La otra chica, muerta de risa, trataba en vano de arrastrarle por las piernas. En aquel
preciso momento, la puerta se abrió de golpe y el socio francés de las dos acróbatas
entró en la habitación con unas mallas ceñidas color mármol. Sin decir palabra, pero
también sin manifestar rencor alguno, agarró al enano por la nuca (sólo se oyó el
chasquido del cuello de Fred al soltarse de la botonadura) lo levantó en el aire y lo
echó de allí como si fuera un mono. La puerta se cerró de golpe. Shock, que pasaba
en aquel momento por allí, vio de refilón el brazo de mármol y una pequeña figura
negra con los pies retraídos que volaba por los aires.
Fred se hizo daño al caer y ahora yacía inmóvil en el pasillo. No es que estuviera
aturdido, pero se había quedado fláccido todo él, con los ojos fijos en un punto
perdido y los dientes castañeteando.
JORGE LUIS BORGES
OBRAS COMPLETAS 234
Determinar que su agua era colorada o azul, hubiera sido
recusar demasiado toda, posibilidad de blancura. Poe resuelve
ese problema así, enriqueciéndonos: Primero nos negamos a probarla,
suponiéndola corrompida. Ignoro cómo dar una idea justa
de su naturaleza, y no lo conseguiré sin muchas palabras. A pesar
de correr con rapidez por cualquier desnivel, nunca parecía límpida,
salvo al despeñarse en un salto. En casos a\e poco declive,
era tan consistente como una infusión espesa de goma arábiga,
hecha en agua común. Éste, sin embargo, era el menos singular
de sus caracteres. No era incolora ni era de un color invariable,
ya que su fluencia proponía a los ojos todos los matices del púrpura,
como los tonos de una seda cambiante. Dejamos que se
asentara en una vasija y comprobamos que la entera masa del
liquido estaba separada en vetas distintas, cada una de tono individual,
y que esas vetas no se mezclaban. Si se pasaba la hoja
de un cuchillo a lo ancho de las vetas, el agua se cerraba inmediatamente,
y al retirar la hoja desaparecería el rastro. En cambio,
cuando la hoja era insertada con precisión entre dos de las vetas,
ocurría una perfecta separación, que no se rectificaba en seguida.
JAMES JOYCE
ULISES 234
Heresiarca malaventurado. Exhaló su último
suspiro en un inodoro griego: eutanasia. Con
mitra enjoyada y báculo, encaramado en su
trono, viudo de una sede viuda, con omophorion
rígido con sus partes traseras coaguladas.
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