Subieron a bordo del mismo barco en el que llegaron la jornada anterior, zarparon y emprendieron la travesía por una bahía que se iba angostando hasta convertirse en un estrecho entre islas de escasa altitud. A bordo de la embarcación llevaban dos caballos. Un niño de la edad de Daniel los sujetaba con una cuerda. El niño miró a Daniel, pero sin descaro. Daniel se sentó a su lado. El pequeño le tocó el cabello y se echó a reír. Daniel señaló los caballos.
—Van a sacrificarlos —explicó el niño—. Cuando lleguemos a Strängnäs, les darán con un mazo en la cabeza.
—¿Por qué?
—Porque son viejos.
—Yo he visto un león —le dijo Daniel—. Me arrastró consigo para devorarme.
El niño miró a Daniel inquisitivo.
—No me lo creo —dijo al cabo de un rato—. Creo que estás mintiendo.
—Gracias —contestó Daniel tendiéndole la mano.
El niño la aceptó y se la estrechó con decisión.
HENNING MANKEL-EL HIJO DEL VIENTO 391 391-256=135
—Tienes cara de portada de revista.
—Y cuerpo de desplegable de Playboy. ¿Quieres comprobarlo?
—No nos toca hasta el veintitrés de mayo. Hemos de poner más de quince revoltillos por medio.
—Lo haremos la noche de las primeras elecciones que vengan. El día de las elecciones generales salió muy bien.
—Mucho mejor la noche en que se aprobó la Constitución.
—Aquel día fue sublime.
Luisa se va por el pasillo y Albinoni termina, dejando en el tire la abierta posibilidad de volver a empezar. Sobre la mesa gravitan las últimas notas musicales, sobrevuelan el bistec aplazado, los recortes de grasa que Luisa ha dejado en su plato, la orografía rojigualda del revoltillo restante, la radiocasete, la botella de agua, la caja de pastillas, cubiertos con la orientación enloquecida o muertos en los platos sucios, un territorio rectangular de abandonos, aplazamientos y destrucciones en el que abre un espacio con los brazos para dejar allí un libro y unas cuartillas, una propuesta de dedicación que necesita el prólogo de la contemplación a distancia, con el esqueleto abandonado a los listones del respaldo de la silla y los ojos mintiéndose la voluntad de leer.
—Aquí tienes una camisa limpia.
VAZQUEZ MONTALBAN-EL PIANISTA 391 194*2=398-391=7
Me doy cuenta de que no hay
ninguna cantidad de dinero que pueda compensar la perdida pero si fuera
usted tan amable de repartir el contenido de este maletín... entre los
familiares de los difuntos.
—Señor, antes de regresar a París, hay un último punto que quisiera
tratar con usted. Su repentino cambio de destino y su aterrizaje en Londres.
Sobornó al piloto para cambiar de rumbo. Al hacerlo, quebrantó usted varias
leyes internacionales
—Estaba desesperado.
—Sí, igual que el piloto cuando lo hemos interrogado.
Fache se metió la mano en el bolsillo y sacó un anillo púrpura de
amatista con una mitra engarzada.
El obispo notó que se le humedecían los ojos al cogerlo y ponérselo una
vez más.
—Es usted muy amable. —Extendió la mano y estrechó la de Fache—.
Gracias.
DAN BROWN-EL CODIGO DAVINCI 391
Abandono en autocar la región en los confines del Yun-nan y del Guizhou y, una vez llegado a
Shuicheng, he de esperar el tren durante un largo rato. Desde la estación hasta la cabeza de distrito
queda un buen trecho de camino. No sé ya dónde estoy en esta región ni urbana ni rural, sobre todo
cuando veo, al borde de lo que se diría una calle, dos sentencias paralelas pegadas en el enrejado de
la ventana de una antigua casa de negras vigas: «Los niños juegan afuera, por doquier reina la paz
entre los hombres». No tengo ya la impresión de avanzar, sino de volver a mi infancia, como si no
hubiera conocido ni guerra, ni revolución, ni luchas sucesivas, ni críticas ni contracríticas, ni, ahora,
la vuelta a las reformas que no es tal, como si mi padre y mi madre no estuvieran muertos, como si
yo mismo no hubiera sufrido, como si no hubiese crecido; emocionado, he estado a punto de
deshacerme en lágrimas.
