viernes, octubre 01, 2010

LA VENTANA

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—No pasó nada —dijo Lupe—. La vieja no pudo más y se puso a vomitar.

—¿Y Alberto?

—Él se retiró un poco antes, ¿no? Se dio cuenta de lo que venía y no quiso que le manchara los pantalones. Así que dio un salto como de tigre, pero para atrás, y no le cayó encima ni una gotita. La gente del reventón lo aplaudió a rabiar.

—¿Y tú estás enamorada de ese energúmeno? —dijo María.

—Enamorada, lo que se dice enamorada, pues no sé. Lo quiero un chingo, eso sí. Tú también lo querrías si estuvieras en mi lugar.

—¿Yo? Ni loca.

—Es muy hombre —dijo Lupe con la mirada perdida más allá de los ventanales—, ésa es la mera verdad. Y me comprende mejor que nadie.

—Te explota mejor que nadie, querrás decir —dijo María echándose hacia atrás y golpeando la mesa con las manos. Del golpe las tazas saltaron.

—Cámara, no te pongas así, mana

BOLAÑO- DETECTIVES SALVAJES     pag.49

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La teoría atómica también explica nuestras sensaciones, pensaba
Demócrito. Cuando captamos algo con nuestros sentidos, se
debe a los movimientos de los átomos en el espacio vacío.
Cuando vemos la luna, es porque los «átomos de la luna»
alcanzan mi ojo.
¿Y qué pasa con la conciencia? ¿No podrá estar formada por
átomos, es decir, por «cosas» materiales? Pues sí, Demócrito se
imaginaba que el alma estaba formada por unos «átomos del
alma» especialmente redondos y lisos. Al morir una persona, los
átomos del alma se dispersan hacia todas partes. Luego, pueden
entrar en otra alma en proceso de creación.
Eso significa que el ser humano no tiene un alma inmortal.
Mucha gente comparte también, hoy en día, este pensamiento.
Opinan, como Demócrito, que «el alma» está conectada al cerebro
y que no podemos tener ninguna especie de conciencia cuando el
cerebro se haya desintegrado.
Demócrito puso temporalmente fin a la filosofía griega de la
naturaleza. Estaba de acuerdo con Heráclito en que todo en la
naturaleza «fluye». Las formas van y vienen. Pero detrás de todo
lo que fluye, se encuentran algunas cosas eternas e inalterables
que no fluyen. A estas cosas es a lo que Demócrito llamó átomos.
Mientras leía, Sofía miraba por la ventana para ver si aparecía
junto al buzón el misterioso autor de las cartas. Se quedó mirando a
la calle fijamente, pensando en lo que acababa de leer.

GAARDER-EL MUNDO DE SOFIA    pag  49

Una vez que hube aceptado el esquema de don Juan de que energía foránea se filtra en los sueños, empecé a tomar en cuenta la presencia de objetos extraños en mis ensueños. Invariable­mente, después de haberlos aislado, mi atención de ensueño se enfocaba en ellos con una intensidad que no me ocurría en ninguna otra oportunidad. Lo primero que noté fue el gran esfuerzo que mi mente hacia para transformarlos en objetos conocidos. La desventaja de mi mente era su incapacidad de llevar totalmente a cabo tal transformación; el resultado era un objeto espurio, casi desconocido. Después, la energía foránea se disipa fácilmente,

convirtiéndose en una burbuja de luz que era rápidamente absorbida por otros apremiantes detalles de mis ensueños.

-En el nivel de ensueño en que te encuentras ahora, los ex­ploradores son rastreadores que vienen del reino de los seres inorgánicos  dijo don Juan, comentando acerca de lo que me sucedía . Son muy rápidos, y esto quiere decir que no se quedan por mucho tiempo.

EL ARTE DE ENSOÑAR   CARLOS CASTANEDA     pag.49

Con las manos cruzadas, avanzaba sobre el reluciente piso como las santas de La leyenda dorada sobre la superficie cristalina del agua. Dudo que en ninguna otra ocasión la señorita Préfére vuelva a recordarme las adorables vírgenes de la mística leyenda. Limitado a contemplar su rostro, más bien le encontrara parecido con una manzana reineta conservada durante el invierno en el desván de una hacendosa ama de casa. Abrigaba sus hombros una manteleta listada que no ofrecía nada de particular, pero que la maestra llevaba como una vestidura sacerdotal o como la insignia de un elevado magisterio.
La di cuenta del objeto de mi visita y la entregué mi carta de presentación.
—¿Ha visto usted al señor Mouche? —me dijo—. ¿Su salud es todo lo buena que puede desearse? Es un hombre tan honrado, tan...
No acabó la frase y sus ojos se alzaron hacia el techo. Los míos los siguieron para fijarse en una pequeña espiral de papel recortado que, colgado en el lugar de lámpara, se-gún mis conjeturas atraía las moscas, y por consiguiente las alejaba de los marcos dorados, de los espejos y del cuadro de honor.
ANATOLE FRANCE   -EL CRIMEN DE UN ACADEMICO    pag.49

El barco de cristal   the doors

 

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