Isabel Allende-Inés del alma mía 220pag 414-220=194
En pocos minutos los atacantes abandonaron el campo y huyeron a los bosques como liebres.
Sorprendidos, los españoles no supieron qué diablos sucedía y temieron que fuese una nueva táctica del enemigo, ya que no había otra explicación para tan súbita retirada que dio por terminada la batalla que apenas comenzaba. Valdivia hizo aquello que le dictaba su experiencia de soldado: ordenó perseguirlos. Así se lo describió al rey en una de sus cartas: «Y apenas habían llegado los de a caballo, cuando los indios nos dieron las espaldas, y los otros tres escuadrones hicieron lo mismo. Se mataron hasta mil quinientos o dos mil indios, se lancearon otros muchos y prendimos algunos».
Aseguran quienes se hallaban presentes que el milagro fue visible para todos, que una figura angélica, brillante como el relámpago, descendió sobre el campo, alumbrando el día con una luz sobrenatural. Unos creyeron reconocer al apóstol Santiago en persona, cabalgando sobre un corcel blanco, quien enfrentó a los salvajes, les endilgó un elocuente sermón y les ordenó rendirse ante los cristianos. Otros percibieron la figura de Nuestra Señora del Socorro, una dama hermosísima vestida de oro y plata, flotando en las alturas. Los indios prisioneros confesaron haber visto una llamarada que trazó un amplio arco en el firmamento y explotó con estruendo, dejando en el aire una cola de estrellas. En los años posteriores los bachilleres han ofrecido otras versiones, dicen que fue un bólido celestial, algo así como una enorme roca desprendida del Sol y que cayó sobre la Tierra. Nunca he visto uno de esos bólidos, pero me maravilla que tengan forma de apóstol o de Virgen y que ése cayera justo a la hora y en el lugar apropiado para favorecer a los españoles. Milagro o bólido, no lo sé, pero el hecho concreto es que los indios huyeron despavoridos y los cristianos quedaron dueños del campo, celebrando una inmerecida victoria
Múgica Laínez-El Unicornio 212 pág. 414-212=202
No hubo en esa oportunidad ni hormigueos, ni escozores, ni soldadura de las
extremidades, ni demás manifestaciones de la metamorfosis. Me limité a levantar los
fastidiosos párpados y a sacudir la frente adormecida; recorrí con los ojos mi cuerpo, y
observé en su sitio, recuperados, los desnudos pechos firmes, la cola de serpiente, las
alígeras membranas. Sentía una rara fatiga, un embotamiento que se traducía en
debilidad.
Oberón repitió el conocido saludo:
— ¡Bienvenida, Melusina de Lusignan, patrona del Poitou, arquitecta de nobles castillos!
Le respondí, como en nuestro anterior encuentro:
— ¡Salud, rey Oberón!
Moviéronse algo más las hadas, riendo, sacudiendo sus campanas de vidrio, sus collares
de nueces, sus medallas de cobre labradas con el sello de Salomón, sus cascabeles
talismanes, sus sonajas fetiches, y con ellas se movió la nube de pequeños duendes y
silfos que las servían, de modo que, como a través de los breves claros hendidos en la
espesura de un bosque, comencé a distinguir la forma y el adorno del aposento en el cual
nos hallábamos y que me resultaba curiosamente familiar, aunque —perturbada como
estaba todavía por el golpe que recibiera en Hattin y por los trastornos que implicaba la
mudanza del estado caballeresco y masculino al femenino y mágico— no acertaba a
ubicarlo en la memoria
ROBERT MERLE WEEK-END EN ZUYDCOOTE 414pag.
Arrodillado en el sitio donde el gigante se había desplomado,se puso a recoger la sangre con el estropajo.Cuando éste estuvo completamente embebido,lo escurrió sobre la jofaina.Las manos se le pusieron rojas al momento.Repitió la operación varias veces.Jeanne,de pies ante él,con la cabeza inclinada,le miraba hacer.
JAMES JOYCE ULISES 1 414PAG.
En silencio amodorrado Oro se inclinaba sobre la página.
-El aljófar del rocio… Los labios de Lenehan sobre el mostrador cecearon un sordo silbido de señuelo.Pero mire para acá-dijo-,rosa de Castilla.
Tintineo de calesín junto al bordillo se paró.Ella se levanto y cerró su lectura,rosa de Castilla.¿Se callo ella o la empujaron?.No haga preguntas y no oirá mentiras.
MIGUEL ANGEL ASTURIAS LA AUDIENCIA DE LOS CONFINES pag.414
Anciano español ¡Mis esclavos mis esclavos!!Si me quitan mis esclavos me quitan autoridad,honra,comida y ser!
Nabori Sabido es, miseñor, mi gran señor,que cuando nos visitas es siempre en son de guerra.Nosotros esperábamos al que con una piedra de rio había dado cita a una de nuestras vírgenes sagradas.De ser tú,no llegas callando como el hombre del vestido blanco,sino con banderas desplegadas y tambores.
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