Voy a sentarme sobre un montón de madera descargado al borde de la vía férrea, para reflexionar
un poco acerca de mi situación. Una mujer de unos treinta años, con la desgracia pintada en el
rostro, se me acerca. Quiere que yo la ayude para poder comprar un billete de tren. Ha debido de
oír, un momento antes, en la ventanilla de la estación, que no hablo el dialecto local. Me dice que
quiere ir a Pekín para presentar una queja, pero que no tiene dinero para comprar un billete. Le
pregunto contra quién quiere presentar la queja. Me explica largo y tendido, de manera confusa, que
su marido murió, víctima de una injusticia, pero que ahora nadie quiere reconocerlo, y que no ha
recibido ninguna indemnización por ello. Le doy un yuan para quitármela de encima y me alejo
resueltamente para sentarme en la orilla del río. Durante varias horas contemplo el paisaje que tengo
enfrente.
GAO XINGJIAN-LA MONTAÑA DEL ALMA 391 391-307=84
El mago desplegó una mano frente a él y Max contempló petrificado cómo cada uno
de sus dedos se transformaba en una larga aguja. A pocos metros de allí, Roland
gritó de nuevo. Caín se volvió a mirar a sus espaldas y Max se abalanzó hacia la
borda del buque. La garra del mago se cerró sobre su nuca y le hizo girar lentamente,
hasta enfrentarle cara a cara con el Príncipe de la Niebla.
-Lástima que tu amigo no sea la mitad de hábil que tú. Quizá debería hacer los tratos
contigo. Otra vez será -escupieron los labios del mago-. Hasta la vista, Max. Espero
que hayas aprendido a bucear desde la última vez.
Con la fuerza de una locomotora, el mago lanzó a Max por los aires, de vuelta al
mar. El cuerpo de Max trazó un arco de más de diez metros y cayó sobre el oleaje,
sumergiéndose en la fuerte corriente helada. Max luchó por salir a flote y batió
brazos y piernas con todas sus fuerzas para escapar de la letal fuerza de succión que
parecía arrastrarle hacia la negra oscuridad del fondo.
CARLOS RUIZ ZAFON-EL PRINCIPE DE LA NIEBLA 391 187*3=561-391=170
El Caudillo en las fiestas religiosas, que le consagran a él más que al santo, el
Caudillo con su capotón de campaña, cuello de piel, doña Carmen a su derecha, chapiri
negro y plano, casi como una boina de vuelo, y gran rosario colgandero, obispos y
generales en torno, todos haciendo el saludo fascista, en un palmeral de manos
triunfadoras, a Franco se le engatilla un poco el pulgar de la derecha, no consigue el
saludo perfecto, se dice por la ciudad que el Caudillo ha residenciado para siempre a
los Borbones en Suiza, como los griegos a sus dioses en el Olimpo, lo dicen los
falangistas, pero Franco sí tiene en sus previsiones, ya se dijo aquí, a los Borbones
como una mitología indefinidamente aplazable, como la de los griegos.
El falangismo y el carlismo, con millares de hombres armados, son una
preocupación para el Cuartel General y para los militares, salvo algún general
falangista o carlista, que los había y aquí se han dicho. Franco está ganando una
guerra y al mismo tiempo tiene que ganar, cada día, la guerra política y psicológica
contra estas dos facciones integradas y rebeldes:
-Casi preferiría enfrentarme a Líster y el Campesino, Ramón -se engaita la voz
caudilla.
FRANCISCO UMBRAL-LEYENDA DEL CESAR VISIONARIO- 391 121*4=484-391=93