JAMES JOYCE ULISES pag.248
EL GRAN GALLAHER
—Tú puedes hacerlo —repitió Myles
Crawford apretando el puño enfáticamente—.
Espera un momento. Pasmaremos a Europa,
como acostumbraba decir Ignacio Gallaher
cuando estaba en el Clarence marcando tantos
de billar. Gallaher, ése sí que era un tipo de
periodista que te habría servido. Ése era una
pluma. ¿Saben cómo se levantó? Les voy a
contar. Fue la obra maestra más hábil que se
haya conocido en el periodismo. Ocurrió en el
ochenta y uno, el seis de mayo, la época de los
invencibles, crimen en el Phoenix Park, antes de
que nacieras, supongo. Les haré ver cómo fue.
Los empujó para llegar hasta el archivo.
—Miren aquí dijo dándose vuelta—. El
New York World cablegrafió pidiendo una
información especial. ¿Se acuerdan de eso?
El profesor MacHugh asintió con la
cabeza.
—El New York World —agregó el
director, echando atrás agitadamente su
sombrero de paja—. Dónde tuvo lugar. Tim
Kelly; Kavanagh, quiero decir; Joe Brady y los
demás. Adónde Piel—de—cabrón condujo el
vehículo. Toda la ruta. ¿ven?
—Piel—de—cabrón —dijo el señor
O'Madden Burke—. Fitzharris. Dicen que tiene
el Refugio del Cochero allí abajo, en el puente de
Brut. Me lo dijo Holohan. ¿Conocen a Holohan?
—Es un tipo que se las trae, ¿no es así?
—Y también está allí abajo el pobre
Gumley; así me dijo él, cuidando piedras para la
corporación. Sereno.
Esteban se dio vuelta sorprendido.
—¿Gumley?—dijo—. ¿De veras? Es amigo
de mi padre, ¿no es cierto?
—Dejemos a Gumley —gritó encolerizado
Myles Crawford—. Dejen que Gumley cuide las
piedras para que no se escapen. Escuchen esto.
¿Qué hizo Ignacio Gallaher? Ahora verán.
Inspiración del genio. Cablegrafió en seguida.
¿Tienen el Semanario del Hombre Libre del
diecisiete de marzo? Bueno. ¿Lo encontraron?
Pasó precipitadamente las páginas de la
colección y señaló en una de ellas con el dedo.
—Vean la página cuatro, aviso para el
café de Bransome, por ejemplo. ¿Encontraron
eso? Bueno.
Sonó el teléfono.
ANDRE MALRAUX LA CONDICION HUMANA pag.248
Ya saben ustedes, señores-dijo el ministro-, para qué los he convocado. Sin duda, habrán examinado la cuestión. Dejo al señor Ferral el cuidado de resumírsela y de presentarles su punto de vista.
Los representantes esperaron pacientemente a que Ferral,según la costumbre, les contase sus embustes. Señores-dijo Ferral-,es corriente, en una entrevista como esta, presentar unos balances optimistas. Tienen ustedes ante sus ojos el informe de la Inspección de Hacienda. La situación del consorcio, prácticamente, es peor de lo que deja suponer ese informe.
JULIO CORTAZAR RAYUELA pag.248
Qué cosa tan rara que en el inventario leído el día de la gran tratativa no se hubiera mencionado una morgue. Pero che, en alguna parte hay que guardar a los fiambres hasta que venga la familia o la municipalidad mande el furgón. A lo mejor en el inventario se hablaba de una cámara de depósito, o una sala de tránsito, o un ambiente frigorífico, esos eufemismos, o simplemente se mencionaban las ocho heladeras. Morgue al fin y al cabo no era bonito de escribir en un documento, creía Remorino. ¿Y para qué ocho heladeras? Ah, eso... Alguna exigencia del departamento nacional de higiene o un acomodo del ex administrador cuando las licitaciones, pero tan mal no estaba porque a veces había rachas, como el año que había ganado San Lorenzo (¿qué año era? Remorino no se acordaba, pero era el año que San Lorenzo había hecho capote), de golpe cuatro enfermos al tacho, un saque de guadaña de esas que te la debo. Eso sí, poco frecuente, el 56 era fatal, qué le va a hacer. Por aquí, hablen bajo para no despertar a la merza. Y vos qué me representás a esta hora, rajá a la cama, rajá. Es un buen pibe, mírenlo cómo se las pica. De noche le da por salir al pasillo pero no se crean que es por las mujeres, ese asunto lo tenemos bien arreglado. Sale porque es loco, nomás, como cualquiera de nosotros si vamos al caso.
