REGENERACIÓN.
La regeneración es un fenómeno según el cual de un animal amputado
o de la parte separada se produce un individuo completo sin defecto
(Hay, 1966). Este fenómeno está estrechamente relacionado con la reproducción
asexual, pero mientras que la asexualidad es un modo de
reproducción espontáneo, la capacidad de regeneración se da después
de una rotura traumática, no espontánea, sino por acción de fuerzas
externas, lo que supone una capacidad de reorganización y reconstrucción
del todo a partir de una parte o de la parte desde el todo.
Esta capacidad es mayor en animales poco diferenciados y va haciéndose
menor conforme aumenta la diferenciación y especialización
a lo largo de la escala zoológica.
En los estados inferiores de organización animal, les células presentan
totipotencia, es decir, unas células diferenciadas en tejidos son capaces
de desdiferenciarse y comenzar una nueva diferenciación en un
sentido distinto del que tenían. De la capacidad de producir un individuo
completo a partir de un brazo en una estrella de mar, se llega, en otros
animales, a regenerar un miembro —como por ejemplo la cola en algunos
reptiles— o a una simple cicatrización, con aparición de un tejido
distinto de los que existían, que repara el daño sufrido.
Los distintos modos de reproducción asexual pueden resumirse como
la independencia de una o varias células del control fisiológico del
organismo como un todo ordenado y organizado. Supone un aislamiento
de esas células, que comienzan la formación de un nuevo individuo.
Desde el punto de vista evolutivo, la reproducción asexual tiene muy
poco potencial de variación, ya que el organismo hijo es genéticamente
igual al organismo progenitor, no hay posibilidad de variación y por tanto hay muy poca capacidad de adaptación de la especie a posibles cambios ambientales.
VLADIMIR NABOKOV-PALIDO FUEGO pág 22
Hay una errata... no es que importe mucho:
montaña, no fontana. El toque majestuoso."
¡Vida Eterna... basada en una errata!
Mientras volvía a casa reflexioné: ¿aceptar la sugestión
y dejar de investigar mi abismo?
Pero de pronto vi que allí estaba
la verdadera cuestión, el tema en contrapunto;
nada más que esto: no el texto sino la textura; no el sueño
sino la coincidencia invertida, 810
no el absurdo fútil sino una trama de sentido.
¡Sí! Bastaba que yo pudiera encontrar en la vida
algún vínculo laberíntico, una especie
de estructura concordante en el juego,
un arte plexiforme y algo del mismo
placer que quienes lo jugaban encontraban
No importaba saber quiénes eran. Ningún ruido,
ninguna luz furtiva salía de su intrincada
morada, pero allí estaban, apartados y mudos,
jugando a un juego de mundos, transformando peones 820
en unicornios de marfil y faunos de ébano;
manteniendo aquí una larga vida, extinguiendo
allá una breve; matando a un rey balcánico;
haciendo caer del cielo un gran trozo de hielo formado
en un avión que vuela a gran altura
y causando la muerte de un granjero; escondiendo mis llaves,
mis anteojos o mi pipa. Coordinando estos
acontecimientos y estos objetos con sucesos lejanos
y objetos desaparecidos. Haciendo ornamentos
de accidentes y posibilidades. 830
Con el impermeable puesto entré en casa: Sybil, tengo
la firme convicción... "Querido, cierra la puerta.
¿Tuviste un buen viaje?" Espléndido... pero más aún,
he vuelto convencido de que puedo avanzar a tientas
hacia alguna... alguna... "¿Qué, querido?" Vaga esperanza.
Michel Houellebecq
Las partículas elementales PÁG 22
EL ANIMAL OMEGA
Bruno está apoyado en el lavabo. Se ha quitado la chaqueta del pijama. Los pliegues de su barriguita blanca caen sobre la porcelana del lavabo. Tiene once años. Quiere lavarse los dientes, como todas las noches; espera acabar de asearse sin incidentes. Pero Wilmart se acerca, al principio solo, y empuja a Bruno en el hombro. Bruno empieza a retroceder, temblando de miedo; sabe más o menos lo que viene después. «Dejadme...», dice con voz débil.
