venecia, de sol
resplandeciente, cuando en realidad no estábamos sino en Pennsylvania y llovía.
Así pudimos conocer –nous connûmes, para usar un giro flaubertiano– la
cabaña de piedra, bajo enormes árboles a la Chateaubriand, y la unidad de
ladrillo, y la unidad de adobe, y el hotelillo estucado, emplazados en lo que el
Libro de Viajes de la Asociación Automovilística describe como lugares
«umbrosos», «vastos», «en medio de un hermoso paisaje». Las casuchas de
troncos, cabadas con nudoso pino, recordaban a Lo los huesos de una gallina
frita por su fulgor oro-viejo. Desdeñábamos las feas chozas de madera
blanqueada: su tufillo a cloaca o algún otro hedor peculiar y melancólico, su falta
absoluta de cosas elogiables (salvo las «buenas camas») y su hosca propietaria,
siempre dispuesta a que rechazaran su obsequio («... bueno, puedo darle...»).
Nous connûmes (esto es de veras divertido) la presunta seducción de sus
tautológicos nombres –todos esos Hotel del Crepúsculo, Cabaña de las Cumbres,
Cabaña del Pinar, Cabaña Montañesa, Cabaña del Horizonte, Cabaña del Verde
Prado, Cabaña de Mac, Cabaña del Parque. A veces había un agregado especial
en la inscripción, algo así como «Bienvenidos los niños; se permiten animales
domésticos». (Bienvenido tú, se permite tu entrada). Los baños eran casi
siempre duchas entre azulejos, con una variedad infinita de sistemas de canillas,
pero con una característica común definidamente no-laodicea: cierta tendencia –
durante su funcionamiento– a variar instantáneamente la temperatura del agua
(un calor infernal o un frío de hielo), lo cual dependía de que el vecino hiciera
girar su propia canilla «caliente» o «fría», privando así de un complemento
necesario a la otra ducha graduada con tanto esmero. En algunas cabinas se
veían instrucciones pegadas sobre el inodoro (sobre cuyo tanque se
amontonaban sin asomo de higiene las toallas): en ellas se pedía a los
huéspedes que no arrojaran a ese receptáculo latas de cerveza, cartones... Otras
tenían noticias especiales bajo un vidrio, tales como «Sugestiones interesantes».
(Jinetes: Con frecuencia podrá usted ver a jinetes que bajan por la calle
principal, de regreso de una romántica cabalgata. «A las tres de la mañana», dijo
socarronamente la poco romántica Lo).
Nous connûmes los diversos tipos de conductores de cabañas volantes: el
criminal reformado, el profesor jubilado, el viajante de comercio, entre los
hombres; las variantes maternales, seudo-distinguidas y madámicas, entre las
mujeres.
VLADIMIR NABOKOV LOLITA pag.83
¿Venís quizá en la busca
de la bella lagarta,
verde como los trigos
de mayo,
como las cabelleras
de las fuentes dormidas,
que os despreciaba, y luego
se fue de vuestro campo?
¡Oh dulce idilio roto
sobre la fresca juncia!
¡Pero vivir!, ¡qué diantre!
me habéis sido simpático.
El lema de "me opongo
a la serpiente" triunfa
en esa gran papada
de arzobispo cristiano
GARCIA LORCA EL LAGARTO VIEJO pag 83.
El matrimonio como costumbre, como cultivo del placer habitual, es un factor de deterioro, porque en el hábito no hay amor
Sólo para los muy, muy pocos que aman, la relación conyugal tiene significación, y entonces es indestructible, entonces no es mero hábito o mera conveniencia ni está basada en la necesidad biológica, sexual. En ese amor que es incondicional se han fusionado las identidades, y en una relación así hay una cura posible, hay esperanza.
Pero para la mayoría de ustedes, en la relación conyugal no hay fusión. Para unir entre sí las identidades separadas, tanto el marido como la esposa tienen que conocerse a sí mismos. Eso significa amar. Pero no hay amor, lo cual es un hecho obvio. El amor es siempre puro, nuevo, no es mera gratificación ni mero hábito. El amor es incondicional. Y no es así como ustedes tratan a sus esposas o maridos, ¿verdad? Cada cual vive en su propio aislamiento, y ambos han establecido sus hábitos de placer sexual asegurado. ¿Qué le sucede al hombre que tiene una renta asegurada? Es obvio que se te deteriora. ¿No lo han notado? Observen al hombre que tiene una renta a
segurada y pronto verán con cuánta rapidez su mente se deteriora. Puede tener una gran posición, puede haber adquirido una reputación por su ingenio, pero la plenitud de la alegría de vivir lo ha abandonado.