Oliveira y Traveler pensaron que Remorino era macanudo. Un tipo evolucionado, se veía en seguida. Ayudaron al camillero, que cuando no hacía de camillero era el 7 a secas, un caso curable de manera que podía colaborar en los trabajos livianos. Bajaron la camilla en el montacargas, un poco amontonados y sintiendo muy cerca el bulto del 56 debajo de la sábana. La familia iba a venir a buscarlo el lunes, eran de Trelew, pobre gente. Al 22 no lo habían venido a buscar todavía, era el colmo. Gente de plata, creía Remorino: los peores, buitres puros, sin sentimiento. ¿Y la municipalidad permitía que el 22...? El expediente andaría por ahí, esas cosas. Total que los días iban pasando, dos semanas, así que ya veían la ventaja de tener muchas heladeras. Con una cosa y otra ya eran tres, porque también estaba la 2, una de las fundadoras. Eso era grande, la 2 no tenía familia pero en cambio la dirección de sepelios había avisado que el furgón pasaría a las cuarenta y ocho horas. Remorino había sacado la cuenta para reírse, y ya hacían, trescientas seis horas, casi trescientas siete. Lo de fundadora lo decía porque era una viejita de los primeros tiempos, antes del doctor que le había vendido a don Ferraguto. Qué buen tipo parecía don Ferraguto, ¿no? Pensar que había tenido un circo, qué cosa grande.
El 7 abrió el montacargas, tiró de la camilla y salió por el pasillo piloteando que era una barbaridad, hasta que Remorino lo frenó en seco y se adelantó con una yale para abrir la puerta metálica mientras Traveler y Oliveira sacaban al mismo tiempo los cigarrillos, esos reflejos... En realidad lo que hubieran tenido que hacer era traerse los sobretodos, porque de la ola de calor no se tenía noticia en la morgue, que por lo demás parecía un despacho de bebidas con una mesa larga a un lado y un refrigerador hasta el techo en la otra pared.
—Sacá una cerveza —mandó Remorino—. Ustedes no saben nada, eh. A veces aquí el reglamento es demasiado... Mejor no le digan a don Ferraguto, total solamente nos tomamos una cervecita de cuando en cuando.
El 7 se fue a una de las puertas del refrigerador y sacó una botella. Mientras Remorino la abría con un dispositivo del que estaba provisto su cortaplumas, Traveler miró a Oliveira pero el 7 habló primero.
ROBERTO BOLAÑO 2666 pag.248
Cuando volvió a su cubículo descubrió el papel y antes de
arrojarlo al cubo de la basura lo examinó durante unos minutos.
El dibujo 1 no tenía mayor explicación que su aburrimiento. El
dibujo 2 parecía una prolongación del dibujo 1 pero los nombres
añadidos le parecieron demenciales. Jenócrates podía estar allí, no
carecía de cierta lógica peregrina, y también Protágoras, ¿pero qué
pintaban Tomás Moro y Saint-Simon?, ¿qué pintaba, cómo se sostenía
allí Diderot y, Dios de los cielos, el jesuita portugués Pedro
da Fonseca, que fue uno más de los miles de comentaristas que ha
tenido Aristóteles, pero que ni con fórceps dejaba de ser un pensador
muy menor? El dibujo 3, por el contrario, tenía cierta lógica,
una lógica de adolescente tarado, de adolescente vagabundo en el
desierto, con las ropas deshilachadas, pero con ropas. Todos los
nombres, se podría decir, pertenecían a filósofos preocupados por
el argumento ontológico. La B que aparecía en el vértice superior
del triángulo incrustado en el rectángulo podía ser Dios o la existencia
de Dios que surge de su esencia. Sólo entonces Amalfitano
reparó en que el dibujo 2 también exhibía una A y una B y ya no
tuvo duda ninguna de que el calor, al que estaba desacostumbrado,
lo hacía desvariar mientras dictaba sus clases.
Esa noche, sin embargo, después de cenar y de ver las noticias
en la tele y de hablar por teléfono con la profesora Silvia Pérez,
que estaba indignada por la forma en que la policía del estado de
Sonora y la policía local de Santa Teresa estaba llevando la investigación
de los crímenes, Amalfitano encontró en la mesa de su estudio
tres dibujos más. Sin duda, el autor era él. De hecho, se recordaba
emborronando distraído una página en blanco mientras
pensaba en otras cosas. El dibujo 1 (o el dibujo 4) era así:
DESCHNER HISTORIA CRIMINAL DEL CRISTIANISMO TOMO I pag.248
Me acerqué, ¡oh hermanos! y contemplé
los despojos del impuro.
En pie al lado del yacente
me burlé de su paganismo.58
Efrén escribió además cuatro cantos de muchas estrofas «contra
el emperador Juliano, que se hizo pagano, contra las doctrinas erró-
neas y contra los judíos, sobre la melodía del himno "honrad siempre a
la verdad"».59
En estas producciones, con el estribillo para el coro: «¡Saludemos a
quien lo destruyó y vistió de luto a los hijos del error!», Juliano es pre-
sentado como un lujurioso repugnante, en contradicción con Amiano,
que alaba la sobriedad de sus costumbres. Le llaman mago, embustero,
oscuro, malvado, tirano, lobo y cabrón. En la estrofa inicial, así se ex-
presa la santa inquina: «Las bestias se alegraban al verle, los lobos se le
acercaban, [...] incluso los chacales aullaban de satisfacción». En la
quinta dice que: «El estiércol fermentó y parió serpientes de todos los
tamaños y una gusanera de todas clases...». En la decimoquinta se ma-
nifiesta la óptica lamentablemente reducida, no sólo de aquel doctor de
la Iglesia sino de toda su Iglesia, a blanco y negro: «Pues sólo la Iglesia
fue su enemiga incondicional, así como él y todos los suyos fueron ene-
migos de ella. Lo cual demuestra sin lugar a dudas que sólo pueden exis-
tir dos partidos, con la Iglesia o contra ella».60
KENNEDY TOOLE LA CONJURA DE LOS NECIOS pag.248
—Dios sabe qué miliciano nazi caerá sobre mí para golpearme cruelmente —comentó con frialdad Ignatius—. Pero no puede asustarme. Ya he tenido mi trauma del día.
