JAMES JOYCE
ULISES 743
Día. La carretilla del Sol sobre el arco del puente.
Una espalda oscura pasó delante de ellos.
Paso de un leopardo que desciende, que sale por
el portón bajo púas de rastillo.
Ellos siguieron.
Oféndeme todavía. Sigue hablando.
Los ángulos de las casas se definían en el
aire amable de Kildare Street. Nada de pájaros.
De los tejados ascendían dos penachos de humo
desplumándose en el soplo suave de una ráfaga.
Deja de pelear. Paz de los sacerdotes
druidas de Cymbeline, hierofántico; de la
amplia tierra un altar.
Loemos a los dioses Y que las retorcidas volutas de nuestro
incienso trepen a sus narices Desde nuestros
benditos altares.
OBRAS COMPLETAS – FRANZ KAFKA 743
Estás parado frente al brillo de un charco. No estás
cansado, ni triste, ni pensativo; sólo estás de pie allí, con todo el peso
del mundo, y esperas a alguien. Entonces oyes una voz, cuyo sonido,
aun sin palabras, te hace sonreír.
–Ven conmigo– dice la voz. Pero alrededor de ti no hay nadie con quien
podrías ir.
–Yo iría –contestas–, pero no te veo.
Después, ya no oyes más nada. Pero viene el hombre a quien esperabas,
un hombrón vigoroso, con ojos pequeños, cejas tupidas, mejillas
gruesas y algo fláccidas y una barbita. Te parece que ya lo has visto en
otra ocasión. Y es natural, porque es viejo compañero de oficina, con
quien habías convenido reunirte aquí para discutir a fondo una cuestión
de negocios, pendiente desde hacía mucho tiempo. A pesar de que está
parado frente a ti, y del ala de su bien conocido sombrero gotea lentamente
la lluvia, sólo le reconoces con dificultad. Hay algo que te lo impide,
deseas apartarle, ponerte en relación directa con el hombre, y por
ello le tomas del brazo. Pero en seguida sientes tanta náusea que te
produce arcadas. Inventas una disculpa que quizá no es tal, pues mientras
la dices la has olvidado, y te alejas, entrando directamente en una
pared de casa (el hombre te grita, quizás una advertencia, pero le despides
agitando la mano), la pared se abre ante ti, un criado lleva un
candelabro muy alto, le sigues. Pero no te guía a una habitación sino a
una farmacia
VLADIMIR NABOKOV
Cuentos completos 675 743-675=68
El hombre de la ventana dijo:
—Conseguí traerte esta música, Lyalya. ¿Te acuerdas?
Y entonces se produjo un aura momentánea, y parecía que fuera casi deliberada,
como si alguien se estuviera divirtiendo inventándose a esta chica, esta
conversación, este pequeño restaurante ruso en un puerto extranjero, un aura de la
cotidiana y querida Rusia provinciana, y en ese preciso momento, y debido a una
milagrosa y secreta asociación mental, el mundo le pareció más grande a Nikitin,
anheló atravesar los océanos, abordar bahías legendarias, escuchar indiscreto las
almas de todas las gentes.
—¿Nos preguntaste cuál era nuestra ruta? Indochina —dijo espontáneamente el
marinero.
Nikitin pensativo sacó un cigarrillo de la pitillera; en la tapa de madera tenía
grabada un águila de oro.
—Debe ser maravilloso.
—¿Pues qué pensabas? Claro que lo es.
—Está bien. Cuéntamelo. Cuéntame algo de Shanghai, o de Colombo
Roberto Bolaño
2666 743
El que empezó a matar fue Antonio Uribe, dijo Haas. Daniel
lo acompañaba y lo ayudaba después a deshacerse de los cadáveres.
Pero poco a poco Daniel se fue interesando, aunque ésta no es
la palabra correcta, dijo Haas. ¿Cuál es la palabra correcta?, le preguntaron
los periodistas. La diría si no hubiera mujeres escuchando,
dijo Haas. Los periodistas se rieron. La periodista de El Independiente
de Phoenix dijo que por ella no se anduviera con remilgos.
Chuy Pimentel fotografió a la abogada. Una mujer hermosa,
a su manera, pensó el fotógrafo: con buen porte, alta, de expresión
orgullosa, ¿qué es lo que empuja a una mujer así a pasarse la vida en juzgados y visitando a sus clientes en la cárcel? Dilo,
Klaus, dijo la abogada. Haas miró el techo. La palabra correcta,
dijo, es calentando. ¿Calentando?, dijeron los periodistas. Daniel
Uribe, a fuerza de mirar lo que hacía su primo, se fue calentando,
dijo Haas, y poco después él también empezó a violar y a matar.
Chale, exclamó la periodista de El Independiente de Phoenix.
YASUNARI KAWABATA EL CLAMOR DE LA MONTAÑA 743
Sobre la mesa estaban sus dos relojes:el de pulsera y el de bolsillo.El de pulsera adelantaba dos minutos.No era frecuente que los dos relojes marcaran la misma hora,lo que,a veces,le ponía nervioso.Si te molesta,¿no seria mejor que llevases solo uno?Pero ésta era ya una costumbre de años.Desde antes de la cena,el viento soplaba fuerte.También había empezado a llover.Se corto la luz.Shingo se fue en seguida a dormir.Su pecho estaba como oprimido.Sintió un desasosiego como si fuera a arrojar sangre.Hacia algún tiempo tuvo un ligero vómito,que no dejó,luego,huellas.Sintió una desagradable presión en los oídos.Una presión que se prolongaba a sus sienes,apretándose en su frente. Se frotó el cuello y la frente.Lo que había parecido bramido del mar era el rugido de una tormenta de montaña.Una tormenta que lo frotaba todo con sus puntas incidentes de lluvia y de viento.Y de las profundidades de la tempestad rugiente se destacó un gruñido lejano.”Es el ruido de un tren que pasa por el Túnel de Tanna”,pensó.Si,debía de ser eso.El tren silbó al salir del túnel.Entonces,se sintió invadido por un pánico repentino,y se despertó completamente.
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