Sura 30. Ar-Rum (Los Bizantinos) 382
(22) Y entre Sus portentos está la creación de los cielos y la tierra, y la diversidad de
vuestras lenguas y colores: pues, ¡ ciertamente, en esto hay en verdad mensajes para quienes
poseen conocimiento [innato]!
(23) Y entre Sus portentos está vuestro sueño, de noche o de día, así como vuestra [capacidad
para ir en] búsqueda de algo de Su favor: ¡ ciertamente, en esto hay en verdad mensajes
para una gente que [está dispuesta a] escuchar.
La vida y la muerte me
están desgastando
Título original: Shengsipilao
Mo Yan 382
Descubrí que las dos hileras de edificios que habían cumplido la función
de dormitorios y de lugares de trabajo para el personal que preparaba la
comida se habían dedicado a la tarea de criar gusanos de seda. Mientras
contemplaba todas esas intensas luces me di cuenta de que la aldea de Ximen
se había sumado a la red de electricidad nacional. Y allí, delante de una
amplia variedad de estantes de gusanos de seda, se encontraba Ximen Bai,
con el cabello blanco como la nieve. Estaba inclinada, con una cesta de sauce
en las manos casi llena de hojas de morera que estaba extendiendo sobre los
lechos blancos de gusanos de seda. El aire se había llenado de sonidos
crujientes. Tu suite nupcial, advertí, también se había convertido en un
criadero de gusanos de seda, lo que quería decir que te habían proporcionado
otro alojamiento
VLADIMIR NABOKOV
Cuentos completos 382
Allí, junto al muelle, estaba su casa, una
residencia privada de dos pisos pintada en un tono aceitunado. A veces, Innokentiy
paseaba por allí: su memoria conservaba las formas femeninas de una estatua que
mostraba su trasero granulado y blanco como el azúcar a través de los cuadros de
gasa del cristal de una ventana. Unos atlantes pardo-oliváceos con un torso en el
que se destacaban prominentes las costillas sostenían un balcón: el peso de sus
músculos de piedra y sus bocas retorcidas en expresión de dolor le parecieron a
nuestro colegial una alegoría del proletariado esclavizado.
OBRAS COMPLETAS – FRANZ KAFKA 382
–¡Josef K!
Aunque no lo hizo con la fuerza con que había amenazado, sí con la suficiente
como para que el grito, una vez emitido, se expandiera lentamente
por la habitación.
En ese instante golpearon la puerta de la habitación contigua; fueron
golpes fuertes, cortos y regulares. La señorita Bürstner palideció y se
puso la mano en el corazón. K se llevó un susto enorme, pues llevaba
un rato en el que sólo había sido capaz de pensar en el incidente de la
mañana y en la muchacha ante la que lo estaba representando. Apenas
se había recuperado, saltó hacia la señorita Bürstner y tomó su mano.
–No tema usted nada –le susurró–, yo lo arreglaré todo. Pero, ¿quién
puede ser? Aquí al lado sólo está el salón y nadie duerme en él.
–¡Oh, sí! –susurró la señorita Bürstner al oído de K–, desde ayer duerme
un sobrino de la señora Grubach, un capitán. Ahora mismo no queda
ninguna habitación libre. También yo lo había olvidado. ¡Cómo se le
ocurre gritar así! Soy muy infeliz por su culpa.
–No hay ningún motivo –dijo K, y besó su frente cuando ella se reclinó
en el cojín.
–Fuera, márchese –dijo ella, y se incorporó rápidamente–, márchese.
Qué quiere, él escucha detrás de la puerta, lo escucha todo. ¡No me
atormente más!
–No me iré –dijo K– hasta que se haya calmado. Venga a la esquina opuesta de la habitación, allí no nos puede escuchar.
Ella se dejó llevar.
–Piense que se trata sólo de una contrariedad, pero que no entraña ningún
peligro.
JAMES JOYCE
ULISES 382
El señor Bloom revisó las uñas de su
mano izquierda, luego las de su mano derecha.
Las uñas, sí. ¿Hay algo más en él que ella ve?
Fascinación. El peor hombre de Dublín. Eso lo
conserva en pie. Ellos sienten a veces lo que es
una persona. Instinto. Pero un tipo como ése.
Mis uñas. Precisamente las estoy mirando: bien
recortadas. Y después: pensando solo. El cuerpo
se está poniendo un poquito blando. Me daría cuenta de eso recordando. Lo que da lugar a eso,
supongo que es la piel, que no puede contraerse
con la suficiente rapidez cuando la carne cae
para afuera. La forma todavía está allí.
Hombros. Caderas. Regordeta. Vistiéndose la
noche del baile. La camisa mordida por las
mejillas traseras.
Apretó las manos entre sus rodillas y,
satisfecho, dejó errar la mirada vacía sobre sus
caras.
El señor Power preguntó:
—¿Cómo anda la gira de conciertos,
Bloom?
No hay comentarios:
Publicar un comentario