VLADIMIR NABOKOV
Cuentos completos 675 682-685=7
Hizo aquel comentario acerca de la Basura Blanca, ¡sí, sí, el mismo! Y, a juzgar por
alguno de los documentos que llevaba, era de la policía política, si no me equivoco.
«Bien hecho —le dije a Petya—, le has partido la cara a un tipo. No entro en que lo
mereciese o no, pero, por favor, explícame qué es lo que piensas hacer ahora.
Evidentemente, no has pensado para nada en tu tía de Moscú». «Sí que lo he hecho
—dijo Petya—. Tenemos que pensar algo».
Y lo hicimos. Primero le atamos con una gruesa cuerda y le metimos una toalla en la
boca. Mientras estábamos ocupados con él, volvió en sí y abrió un ojo. Al examinarlo
de cerca, déjame decirte, aquel tipo resultó ser no sólo estúpido sino también
repulsivo, con una especie de sarna en la frente y en el bigote, y una nariz bulbosa.
Lo dejamos tumbado en el suelo y Petya y yo nos instalamos a su lado cómodamente
y comenzamos nuestra propia encuesta judicial. Discutimos durante un buen rato.
Nos preocupaba no tanto el insulto en sí —no era más que una nadería, desde luego
—, sino su profesión, por llamarlo de alguna manera, y todas las actividades que
había llevado a cabo en Rusia. Al acusado se le concedió la última palabra. Cuando
liberamos su boca quitándole la toalla, dio una especie de gemido, tuvo unas
náuseas, pero no dijo nada salvo: «Ya veréis, esperad y veréis...». Volvimos a liarle la
toalla, y la sesión continuó. Al principio los votos estaban divididos. Petya pedía la
pena de muerte. Yo pensaba que merecía la muerte, pero propuse conmutar la
pena por la de prisión perpetua.
JUAN MARSÉ
CALIGRAFÍA DE LOS SUEÑOS 560 682-560=122
Lleva un rato sintiendo que el puñetero pájaro que mató años
atrás con una escopeta de balines, anda
merodeando cerca; primero le oye piar dentro de la
sinfonola de su cabeza y cierra los ojos, y
enseguida, al fijar la mirada tras el cristal del
tiempo, siempre empañado por la lluvia sobre el
huerto del abuelo, lo ve debajo del banco de trabajo
picoteando la hoja de periódico manchada de
aceite que había envuelto su propio almuerzo, un
bocadillo de anchoas de lata. Después de cinco años bajo tierra, el ojito de plomo del gorrión se ha
oscurecido más, pero el pájaro ya no aparece bajo
ninguna luz cenital, no lo circunda ningún resplandor,
ninguna falsa aureola luminosa, no proviene de una
alucinación, sencillamente está aquí trotando como
un pajarito mecánico con su lombriz viva en el pico,
y él tiene otra vez el dedo en el gatillo, porque ¿no
es un consuelo que esté zampándose una lombriz?,
piensa el arrepentido cazador: el gorrión también
caza y mata, así que aquí cada cual caza a quien
puede...
A la sombra de un granado Tariq Ali 141*5=705-682=23
Un día, cuando Ibn Farid visitaba a su tío en Qurtuba, los dos salieron de
la ciudad en dirección a la aldea de un noble cristiano que mantenía amistad con
tu familia desde la caída de Ishbiliya. Ni el noble, don Álvaro, ni su esposa estaban
en casa, pero una joven doncella les sirvió fruta y bebidas mientras esperaban.
Ella debía de tener quince o dieciséis años.
»Se llamaba Beatriz y era una hermosa criatura. Su piel tenía el color de los
albaricoques maduros, sus ojos la forma de las almendras y su rostro entero parecía
sonreír. Yo la conocí tiempo después y, a pesar de ser sólo un niño entonces, me
resultó difícil no sentirme turbado por su belleza.
JACQUES BOREL –LA ADORACION 682
Hundí más profundamente la cabeza en la almohada,como si ésta hubiera sido el vientre de Hèléne contra el que tenia la impresión de estar apoyado,cuyo rubio bucle de niña me había parecido ver en sueños,y aun creía conservar en los labios la sensación precisa,iba a decir casi real, de haberlo rozado.
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