—¡Ahí va! —dijo Jones cuando asomó a la puerta—. El tipo de la gorra verde. En persona. Vivo.
—Veo que ha decidido usted sabiamente contratar a un negro particularmente aterrador para que la proteja de sus furiosos y expoliados clientes —le dijo a Lana Lee el tipo de la gorra verde.
—Échele de aquí —dijo Lana a Jones.
—¡Juá! ¿Cómo voy a echa a ese elefante?
—Sólo hay que mirar para esas gafas negras. Debe tener el organismo saturado de droga.
—Entra ahí ahora mismo —dijo Lana a Darlene, que miraba fijamente a Ignatius; le dio un empujón al ver que no la obedecía y le dijo a Jones—: Basta ya. Échele.
—Saca la navaja y acuchíllame —dijo Ignatius mientras Lana y Darlene entraban en el bar—. Arrójame lejía a la cara. Apuñálame. Jamás comprenderías, claro, que fue mi interés por los derechos civiles lo que me llevó a convertirme en un vendedor de salchichas tullido. Perdí un puesto de trabajo excelente por mi actitud respecto a la cuestión racial. Estos pies destrozados son el resultado indirecto de tener una conciencia social sensible.
—¡juá! En Levy Pants te echaron a patas en el culo por intenta mete a toa aquella gente de coló de cabeza en la cárcel, ¿verdá?
—¿Cómo estás tú enterado de eso? —preguntó receloso Ignatius—. ¿Participaste acaso en aquel golpe abortado?
—No. Pero oí habla a la gente.
—¿De veras? —preguntó Ignatius muy interesado—. Debieron mencionar, sin duda, mi apostura y mi porte. Así pues, soy reconocible. No sospechaba yo que me hubiera convertido en una leyenda. Quizá me precipité demasiado al abandonar el movimiento.
Ignatius estaba encantado. Aquel día estaba resultando estupendo, después de tantas jornadas deprimentes.
—Probablemente me haya convertido en una especie de mártir —eructó—. ¿Le apetecería a usted un bocadillo? Yo presto el mismo servicio cortés a gentes de todos los colores y credos. Vendedores Paraíso ha sido una empresa pionera en el campo de los servicios públicos.
—¿Cómo ha acabao un blanco como tú, que habla tan bien, vendiendo salchichas, dime?
—Echa el humo para otro lado, por favor. Mi sistema respiratorio no funciona, por desgracia, a pleno rendimiento. Sospecho que eso se debe a que la concepción fue particularmente débil por parte de mi padre. Debió emitir el esperma de forma un tanto descuidada.
XINGJIAN GAO LA MONTAÑA DEL ALMA pag.248
—Por último, él salió a la calle...
—A la calle, ¿que era cómo?
—La calle estaba llena de gente que tenía prisa.
—¡Continúa!
—Él está un poco sorprendido.
—¿De qué?
—No comprende por qué la gente está tan ocupada.
—Les gusta estar ocupados.
—¿Es acaso una obligación?
—Si no estuvieran ocupados, no podrían dejar de estar un poco inquietos.
—Es cierto. Todos tienen una expresión extraña, como si estuvieran preocupados.
—Y también una expresión muy seria.
—Entran con cara seria en las tiendas, salen con cara seria, cogen con cara seria un par de
zapatillas, se sacan con cara seria un poco de dinero suelto, compran con cara seria un polo...
—Que chupan con cara seria...
—No me hables de polos.
—Eres tú quien ha empezado.
—No me interrumpas, ¿por dónde iba?
—Sacan un poco de dinero suelto, delante de un pequeño mostrador regatean el precio, con cara
seria, ¿qué más hacen con cara seria? ¿Qué más cosas serias hay?
—Mean delante de un urinario.
—¿Y a continuación?
—Todas las tiendas han cerrado.
—La gente regresa apresuradamente a sus casas.
—Pero él no tiene prisa por ir a ninguna parte, parece tener un lugar adonde ir, lo que se llama
comúnmente un hogar. Para conseguir esta vivienda ha tenido que discutir con los responsables de
las viviendas.
—De todas formas, tiene esta habitación.
—Pero no encuentra su llave.
—¿La puerta no ha quedado abierta?
—La cuestión consiste en saber si ha de volver allí o no de forma inevitable.
—¿No puede pasar la noche donde le plazca?
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