.KRISHNAMURTI AMOR.SEXO Y CASTIDAD pag.83
Mientras
con la mano colocada en el sello de cera recordaba lo que mi madre me
había referido de las botellas mágicas, mi «¿por qué no?» me insinuaba que
acaso fuera cierto que a través de los polvos del sol apareciesen las hadas
aéreas. Pero cuando esta idea, después de haber penetrado en mi espíritu,
parecía dispuesta a fijarse en él, ofrecióseme como absurda y grotesca
Esperé, observé. No vi nada, no sentí nada. ¡Aquello me desilusionó!
¡De tal modo la esperanza de sobrepujar a la Naturaleza se desliza pronta y
hábilmente en nuestras almas! ¡Nada, ni aun siquiera una vaga y confusa
ilusión, ni una confusa imagen! Sucedía lo que había previsto. ¡Qué
decepción! Experimenté una especie de despecho. Arrellanado en mi
sillón, me juré ante aquellos egipcios de rasgados ojos negros que me
rodeaban cerrar mejor mi alma en lo sucesivo a las mentiras de los
cabalistas. Reconocí, una vez más, la sabiduría de mi buen maestro, y
resolví, a ejemplo suyo, guiarme por la razón en todos los asuntos que no
interesaran a la fe cristiana y católica. Esperar la visita de una señora
salamandra, ¡qué simpleza! ¿Es posible que haya salamandras? Pero ¿quién
sabe? Y «¿por qué no?»
ANATOLE FRANCE EL FIGON DE LA REINA PATOJA pag.83
Secreto 10
La muerte hace posible la vida
Imagino que sí la espiritualidad buscara en la Avenida Madison asesoría para su comercialización, la propuesta sería: “Atemoriza a las personas con la muerte”. Esta táctica ha funcionado durante miles de años, porque todo lo que podemos ver de la muerte es que una vez que morimos, dejamos de estar aquí, y esto provoca un profundo temor. No ha habido época en que las personas no quisieran saber desesperadamente qué hay “al otro lado de la vida”.
Pero, ¿qué pasaría si no hubiera “otro lado”? Quizá la muerte es relativa, no un cambio total. Después de todo, cada 10 de nosotros está muriendo todos los días, y el momento que llamamos muerte es en realidad una extensión de este proceso. San Pablo hablaba de morir para la muerte, refiriéndose a tener una fe tan firme en la vida después de la muerte, y en la salvación prometida por Cristo, que la mordiera su poder de provocar temor. Pero morir para la muerte es también un proceso natural que ha estado en marcha en las células durante billones de años. La vida está íntimamente entrelazada con la muerte, como podemos ver cada vez que una célula cutánea es desechada. Este proceso de exfoliación es el mismo mediante el cual un árbol deja caer sus hojas —el término latino para “hojas” es folia—, y los biólogos tienden a considerar a la muerte como un mecanismo para la regeneración de la vida.
No obstante, esta perspectiva ofrece poco consuelo cuando la hoja que debe caer del árbol para dar lugar al siguiente retoño es uno mismo. En vez de examinar la muerte desde un punto de vista impersonal, quisiera que nos concentráramos en tu muerte, en el supuesto fin del tú que está vivo en este momento y que quiere seguir estándolo. El prospecto de la muerte personal es un tema que nadie quiere enfrentar; no obstante, si puedo mostrarte cuál es la realidad de tu muerte, podrás vencer toda esa aversión y miedo y prestar más atención tanto a la vida como a la muerte.
