Consulto mi baraja atomica 368.
MIGUEL ANGEL ASTURIAS Torotumbo pag 368
!Yo puse la bomba en la cabeza del diablo....!!Yo puse la dinamita los pies de Tamagás...!
El pueblo subia a la conquista de las montañas,de sus montañas,al compas del Torotumbo.En la cabeza las plumas que el huracan no domó.En los pies,las calzas que el terremoto no gastó y a sus espaldas,prietas y desnudas,un manto de sudor de siglos.Su andar de piedra,de raiz de arbol,de torrente de agua,dejaba atras como basura,todos los disfraces con que se vistió la ciudad para engañarlos.
JAMES JOYCE Ulises pag 368
La señorita Dunne escondió en lo hondo del cajon el ejemplar de LA MUJER DE BLANCO
ROBERT GRAVES La Diosa Blanca pag 368
Vara de sauce, dedo de la oreja,
con el poder de la adivinación
obliga a hacer confesiones a la boca
de un cadáver consumido.
Puntas de los dedos, cinco tártagos,
árboles, que adivinan la verdad,
descubrid todo lo que vuestro poeta pide
tamborileando en su frente.
DANTE ALIGHIERI DIVINA COMEDIA PAG 368
Mas antes de que enero desinvierne, 142
por la centésima parte olvidada,
de tal manera rugirán los cielos, 144
que la tormenta que tanto se espera,
donde la popa está pondrá la proa,
y así la flota marchará derecha; 147
y tras las flores vendrán buenos frutos.
CANTO XXVIII
RUIZ ZAFON LA SOMBRA DEL VIENTO
El caso es que el Joanet dice que subió al segundo piso (porque yo me negué a entrar, oiga, que eso no debe de ser legal, aunque por entonces la casa ya llevaba lo menos diez años abandonada) y dijo que allí había algo. Le pareció oír como una voz en una habitación pero, cuando quiso entrar, la puerta se le cerró en las narices. ¿Qué le parece?
—Me parece una corriente de aire —dije.
—O de otra cosa —apuntó el portero, bajando la voz—. El otro día venía en la radio: el universo está lleno de misterios. Fíjese usted que parece que han encontrado la verdadera sábana santa en pleno centro de Sardanyola. La habían cosido en la pantalla de un cine, para ocultarla de los musulmanes, que la quieren usar para decir que Jesucristo era negro. ¿Qué le parece?
—No tengo palabras.
—Lo que yo le diga. Mucho misterio. Esa finca la tendrían que tirar abajo y echar cal en el terreno.
Agradecí al señor Remigio la información y me dispuse a descender la avenida de vuelta hasta San Gervasio. Alcé la vista y vi que la montaña del Tibidabo amanecía entre nubes de gasa. Me apeteció de repente acercarme hasta el funicular y escalar la ladera hasta el antiguo parque de atracciones en su cima para perderme entre sus carruseles y sus salones de autómatas, pero había prometido estar a tiempo en la librería. De vuelta hacia la estación del metro imaginé a Julián Carax bajando por aquella misma acera y contemplando aquellas mismas fachadas solemnes que apenas habían cambiado desde entonces, con sus escalinatas y jardines de estatuas, quizá esperando aquel tranvía azul que trepaba de puntillas al cielo. Al llegar al pie de la avenida saqué la fotografía de Penélope Aldaya sonriendo en el patio del palacete familiar. Sus ojos prometían el alma limpia y un futuro por escribir. «Te quiere, Penélope.»
BOLAÑO 2666 pag 368
Esto último lo relató una amiga de Zacatecas, a quien Úrsula llamó por teléfono. Se la notaba dichosa, dijo, porque iba a encontrar trabajo en una maquiladora. La identificación fue posible gracias a las Converse y a una pequeña cicatriz en la espalda con forma de rayo.
La realidad es como un padrote drogado en medio de una tormenta de truenos y relámpagos, dijo la diputada. Después se quedó callada un rato, como si se dispusiera a escuchar los truenos lejanos. Y después cogió su vaso de tequila, que volvía a estar lleno, y dijo: yo cada día tenía más trabajo, ésa es la pura verdad. Cada día ocupada con cenas, viajes, reuniones, planificaciones que no llevaban a ninguna parte, salvo a conseguir mi cansancio infinito, cada día con entrevistas, cada día con desmentidos, apariciones en la televisión, amantes, tipos a los que me cogía no sé por qué, por mantener la leyenda, tal vez, o tal vez porque me gustaban, o tal vez porque me convenía cogérmelos, una sola vez, eso sí, que probaran pero que no se acostumbraran, o tal vez simplemente porque me gusta coger cuando y donde se me da la real gana, y no tenía tiempo para nada, mis negocios en manos de mis abogados, el patrimonio Esquivel Plata, que ya no menguaba, no quiero mentirle, sino que crecía, en manos de mis abogados, mi hijo en manos de sus profesores, y yo cada vez con más trabajo:
problemas hidrográficos en el estado de Michoacán, carreteras en Querétaro, entrevistas, monumentos ecuestres, alcantarillado público, toda la mierda de un barrio pasando por mis manos.
Por esa época, supongo, descuidé un poco a mis amigos.