Ahora se acerca Pelé. Es bajito, recio y tremendamente fuerte. Abofetea con violencia a Bruno, que se echa a llorar. Luego le empujan al suelo, lo cogen de los pies y empiezan a arrastrarlo. Cerca de los servicios, le arrancan el pantalón del pijama. Tiene un sexo menudo, todavía infantil, sin vello. Lo cogen de los pelos entre dos, le obligan a abrir la boca. Pelé le frota una escobilla de váter por la cara. Bruno siente el sabor de la mierda. Grita.
L O S S U E Ñ O S
F R A N C I S C O pág 22
Q U E V E D O
El soldado desdichado que habiendo salido de
su tierra para la guerra con bizarría, tallazo, galas y
plumas, vuelve a ella después de muchos años más
desgarrado y rompido que soldado, con un ojo menos,
hecho un monóculo, medio brazo, con una
pierna de palo, y todo él hecho un milagro de cera,
bueno para ofrecido, con el vestido de la munición,
sin color determinado, desconocido y roto, pidiendo
limosna
Sé lo que estás pensando pág 22
John Verdon
No obstante, podrían darte una pista respecto a lo que está ocurriendo, o a por qué está ocurriendo, una vez que te explique mi problema..., o quizá debería decir mi problema aparente. Todo este asunto me tiene un poco perplejo.
«Y más que un poco asustado», pensó Gurney.
Mellery respiró hondo, hizo una pausa y empezó su relato como un hombre que camina con frágil determinación hacia una ola de agua helada.
—Primero debería hablarte de las notas que he recibido.
Buscó en su maletín y sacó dos sobres. Abrió uno, extrajo de él una hoja de papel en blanco con texto escrito a mano por una cara y otro sobre más pequeño del tamaño de una tarjeta de invitación. Le pasó el papel a Gurney
Ésta fue la primera comunicación que recibí, hace unas tres semanas.
Gurney cogió el papel y se apoyó en el respaldo de la silla para examinarlo. A la primera notó la pulcritud de la caligrafía. Las palabras estaban escritas de un modo preciso y elegante: de inmediato le vino a la mente la imagen de la hermana Mary Joseph mientras escribía en la pizarra de su escuela de primaria. Sin embargo, más extraño si cabe que la escrupulosa caligrafía era el hecho de que la nota se había escrito con pluma y tinta roja. ¿Tinta roja? El abuelo de Gurney había usado tinta roja. Tenía frasquitos redondos de tinta azul, verde y roja. Recordaba muy poco de su abuelo, pero recordaba la tinta. ¿Aún se vendía tinta roja para pluma?
Gurney leyó la nota torciendo el gesto, luego volvió a leerla. No había ni saludo ni firma.
¿Crees en el destino? Yo sí, porque pensaba que no volvería a verte y, de repente, un día, allí estaba. Todo volvió: cómo sonaba, cómo se movía, y más que ninguna otra cosa, cómo pensaba. Si alguien te pidiera que pensaras en un número, yo sé en qué número pensarías. ¿No me crees? Te lo demostraré. Piensa en cualquier número del uno al mil: el primero que se te ocurra. Imagínatelo. Ahora verás lo bien que conozco tus secretos. Abre el sobrecito.
Gurney emitió un gruñido evasivo y miró de manera inquisitiva a Mellery, que había estado observándolo mientras leía.
—¿Tienes alguna idea de quién te envió esto?
—Ni la menor idea.
—¿Alguna sospecha?
—No.
—Hum. ¿Participaste en el juego?
—¿El juego? —Estaba claro que Mellery no lo consideraba así—. Si lo que quieres decir es si pensé en un número, sí. En esas circunstancias habría sido difícil no hacerlo.
—¿Así que pensaste en un número?