Sólo al enfrentar la muerte puedes desarrollar una pasión
verdadera por estar vivo. La pasión no es desesperación; no está impulsada por el miedo. Sin embargo, justo en este momento, muchas personas creen que están arrebatando la vida a las mandíbulas de la muerte, desesperados por el conocimiento de que su tiempo en el planeta es muy breve. Pero cuando nos consideramos parte de la eternidad, se termina este arrebatar las migajas de la mesa y en su lugar recibimos la abundancia de la vida, de la que oímos hablar tanto y que pocas personas poseen
DEEPAK CHOPRA EL LIBRO DE LOS SECRETOS pag.83
—¡Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quien los antiguos pusieron
nombre de dorados; y no porque en ellos el oro, que en esta nuestra edad de
hierro tanto se estima, se alcanzase en aquella venturosa sin fatiga alguna, sino
porque entonces los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de tuyo y
mío! Eran en aquella santa edad todas las cosas comunes; a nadie le era necesario,
para alcanzar su ordinario sustento, tomar otro trabajo que alzar la mano
y alcanzarle de las robustas encinas, que liberalmente les estaban convidando
con su dulce y sazonado fruto. Las claras fuentes y corrientes ríos, en magnífica
abundancia, sabrosas y transparentes aguas les ofrecían. En las quiebras de
las peñas y en lo hueco de los árboles formaban su república las solícitas y discretas
abejas, ofreciendo a cualquiera mano, sin interés alguno, la fértil cosecha
de su dulcísimo trabajo. Los valientes alcornoques despedían de sí, sin otro
artificio que el de su cortesía, sus anchas y livianas cortezas, con que se comenzaron
a cubrir las casas, sobre rústicas estacas sustentadas, no más que para
defensa de las inclemencias del cielo
Todo era paz entonces, todo amistad,
todo concordia; aún no se había atrevido la pesada reja del corvo arado a abrir
ni visitar las entrañas piadosas de nuestra primera madre, que ella, sin ser forzada,
ofrecía por todas las partes de su fértil y espacioso seno lo que pudiese
hartar, sustentar y deleitar a los hijos que entonces la poseían. Entonces sí que
andaban las simples y hermosas zagalejas de valle en valle y de otero en otero,
en trenza y en cabello, sin más vestidos de aquellos que eran menester para
cubrir honestamente lo que la honestidad quiere y ha querido siempre que se
cubra, y no eran sus adornos de los que ahora se usan, a quien la púrpura de
Tiro y la por tantos modos martirizada seda encarecen, sino de algunas hojas
verdes de lampazos y yedra entretejidas, con lo que quizá iban tan pomposas
y compuestas como van ahora nuestras cortesanas con las raras y peregrinas
invenciones que la curiosidad ociosa les ha mostrado. Entonces se decoraban
los concetos amorosos del alma simple y sencillamente, del mesmo modo y
manera que ella los concebía, sin buscar artificioso rodeo de palabras para
encarecerlos. No había la fraude, el engaño ni la malicia, mezcládose con la verdad
y llaneza. La justicia se estaba en sus propios términos, sin que la osasen
turbar ni ofender los del favor y los del interese, que tanto agora la menoscaban,
turban y persiguen. La ley del encaje aún no se había sentado en el entendimiento
del juez, porque entonces no había qué juzgar ni quién fuese juzgado.
Las doncellas y la honestidad andaban, como tengo dicho, por dondequiera,
sola y señera, sin temor que la ajena desenvoltura y lascivo intento le
menoscabasen, y su perdición nacía de su gusto y propia voluntad. Y agora, en
estos nuestros detestables siglos, no está segura ninguna, aunque la oculte y
cierre otro nuevo laberinto como el de Creta
CERVANTES DON QUIJOTE DE LA MANCHA pag.83
III. Meditación sobre la ilusión
Si aún estás bajando te has liberado
Medita como sigue:
Las actividades sexuales, manipulación de la maquinaria,
la simulación de risa, sonidos esporádicos y apariciones terroríficas,
En verdad estos fenómenos son en naturaleza ilusiones
Sin embargo pueden aparecer en verdad ellos
Son irreales y falsos
Son como sueños y apariciones
No permanentes, no fijas
¿Qué ventaja hay en apegarse o tener miedo de ellas?
Todo son alucinaciones de tu mente
Tu mente misma no existe
Por lo tanto, ¿por qué existen ellas?
Solo tomando estas ilusiones por algo real tú navegarás alrededor
de esta confusa existencia
Todas son como sueños, como ecos
Como ciudades de nubes
Como espejismos, como formas relajadas
Como La luna vista en el agua
No son reales ni un momento
Manteniéndote firme agudamente en esta línea de pensamiento
La creencia de que ellas son reales es disipada
Y la liberación es alcanzada
LIBRO TIBETANO DE LOS MUERTOS 36*3=108-83=25